No nos engañemos: el futuro del
pueblo griego es muy negro. Y, Europa tiene el corazón de piedra, pues si la troika cediera, Grecia podría asegurar
un futuro más promisorio. Pero, la situación de Grecia no es como la de países
víctimas de la codicia occidental del pasado. Los griegos no son como los
bengalíes que sufrieron la hambruna de 1873, cuando los británicos, fanatizados
con sus ideas liberales y darwinistas sociales, no quisieron entregar comida a
precios caritativos.
Si bien en la crisis griega hay
muchos responsables, el propio pueblo griego tiene una alta cuota de culpa en
este desastre. Los griegos no estaban hambrientos (como sí lo estaban los
bengalíes) hace diez años. Antes bien, gastaron a lo bestia. Para curar un poco
su complejo de inferioridad frente al resto de Europa, organizaron las
olimpiadas de Atenas (¿cómo nosotros, los fundadores de Occidente mientras que
el resto de Europa eran bárbaros, ahora estamos en la cola?). Se jubilaban a
los cincuenta años, tenían transporte gratis, y un largo etcétera. Esopo, que
quizás no era griego (pudo haber sido africano), pero que es un baluarte de la
antigua civilización griega, narró la historia de la cigarra que se burlaba de
la hormiga por trabajar arduamente, en vez de cantar y cantar. Los griegos del
siglo XXI hicieron caso omiso al gran fabulista.
La banca griega sufrió una crisis, y
los gobernantes acudieron a su rescate. Para ello, recibieron préstamos. Nada
de esto estaba en sus promesas electorales, y por supuesto, es reprochable. Por
haber salvado a unos banqueros sinvergüenzas, ahora se pretende que el pueblo
griego pague los platos rotos, cuando jamás se le informó sobre los desastres
que hacían los políticos. Pero, en una democracia, ¿quién más puede ser
responsable, si no el propio pueblo?
El pueblo griego se vanagloriaba de
las olimpíadas, pero no exigía cuentas a su gobierno en aquel festín (al menos
el pueblo brasileño sí ha estado más dispuesto a hacer eso, tanto en el mundial
de 2014, como seguramente en las venideras olimpiadas de 2016). Pero, en todo caso,
si un pueblo elige democráticamente a un gobernante, y éste toma decisiones
erradas que perjudican a otros pueblos, ¿cómo debe compensarse eso? El propio
pueblo tiene la responsabilidad. La democracia es un arma de doble filo. Da derechos,
pero también da deberes. Si la soberanía reside en el pueblo, esto aplica tanto
lo bueno como para lo malo.
Este tipo de cosas se esclarecen más
con analogías. Vivo en un condominio, y elegimos a un presidente de la junta.
Este presidente hace por cuenta propia un contrato para arreglar las
instalaciones del edificio, sin siquiera informarnos a los vecinos. El trabajo
se completa. Pero, el presidente se ha ido del edificio sin haber pagado. Ahora
los trabajadores vienen a cobrar. ¿Debemos pagar? Cualquier moralista diría que
sí. Este desastre fue ocasionado por un vecino corrupto. Pero, él nos representaba, porque nosotros los
vecinos lo elegimos. Es lamentable, pero tenemos responsabilidad.
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