Venezuela tiene un
culto enfermizo a Bolívar. Si bien el máximo sacerdote de este culto fue Hugo
Chávez, de ninguna manera fue su inventor. Desde al menos la época de Guzmán
Blanco, en la segunda mitad del siglo XIX, todos los jefes de Estado de este
país han hecho uso del culto a Bolívar para proyectarse políticamente, desde la
extrema derecha, hasta la extrema izquierda.
Si bien este culto fue originalmente
impuesto desde arriba, caló bien en el pueblo. Y, así, la cultura popular
espontáneamente participa en este culto. Así pues, cabe esperar que cuando los
venezolanos hacen canciones sobre Bolívar, el sentido crítico desaparece:
“Cuando Bolívar nació, Venezuela pegó un grito, pues había nacido, un segundo
Jesucristo”. Y, por supuesto, el cine no es excepción. Las películas sobre
Bolívar (todas ellas mediocres en términos cinematográficos) tratan también de
magnificar al héroe.
Libertador,
de Alberto Arvelo, es una gran mejora. Por fin, se ha hecho una película
venezolana al nivel de calidad de Hollywood. Buenas actuaciones (aunque Edgar
Ramírez, el protagonista, aún peca un poco de sobreactuación, un viejo mal en
el cine venezolano), numerosos extras, buen vestuario, buena música, buenas
escenas de acción. El guion es un poco flojo, pero debe tenerse en cuenta que
para las películas biográficas, el guion es siempre un reto. Y, como suele
ocurrir con el género biográfico en el cine, quien no tenga un conocimiento o
interés previo en el biografiado, difícilmente será atrapado por la película
(pero, vale insistir, esto aplica también a grandes películas biográficas, como
Gandhi o Lincoln).
Hay algo especialmente meritorio en
esta película: no participa del culto adulador. Bolívar es sin duda un héroe en
el film, pero la película no escatima en ofrecer matices. Por ejemplo, no se
esconde que Bolívar recibió financiamiento de banqueros ingleses. Hoy, los
autoproclamados “bolivarianos” (chavistas, en realidad) critican que la
oposición venezolana reciba fondos de EE.UU., o que la revolución en Libia
estuvo alentada por la OTAN, pero olvidan que Bolívar, por sí solo, no hubiera
podido triunfar: él también necesitó apoyo extranjero. Esta película se los
recuerda.
Hay también otra escena muy bien
hecha: en la evacuación de Caracas, una mujer cae al piso y Bolívar la socorre.
Pero, cuando la mujer se da cuenta de que quien la ayuda es el Libertador, le
escupe en la cara, reprochándole el haber iniciado la terrible guerra, y
argumentando que, aun si los criollos vivían oprimidos bajo el imperio español,
el sufrimiento de la guerra es mucho peor. De nuevo, los autoproclamados
“bolivarianos” reclaman que, aun si con Gadaffi y Sadam Hussein eran
dictadores, al menos daban estabilidad a la región, y lo que vino después de
ellos ha sido mucho peor en Libia e Irak, respectivamente. Pues bien, esta
película les recuerda a los bolivarianos que, si bien el imperio español era
opresor, daba al menos cierta estabilidad y paz, y que el sufrimiento de la
guerra de independencia (y, vale agregar, la posterior fase caótica del caudillismo)
hace preguntarse si todo valió la pena.
Con todo, hay algunos detalles en la
película que participan del culto a Bolívar, y de la distorsión nacionalista de
nuestra historia. Afortunadamente, esta película no es maniquea, como sí lo es,
por ejemplo, Braveheart, una oda al
nacionalismo escocés. En la película de Mel Gibson, los ingleses son unos
monstruos. En Libertador, los
españoles no son tan malos (la esposa española de Bolívar es retratada con
mucha dulzura). Pero, la película se complace en presentar la guerra de
independencia como una contienda entre blancos criollos junto a pardos del lado
de la libertad, y españoles del lado de la opresión. Se retrata a un Bolívar
muy popular con los pardos, y siempre los soldados enemigos son españoles.
La realidad histórica es más
compleja. La guerra de independencia, al menos en sus fases iniciales, no fue
una contienda entre España y Venezuela, sino entre venezolanos que querían
seguir siendo súbitos del rey, y venezolanos que querían ser independientes. Y,
en esta guerra, los pardos y los sectores más oprimidos no estaban del lado de
los independentistas. Bolívar no fue
tan popular con los pardos como se retrata en esta película; de hecho, siempre
tuvo un tremendo temor a lo que él llamó la “pardocracia” (temía que en
Venezuela se repitiese la matanza de Haití), y quizás la ejecución del pardo
Piar estuvo motivada por este temor.
El verdadero caudillo popular de los
pardos fue José Tomás Boves, un personaje que no aparece por ninguna parte en
esta película. Como se sabe, Boves lideró sus ejércitos a favor de la
monarquía. Y, así, al menos al principio, los ejércitos a los cuales se tuvo
que enfrentar Bolívar no estaban compuestos por españoles, sino por pardos. La
película, no obstante, no retrata nada de esto. Los morenos siempre son los que
están al lado de Bolívar, los blancos que hablan con acento peninsular son
quienes se le oponen.
El mismo Bolívar fue uno de los
grandes promotores del mito nacionalista, según el cual, aquella guerra era una
suerte de revancha por lo que los conquistadores españoles habían hecho en el
siglo XVI. En la película, varios de sus discursos repiten esa idea. En el
imaginario de Bolívar, la guerra de independencia era entre españoles
conquistadores y americanos conquistados. Pero, vale insistir, no fue así.
Bolívar, Sucre, Santander, y todos los grandes generales que lideraron esta
gesta, eran descendientes, no de los conquistados, sino de los conquistadores.
En los discursos nacionalistas se habla como si España hubiera invadido a
Venezuela, pero es prudente recordar que antes de que llegara Colón, Venezuela
no existía. Bolívar asumía en sus discursos la premisa, según la cual, las
naciones que él quería liberar eran muy antiguas, y que sencillamente se
trataba de expulsar al invasor (apelar a la antigüedad de las naciones es
característico del nacionalismo). Esto es una distorsión: España no era
propiamente invasora de Venezuela, pues precisamente, Venezuela no existía
entes de que los españoles llegaran a este territorio.
Por último, otro aspecto en el cual
la película quiere dulcificar a Bolívar y la guerra de independencia, es en su
relación con los británicos. Si bien, como he mencionado, no esconde que
recibió apoyo de los británicos, al final presenta a un Bolívar (ya como
presidente) desafiante frente a las pretensiones imperiales de los británicos,
y a un poder británico que se encoge y acepta la soberanía venezolana. Quizás
sí pudo haber habido algo de verdad en esto. Pero, el hecho de que Bolívar
aceptó la ayuda financiera británica al inicio de la guerra, debió haber
comprometido mucho su capacidad para mantener soberana a la Gran Colombia.
Así como la película no esconde que
Bolívar recibió financiamiento británico, tampoco esconde que se valió de
legiones británicas. De nuevo, la película hace añicos la idea de que esta
guerra fue soberana, y que no hubo injerencia extranjera en el bando patriota.
Pero, el film trata de dulcificar este hecho, alegando que esos soldados eran
en realidad idealistas que vinieron espontáneamente a luchar por la libertad.
Pudo haber habido algunos así, no hay duda (también Rambo fue espontáneamente a
pelear en Afganistán junto a los muyajadines, pero eso no eclipsa el hecho de
que la ayuda norteamericana a los muyajadines fue perversa). Pero, lo cierto es
que la mayoría de quienes conformaban esta legión británica eran sencillamente
mercenarios, que les daba igual Fernando VII o Bolívar.
Libertador,
de Arvelo, es una muy bienvenida desintoxicación del culto a Bolívar. Pero,
tras verla, el espectador aún queda con resaca del vino bolivariano. Queda aún
por hacer una película verdaderamente libre del culto. Quizás, como suele
ocurrir con figuras apropiadas por el nacionalismo, esa tarea pueda hacerla
mejor un musiú que, como los legionarios británicos, no tiene ningún compromiso
con esta o aquella patria.
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