miércoles, 22 de noviembre de 2017

"El joven Karl Marx", tierna pero ingenua



            En la euforia de la caída del Muro de Berlín, se tumbaron muchas estatuas. Entre ellas, estuvieron las de Karl Marx. Según una leyenda urbana, un joven alemán se acercó a una de las estatuas derribadas de Marx, y le adjuntó un letrero diciendo “Yo sólo escribí un libro”.
            Ciertamente, Marx sólo escribió libros. A él jamás se le pasó por la cabeza asesinar a la familia real rusa, inducir una hambruna en Ucrania, o convertir a una guerrilla sudamericana en narcotraficantes. Pero, tal como el conservador Richard Weaver alegaba en el título de uno de sus libros, las ideas tienen consecuencias. Y lamentablemente, las ideas de Marx tuvieron muchas consecuencias negativas. ¿Es él responsable de los abusos del comunismo? No. Y, en este sentido, merece una reivindicación. Pero, al mismo tiempo, debería advertirse sobre la ingenuidad de sus ideas.

            El joven Karl Marx, la reciente película del haitiano Raoul Peck, reivindica a Marx sin criticarlo. Presenta a un joven y carismático Marx que tiene una vida conyugal convencional con su amada Jenny, pero que en realidad, siente mucha más atracción (no sexual) por su gran amigo Engels. Al conocerse, caen rendidos en admiración mientras discuten la jerga incomprensible de Hegel. Desde ese momento, atraviesan dificultades, pero las vencen, para finalmente escribir el Manifiesto del partido comunista.
            El inseparable dúo se enfrenta a capitalistas codiciosos. Hasta cierto punto, la película parece una versión intelectualoide y decimonónica de Batman y Robin enfrentando al Guasón. En una escena memorable, los dos jóvenes confrontan a un ricachón que se vale del trabajo infantil en sus fábricas. El ricachón se defiende diciendo que el trabajo infantil es necesario para una sociedad productiva, basada en la oferta y la demanda. Ciertamente, debemos al marxismo la erradicación de estos abusos. Pero, no es necesario ser marxista para oponerse al trabajo infantil. Aun si los liberales concuerdan en favorecer el flujo de la oferta y la demanda en las relaciones laborales, insisten en que la infancia debe ser protegida porque los niños no tienen suficiente autonomía para decidir por cuenta propia si les conviene o no trabajar.
            En fin, ése no es el único ricachón que aparece en la película. Como se sabe, ¡el propio Engels fue muy burgués!, pues heredó de su padre un muy próspero negocio de textiles. En la película, Engels siente algún remordimiento, y en efecto, se compenetra con los maltratados trabajadores, e incluso, toma a una trabajadora como su compañera sentimental. Pero, no entrega sus riquezas. Escribe sobre la plusvalía en sus libros, pero la sigue extrayendo de los trabajadores de su fábrica. Se lamenta de la explotación del hombre por el hombre, pero no se anima a dar su fábrica en propiedad comunal.
A lo largo de la película, se quiere dar la impresión de que Engels sigue siendo un burgués, como una suerte de trabajo periodístico para entender la mentalidad burguesa. A mí me parece una excusa muy barata, típica de aquello que los psicólogos llaman disonancia cognoscitiva. Si de verdad alguien cree en el comunismo, debe estar dispuesto a asumirlo, y empezar a repartir sus riquezas, pues bajo su sistema de creencias, esas riquezas son injustamente adquiridas. Si no lo hace, es simple y llana hipocresía. Un marxista, Gerald Cohen, se planteó esta cuestión en un libro, Si eres igualitarista, ¿cómo es que eres tan rico? Lamentablemente, Cohen no ofrece una respuesta clara, y más bien, coquetea con las típicas excusas de los comunistas ricos (hay que esperar a que llegue la revolución, es sólo una gota en el mar, etc.).
Marx, por su parte, vivió en la pobreza. Pero, eso no le impidió tener una criada, a quien, presumiblemente, también le extraía su plusvalía. La película trata de excusar el privilegio de Marx, retratando cómo se retrasa en el pago del salario de la criada, precisamente por las condiciones de pobreza en las cuales viven. En fin, lo cierto es que Engels siempre acudió al auxilio financiero de Marx, y así se retrata en la película. Pero, no solamente fue el auxilio financiero. Marx tuvo la práctica muy burguesa de tener hijos ilegítimos con las criadas, y Engels sirvió como alcahueta, asumiendo la paternidad de un hijo ilegítimo de Marx. Nada de eso aparece retratado en esta película santurrona, pues obviamente, sería una mancha demasiado grande.
En la película, las disputas del inseparable dúo no son tanto contra capitalistas, sino contra los propios comunistas. La Europa de mediados del siglo XIX era un avispero de comunistas odiándose entre sí. El joven Marx siente simpatía por Proudhon, el comunista que decía que toda propiedad es robo, pero eventualmente, se vuelve contra él, y se convierte en la figura estrella del momento. En ocasiones, la forma en que Peck retrata estas escenas (que transcurren en varios congresos), me recuerdan a las convenciones de Herba Life o Amway, en las cuales los vendedores luchan por el liderazgo en ventas. En muchos aspectos, me temo, el comunismo no es tan distinto del capitalismo.
De hecho, yo mismo pude comprobarlo en mi visita a la casa natal de Marx, en Trier. Marx aún no se ha convertido en la franquicia de consumo masivo que sí es el Che Guevara. Pero, al menos en Trier, se venden toda suerte de suvenires alusivos a Marx, probablemente manufacturados en una fábrica china (posiblemente con niños trabajadores), propiedad de un emergente capitalista asiático. El propio Marx habría llamado a esos suvenires el fetichismo de la mercancía.

La película, que ciertamente tiene maestría técnica (pues hace de Marx y Engels tipos muy agradables), termina con imágenes de la historia del siglo XX, una forma muy poética de enfatizar la influencia de Marx. Lo triste, no obstante, es que no presenta a Lenin, Stalin, Mao o Fidel, los dictadores que se valieron de las teorías de Marx para hacer mucho daño. Peck quiere borrar la leyenda negra de Marx, pero termina incurriendo en la leyenda rosa.
Para quien quiera ambientarse en las circunstancias del siglo XIX y entender cómo Marx pudo haber escrito las cosas que escribió, esta película está muy bien. Pero, ante una figura como Marx, es necesario aplicar más razón que emoción. Lamentablemente, a pesar de la verborrea que aparece frecuentemente en los diálogos, Peck opta más por tratar de persuadir con la emoción, que con la racionalidad. Y tras evaluar la vida y obra de Marx, no es difícil llegar al veredicto de que fue un hombre de buenos sentimientos, pero de ideas muy ingenuas.

martes, 7 de noviembre de 2017

Carta a Belén sobre las pruebas psicológicas y la inteligencia



Querida Belén:

            Me ha gustado mucho el dibujo que me enviaste de Agustín, el hermano mayor del pequeño Eduardo. Agustín siempre me ha parecido un niño estupendo, y ciertamente, su dibujo reflejando a su familia, es muy tierno. Pareciera que los niños no se cansan de dibujar. Aun si la abrumadora mayoría no llegarán a ser pintores, el dibujo es muy bueno. Dibujar estimula aquello que los psicólogos llaman la motricidad fina, es decir, el movimiento con los dedos para hacer cosas detalladas.
            A los psicólogos también les interesa el dibujo de los niños, porque posiblemente esos dibujos reflejan sus condiciones. Agustín dibuja a una familia feliz porque, en efecto, sus padres y su hermanito viven armónicamente en el hogar. Si un niño de la edad de Agustín dibujara a su padre con un cuchillo ensangrentado matando a su madre, habría motivos para preocuparse.
            Pero, tampoco creas que los dibujos son una bola de cristal para conocer todo sobre la mente de un individuo. Desde hace muchos años, los psicólogos han desarrollado aquello que ha venido a llamarse técnicas proyectivas. Éstas consisten en hacer que un sujeto observe algún dibujo, y lo interprete. Supuestamente, en su interpretación, se colocan en evidencia muchos de sus rasgos. O, también el sujeto puede dibujar algo, y proyectar en el dibujo aquello que está en su mente.

            Todo esto deriva de Freud y el psicoanálisis. ¿Lo recuerdas? Es la teoría psicológica que dice que la mayor parte de nuestra conducta está guiada por pensamientos inconscientes. Según dicen algunos psicólogos, la mente inconsciente puede manifestarse cuando se muestran al sujeto unos dibujos, y se le pide que los interprete.
            Probablemente el más famoso de estos exámenes es la prueba de Rorschach. Cuando eras niña, disfrutabas mucho pintando sobre un papel que luego doblabas, de forma tal que se produjera una forma simétrica. Pues bien, Rorschach era un psiquiatra que también disfrutaba haciendo estas cosas, y se le ocurrió que, al mostrar a sus pacientes estas pinturas, podría conocer mejor su personalidad.
            En la prueba de Rorschach, pues, se muestran diez dibujos simétricos que, en realidad, no representan nada en particular. Es algo así como arte abstracto. El sujeto va explicando qué ve en cada una de esas pinturas. Y, a partir de esas explicaciones, el psicólogo o psiquiatra va anotando su análisis respecto a la salud mental o la personalidad del sujeto. Seguramente has visto estas cosas en la tele.
            A simple vista, parece una prueba muy eficiente. Pues, en efecto, es fácil proyectar nuestra personalidad en la interpretación de imágenes ambiguas. Pero, en realidad, Belén, esto es más característico de psicólogos en películas de Hollywood, que psicólogos en la vida real. La técnica de Rorschach tiene muchos problemas.
            En primer lugar, no existe un criterio firme para decir que tal o cual interpretación de la pintura, representa tal o cual rasgo de personalidad. A diferencia de otros exámenes que inequívocamente tienen respuestas correctas o incorrectas (o, al menos, claramente indicativas de algún rasgo mental), en la prueba de Rorschach no hay estándares claros. Quienes aplican esta prueba, usualmente se basan en los detalles de la respuesta, el énfasis en formas o colores, y la normalidad respecto a lo que el resto de la gente responde frente a la misma pintura. Pero, no son lo suficientemente precisos, y al final, cada psicólogo termina por interpretar según sus propias opiniones. Es interesante que, en ocasiones, la prueba de Rorschach es más una proyección del psicólogo, que del propio sujeto.
            De hecho, uno de los más grandes problemas con la prueba de Rorschach es que, cuando un psicólogo la aplica a un sujeto, y luego otro psicólogo la aplica a ese mismo sujeto, se obtienen resultados distintos. En la jerga psicológica, se diría que esa prueba no tiene fiabilidad. Y además, no es del todo seguro que la prueba de Rorschach mida lo que pretende medir. Por ejemplo, en muchos casos, el psicólogo que aplica la prueba concluye que el sujeto está deprimido. Pero luego, cuando se hacen otros exámenes, otros psicólogos concluyen que ese sujeto no está realmente deprimido. En ese caso, en la jerga psicológica, se diría que el examen no tiene validez.
            La prueba de Rorschach, pues, no es ninguna bola de cristal que permite saber si alguien sufre depresión, ansiedad, o si tiene algún tipo de personalidad específica. Quizás la prueba de Rorschach sí sea más eficiente para detectar la esquizofrenia (¿la recuerdas?, es la enfermedad mental en la cual el paciente ha perdido contacto con la realidad). Si al mostrarte una mancha, me dices que ése eres tú huyendo de los illuminati porque éstos quieren matarte para hacer un sacrificio humano, pues en ese caso, yo podría sospechar que sufres de alguna forma de esquizofrenia.
            Pero, aun en esos casos, habría problemas. Pues, ¿cómo podría yo distinguir que tú descripción de la mancha refleja tu verdadero estado mental, o sencillamente forma parte de tu creatividad? Sería muy tonto diagnosticar a un director de cine de horror con esquizofrenia, sencillamente porque en sus películas, aparecen imágenes muy perturbadoras. Te diría que, a lo sumo, la prueba de Rorschach sólo sirve para hacer una exploración inicial del sujeto. Pero, nadie se la debería tomar muy en serio.
            Otra prueba parecida a la de Rorschach, es el llamado test de apercepción temática. Algunos psicólogos también lo usan. En este examen, no se presentan imágenes de tipo arte abstracto, sino dibujos que representan situaciones. La persona debe explicar qué sucede en lo que se representa. Mi favorita, es la imagen de unos hombres que están introduciendo un cuchillo en el cuerpo de una mujer, y un niño está asustado mientras ve esto. Cuando he mostrado esta imagen a mis amigos, algunos me dicen que los hombres están violando a la mujer; otros me dicen que le están realizando una cirugía para extraerle el apéndice y salvarle la vida. Como ves, es fácil proyectar distintas cosas sobre una misma imagen, y supongo que esto refleja distintos contenidos mentales.
A decir verdad, Belén, el test de apercepción temática no es una gran mejora respecto a la prueba de Rorschach. En apariencia, este examen es menos subjetivo, porque se muestran cosas concretas. Pero, sufre los mismos problemas: tiene poca confiabilidad y poca validez. De nuevo, yo te diría que este examen sirve para explorar inicialmente a un sujeto, pero nada más.
Los dibujos que las propias personas hacen tampoco nos dicen gran cosa sobre ellas. Una vez más, el problema es que no hay un criterio bien establecido para decir que esta o aquella representación en el dibujo refleja un rasgo mental específico. Además, nuevamente, en estos exámenes, ¿cómo podemos distinguir la creatividad y los verdaderos contenidos mentales? Es un poco como las brujas de Goya: ¿tú crees que todas esas macabras mujeres que pintó Goya, reflejan que el gran pintor realmente creía en las brujas? Todo indica que no, pero quizás uno de estos psicólogos fascinados con el Rorschach y exámenes por el estilo, habría dicho que Goya era un esquizofrénico que creía que las brujas estaban a su acecho.
Hay quien dice que si una persona dibuja a alguien con ojos grandes, entonces eso es señal de que es paranoico, pues cree que con esos ojos grandes, alguien lo está vigilando. O, si se dibuja a una persona con corbata muy larga, eso es señal de que es un depravado sexual, pues la corbata representa un pene enorme. Tonterías. Todo esto es básicamente el mismo cuento de Freud y sus análisis de sueños, ¿lo recuerdas? Puede ser entretenido jugar a ser analista y descifrar símbolos. Pero, eso está bien para los egiptólogos y los jeroglíficos en las pirámides, no para los psicólogos.
Lamentablemente, incluso los detectives en ocasiones han tratado de utilizar estas técnicas para supuestamente atrapar criminales. La disciplina de la grafología consiste en analizar la caligrafía de las personas, para descubrir sus personalidades. Así, cuando un criminal deja una nota escrita a mano, supuestamente el detective puede anticipar su próxima jugada, pues la caligrafía es suficiente para hacer un perfil.
            En realidad, tal cosa no es posible. Una carta sí puede revelar la personalidad de alguien. Pero, no es la caligrafía en sí, si no el mensaje de la carta, lo que es útil para hacer un perfil psicológico. Y, también es cierto que se puede analizar la caligrafía de una persona, para corroborar si esa misma persona escribió otra carta. Pero, es una tontería decir que alguien es un sádico, por el mero hecho de que cuando escribe la letra “l”, lo hace como si fuera un látigo. Lamentablemente, algunos grafólogos creen semejantes estupideces.
            Las pruebas proyectivas no son las únicas que generan controversia entre psicólogos. Tanta o más controversia generan las llamadas pruebas de inteligencia. En el cole, continuamente te hacen pruebas para medir cuánto conoces en alguna materia. En la universidad, te harán aún más pruebas de ese tipo. Pero, cada una de esas pruebas son muy específicas: geografía, matemática, historia, biología, química, etc. En cambio, desde hace varias décadas, a los psicólogos les ha interesado la posibilidad de medir, no meramente el conocimiento en cada materia, sino la inteligencia general que alguien pueda tener.
            Tú siempre has tenido buenas calificaciones en el cole. En cambio, sé que algunas de tus amigas no tienen tan buenas calificaciones. ¿A qué crees que se debe esto? ¿Son perezosas y no estudian? O, más bien, ¿estudian, pero no logran entender o retener bien la información? Cada caso es distinto, y es difícil precisar una sola causa. Pero, sí parece cierto que, aquellas de tus amigas que tienen buenas calificaciones en una materia, también tienen buenas notas en otra materia. Y, las chicas que no van bien en una, no van bien en otra.
            Un psicólogo, Charles Spearman, se dio cuenta de esto, y propuso que la misma habilidad para estudiar matemática, está presente para estudiar gramática, o cualquier otra materia. Spearman decía que, más allá de las especificidades de las habilidades cognitivas, existe una inteligencia general, o como él la llamó, un factor g. Esta inteligencia general consiste en reconocer relaciones a partir de las experiencias que una persona observa; es decir, aprender a reconocer patrones.
            Otros psicólogos se interesaron por esta idea, y trataron de diseñar pruebas que pudieran cuantificar el factor g. Uno de esos psicólogos, Alfred Binet, diseñó unas pruebas para medir la inteligencia de cada persona. Vinieron a llamarse las pruebas de cociente intelectual, y se usan con frecuencia hoy. Seguramente en el cole, en algún momento, te hicieron una de estas pruebas.
Binet trabajaba con niños, y pretendía tener un diagnóstico respecto a cuáles estudiantes mostraban dificultades cognitivas, a fin de que el sistema educativo francés pudiera dedicarles atención especializada. Las pruebas originales de Binet se concentraban en habilidades memorísticas, y resolución de problemas. Él pensaba que los resultados de estas pruebas podrían contrastarse respecto a la expectativa que se tendría a partir de la edad del niño a quien se le aplican las pruebas. 

Así, habría una edad cronológica (la edad del niño), y una edad mental (la edad que un niño exhibe con su conducta). Binet proponía que el cociente intelectual sería el resultado de la edad mental dividido entre la edad cronológica, multiplicado por 100. Un niño con la edad mental de 12 y la edad cronológica de 12, tendría un CI de 100; un niño con edad mental de 12 y edad cronológica de 15 tendría un CI de 80, y así sucesivamente. Esto serviría para que, aquellos niños que tuvieran un cociente intelectual menor a 100 (es decir, que su edad mental fuese menor a su edad cronológica), pudieran recibir atención especializada. Un maestro necesita saber cuáles niños son menos inteligentes, no para discriminarlos, sino más bien para ayudarlos.
Lamentablemente, con buenas intenciones se pueden terminar haciendo cosas muy malas. En varios países, las pruebas de Binet se empezaron a aplicar como criterio de aceptación en la inmigración, y así, se usaba el cociente intelectual para distinguir a ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. En el caso de los inmigrantes, la aplicación de las pruebas de cociente intelectual era especialmente problemática. Pues a los inmigrantes que no hablaban el idioma del país, se les aplicaban las pruebas sin traducción. Como comprenderás, a los inmigrantes se les empezó a estigmatizar debido a su supuesta falta de inteligencia.
Eventualmente, los psicólogos se dieron cuenta de este error, y tradujeron las pruebas.  Pero, en muchos casos, estas pruebas siguen siendo problemáticas, porque más que medir la capacidad de razonamiento propiamente, se limitan a hacer preguntas sobre conocimientos adquiridos que, en realidad, varían en cada país. Me consta que eres muy inteligente. Pero, si te preguntara en cuál ciudad murió Simón Bolívar, seguramente no sabrías responder. ¿Es esto debido a tu falta de inteligencia? ¡No! Sencillamente, puesto que no eres colombiana o venezolana, la información sobre la muerte de Bolívar no es tan importante. Pues bien, lamentablemente, muchas preguntas en las pruebas de cociente intelectual, son sobre conocimientos de culturas específicas, y no propiamente universales.
Otro psicólogo, Raymund Cattel, se dio cuenta de este problema, y propuso hablar de dos tipos de inteligencia: la cristalizada y la fluida.  La inteligencia cristalizada es aquella que se manifiesta en las habilidades a partir de conocimientos culturalmente adquiridos. Para medir este tipo de inteligencias, se harían preguntas de rellenar como “La Ilíada es a Homero lo que Don Quijote es a…”.  
La inteligencia fluida, en cambio, es la habilidad para razonar que es independiente del contexto cultural, y que en opinión de Cattel, es fundamentalmente innata y responde a la constitución neurológica del cerebro. Para medir este tipo de inteligencia, Cattel diseñó una prueba que pretendía estar libre de sesgos culturales, y que fuese justa para todos los participantes. Luego, otro psicólogo, John Raven, desarrolló una ingeniosa prueba, en la cual se presentan patrones visuales en progresión, con creciente nivel de complejidad, y la persona tiene que seleccionar cuál debería ser el siguiente objeto en la progresión.
Cuando estas pruebas de cociente intelectual se aplican, los resultados suelen estar distribuidos equitativamente. La mayoría de las personas obtiene 100 puntos (recuerda, esto equivaldría a que la edad mental es la misma que la cronológica, y se considera el resultado promedio), un porcentaje obtiene entre 100 y 150 puntos, y un porcentaje similar obtiene entre 50 y 100.
Pero, extrañamente, en estas pruebas, algunos grupos raciales tienen mejor puntajes que otros. En promedio, los asiáticos tienen un puntaje levemente superior a los europeos. En cambio, los europeos tienen un puntaje bastante superior a los africanos. Hay quien dice que la inteligencia está en los genes, y que por ende, estos resultados son evidencia de que los negros son menos inteligentes que los blancos. Según esta teoría, es un desperdicio invertir en educación para gente negra, pues por más que se les enseñe, nunca aprenderán bien, pues no tienen la inteligencia necesaria para aprovechar la educación.
Lamentablemente, Belén, hay que enfrentar los hechos. Y, por más que a mí me desagrade el racismo, es cierto que, cuando se trata de las pruebas de cociente intelectual, los negros tienen puntajes inferiores a los blancos. Pero, yo no me apresuraría a dar la razón a los racistas.
En primer lugar, es difícil precisar hasta qué punto la inteligencia ya está en los genes. Cuando se estudian gemelos (¿recuerdas?, ese método sirve para tener una idea de cuán natural o aprendida es una conducta), se confirma que, en un porcentaje considerable, aun separados al nacer, terminan teniendo el mismo nivel de inteligencia. Pero, yo no diría que eso es prueba concluyente de que ya nacemos con un nivel fijo de inteligencia.
Así como la inteligencia puede tener una base genética, es también indiscutible que las condiciones educativas ayudan mucho. Por más que tengas buenos genes para ser inteligentes, si tus padres no te inscriben en la escuela, difícilmente podrás desarrollar bien la inteligencia. Y, lo cierto es que, en líneas generales, a los negros se les ha excluido de la educación. En África ha habido muchísimas guerras, y así resulta muy difícil estudiar. Y, cuando los africanos han migrado a Europa o América, han sido marginados y excluidos, de forma tal que, de nuevo, no tienen buenas condiciones sociales para desarrollar inteligencia.
Tú podrás decirme que en tu clase, hay varias chicas negras, y no pareciera que están muy oprimidas. Quizás a algunos negros los llevaron esclavizados en cadenas desde África hace unos siglos, pero ya eso no es así, y de hecho, tus compañeros negros reciben la misma educación que tú.
Pero, esto más bien confirma la idea de que la inteligencia no depende tanto de los genes, sino más bien de las condiciones sociales y educativas. Pues, un psicólogo, James Flynn, ha recopilado los resultados de pruebas de cociente intelectual en varias regiones del mundo desde hace varias décadas, y ha descubierto que ha habido un incremento significativo en los resultados. A este fenómeno se le llama el efecto Flynn. Yo no diría que, en apenas dos generaciones, los genes han cambiado, y han hecho que la gente se vuelva más inteligente. A mí me parece más razonable suponer que, con las mejoras en la educación, los niveles de inteligencia aumentan. El ambiente social pesa más que la genética, cuando se trata de la inteligencia.
En todo caso, Belén, quizás esas pruebas de cociente intelectual tengan problemas parecidos a los de la prueba Rorschach. A diferencia de la prueba Rorschach, las pruebas de cociente intelectual sí tienen fiabilidad; es decir, cuando se aplican una vez a alguien, y luego se vuelven a aplicar, se obtienen los mismos resultados. Pero, no es tan seguro que las pruebas de cociente intelectual tengan validez. Quizás las pruebas de cociente intelectual no midan realmente la inteligencia.
De hecho, la pregunta es: ¿qué es la inteligencia? Nadie sabe bien. Quizás la palabra inteligencia aglutina engañosamente un conjunto grande de atributos mentales, que no necesariamente tienen relación entre sí. Así como los maestros parecen confirmar diariamente que el factor g (al ver que los estudiantes que tienen buenas calificaciones en una asignatura, también la tienen en otras), también podemos observar otras cosas que permiten pensar lo contrario.
Por ejemplo, ¿recuerdas a los savants, cuando te escribía sobre el autismo? Estas personas son incapaces de razonar cosas básicas, pero al mismo tiempo, tienen talentos extraordinarios para hacer cosas complejísimas, como por ejemplo, hacer cálculos de números astronómicos. ¿Son estas personas inteligentes? Pues, pareciera que en algunas cosas sí lo son, pero en otras no. No es tan fácil describir su conducta con una sola palabra, inteligencia.  
Mucha gente inteligente, no lo ha sido tanto en otras cosas. Piensa, por ejemplo, en Einstein (seguramente lo conoces, el gran físico alemán que descubrió la relatividad). Einstein tuvo una vida conyugal muy tormentosa, y en su matrimonio tomó decisiones que, alguien con mayor grado de inteligencia en asuntos matrimoniales, habría evitado. ¿Era Einstein inteligente? De nuevo, es difícil describir su conducta con una sola palabra, pues inteligencia puede significar muchas cosas.
            Frente a casos como éstos, algunos psicólogos han preferido no seguir la teoría de Spearman y el factor g. Y más bien, proponen que la inteligencia consta de varias habilidades mentales, que no pueden ser aglutinadas en un único factor
Un psicólogo, Howard Gardner, ha dicho que no existe una inteligencia generalizada, sino más bien, inteligencias múltiples. Según Gardner hay ocho tipos de inteligencia: visual-espacial, lingüística-verbal, lógica-matemática, corporal-cinestésica, musical, intrapersonal, naturalista. Las pruebas convencionales de inteligencia suelen concentrarse fundamentalmente en aspectos lingüísticos-verbales y lógico-matemáticos, pero Gardner decía que eso es un concepto muy limitado de la inteligencia, y más aún, que realmente no sirve como criterio de predicción para otros aspectos de la conducta. De hecho, Gardner postuló que el desarrollo de cada inteligencia procede de regiones distintas del cerebro, y que el daño a algunas regiones cerebrales no implica el colapso de la inteligencia en los otros ámbitos.
Parece que tiene razón. ¿Recuerdas, por ejemplo, cuando te escribía sobre el caso de H.M., el hombre que no tenía hipocampo? Cuando trataba de recordar cosas que sucedían diez minutos, H.M. no era muy inteligente. Pero, en todo lo demás, H.M. tenía una inteligencia normal, precisamente porque las otras partes de su cerebro estaban intactas.
En fin, Belén, los psicólogos aún no resuelven esta controversia sobre las inteligencia. Puede ser que haya un factor g, o puede ser que haya inteligencias múltiples. Ciertamente las pruebas de cociente intelectual tienen problemas que aún no se han corregido por completo. Pero, a la hora de la verdad, estas pruebas siguen siendo útiles, y a pesar de sus abusos, siguen cumpliendo la función original que le asignó Binet: detectar a aquellos niños que tienen deficiencias cognitivas, a fin de dedicarles una atención especial para ayudarlos.
Es indiscutible que hay personas con retraso mental. Y, cuanto antes se detecte este retraso, mejor será su tratamiento. La mejor forma de detectarlo es, precisamente, a través de pruebas de cociente intelectual. Si una persona obtiene un puntaje menor a 70, los psicólogos consideran eso retraso mental.
El tratamiento del retraso mental depende de su severidad. Si una persona obtiene un puntaje entre 50 y 70, se considera que es retraso leve; si es entre 35 y 55, se considera un retraso moderado; y si es menor a 35, se considera un retraso severo. Por lo general, las personas con retraso leve pueden hacer labores no muy difíciles, y pueden vivir por cuenta propia. En cambio, las personas con retraso moderado y severo, necesitan de guardianes, pues no pueden resolver aspectos básicos de la vida diaria, tales como su higiene y alimentación.
Lo que los psicólogos y educadores deben hacer con estas personas, es tratar de usar técnicas educativas para cultivar en ellos hábitos que les permitan mejorar esos aspectos de su vida diaria, y tratar de cultivar en ellos un mínimo de independencia. Obviamente, hacer esto no es fácil, y se requiere de mucha paciencia. Pero, si se usan los principios básicos del aprendizaje (¿los recuerdas?, son básicamente las formas de condicionamiento, como en el perro de Pavlov y la rata de Skinner), puede haber mejoras.
Además, es importante estar consciente de que esto implica mucho estrés para los familiares del retrasado mental. Por eso, el tratamiento psicológico no debe dirigirse solamente al retrasado en sí, sino también a sus familiares. El psicoterapeuta puede trabajar con ellos enseñándoles técnicas para enfrentar la ansiedad y la depresión, pues sin duda, tener a un pariente con retraso mental es una situación muy difícil.
Aún no te planteas tener hijos. Pero, sí sería bueno, Belén, que conozcas cuáles son los riesgos que hacen que un niño sufra retraso mental. En algunos casos, ya los niños nacen así. En nuestras células, tenemos cuarenta y seis cromosomas. Pero, algunos niños nacen con un cromosoma adicional, y como resultado, tienen el síndrome de Down. Estas personas sufren retraso mental (la severidad puede variar), y por lo general, en la edad adulta, terminan desarrollando síntomas parecidos a los de la enfermedad de Alzheimer (¿la recuerdas?, es la enfermedad neurológica que afecta las facultades cognitivas de quien la sufre). Seguramente has conocido a personas con síndrome de Down; suelen tener los ojos un poco más rasgados, y por eso, en una época se les llamaba mongólicos. No uses nunca esa palabra, Belén. Es muy ofensiva.
Si decides tener niños a una edad avanzada, el riesgo de que nazca con síndrome de Down aumenta significativamente. Creo que aún estás muy joven para ser madre, pero tampoco sería bueno que esperes a los cuarenta para ser madre. Si acaso a esa edad quedas embarazada, podrías hacer un examen médico para evaluar si el feto tiene síndrome de Down. En un caso así, ya será tu decisión si decides abortar o no… Por ahora, en esta carta, no pretendo mortificarte con el tema del aborto, y decidir si está bien o está mal abortar. Mejor consulta a tu hermana Victoria, que es filósofa, y conoce mejor estas cosas.

La mayoría de los niños que nacen con retraso mental, no obstante, son así debido a que sus madres bebieron alcohol durante el embarazo. Quedé muy triste aquella ocasión cuando me contaste que, en la fiesta de graduación de Rebeca, había una chica embarazada que estaba en plan de botellón. Eso es muy peligroso, no tanto para ella, sino para el niño, pues en efecto, aumenta las probabilidades de que no desarrolle su inteligencia adecuadamente.
Y, según parece, la exposición al plomo y al mercurio en la infancia, también puede generar retraso mental. Hace años, era muy común que los niños jugaran con soldaditos de plomo. Hoy, sabemos que el plomo es muy tóxico. Los padres deberían estar más conscientes, y alejar a los niños de juguetes hechos con plomo.
Sé que tú eres muy cariñosa con Eduardo y Agustín, pero por último, quisiera decirte que el retraso mental también puede ser ocasionado por el maltrato a los niños. Pero, no solamente el maltrato; también el abandono de los niños, y el no darles la suficiente atención, pueden causar en ellos retraso mental.
De vez en cuando, ha habido historias de niños que se crían entre animales. Ya sabes que estos cuentos son muy populares; piensa en Tarzán o en Mogwli, el chico de El libro de la selva. En esas historietas, los niños, ya como adultos, resultan ser normales, incluso inteligentes. Pero, tal cosa en realidad no ocurre. Sí ha habido niños abandonados que han crecido junto a animales, y como consecuencia, nunca aprenden a hablar. Lamentablemente, estos niños terminan sufriendo retraso mental, la mayoría de las veces severo.
Pero, incluso sin criarse entre animales, si no se interactúa con el niño, seguramente terminará siendo retrasado mental. Un historiador griego de la antigüedad, Heródoto, contaba que un faraón de Egipto quería saber cuál era el lenguaje original de la humanidad. Para eso, ordenó a unas mujeres criar a un par de niños, sin jamás hablarles. El faraón pensaba que la primera palabra que pronunciaran esos niños, indicaría cuál fue el primer lenguaje de la humanidad. Yo no sé si esta historia es real (Heródoto contaba muchas mentiras), pero si acaso sí lo fue, es terrible. Esos pobres niños seguramente vinieron a ser retrasados mentales.
Espero que Agustín siga con sus dibujos. Recuerda, es muy importante estimular a los niños. A veces veo en la tele a políticos que dicen que no debería haber tareas y deberes en el hogar, que eso debería quedarse en la escuela. La verdad, Belén, es que no sé qué pensar. Recuerdo que, cuando era niño, yo me mortificaba con las tareas escolares que tenía que hacer en casa. No quisiera eso para los niños de ahora. Pero, también pienso que, gracias a esas tareas, tuve la capacidad de aprender sobre psicología, y escribirte estas cartas. Se despide, tu amigo Gabriel.