jueves, 9 de julio de 2015

¿Debe seguirse prohibiendo la poligamia?



            EE.UU. recientemente aprobó el matrimonio homosexual en todo el país. Cuando la mayor potencia del mundo hace esto, es naturalmente un avance para la causa de los gays. Ahora, surge una nueva pregunta: ¿vendrán nuevas reformas jurídicas del matrimonio? En vista de la creciente influencia de musulmanes en los países occidentales, ¿se llegará a permitir la poligamia? Y, esto, a su vez, lleva a otras preguntas (que en realidad no son nuevas): ¿es la monogamia una institución opresiva?, ¿es la poligamia natural a la humanidad?
            Los comunistas por mucho tiempo opinaron que la monogamia, no es natural, y sí es opresiva. Engels defendió esas tesis en su conocido El origen de la familia, la propiedad y el Estado. Según su hipótesis, originalmente había una horda promiscua, o a lo sumo, un matrimonio grupal. Ésa era la etapa más feliz de la humanidad. Pero, con los excedentes de producción, apareció la propiedad privada. Entonces, los hombres, para asegurarse de que su patrimonio se mantuviese, decidieron conformar familias, se quedaron con una sola mujer como esposa (confinándola opresivamente al hogar), y así pasar el patrimonio a la descendencia. La monogamia, pues, apareció con la propiedad privada y su origen está en la desigualdad (pues, con la propiedad, empezó la división entre ricos y pobres). Algunos comunistas, como Allexandra Kollonstai, llegaron a opinar que, era necesario deshacer aquello que trajo consigo la propiedad privada, y así, en el comunismo, habría que volver al estado promiscuo previo a la familia monogámica.

            La hipótesis de Engels es fantasiosa a todas luces: nunca ha sido verificada. Y, si los pueblos más primitivos son una guía (aunque, no debemos suponer que los pueblos primitivos de hoy son una ventana al pasado en todos los aspectos), apreciamos que en aquellos pueblos donde hay un pobre concepto de propiedad privada, la forma más común de organización familiar es precisamente la familia monógama.
            Así pues, Engels estaba equivocado. De hecho, un poco de sentido común vendría bien. Las sociedades monógamas suelen ser las más igualitarias, por una razón muy sencilla: al haber una correspondencia de un hombre con una mujer, ningún hombre tiene más mujeres que otro. La aparición de la propiedad más bien debió propiciar la poligamia. Cuando surge un señor feudal, tiene más posibilidad que otro de mantener a varias esposas. Y, con un simple razonamiento matemático, puede apreciarse que, por cada esposa adicional que tiene un señor feudal, un vasallo se queda sin esposa.
            La poligamia abre paso a la conflictividad social. Al no haber un límite de una esposa para un hombre, se dará una situación en la que, unos pocos poderosos tendrán muchas esposas e hijos, y la mayoría se quedará sin posibilidades de pasar sus genes. Por obvias razones darwinistas, esta situación es una bomba de tiempo. Habrá una enorme conflictividad social, producto de la competencia sexual. Algunos psicólogos, como Satoshi Kanazawa, observan que quizás no sea causal que, la civilización más conflictiva en estos momentos (el Islam), es precisamente notoria por su poligamia. El hecho de que el mártir se vea tan persuadido por las setenta vírgenes en el Paraíso, quizás, se deba a que, acá en la Tierra, no tiene acceso a las mujeres.
            Así pues, la poligamia es peligrosa debido a su potencial para la conflictividad social. De hecho, según una teoría adelantada por el antropólogo Owen Lovejoy, sin monogamia, no pudimos haber sobrevivido en los albores de nuestra especie. Muchos de nuestros parientes primates no son monógamos: hay plenitud de harenes. Pero, esos primates viven en zonas boscosas. Nuestros ancestros homínidos, en cambio, evolucionaron en la sabana, y los retos de ese ecosistema son mayores: se requirió mayor cooperación para conseguir comida, protegernos de depredadores, etc. La cooperación de las bandas tuvo que venir de la monogamia. Si, en vez de organizarnos en familias monógamas, hubiese habido poligamia, o incluso, una horda promiscua, habría habido más peligro de conflictividad social, en virtud de la competencia sexual por pasar los genes a la siguiente generación. La monogamia, entonces, dio una ventaja adaptativa; fue favorecida en la selección natural.
            Por ello, probablemente la monogamia tiene una base genética (y, en virtud de eso, sí es natural a la humanidad). Pero, esa base genética no es contundente, pues en efecto, hay sociedades polígamas. Pero, vale insistir, la poligamia tiene más peligro de conflictividad social. Tras un interesante recorrido por los logros civilizacionales de Occidente, el autor William Tucker llega a la conclusión de que el orden social prospera mucho más cuando la monogamia es la norma.
            En este sentido, la monogamia tiene más valor moral que la poligamia. Su valor moral no está propiamente en su condición natural (asumirlo así sería incurrir en la falacia naturalista, y no es absolutamente seguro que tengamos genes para la monogamia), pero sí en el hecho de que hace más estable y menos conflictiva a una sociedad.

            Ahora bien, ¿justifica eso la prohibición de la poligamia? Yo tengo mis dudas. Podemos estar de acuerdo en que ciertas prácticas son convenientes para una sociedad, pero yo tengo muchas sospechas frente a los intentos de ingeniería social propias del Estado paternalista. Si un hombre quiere casarse con varias mujeres, o una mujer con varios hombres, o varios hombres con varias mujeres, y hay consenso entre todos ellos, ¿bajo qué autoridad podemos impedirlo? Si, como debemos, nos guiamos por el principio del perjuicio de John Stuart Mill, cabe preguntarse, ¿a quién perjudica la poligamia, más allá de quienes la practican voluntariamente? Como he tratado de argumentar, a largo plazo, sí perjudica a la sociedad. Pero, esto es demasiado vago. Hay muchas cosas que perjudican a la sociedad a largo plazo (el cigarrillo, la comida chatarra, etc.), pero un liberal vería con escándalo su prohibición, pues si los individuos voluntariamente desean consumir esas cosas, el Estado no debe impedírselos.
            Supongo que lo mismo aplica a la poligamia. El Estado puede fomentar moralmente la monogamia, del mismo modo en que puede fomentar comer más sano y dejar el cigarrillo. Pero, cuando interviene de forma coercitiva, aparecen los problemas. Más aún, el mismo desarrollo de nuestras sociedades industriales hace cada vez más impráctica la poligamia (por muchos motivos sociológicos, la poligamia es propia de sociedades agrícolas, pero tiende a desaparecer en sociedades urbanizadas e industrializadas), de forma tal que, si seguimos el curso histórico, la poligamia irá desapareciendo, en virtud de lo cual, no será necesaria la coerción por parte del Estado.

              

3 comentarios:

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  2. Hola profesor ¿Conoce algún texto que hable sobre la monogamia desde esa misma perspectiva que usted presenta?

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    1. Sí, quizás el más importante sea el libro "Marriage and Civilization", de William Tucker.

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