jueves, 28 de septiembre de 2017

Carta a Belén sobre la memoria



Querida Belén:

            Ayer me encontré con mi amigo Pascual, aquel que siempre recuerdas, porque te regaló una muñeca deportista cuando eras niña. En ese encuentro, ocurrió algo muy extraño. Pascual me mostró unas fotos viejas, justo en el momento cuando él te hacía el regalo. Y, viendo esas fotos, ambos pudimos constatar que él no te regaló ninguna muñeca, sino unos patines.
            Como sabes, Pascual nos acompaña a cenar todas las navidades desde hace varios años, y siempre cuenta la historia de cómo él te regaló la muñeca deportista que a ti te gustó. En cada una de esas cenas navideñas, tú misma has descrito la gran emoción que tuviste al recibir la muñeca. Pero, insisto, nunca recibiste ninguna muñeca. ¿Estás confundida? Es normal.

            La memoria, Belén, es muy imperfecta. Y, si muchas veces te repiten una historia sobre ti, de la cual en un inicio tú no estás muy segura (sobre todo si se remonta a tu infancia), tú puedes terminar creyéndola, e incluso recordándola como si hubiera sido real. Mucha gente erróneamente cree que la memoria es algo así como una cámara de video que registra lo que ocurre, y eso queda grabado en tu cerebro. Pero, no es así. La memoria reconstruye muchas cosas, a partir de expectativas y condicionamientos previos. A ti siempre te ha agradado Pascual, y por eso, cuando él (seguramente confundido) cuenta la historia de la muñeca deportista, tú la asumes como verdadera, y te inventas ese recuerdo. Sé que es duro tragar esto, porque muchas veces, nuestras memorias son muy vívidas y estamos muy seguros de ellas, pero quiero advertirte que, en realidad, la memoria de los seres humanos es muy frágil y manipulable.
            Los abogados creen que las confesiones y los testimonios son pruebas contundentes. Pero, con esas cosas, hay que tener muchísimo cuidado. Pues, con preguntas inducidas, se puede hacer creer a alguien que recuerda cosas que, en realidad, nunca ocurrieron. Una famosa psicóloga, Elizabeth Loftus, se propuso demostrar esto. Ella hizo unos estudios, en los cuales unas personas veían un breve video mostrando un accidente de automóviles. A esas personas se les preguntaba qué tan rápido iban los automóviles. Pero, a unos se les preguntaba “¿a qué velocidad iban los automóviles cuando se estrellaron?”, mientras que a otros se les preguntaba “¿a qué velocidad iban los automóviles cuando chocaron?”. Los primeros respondían velocidades más altas que los segundos (y además decían que había cristales rotos), a pesar de que ambos vieron el mismo video, y en el video no había cristales rotos. La diferencia está en la palabra que se usó en la pregunta, y eso puede inducir distintas memorias.
            En otro experimento, Loftus presentó a unos adultos con tres historias reales de sus infancias, pero añadió una cuarta, sobre una supuesta ocasión cuando se perdieron en un centro comercial. En ninguno de los casos esta historia era real. Cuando Loftus pidió a los adultos ofrecer más detalles sobre las historias que les presentaba, los adultos alegaban recordar vívidamente cómo se sentían cuando se perdieron en el centro comercial.
            Incluso, la misma Loftus pasó por esto. Su madre murió ahogada en una piscina, y ella siempre creyó que ella fue la primera en encontrar el cadáver en la piscina, porque un tío se lo había contado. Ella se formó memorias de eso, y las tenía vívidamente, pero luego, su propio hermano le informó que su tío se había confundido, y que en realidad, la persona que encontró el cadáver de su madre fue otra, y se pudo corroborar que, en efecto, el recuerdo de Loftus era falso.
            No te mortifiques, Belén. Este tipo de cosas es muy común. Yo creo recordar bien dónde estaba y qué hacía cuando España ganó el mundial de fútbol en el 2010. Pero, cuando me encuentro a amigos que estaban conmigo en aquella ocasión, me doy cuenta de que los detalles no son exactamente como yo los recordaba. Algunos psicólogos también han estudiado esto de cerca. Por ejemplo, cuando el cohete Challenger estalló en 1985, muchas personas vieron eso en la tele. En unos famosos estudios psicológicos, a algunas de esas personas se les pidió la descripción de aquella experiencia días después del siniestro, y luego tres años después. Extrañamente, muchos detalles variaron de una versión a otra.
            Además de estos imperfectos, la memoria es frágil en otros aspectos. Cuando nos encontramos con algo, tenemos un gran poder para recordar lo que recientemente hemos percibido. Pero, ese registro dura muy poco en nuestra mente, si no nos resulta especialmente significativo. Ten en cuenta que diariamente percibimos una enorme cantidad de datos, y que ignoramos la mayoría de las cosas con que nos encontramos diariamente. Si necesitamos conservar un dato por un breve período de tiempo, una técnica muy sencilla, pero efectiva, es repetir verbalmente el dato, hasta que podamos escribirlo. Es lo que yo hago cuando me dictan un número, y no tengo cómo anotarlo.
            Si el recuerdo nos resulta significativo, sí queda almacenado en nuestro cerebro, y podemos recordarlo tiempo después (aunque ya sabes, suele ser más una reconstrucción que un registro fiel de lo que ocurrió). Cuando se trata de estas memorias significativas que perduran a largo plazo, nuestro cerebro tiene gran capacidad de almacenamiento.
            Pero, cuando se trata de recordar cosas no significativas en el corto plazo, nuestro cerebro es muy limitado. De hecho, un psicólogo, George Miller, hizo experimentos, y descubrió que las personas no logran recordar más allá de siete elementos (en realidad, siete es un promedio). Me dirás que eso es absurdo, pues tú has aprendido fácilmente muchos números telefónicos que tienen más de siete dígitos. Yo también. Pero, lo interesante es que esos dígitos se suelen dividir en conjuntos. Por ejemplo, mi número móvil es 04246409242; tiene once dígitos. Pero, cuando alguien me pide que se lo dicte para llamarme, yo lo hago así: 0424-640-92-42. Como ves, lo he dividido en cuatro conjuntos, y eso facilita mucho más la memoria. Es muy difícil (casi imposible) recordar más de siete conjuntos. Hay mucha, muchísima gente que es capaz de recordar listas enormes. Pero, para hacerlo, deben dividir esas listas en conjuntos. Cuando tengas que recordar algo, Belén, te sugiero hacerlo así. La información organizada se aprende y recuerda mucho mejor.
            Hay otras técnicas para recordar cosas. Los acrónimos son muy eficientes. Por ejemplo, ¿cómo puedes recordar el orden de los planetas en el examen de astronomía que presentarás la semana que viene? Muy fácil: piensa en esta frase: “Mi vecina tiene muchas joyas, sólo una presta”. Fíjate en la inicial de cada palabra: MVTMJSUP. Viéndolas, puedes recordar: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Plutón.
            Al ver la inicial de cada palabra, se te hace más fácil recordar cada planeta, porque la memoria es más eficiente a la hora de reconocer información, que a la hora de producirla propiamente. Es por ello que los exámenes de selección múltiple son más fáciles. Si te pregunto “¿cuál es el primer planeta del sistema solar?”, tendrías que producir esa memoria. En cambio, si te pregunto, “¿cuál de estos es el primer planeta del sistema solar? Venus, Urano, Saturno, Mercurio”, es posible que tú al principio no recordaras cuál es la respuesta correcta, pero al verla entra las opciones, ahora la recuerdas mucho mejor.
            Puedes también asociar cada elemento con algún lugar del salón en el cual presentarás el examen. Mercurio puede ser la pizarra, Venus tu pupitre, Tierra la ventana del aula, y así. En caso de que no recuerdes un planeta en particular, puedes observar el salón, y al ver la pizarra, recordarás que Mercurio es uno de los planetas. Este método, llamado loci, se ha usado desde tiempos muy antiguos por los oradores. Hoy los políticos tienen teleprompter y leen sus discursos, pero en la Antigüedad, tenían que conocer sus discursos de memoria, y solían recordarlos usando esta técnica.
Pero, por supuesto, este método no sirve solamente para exámenes o discursos. A veces, olvido tomar la medicina que debo ingerir después de caminar. Para que eso no me pase más, me ato un hilo en un dedo. Así, cuando regreso de caminar, inevitablemente en algún momento veré mi dedo, y en ese momento, recordaré que debo tomar la medicina. Esto demuestra que la memoria se construye con asociaciones. La asociación es muy importante en la memoria y el aprendizaje. Por eso, Belén, es importante que cuando estudies, no trates meramente de almacenar un montón de datos en tu cabeza. Trata de asociarlos con cosas que previamente ya conoces, intenta establecer conexiones entre lo nuevo y lo viejo, pues de ese modo, lo recordarás mucho más fácilmente.
Los contextos son también muy importantes para recordar bien las cosas. Seguramente te ha ocurrido en alguna ocasión que tienes el nombre de algo o de alguien, “en la punta de la lengua”, pero no llegas a recordarlo propiamente. Una situación como ésa puede ser muy frustrante. Pero, puedes tratar de recordarlo a través del contexto. En tu mente, puedes empezar a describir a esa persona u objeto, y al activar las memorias complementarias sobre esa persona u objeto, verás que, finalmente, el nombre sí vendrá a tu mente.
También es cierto que se recuerda mejor cuando se está en una situación parecida a cuando se almacenó la información por primera vez. Para tu examen de astronomía, trata de estudiar en el mismo salón donde presentarás el examen. Si no está disponible, trata al menos de estudiar en un salón similar.
Los estados de ánimo también cuentan. Si estás alegre mientras estudias, se te hará más fácil recordar esa información si estás alegre. Incluso, algunos psicólogos han hecho estudios corroborando que, cuando una persona embriagada recibe una información, la recuerda mejor cuando vuelve a estar embriagada, que cuando está sobria. Con esto, Belén, no te digo que bebas antes de estudiar, y bebas antes de tomar el examen. ¡Vaya estupidez sería eso! Lo que te digo es que el parecido de las circunstancias ayuda a recordar.
Yo también tuve que presentar un examen de astronomía en el cole, y me preguntaron los planetas en orden. Una semana después que presenté ese examen, se me olvidó todo. Probablemente te pasará lo mismo. Pero, en realidad, no se olvida por completo. Si vas a la universidad y tomas un curso de astronomía, no recordarás de inmediato los planetas, pero se te hará mucho más fácil volver a aprenderlos. Seguramente, los planetas y su orden no es algo suficientemente significativo como para que lo almacenes en tu cerebro, del mismo modo en que almacenas a tus primos y su orden de nacimiento. Pero, te insisto, esa experiencia no se borra por completo, pues aún si no la recordarás en pleno sentido, se te hará más fácil volverla a aprender.
En ocasiones, el recordar unas cosas se puede convertir en un obstáculo para recordar otras cosas. Supón que el año pasado aprendiste muy bien los elementos de la tabla periódica, y recuerdas el mercurio, como uno de los elementos. Ahora, cuando tratas de aprender el planeta Mercurio y su orden en la secuencia de planetas, es posible que la memoria del mercurio como elemento de la tabla periódica, interfiera en tu capacidad para aprender ahora que Mercurio es el primer planeta. A esa interferencia, los psicólogos la llaman interferencia proactiva. Pero, puede ocurrir también a la inversa: por ejemplo, con la nueva información que acabas de aprender, se te podría hacer más difícil recordar cosas del pasado. Acabas de aprender ahora sobre el planeta Venus, pero es posible que ese nuevo aprendizaje sea un obstáculo para que recuerdes tu curso de mitología el año pasado, y que Venus es también la diosa romana del amor. A esa interferencia, los psicólogos la llaman interferencia retroactiva.
Es también importante, Belén, que duermas bien. ¿Recuerdas la fase REM del sueño? Es cuando tu cerebro está muy activo, pero tu cuerpo queda paralizado, mientras duermes. Es la fase más avanzada del sueño. Se han hecho experimentos con ratas a las cuales se les impide llegar a esa fase del sueño por varias noches, y resulta que olvidan lo que otras ratas aprenden fácilmente (por ejemplo, llegar al objetivo en un laberinto). Eso sugiere que, para recordar bien las cosas, debes dormir bien sin interrupciones.
Y, a pesar de que eres muy joven, y no te mortificas demasiado con cómo será tu vejez, sí debes tener en cuenta que la capacidad para la memoria, declina un poco a medida que envejecemos. Pero, no declina tanto la capacidad para recordar cosas del pasado, sino la capacidad para aquello que los psicólogos llaman memoria prospectiva. Éste es el tipo de memoria que consiste en recordar hacer cosas que se han planificado para el futuro. Como te decía, a veces yo olvido tomar mi medicina. Eso es falta de memoria prospectiva.
Algunas personas creen que es normal que los ancianos pierdan sus memorias, pues a fin de cuentas, son seniles. Pero, eso no es normal. O, en todo caso, es sólo normal si se pierden levemente algunas memorias, pero si un anciano empieza a perder la capacidad de recordar y reconocer a sus familiares y amigos, o no recuerda en qué año nació, o empieza a caminar porque no reconoce su casa, eso es señal de que sufre una enfermedad. La enfermedad más común con este tipo de síntomas es el mal de Alzheimer.
En esta enfermedad, que es muy penosa (y muy dura, no solamente para el paciente, sino también para los familiares que deben atenderlo), se forman unas placas en el cerebro del afligido, que impiden el flujo apropiado de neurotransmisores (¿los recuerdas?, son los químicos que se pasan de una neurona a otra). La acetilcolina es un neurotransmisor que regula la capacidad de recordar cosas. Las placas que se forman en los cerebros de los pacientes con Alzheimer hacen que la acetilcolina sea insuficiente, y como consecuencia, el paciente va perdiendo su memoria.
Nadie sabe bien por qué se forman esas placas en el cerebro. Hay quien dice que el aluminio es el responsable (supuestamente, cuando raspamos las ollas y tomamos la sopa, consumimos el aluminio que causa Alzheimer). No creo que debas asustarte, Belén. Nada de eso está probado, y todo parece indicar que el aluminio no tiene nada que ver. Mientras se descubre la causa y la cura del Alzheimer, los médicos recomiendan hacer ejercicio físico moderadamente, y sobre todo, mantener la mente activa constantemente. Sigue resolviendo sudokus, como lo has hecho desde niña. Eso sí parece ser una buena protección contra el Alzheimer.
En las personas que sufren del mal de Alzheimer, una parte del cerebro, el hipocampo, queda especialmente deteriorada y atrofiada. A inicios del siglo XX, el psicólogo Karl Lashley se propuso investigar dónde en el cerebro, podría estar localizada la memoria. Lashley hizo experimentos quitando partes del cerebro a sus ratas, pero en ningún caso, las ratas perdían la memoria sobre cómo cruzar un laberinto cuyo camino habían aprendido previamente. Desde entonces, los psicólogos y neurólogos asumieron que la memoria no está ubicada en una región particular, sino que está dispersa por todo el cerebro.
Pero, esta idea cambió con un caso muy dramático a inicios del siglo XX, quizás uno de los casos más famosos en la historia de la psicología. Henry Molaison (o, como se le conocía antes de que muriera, H.M.), un joven que sufría epilepsia, tuvo una cirugía en la cual se le removió el hipocampo. El cirujano fue William Beecher Scoville. La operación pareció ser un éxito: H.M. no tuvo más epilepsia, y de hecho, mantenía un buen nivel de inteligencia. 



Pero, pronto, sus médicos notaron que la memoria de H.M. no funcionaba bien. H.M. recordaba bien la información obtenida antes de la operación, pero no era capaz de formar memorias duraderas después de la operación. Él recordaba muy bien su nombre, su lugar de nacimiento, etc. Pero, cuando conocía a alguien por primera vez, diez minutos después, ya no sabía quién era esa persona.
H.M., pues, sufría de amnesia. Hay dos tipos de amnesia: retrógrada y anterógrada. H.M. sufría de amnesia anterógrada, la incapacidad de formar nuevas memorias a largo plazo, después de la lesión cerebral. La amnesia retrógrada ocurre cuando se pierden los recuerdos almacenados antes de la lesión.
Los científicos entendieron mucho mejor, pues, cómo opera la memoria en el cerebro. El hipocampo de encarga de retener nueva información, y en caso de ser significativa, enviarla a la parte superior del cerebro, la corteza cerebral. Sin hipocampo, no hay capacidad de retener la información. La información que previamente se había almacenado en la corteza, enviada por el hipocampo, se conserva. Por eso es que H.M. recordaba bien los eventos de su infancia. Pero, no era capaz de recordar lo que ocurría diez minutos antes. Obviamente, H.M. no tenía capacidad de aprender cosas nuevas, pues no contaba con la parte del cerebro que le permitiera retener la información.
Con todo, H.M., sí era capaz de algunos tipos de aprendizaje. A los psicólogos les fascina hacer pruebas. Una de esas pruebas consiste en resolver laberintos sobre un papel, pero no mirando el papel directamente, sino mirando su reflejo en un espejo. No es fácil hacer esto, pero con práctica, se va perfeccionando la destreza. H.M. hacía estas pruebas a diario. Cada vez que él lo intentaba, él decía que era la primera vez en su vida que lo hacía. Pero, extrañamente, H.M. mejoraba en esa prueba.
Eso se interpretó como señal de que además del tipo de memoria que consiste en recordar información sobre hechos, existe también aquello que se llama memoria procedimental. Esto no consiste en recordar hechos, sino destrezas. Tal como esas pruebas demostraban, la memoria procedimental de H.M. quedó intacta. Los psicólogos concluyeron, entonces, que la memoria procedimental no se almacena en el hipocampo, pues aun sin hipocampo, H.M. recordaba bien cómo resolver esos laberintos. Hoy los psicólogos creen muy probable que la memoria procedimental se encuentra ubicada en el cerebelo.
Te he comentado sobre diversas áreas del cerebro como almacenamiento de memoria. Pero, en la historia de la psicología, ha habido teorías muy aventuradas sobre la posibilidad de que, quizás, la memoria se ubique también en otras regiones del cuerpo humano. De vez en cuando, se oyen historias sobre personas que han recibido órganos, y supuestamente asumen la personalidad de los donantes, o conservan algún recuerdo de la vida del donante. No pasan de ser anécdotas.
Pero, sí hubo un psicólogo, John McConnell, que se propuso estudiar esto más a fondo, con experimentos bastante intrigantes. McConnell tomó unos gusanos, y a través del condicionamiento clásico (¿recuerdas?, como los perros de Pavlov), los enseñó a hacer contorsiones ante la luz (cada vez que los exponía a la luz, los sometía a descargas eléctricas). Esos gusanos son muy extraños, porque son de la especie que, si los cortas por la mitad, ¡la mitad que queda sin cabeza regenera otra cabeza! McConnell se preguntaba si el gusano con la nueva cabeza conservaría el recuerdo de lo aprendido. Y, para su gran asombro, los gusanos con cabezas regeneradas sí recordaban el aprendizaje de evitar la luz. McConnell llegó a la conclusión de que, quizás, la memoria no está solamente en el cerebro.
Luego, a McConnell se le ocurrió otro experimento. Tomó unos gusanos que habían aprendido a evitar la luz, los mató, los partió en varios pedacitos, y con eso alimentó a otros gusanos. Pues bien, esos gusanos caníbales ahora también hacían contorsiones al recibir luz. McConnell llegó a la conclusión de que, no solamente la memoria puede estar ubicada en otras partes corporales, sino que también puede comunicarse a otros a través del consumo de esas partes corporales.
Muchos caníbales han tenido la creencia de que, al consumir la carne humana, se recibe parte de la personalidad y la memoria de la víctima. McConnell, que era dado al sensacionalismo mediático, decía que, quizás después de todo, los caníbales sí tenían razón. McConnell no proponía el canibalismo, pero sí proponía que es posible que la memoria y la información se puedan transmitir en moléculas, y si esto es así, entonces podríamos aprender cosas comiendo alimentos que contengan esa información.
A muchos psicólogos, esto les parece un disparate. Varios científicos intentaron reproducir los experimentos de McConnell con los gusanos, y no obtuvieron los resultados que él obtuvo. Quizás sus experimentos no estuvieron bien diseñados. Pero, te diré que yo siento algo de simpatía y admiración por McConnell, porque si bien sus ideas podrían resultar fantasiosas, al menos hizo un intento ingenioso de someterlas a prueba científicamente. Creo que McConnell merece más elogios que Freud, un señor que, como sabes, yo no admiro, pero que mucha gente tiene en un pedestal.
En fin, Belén, seguramente habrás oído a las viejas del barrio decir que, para recordar las cosas, debes comer zanahoria. No es un mal consejo. Pero, los asuntos de la memoria, deben estudiarse científicamente. Por eso, para el examen del sistema solar, ten presente las cosas que te he mencionado en esta carta. Ten presente que hay muchos mitos sobre la memoria. Por ejemplo, es falso que dándote un golpe en la cabeza, tus recuerdos vendrán con más fluidez. Tu cerebro no es un televisor viejo que repentinamente se ajusta con un zarpazo sobre la caja. Y sobre todo, ten presente que la memoria humana es muy imperfecta, y cuando una persona te narre algo que resulte muy extraño, asegúrate de corroborar que eso es así, pues puede ser que esa persona tenga memorias falsas. Se despide, tu amigo Gabriel.    


jueves, 14 de septiembre de 2017

Carta a Belén sobre la psicopatía



            Querida Belén:

            Disfruté ir contigo al festival de cine clásico. Había visto Psycho (o, Psicosis, como a veces se titula en lengua castellana) hacía muchos años, pero no recordaba los detalles de la peli. Por eso, cuando la protagonista toma una ducha, y de repente es asesinada, salté de la silla y mi corazón empezó a latir muy aceleradamente. Sin duda, es una de las escenas más famosas en toda la historia del cine.
            Supongo que Psycho inauguró un género en el cine: el de los asesinos o criminales perturbados mentalmente. Ya sabes, los hay de muchos tipos. Hay científicos locos que tienen ideas demenciales con sus proyectos, y están dispuestos a realizarlos, aún si eso implica destruir a la humanidad. Hay caníbales con gustos gastronómicos y artísticos exquisitos que usan su gran inteligencia para matar y comerse a sus víctimas. Hay freaks desfigurados que, por resentimiento contra la sociedad, matan sin ningún motivo aparente. En el entendimiento popular, a estos personajes se les llama psicópatas.


            De todo hay en la viña del señor. La psicología humana es muy variada, y ciertamente puede haber casos en la vida real que más o menos reflejen algunas de esas conductas que aparecen en el cine. Pero, en líneas generales, te diré que la mayor parte de las veces, esas representaciones de psicópatas son muy fantasiosas.
Piensa por ejemplo, en Psycho. Al final de la peli, resulta que el asesino es un joven perturbado que mató a su propia madre, pero al sentir culpa por ello, embalsamó su cuerpo, lo vistió, y asumió que seguía viva. Para colmo, ese mismo muchacho asume la personalidad de su madre vistiéndose como ella, e inventa conversaciones con su madre, cambiando su tono de voz para parecerse a ella, y luego de que el personaje de su madre habla, él mismo responde. Que yo sepa, nunca en la historia de la psiquiatría se ha documentado un caso como ése. Es curioso que en inglés, la palabra psycho no tenga una definición precisa: puede ser psicópata o psicótico. El personaje de Psycho parece más psicótico que psicópata (¿lo recuerdas?, los psicóticos son aquellos que han perdido contacto con la realidad), pero ni siquiera este caso encaja bien en la psicosis.

En realidad, a los psiquiatras no les gusta mucho usar la palabra psicópata. Ellos prefieren usar el diagnóstico del trastorno de personalidad antisocial. Ser antisocial no es no tener interés en interactuar con los demás. Recuerda que eso es más bien el tipo de personalidad esquizoide. Ser antisocial implica más bien no respetar las reglas sociales, y no sentir empatía por lo que los demás sienten. Los esquizoides rara vez se vuelven criminales. Los psicópatas sí delinquen con mucha frecuencia.
Las personas con trastorno de personalidad antisocial no se ajustan a las normas sociales. Pero, esto no es mera rebeldía contra el sistema. Los rebeldes sin causa sencillamente quieren sentirse libres, y por ello, van contra las convenciones sociales. Pero, estos rebeldes sin causa al menos sienten empatía, y no se proponen hacer daño a nadie. En cambio, los psicópatas no se ajustan a las normas sociales, sencillamente porque no sienten lo que otros sienten. A ellos les da igual si los demás sufren. Su frialdad es, valga la redundancia, escalofriante.
Este tipo de personas son muy manipuladoras. Ellos no son capaces de colocarse en el lugar de los demás cuando se trata de emociones. Pero, sí son muy capaces de adivinar lo que los otros están pensando, y aprovechar eso para manipular. Mienten constantemente, bien sea para conseguir lo que quieren, o sencillamente, porque les resulta divertido hacerlo.
Pero, no creas que los psicópatas tienen grandes planes y son mentes criminales muy brillantes. En Hollywood tienen la manía de presentarlos como si fueran personas inteligentísimas que organizan planes maestros con fines perversos. No suele ser así. Los psicópatas tienen problemas controlando sus impulsos, y se irritan fácilmente. Eso les dificulta planificar bien las cosas. Ellos no se plantean objetivos a largo plazo. No son personas muy disciplinadas. De hecho, los psicópatas se aburren fácilmente, y siempre están a la búsqueda de nuevas sensaciones. En los cerebros de los psicópatas, las regiones asociadas a sentir diversión (lo que los neurólogos llaman el sistema de recompensa), no son como en el resto de la gente. Los psicópatas se aburren fácilmente. Y así, continuamente inventan nuevas diversiones para estimular su cerebro y sentirse entretenido, y por eso, están a la búsqueda de nuevas sensaciones. Eso explica por qué son muy inestables, y por qué se divorcian con mayor frecuencia que el resto de las personas, se mudan, se cambian de trabajo, etc. Muchos psicópatas que se convierten en asesinos, terminan sintiendo gran excitación sexual con sus crímenes. Y, su vida sexual suele ser también bastante desenfrenada y abusiva.
En una época, se llegó a pensar que los psicópatas tenían una inteligencia superior al resto de las personas, en buena medida porque los psiquiatras quedaban asombrados con su capacidad para manipular a los demás. Pero, con exámenes de inteligencia más precisos, se ha descubierto que los psicópatas en realidad son menos inteligentes que el resto de la población.
El trastorno de personalidad antisocial no aparece de la nada. Los psiquiatras aplican este diagnóstico a adultos que son continuamente irresponsables, que nunca sienten remordimiento, y que les importa un comino el bienestar de los demás. Lo más destacado en la psicopatía, como te decía, es la ausencia de empatía. Pero, en la vida de los psicópatas, estos rasgos ya aparecen en la infancia. Puede ser que un niño aún no sea un asesino psicópata, pero sí puede empezar a exhibir conductas que, de seguir así, ya como adulto desarrollará el trastorno de personalidad antisocial. Ante estos niños, los psiquiatras diagnostican el trastorno de la conducta.
Los bullies en los colegios, suelen ser este tipo de niños. Se salen de la clase, molestan a los demás, roban pertenencias ajenas (pero, usualmente, lo hacen de un modo insidioso, sin necesariamente confrontar), maltratan a las mascotas, mienten, y tratan de abusar sexualmente a los compañeros.
Podrías decirme que tú has conocido muchas personas así. ¿Significa eso, entonces, que son psicópatas? Te sorprenderá saber, Belén, que el 1% de la población mundial es psicópata. De forma tal que, puedo asegurarte que, entre tus conocidos, al menos uno es psicópata. Pero, no deja de ser cierto que algunas de las descripciones que he usado son muy vagas.
Un psicólogo, Robert Hare, entendió este problema, y se propuso evaluar con más precisión a los psicópatas. Él hizo una lista de criterios para decidir si alguien es psicópata. El psiquiatra entrevista al posible psicópata, observa algunas de sus conductas, y al final, basándose en un puntaje, decide si merece o no ser diagnosticado como psicópata. Son en total veinte criterios, y se conocen como la Escala de Hare: encanto superficial, grandiosidad, necesidad de estímulo, mentiras continuas, manipulación, ausencia de remordimiento, falta de emocionalidad, falta de empatía, parasitismo, falta de control de la conducta, promiscuidad sexual, problemas conductuales en la infancia, ausencia de objetivos a largo plazo, impulsividad, irresponsabilidad, incapacidad para aceptar responsabilidad por actos propios, relaciones maritales de corto plazo, delincuencia juvenil, reincidencia criminal, versatilidad en el crimen.
Quizás el rasgo más peligroso es el encanto superficial. Los psicópatas encuentran la manera de que, al menos al inicio, los demás sientan simpatía por ellos. En EE.UU. ocurre un fenómeno extrañísimo: los asesinos en serie reciben cartas de admiración de muchos fans, e incluso, algunos se casan con ellos en las cárceles. ¡Qué asco! Pero, a decir verdad, todos sentimos alguna fascinación con estos personajes. Y eso precisamente los vuelve muy peligrosos, porque para ellos es bastante fácil envolvernos y manipularnos.
De hecho, no todos los psicópatas terminan siendo criminales. Ellos pueden usar su carisma para su ganancia personal, sin necesariamente violar las leyes. Por ejemplo, en el mundo de los negocios, los psicópatas son muchísimo más abundantes. Lamentablemente, Belén, en este mundo traidor, a veces, el malo acaba bien. En la jungla corporativa, el más cruel puede terminar imponiéndose y triunfando. Eso se logra con una mezcla de encanto y sangre fría.
Algunos economistas ultraliberales dicen que, a la larga, este tipo de conductas en el mundo de los negocios hacen que el sistema sea muy productivo, y como resultado, todos salimos ganando. La codicia es buena, decía otro de esos psicópatas que aparece en las pelis. Yo no estoy totalmente convencido de ello. Pero, sí existe la posibilidad de que la psicopatía sea un rasgo ventajoso en algunas profesiones que sí persiguen fines loables. Yo no quiero a una hermanita de la caridad como policía; para enfrentar a los delincuentes, yo quiero a un tipo con algunos rasgos psicopáticos y que en cierto sentido piense como el psicópata, pues así, logrará capturarlo mejor. Yo no quiero como cirujano a una persona ultrasensible que, al ver vísceras, se le revuelva el estómago pensando en el sufrimiento del paciente; yo quiero un tipo con sangre fría a quien no le tiemble la mano para hacer las cosas.
En la lista de Hare, se incluye la falta de emocionalidad. Pues bien, te diré que quizás la emoción más ausente en los psicópatas es el miedo. Esta gente no se asusta fácilmente. Y eso, de nuevo, los hace muy peligrosos. El sólo hecho de pensar en robar un banco, y pensar que si me atrapan, iré a la cárcel, me hace temblar de miedo. Pero, para el psicópata, esto no es un problema. Si hay que ir a la cárcel, pues se va. Esta ausencia de miedo hace muy difícil que el psicópata se frene ante conductas antisociales. La amenaza de castigo no disuade al psicópata de cometer crímenes.
¿Recuerdas, cuando te escribía sobre la ansiedad, la respuesta de lucha o huida? Pues bien, en los psicópatas, la reacción de lucha o huida es menor. Cuando las personas normales encuentran algo que les asusta, sudan más, su corazón late más rápido, se les hace más difícil concentrarse, etc. En sus cuerpos se activan una serie de hormonas que producen esos cambios. Esto es la base fisiológica del estrés. Los psicópatas no sufren tanto de estrés. De hecho, muchas veces se ha corroborado que los psicópatas tienen el pulso más bajo que el resto de la población, aún en situaciones que serían estresantes para los demás.
Una parte del cerebro relacionada con la reacción de lucha o huida es la amígdala. Esa región cerebral es en gran medida responsable de generar la emoción del miedo. Pues bien, no te sorprenderá saber que los psicópatas tienen amígdalas más pequeñas. También se ha descubierto que, en los cerebros de los psicópatas, los lóbulos frontales no están tan desarrollados. Prometo escribirte una futura carta sobre las regiones del cerebro, pero por ahora, te diré que los lóbulos frontales están asociados con el control de los impulsos. Como ya sabes, los psicópatas tienen dificultad en controlarse.
A algunos progres les dolerá aceptarlo, pero parece que el filósofo Rousseau no tenía razón cuando decía que el hombre nace bueno, y sólo la sociedad lo corrompe. Según parece, hay gente que sí nace mala. Además de estos fallos en sus cerebros, todo indica que la psicopatía tiene también bases genéticas. Si tienes una hermana gemela idéntica, y ella es psicópata, las probabilidades de que tú también lo seas es del 47%. En cambio, si tienes una hermana gemela no idéntica, y ella es psicópata, la probabilidad de que tú seas psicópata es sólo del 17%. Eso sugiere que, quizás, el ser psicópata sí esté en los genes.
Un grave problema, Belén, es que la psicopatía no se cura. Algunos jueces torpemente envían a los psicópatas a terapias con psicólogos o psiquiatras, ingenuamente creyendo que con psicoterapia, esos lobos se convertirán en ovejas. No funciona. De hecho, puede volver las cosas mucho peor. Uno de los psicópatas más populares en el cine y las tiras cómicas es Joker (o, el Guasón, como le llamamos en Hispanoamérica), el archienemigo de Batman. Pues bien, en muchas historietas, a Joker lo envían al psiquiátrico de Ciudad Gótica, y ahí recibe terapia de una psiquiatra, Harley Quinn. Joker logra atraparla con sus encantos, la seduce, y al final, logra que ella lo ayude a escapar, y además, abandone la psiquiatría para convertirse en su manceba y cómplice en sus crímenes.
Las historietas de Batman no reflejan el mundo tal como es, y el retrato de Joker como psicópata no es muy realista. Pero, sí ocurre con mucha frecuencia que los psicópatas manipulan a los psiquiatras, y al final, terminan haciéndoles daño. Con la psicopatía, las psicoterapias son prácticamente una pérdida de tiempo. La personalidad antisocial no cambia. Lo único que se puede intentar hacer, es tratar de modificar algunos aspectos puntuales de su conducta. Recuerda que el castigo no sirve de mucho, porque el psicópata no siente miedo. Pero, se puede tratar de estimular al psicópata ofreciéndole premios cada vez que adquiera un hábito deseable. ¿Recuerdas la técnica de la economía de fichas? Consiste en premiar con objetos a la persona, cada vez que haga algo positivo. Esto funciona bien con autistas y esquizofrénicos. Pues bien, también funciona relativamente bien con psicópatas, aunque por supuesto, a ellos hay que darles un premio real (cigarros, caramelos, revistas, etc.). Unas meras fichitas no les moverá el piso; ellos no sienten la emoción que las personas normales sentimos cuando un amigo nos regala algo, sin importar cuán inútil sea ese obsequio.
¿Se puede hacer algo más? En vista de que los psicópatas siempre representan una amenaza, aun cuando no han cometido un crimen, algunos psicólogos han planteado soluciones muy controvertidas, pero que no deberíamos desechar tan fácilmente. Un psicólogo, Adrian Raine, propone que si logramos detectar en los cerebros de algunas personas, características que están indiscutiblemente asociadas con la psicopatía, entonces deberíamos pensar en apartar a esas personas de la sociedad. En otras palabras, los enviaríamos preventivamente a algún campamento, para asegurarnos de que no cometan crímenes. Pues, recuerda, no hay nada verdaderamente efectivo que disuada al psicópata de cometer crímenes.
Naturalmente, esto atenta contra la más elemental noción de justicia. Debemos castigar a las personas por las faltas no cometidas, no por las faltas que podrían cometer. Pero, Raine ha dicho que el apartar a alguien de la sociedad no debería pensarse como un castigo, sino más como una forma de asegurarse de que los psicópatas convivan entre sí, y formen su sociedad aparte. Raine no propone que la persona con cerebro de psicópata vaya a la cárcel, sino más bien, que vaya a un campo en buenas condiciones, donde pueda ser más libre de tener una conducta con personas más afines, y así evitar que haga daño a quienes no son psicópatas.
Yo no me apresuraría a desechar esta alternativa, Belén, pues seríamos muy ingenuos al pensar que la psicopatía no tiene bases biológicas. Pero, por el momento, no creo que esto sería una buena solución. En la historia de la humanidad, los proyectos que consisten en apartar a un grupo de personas, para que formen su propia sociedad, siempre terminan siendo monstruosos. Por más que se les garantice buenos tratos, lo cierto es que a la larga, los apartados terminan siendo ciudadanos de segunda. Así ocurrió trágicamente en Sudáfrica con el apartheid.
Además, debo advertirte que, si bien hay muchos indicios sobre las bases biológicas de la psicopatía, no tenemos información definitiva, y esas investigaciones apenas están en sus fases iniciales. En el proyecto de Raine, hay un riesgo demasiado alto de apartar a alguien que no sea realmente psicópata.

Incluso, el propio Raine reconoce que la personalidad antisocial tiene también orígenes sociales, y no meramente biológicos. Si un muchacho cae en las redes de la pandilla del barrio, y los compañeros lo incitan a delinquir, eso puede terminar contribuyendo a que se convierta en un psicópata. Si los padres lo maltratan, o son excesivamente duros con él, también puede aumentar el riesgo de que adquiera una personalidad psicopática. Muchos psicópatas han sido abusados sexualmente en la infancia, y ya como adultos, ellos mismos se vuelven depredadores sexuales. Si la sociedad lo rechaza, también hay más posibilidades de volverse psicópata (supongo que acá las pelis que retratan a los psicópatas como freaks resentidos, no están tan lejos de la verdad). Te he dicho que la psicopatía es más común en el mundo de los negocios, pero con todo, los estratos sociales en los cuales más abundan los psicópatas (especialmente psicópatas que se vuelen criminales), son los más bajos.
Quizás, la biología condicione a muchas personas a ser psicópatas. Pero, si no están expuestas a estas circunstancias sociales, no desarrollarán personalidades antisociales. Y recuerda, Belén, que en algunos escenarios, los rasgos psicopáticos pueden ser beneficiosos y productivos. Es posible que el ladrón y el detective tengan cerebros muy parecidos, pero el primero recibió palizas de su padre, mientras que el segundo recibió abrazos de su padre. Ambos retienen rasgos psicopáticos, pero las circunstancias sociales propiciaron que el uno se convirtiera en una persona parásita, y el otro en una persona productiva.
El ser psicópata, entonces, se lleva en los genes, pero las circunstancias sociales determinan si muchos de esos genes se activan o no. Australia fue colonizada por prisioneros, y seguramente muchos de ellos eran psicópatas. Si la psicopatía fuese enteramente genética, entonces hoy Australia sería un país con muchísimos problemas sociales, pero no es así. Los genes de los australianos no han cambiado, pero las condiciones sociales sí.
Si te encuentras a alguien con estos rasgos, Belén, ten cuidado. Es demasiado fácil caer en sus redes. Los malos tienen un encanto, pero no olvides que son malos. Y, a tu edad, creo que debes estar especialmente alerta, pues ya empiezas a tener novios. La psicopatía es muchísimo más común en los hombres que en las mujeres, de forma tal que las chicas tienen más riesgo de encontrarse con psicópatas en sus aventuras románticas. Como parte de su encanto, los psicópatas pueden ser muy seductores, y recuerda que son bastante promiscuos, de forma tal que tienen más experiencia en asuntos sexuales. No quiero asustarte demasiado; no quiero que pienses que un novio con rasgos psicopáticos inevitablemente te violará o te matará. Pero, hay muchas formas de hacer daño. Y, ten presente que, en la psicopatía, las emociones son muy superficiales. Si un novio psicópata te rompe el corazón y lloras desconsoladamente, a él le resultará indiferente. Ellos manipulan con palabras, pero no aman verdaderamente. Se despide, tu amigo Gabriel.