Ya
nos comimos el aperitivo. Varios países (Venezuela no está entre ellos aún)
aceptan el matrimonio homosexual. Si, como debemos, nos guiamos por el
principio del perjuicio de John Stuart Mill (no debe prohibirse una acción que
no cause daño a nadie; y si hay acuerdo voluntario entre las partes, tampoco
debe prohibirse), entonces fácilmente podemos aceptar el matrimonio entre
homosexuales. No perjudican a nadie casándose.
Pero, viene ahora el plato fuerte.
¿Debería legalizarse la adopción por parte de gays? Acá, el asunto es más
complejo. Pues, en esto, sí hay posibles perjudicados: los niños adoptados.
Este asunto no puede plantearse como una mera cuestión de que los gays también
tienen derecho a ser padres. Si se llega a demostrar que los niños adoptados
por gays sufren, entonces hay más espacio para oponerse a la adopción por parte
de padres gays.
Aparentemente, los homosexuales son
tan capaces como los heterosexuales de criar niños. Los niños, se nos dice, no
necesitan tener a mamá y papá en casa. Lo que necesitan, en realidad, es cariño
y atención. Esto es cierto. Pero, la cuestión es si los gays son capaces o no
de ofrecer atención y cariño a los niños.
Hasta ahora, parece que sí. Varios
estudios indican que entre niños criados por homosexuales, y niños criados por
heterosexuales, no hay mayor diferencia en la salud mental y el bienestar.
Pero, hay algunas voces disidentes. Hace algunos años, el sociólogo Mark
Regnerus hizo un famoso estudio, en el cual documentaba que comparados con los
hijos de heterosexuales, los hijos criados por homosexuales tienen más fracaso
económico, menor nivel educativo, más conflictividad con sus padres, más
incidencia en el crimen, menos autoestima, más probabilidad de ser sexualmente
abusados por los padres, más hábitos destructivos (alcohol, marihuana y
cigarro), entre otras cosas.
Como suele ocurrir con estudios
sobre homosexuales, quizás en todas estas variables influya el estigma social
contra la homosexualidad. Quizás, a medida que la homosexualidad sea más
aceptable, los padres gays podrán desempeñar mejor su función y los hijos no
sufrirán tanto ostracismo. Y, en ese sentido, la responsabilidad de estos datos
lamentables la tendría, no la homosexualidad, sino la homofobia.
Pero, yo propondría estar también
atentos a la biología. He sostenido en varias ocasiones que simpatizo con el “conservadurismo
darwinista” de gente como Larry Arnhart y E.O. Wilson, quienes postulan que las
políticas sociales no deben ser demasiado ambiciosas, y más bien, deben tener
en cuenta cuán conciliables son con nuestra naturaleza humana inscrita en
nuestra biología. En ese sentido, cabe preguntarse si nuestra naturaleza humana
permite que los gays se desempeñen óptimamente como padres.
En principio, sí. Se ha formulado la
hipótesis de que el gen gay (si acaso existe tal cosa) puede codificar también
una conducta de altruismo hacia sobrinos, o crías con los cuales compartan
alguna proporción de genes. En ese caso, los gays tendrían buena disposición
para criar hijos, pero lo harían mejor si esos hijos fueran sus parientes. Esto
es debido al fenómeno de la “selección de parentesco”, ya plenamente comprobado
en la zoología: el altruismo tiene ventaja adaptativa cuando se dirige a
individuos con quienes se comparten genes.
Pero, precisamente, si el hijo que
adoptan los gays no es pariente suyo,
entonces me temo que la probabilidad de negligencia en la labor de padres aumenta.
Se sabe, con muchísima seguridad, que en todo el planeta, hay muchísimo más
riesgo en que un niño sea maltratado y abusado por un padrastro o padre
adoptivo, que por un padre biológico. Los psicólogos Martin Daly y Margo Wilson
llaman a esto el “efecto Cenicienta”, y tiene mucho sentido evolucionista: si
en la selección natural, el único objetivo es divulgar nuestros genes, entonces
tenemos un condicionamiento a obstaculizar la supervivencia de quienes no
llevan nuestros genes, y comportarnos como la malvada madrastra que maltrata a
la Cenicienta.
Si llegase a ser cierto que los gays
son peores padres que los heterosexuales, quizás no sea debido al hecho de que
son gays, sino al hecho de que al menos uno no es el padre biológico. ¿Implica
eso que no debemos permitir la adopción por padres gays? No lo creo. Los
padrastros y los padres adoptivos tienen más incidencia en el abuso infantil
que los padres biológicos, pero no por ello prohibimos la adopción o las
segundas nupcias. Aun si el efecto Cenicienta existiera, la probabilidad de que
los padres adoptivos abusen de sus hijos, sigue siendo muy baja.
Nuestra condición biológica no nos
determina completamente. Pero, como advertía E.O. Wilson, si bien el collar que
nos ata a los genes es muy largo, no podremos escapar de él. La adopción por
parte de los gays es bienvenida, pues nadie conscientemente calcula la cercanía
genética para amar a los hijos. Pero, estos cálculos sí van en el inconsciente
y pueden condicionar el amor paternal: en ese sentido, deberían tenerse en
cuenta a la hora de ponderar los riesgos en la crianza de un niño por padres gays. Por otra parte, esto, por supuesto, también aplica a los hijos de padres adoptivos heterosexuales.
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