El
reciente escape del Chapo Guzmán ha reactivado el debate en torno a la lucha
contra el narcotráfico. Y, como cabía esperar, la izquierda latinoamericana
culpa a EE.UU. El monstruo del norte es culpable por partida doble: por ser el
mayor consumidor del mundo, y por empeñarse en prohibir fútilmente el
narcotráfico, llenando sus cárceles de ciudadanos negros inofensivos.
Yo comparto estas críticas. En vez
de destinar tanto dinero a las guerras, EE.UU. debería ampliar sus programas de
rehabilitación y recreación, pues en efecto, es el primer consumidor de drogas
en el mundo. Y, también me inclino a pensar que, al menos con las drogas menos
fuertes, la mejor solución es la legalización.
Pero, como suele ocurrir, en estos
reproches izquierdistas a EE.UU., hay mucha hipocresía. Cuando los izquierdistas
narran la historia del colonialismo en el siglo XIX, suelen excusar a los
consumidores y a quienes prohibían el tráfico de drogas, y suelen reprochar
severamente a quienes querían comercializarla. Pienso en el caso de las guerras
del opio. China era el mayor consumidor de opio en el mundo, y los británicos
querían hacer negocios en ese inmenso mercado, vendiendo la droga cultivada en
India. Los chinos ilegalizaron el opio, y prohibieron su importación. Los
británicos, en respuesta, les hicieron la guerra. No pretendo excusar a los
británicos (como, supongo, tampoco los izquierdistas pretenden excusar al Chapo
Guzmán). Pero, si hoy culpamos a los gringos por ser el mayor consumidor y por
ilegalizar la hierba, ¿no deberíamos también culpar a la China del siglo XIX?
Otra hipocresía izquierdista
respecto al asunto del Chapo Guzmán, radica en el hecho de que, desde hace
mucho tiempo, la izquierda ha romantizado a personajes que guardan bastante
parecidos el infame narcotraficante. Si bien Guzmán está muy lejos de ser un
personaje popular en México, tiene sus defensores, sobre todo en su región de
origen. ¿Cómo logró esto? Muy fácil: actuando como Robin Hood. Es el viejo
truco de la supuesta “justicia social” populista de América Latina, el mismo
truco que empleó Pablo Escobar: construir algunas escuelas y hospitales,
regalar aquí y allá un poco de dinero, y presentarse como amigo de los pobres.
Pero, por supuesto, el que parte y reparte, se queda con la mejor parte. Y, ¡ay
de quien ose decirlo públicamente!
De hecho, hace un siglo, ya había en
México un personaje con varias similitudes a Guzmán (incluso, ¡hasta cierto
parecido físico tienen!): Doroteo Arango, alias Pancho Villa. Como Guzmán,
Villa venía de una familia desposeída, pero no propiamente miserable. Durante
el caos de la revolución mexicana, Villa empezó a conformar una organización de
bandoleros. Sus actividades, sí, fueron inicialmente las del Robin Hood
romántico: quitar al rico para dar al pobre. Pero, muy pronto, Villa se quitó
el disfraz de Robin Hood, y se empezó a mostrar como lo que realmente era: un
pequeño campesino con aspiraciones de ser un gran terrateniente.
Como Guzmán, Villa era inmensamente
cruel. No sólo asesinaba a los ricos despojados, sino a cualquier desgraciado
que osase cuestionar su autoridad. Villa fusilaba a bandoleros que abandonaban
sus filas para servir a otros caudillos, algo parecido a lo que hacen los
narcos de hoy, cuando algún pobre diablo se pasa de un cartel a otro.
Lo mismo que Guzmán, Villa tenía un
gusto histriónico por los medios de comunicación. Guzmán contrata músicos para
componer narcorridos en su honor; Villa invitaba a periodistas extranjeros (¡de
los propios EE.UU.!) para que lo acompañaran en su tren, y reseñaran sus
batallas. Más aún, Villa protagonizó su propia película hollywoodense, para
deleitar al público norteamericano.
La relación del Chapo Guzmán con EE.UU.
es seguramente muy compleja. Los gringos quieren extraditarlo por toda la droga
que introduce en el norte, pero al mismo tiempo, seguramente hay grandes
señores (con probabilidad, incluso dentro de la misma DEA) que prefieren hacer
negocios con él. No muy distinto fue Pancho Villa: el bandolero célebremente
atacó la ciudad de Columbus (supuestamente, porque el gobierno de Woodrow
Wilson estaba entrometiéndose en los asuntos mexicanos al apoyar a Venustiano
Carranza, pero ese episodio tiene todo el aspecto de haber sido una vulgar
escaramuza de saqueo); pero, al mismo tiempo, Villa obtenía en EE.UU. las armas
que necesitaba para seguir sometiendo al terror a la población que encontraba a
su paso.
Y, ya entrado en años, se hizo muy
evidente que Villa quería ser Robin Hood con los demás, pero no que los demás
fueran Robin Hood con él. Una vez que murió Carranza (otro de los presidentes
de aquel caótico período en la historia mexicana), Villa llegó a un acuerdo con
el nuevo gobierno: depuso las armas, y a cambio, se le concedió una inmensa
finca con lujos, y un pequeño ejército privado. Finalmente, logró ser el
latifundista que siempre deseó ser. Cuando se propuso una reforma agraria,
Villa, ya acomodado, se opuso a ella. Al final, Villa murió asesinado. No se sabe
bien quién estuvo tras el crimen, pero es presumible que fuese alguna vendetta
(quizás del mismo gobierno). Pronostico que el Chapo Guzmán correrá con la
misma suerte.
Cuando tuvo aquel infame impasse
diplomático con México, Hugo Chávez colmó con elogios a Pancho Villa (también
elogió a Manuel Zelaya, comparándolo con Villa, como un gran vaquero). En la imaginación
de Chávez, el bandolero habría sido la alternativa revolucionaria a Fox, el “cachorro
del imperio”. La actitud de Chávez respecto a Villa no es de ninguna manera
atípica en la izquierda latinoamericana. Buena parte de esta izquierda queda
seducida por tipos que, vistos con una lupa, conforman el mismo prototipo que
el Chapo Guzmán. Y, por supuesto, mientras siga habiendo este romance
izquierdista con escorias como Villa, seguirá habiendo gente que, como Guzmán,
aspiren a ser Robin Hood primero, para luego convertirse en Rockefeller.
Solo un ingonorante como tu se atrevería a comparar a Villa con un narcotraficante...
ResponderEliminarDe verdad que la gente por el hecho de tener un lugar donde expresarse dice cualquier tontería como tu.
Deberías ahorrarte tus comentarios estúpidos y ponerte a investigar más.