Hace algunos años, Richard Dawkins
propuso enseñar en los colegios que los bebés son aportados por la cigüeña.
¡¿Qué?! ¿El ultra-racionalista Dawkins proponiendo semejante barbaridad?
Obviamente, fue una propuesta sarcástica. Los creacionistas habían formulado
una nueva teoría, el Diseño Inteligente (en realidad, es más del viejo
creacionismo, sólo que con nuevos términos), y solicitaban que se enseñara en
las escuelas como alternativa a la teoría de la evolución. Los creacionistas
decían que lo más democrático y pluralista sería “enseñar la controversia”.
Dawkins, frente a semejante solicitud, la redujo al absurdo diciendo que, si se
trata de enseñar controversias como ésas, pues entonces, deberíamos también
enseñar como alternativa a la versión científica de la reproducción humana, el
viejo cuento según el cual, los bebés vienen de la cigüeña.
Es muy fácil burlarnos de esos
trogloditas creacionistas. Vienen de la más rancia extrema derecha
norteamericana, la misma de Reagan y Bush, quienes llevados por el
fundamentalismo religioso más embrutecedor, se oponen al progreso científico.
Lamentablemente, olvidamos que la izquierda supuestamente progresista, también participa de estas barbaridades.
Y, propone también enseñar un mito parecido al de la cigüeña.
En América Latina, la izquierda
promueve aquello que ha venido a llamarse la “educación intercultural”. Frente
al pasado colonialista, frente al sufrimiento de los pueblos indígenas desde
que llegó aquel almirante genocida hace cinco siglos, es necesario hacer
justicia. Esa justicia no consiste solamente en restituir tierras despojadas,
consiste también en respetar y revitalizar la cultura de los nativos. Para
evitar ser colonialistas, nos dice la izquierda, debemos evitar imponer las
concepciones culturales occidentales sobre ellos. Y, en el plano de la
educación, esto es muy importante: la educación debe transmitirse siempre
respetando y valorando las costumbres y creencias nativas.
Pues bien, hay indios que enseñan
cosas parecidas al mito de la cigüeña. Tomemos, por ejemplo, a los barí de la
región donde vivo, el estado Zulia en Venezuela. Los barí creen que el semen de
varios hombres puede contribuir a la formación de un feto. De hecho, es
habitual que las mujeres barí tengan varios compañeros sexuales, y que éstos
sirvan como padres a los niños. Así pues, un niño barí puede ser criado y
protegido por varios hombres, y esta costumbre se fortalece con la creencia de
que todos esos hombres han contribuido a la formación biológica del niño.
Yo mismo he conocido barís que
aseguran que aquellos niños con más de un padre, gozan de una protección
adicional. Y, el antropólogo Stephen Beckerman, que ha estudiado este fenómeno
de cerca, lo confirma. Desde un punto de vista antropológico, esta creencia es
muy funcional, y sirve como adaptación para asegurar la óptima crianza de niños
en un ambiente relativamente hostil, como lo es la Sierra de Perijá.
Sí, la creencia en la paternidad
compartida puede ser bastante funcional, y puede estar muy enraizada en la
cultura barí. Pero es falsa, tan falsa
como que los niños son entregados por la cigüeña. Y, lo lamento, no hay
nada que negociar con esa creencia. El deber del educador es sencillamente
erradicar esta creencia, y si a eso lo quieren llamar “colonialismo”, pues
¡seamos colonialistas! Pueden entenderse los motivos históricos y culturales
que yacen tras esta creencia, pero insisto, el deber del educador es
erradicarla, del mismo modo en que se debe erradicar la creencia en la cigüeña
(y, dicho sea de paso, también en esta creencia podemos encontrar motivos
históricos y culturales).
Los promotores de la “educación
intercultural” se empeñan en buscar alguna forma de conciliación entre los
hechos científicos y las creencias nativas. Pero, son ilusos: pretenden
conciliar lo inconciliable. Sí, probablemente el informarle a un barí que el
espermatozoide de un solo hombre forma el feto, será catastrófico para su
cosmovisión. Pero, insisto, esto no nos debe importar un comino: con la verdad
no se ofende, y si al barí no le gustan los hechos, tanto peor para él. Hoy,
los izquierdistas piden respecto a las creencias precientíficas de los nativos,
lo mismo que los derechistas norteamericanos piden respecto a las creencias
precientíficas de los fundamentalistas religiosos: que se enseñen en la
educación pública a la par de las teorías científicas, todo en nombre del pluralismo.
Asumo que la derecha religiosa
fundamentalista es ya una causa perdida. Con esa gente no se puede razonar. En
cambio, asumo que aún queda en la izquierda algo de racionalidad, aunque cada
vez menos. Y, si la izquierda quiere recuperar la racionalidad que le
inyectaron sus fundadores en el siglo XIX (precisamente los forjadores del “comunismo
científico”), entonces debe
recapacitar, y comprender que, no se deben defender estupideces en el nombre de
la lucha contra el colonialismo. La izquierda debe aceptar que los indígenas sí
deben renunciar a parte de su cultura, sí son cognitivamente inferiores (o,
para no ofender tanto, son “pre-operacionales”, como los habría llamado Piaget),
y que sólo la educación occidental puede sacarlos de ese estado.
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