sábado, 25 de julio de 2015

¿Es el matrimonio gay un complot comunista?



            Mientras que en América Latina los campeones de las teorías de conspiración son los izquierdistas, en EE.UU., es más bien la derecha quien se deleita con teorías conspiranoicas de todo tipo. Y, en estas teorías conspiranoicas, el comunismo es frecuentemente el lobo feroz. Ya no se vive el “temor rojo” de la época de MacCarthy, a mediados del siglo XX, cuando los gringos creían que, como las brujas en el siglo XVII, los comunistas tramaban un complot para subvertir el orden social. Pero, aún hay quedan vestigios de este temor.

            La teoría de conspiración más reciente es que, tras la decisión de la Corte Suprema de EE.UU. de permitir el matrimonio gay, y todo el apoyo popular que esta medida está recibiendo, yace la mano peluda del comunismo. ¿Qué ganan los comunistas con que los homosexuales puedan casarse? A juicio de los conservadores conspiranoicos, persiguen un doble objetivo. Por una parte, al hacer tambalear la institución del matrimonio tradicional, subvierten el orden, abriendo el camino para una revolución. Pero, además, es una vieja pretensión comunista el desear abolir la familia, y el matrimonio entre homosexuales es un caballo de Troya para cumplir este segundo objetivo. El más prominente defensor de estas tesis es Paul Kengor, en su libro Takedown: From Communists to Progressives, How the Left Has Sabotaged Marriage and The Family.
            Es cierto que algunos comunistas (pero no todos, contrario a lo que pretende Kengor) aspiraban a abolir la familia. El argumento de estos comunistas, entre otros, era que la familia atomiza a las personas desvinculándolas de la esfera pública, y que sería imposible eliminar la propiedad privada si las relaciones sexuales y familiares mantienen su forma actual. Estos comunistas postulaban que la colectivización no debe aplicarse solamente a mercancías, sino también a las relaciones familiares. Los niños deberían ser criados comunalmente, sin que los padres dedicasen atención especial a sus hijos biológicos; en otras palabras, todos los adultos serían padres de todos los hijos, más o menos a la manera de los kibbutzim de Israel. Por su parte, los adultos tendrían relaciones sexuales libremente sin ataduras al matrimonio (pues, de nuevo, el matrimonio es una forma de tratar al cónyuge como si fuera una propiedad), y quien desease ser promiscuo, sería tolerado. En otras palabras, habría también un comunismo sexual.
            Con todo, vale insistir en que estas ideas fueron defendidas sólo por algunos comunistas, especialmente los utópicos, como Owen y Fourier (y Platón en la antigüedad). En su libro, Kengor acusa a Marx de promover estas ideas, pero en realidad, Marx fue muy ambiguo al respecto, y en el propio Manifiesto comunista, junto a Engels llegó a negar que los comunistas tuvieran esa pretensión (aunque luego en ese mismo texto se contradecían), pues a su juicio, las relaciones familiares y sexuales no deben ser concebidas como una forma de propiedad, y por ende, no deben ser colectivizada. Es cierto también que algunos líderes soviéticos como Allexandra Kollontai promovieron la promiscuidad y el fin de la familia durante las primeras fases de la URSS, pero todas estas propuestas fueron suprimidas por Lenin, y luego mucho más por Stalin, quienes depositaban su confianza en la familia tradicional.
            Ahora bien, aun si concediéramos que, en efecto, un objetivo del comunismo es abolir la familia y promover el “amor libre” y la crianza comunal de los niños, es un desafío entender cómo el matrimonio gay puede ser un medio para alcanzar ese objetivo. Kengor postula que el matrimonio entre homosexuales es un caballo de Troya, pues sirve para destruir la familia tradicional. Yo francamente no veo la relación. Que dos homosexuales se casen, de ninguna manera propicia que dos heterosexuales se dejen de casar. Ciertamente, el matrimonio entre homosexuales obliga a redefinir el matrimonio, pero de ningún modo lo destruye. La familia tradicional no queda destruida con el matrimonio entre homosexuales, sencillamente, se crea un nuevo tipo de familia que coexiste con la tradicional. No hay oposición.
            Además, si los comunistas realmente están utilizando el matrimonio gay como forma de alcanzar sus viejos objetivos, entonces lo están haciendo muy torpemente. Pues, el matrimonio entre homosexuales es precisamente lo opuesto a lo que aspiran los comunistas. Los comunistas que pretenden la abolición de la familia, favorecen la promiscuidad, como una manera de propiciar el comunismo sexual (a Kollontai se le atribuía decir que, en el comunismo, tener sexo sería algo tan normal como beber un vaso de agua, de forma tal que no habría mayor problema en follar un día con uno, y follar al siguiente día con otro). Estos comunistas pretenderían que nuestra vida sexual fuese como la de los bonobos, o como supuestamente lo fue en tiempos primitivos (Engels decía en El origen de la familia, la propiedad y el Estado, que originalmente hubo una horda promiscua, aunque eso hoy en día es muy disputado por los antropólogos).
            Es muy sabido que los homosexuales tienen altas tasas de promiscuidad. En parte, esto es debido a que, en tanto no ha existido el matrimonio entre ellos, al no haber compromiso conyugal, hay más licencia para ello. El matrimonio entre homosexuales más bien permite ofrecer más estabilidad, y acercar a los homosexuales a un estilo de vida monógamo. En ese sentido, el matrimonio entre homosexuales es promotor de la monogamia. Pero, precisamente, ¡esos comunistas ven a la monogamia como su enemigo! ¿Cómo diablos puede usarse a un promotor de la monogamia (como lo es el matrimonio gay), para revertir a la propia monogamia? Sólo un ultraderechista, de los que abundan en EE.UU., puede hacer que este círculo sea cuadrado. La conspiranoia nubla el entendimiento y hace suspender las leyes de la lógica.

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