El
comunismo, contrario a lo que a veces supone la gente, no empezó con Marx. Es,
de hecho, una idea bastante antigua. Hubo en la antigua Grecia fantasías
utópicas sobre comunidades sin propiedad privada. Pero, a la par, hubo desde un
inicio también, muchas críticas y temores a los intentos por establecer el
comunismo.
Uno de esos temores era que, así
como los comunistas exigirían que todas las propiedades se compartiesen,
también requerirían que ninguna mujer fusese de ningún hombre en particular. El
comunismo, se temía, se extendería al sexo. Aristófanes se mofaba de esto en La asamblea de las mujeres, al retratar
a una sociedad en la cual se impone un comunismo sexual, con resultados
estrepitosos.
Estos miedos no estaban tan
infundados. Platón había propuesto un comunismo sexual entre la clase de guardianes
de su ciudad ideal. Y, desde entonces, un considerable número de autores
utopistas también han coqueteado con estas ideas: Campanella, Tomás Moro,
Fourier, entre otros. Asimismo, en el siglo XIX, hubo varias comunidades
utópicas que buscaron implementar este sistema de apareamiento colectivo en
detrimento del matrimonio. La más conocida de estas comunidades, la de Oneida (con
su sistema de “matrimonio complejo”), terminó fracasando, en buena medida
debido a que los amantes crecieron en celos, y no estaban dispuestos a
compartir sus compañeros sexuales.
En vista de todo esto, cuando Marx y
Engels empezaron a hacer sus propuestas de comunismo, resultó inevitable que se
les acusara de querer promover la promiscuidad con el comunismo sexual. Al
principio, tanto Marx como Engels fueron muy enfáticos en rechazar estas
acusaciones. Engels procuró tranquilizar a sus lectores, escribiendo en Principios del comunismo, en 1847: “Las
relaciones entre los sexos tendrán un carácter puramente privado, perteneciente
sólo a las personas que toman parte en ellas, sin el menor motivo para la
injerencia de la sociedad”.
Algo similar hacía Marx en 1844, cuando
escribía en Manuscritos económicos y
filosóficos: “…la relación de la propiedad privada continúa siendo la
relación de la comunidad con el mundo de las cosas; finalmente se expresa este
movimiento de oponer a la propiedad privada la propiedad general en la forma
animal que quiere oponer al matrimonio (que por lo demás es una forma de
la propiedad privada exclusiva) la comunidad de las mujeres, en
que la mujer se convierte en propiedad comunal y común. Puede decirse
que esta idea de la comunidad de mujeres es el secreto a voces de
este comunismo todavía totalmente grosero e irreflexivo. Así como la mujer sale
del matrimonio para entrar en la prostitución general, así también el mundo
todo de la riqueza es decir, de la esencia objetiva del hombre, sale de la
relación del matrimonio exclusivo con el propietario privado para entrar en la
relación de la prostitución universal con la comunidad. Este comunismo, al
negar por completo la personalidad del hombre, es justamente la
expresión lógica de la propiedad privada, que es esta negación”.
Este pasaje de Marx es confuso, pero se
esclarece un poco con la noción que Marx adelanta respecto al “comunismo crudo”.
Marx criticaba a los comunistas que, en vez de buscar eliminar la propiedad,
sólo pretendían hacer propiedad pública aquello que es propiedad privada. Y,
esto aplica al sexo. Los comunistas crudos, estimaba Marx, piensan en el
matrimonio en términos de propiedad, y por ello, siguen concibiendo a las
mujeres como una mercancía. Por ello, estos comunistas crudos pretenden hacer
público el acceso a las mujeres, como si se tratase de un producto mercadeable.
Así, Marx pretende calmar un poco las angustias, asegurando que no habrá
comunismo sexual, porque en el futuro comunismo, las relaciones sexuales no
serán mercancías sometidas a un régimen de propiedad, ni privada, ni pública.
Pero, eventualmente, tanto Marx como
Engels empezaron a ser más ambiguos en este asunto, y ya no eran tan firmes en
oponerse a la idea del comunismo sexual. En el Manifiesto del partido comunista, de 1848, los autores decían esto:
“¡Pero es que vosotros, los comunistas, nos grita a coro la
burguesía entera, pretendéis colectivizar a las mujeres! El burgués, que no ve en su mujer más que un
simple instrumento de producción, al oírnos proclamar la necesidad de que los
instrumentos de producción sean explotados colectivamente, no puede por menos
de pensar que el régimen colectivo se hará extensivo igualmente a la mujer”.
Acá, Marx y Engels repiten el mismo
reproche que se hace a los comunistas crudos. Si se sigue concibiendo a una
mujer como mercancía, entonces el burgués creerá que, en tanto el comunismo
exige la colectivización de las mercancías, eso incluye a las mujeres. La calma
que Marx y Engels ofrecen es que, en el comunismo, la mujer no será una mercancía,
y por ende, no habrá necesidad de colectivizarlas.
De hecho, Marx y Engels no se limitan a
defenderse, sino que ellos mismos acusan al capitalismo de promover la
promiscuidad: “Nada más ridículo, por otra parte, que esos alardes de indignación,
henchida de alta moral de nuestros burgueses, al hablar de la tan cacareada
colectivización de las mujeres por el comunismo. No; los comunistas no
tienen que molestarse en implantar lo que ha existido siempre o casi siempre en
la sociedad. Nuestros burgueses, no bastándoles, por lo visto, con tener a su
disposición a las mujeres y a los hijos de sus proletarios -¡y no hablemos de
la prostitución oficial!-, sienten una grandísima fruición en seducirse unos a
otros sus mujeres”.
Pero, casi de forma insólita, culminan
su argumento de esta manera: “En realidad, el matrimonio burgués es ya la
comunidad de las esposas. A lo sumo, podría reprocharse a los comunistas
el pretender sustituir este hipócrita y recatado régimen colectivo de hoy por
una colectivización oficial, franca y abierta, de la mujer”. En otras palabras,
Marx y Engels aparentemente quieren decir que, en el capitalismo, hay orgías en
secreto hipócritamente; mientras que, en el comunismo, habrá más sinceridad, y
las orgías serán públicas. Si estos autores habían querido calmar las angustias
respecto al comunismo sexual, definitivamente, con esa frase memorable,
¡echaron más leña al fuego!
En el resto de su obra, Marx no se
preocupó mucho más por este tema. En su vida privada, no pareció tener muchas
intenciones de practicar el comunismo sexual. Si bien es probable que tuviera
un hijo ilegítimo, fue un esposo y padre devoto, y vivió en monogamia la mayor
parte de su vida conyugal.
Engels tampoco tuvo mucha intención de
ser un hippie que practica el sexo
comunal. Con todo, Engels sí dedicó más atención a este tema, y algunos de sus
escritos posteriores, dejan aún más dudas respecto a los intentos de instaurar
el comunismo sexual. En El origen de la
familia, la propiedad y el Estado, Engels defiende la idea (adelantada
previamente por el antropólogo L.H. Morgan) de que, originalmente, la humanidad
vivía en hordas promiscuas que practicaban una forma de comunismo sexual. La
monogamia sólo apareció con la propiedad privada: en tanto ahora había
patrimonio, los hombres habrían querido asegurarse de su paternidad para poder
dejar en herencia el patrimonio sólo a sus hijos, y así, prohibieron a las mujeres
copular con otros hombres.
Con esto, Engels pretendía demostrar que
la monogamia no es la forma natural de apareamiento entre los seres humanos, y
que ha sido más bien una imposición derivada de condiciones sociales muy
específicas. Esto parecía tener dos derivaciones que Engels no hizo explícitas,
pero que con un poco de suspicacia y lógica, podemos afirmar. La primera, es
que, en tanto la monogamia no es nuestro estado natural, nada impide que
podamos renunciar a ella y vivir promiscuamente. La segunda, es que, así como
la monogamia sólo apareció con la propiedad privada, cuando la propiedad
privada desaparezca, podremos volver a aparearnos como cuando no había
propiedad, a saber, como en el comunismo sexual de la horda.
La ambigüedad de Marx y Engels respecto
al comunismo sexual, se extendió a los regímenes comunistas del siglo XX. Durante
los primeros años de la URSS, una generación de jóvenes, con Allexandra
Kollontai a la cabeza, sí buscaron promover el comunismo sexual, al punto de
que tener sexo sería tan natural como “tomar un vaso de agua” (así como no hay
nada excepcional en ofrecer un vaso de agua a un extraño, no habría nada
excepcional en copular con un extraño). Pero, Lenin, y luego más aún, Stalin y
sus sucesores, no veían esto con agrado, y depositaron su confianza en el
matrimonio tradicional.
Cuando cayó el muro de Berlín, se asumió
que todas estas discusiones quedarían en el pasado. Con todo, la izquierda,
lenta pero progresivamente, resurge, desde Grecia hasta Venezuela, pasando por
los indignados de Madrid y Nueva York. Y, este resurgir de la izquierda,
debería hacer que sus teóricos se vuelvan a plantear si es posible alcanzar el
comunismo sin llegar al comunismo sexual. ¿Puede desaparecer la propiedad
privada de los medios de producción, si los hombres y las mujeres siguen
sintiendo celos por sus compañeros sexuales? El mismo Engels llegó a afirmar en 1883 que “es
un hecho curioso que con cada movimiento revolucionario, la cuestión del ‘amor
libre’ pasa a un primer plano”. Quizás, después de todo, Aristófanes no estaba
tan equivocado cuando expresó sus angustias sexuales frente al comunismo.
Utiliza el término "comunismo sexual" con cierta ambigüedad, a veces parece que se refiere a una especie de carácter público de las mujeres lo que vendría a ser prostitución. En otras, parece que "comunismo sexual" se refiere a una especie de promiscuidad en la que todos mantendrían sexo con todos sin importar demasiado con quién.
ResponderEliminarEn caso de que con comunismo sexual se refiera a lo primero, Alexandra Kollontai estaba fehacientemente en contra de esa mujer pública, es decir, de la prostitución y, en el segundo caso Kollontai no defendía la promiscuidad, sino el amor libre frente al matrimonio tradicional al que consideraba opresor hacia la mujer y que significaba una unión mercantil más que una unión libre entre personas.
"En vez del matrimonio indisoluble, basado en la servidumbre de la mujer, veremos nacer la unión libre fortificada por el amor y el respeto mutuo de dos miembros del Estado Obrero, iguales en sus derechos y en sus obligaciones.
En vez de la familia de tipo individual y egoísta, se levantará una gran familia universal de trabajadores, en la cual todos los trabajadores, hombres y mujeres, serán ante todo obreros y camaradas. Estas serán las relaciones entre hombres y mujeres en la Sociedad Comunista de mañana. Estas nuevas relaciones asegurarán a la humanidad todos los goces del llamado amor libre(...)". El comunismo y la familia. A, Kollontai.
Si es verdad que los planteamientos de Kollontai atentaban contra la familia tradicional, a lo que Lenin y Stalin vieron como una amenaza para sustentar su política.