El triunfo de la revolución rusa en 1917
convirtió al comunismo en el coco de la civilización occidental. Hubo un pánico
generalizado de que la revolución llegara. Y, para explotar este pánico, se
empezaron a inventar acusaciones contra los comunistas. Unas eran parecidas a
las que, desde hacía siglos, se formulaban contra los judíos: los comunistas se
comerían a los niños. Cuesta creer que había gente lo suficientemente ignorante
como creer esta estupidez, pero lamentablemente, sí la había.
Otras eran menos sensacionalistas, pero
seguían escandalizando: los comunistas acabarían con el matrimonio y la
familia, y como reemplazo, promoverían la promiscuidad y organizarían grandes
orgías. Este tipo de acusaciones eran ya comunes desde mediados del siglo XIX.
Marx y Engels enfáticamente negaron que el comunismo conduciría a esa temida
promiscuidad. Y, hasta el día de hoy, los comunistas tratan de calmar las
ansiedades burguesas, asegurando a las masas que no tienen programada ninguna
bacanal.
Pero, a diferencia de la acusación sobre
comer niños, la preocupación por la promiscuidad en caso de que llegue el
comunismo, sí tiene una base bastante racional. Engels procuró tranquilizar a
sus lectores, escribiendo en Principios
del comunismo, en 1847: “Las relaciones entre los sexos tendrán un carácter
puramente privado, perteneciente sólo a las personas que toman parte en ellas,
sin el menor motivo para la injerencia de la sociedad”.
Pero, en 1848, Marx y Engels trataron de
defenderse de esas acusaciones, de este modo, en el Manifiesto del Partido Comunista: “¡Pero es que
vosotros, los comunistas, nos grita a coro la burguesía entera, pretendéis
colectivizar a las mujeres!... Nada más ridículo, por otra parte, que esos
alardes de indignación, henchida de alta moral de nuestros burgueses, al hablar
de la tan cacareada colectivización de las mujeres por el comunismo. No;
los comunistas no tienen que molestarse en implantar lo que ha existido siempre
o casi siempre en la sociedad… A lo sumo, podría reprocharse a los comunistas
el pretender sustituir este hipócrita y recatado régimen colectivo de hoy por
una colectivización oficial, franca y abierta, de la mujer”.
En ese pasaje, Marx y Engels denuncian
que, en el capitalismo, la mujer es mercantilizada como una propiedad, y eso
hace que los hombres la intercambien entre sí, en una moral tremendamente
hipócrita. Pero, es crucial observar que Marx no niega que en el comunismo, habrá
colectivización del sexo; más bien promete sincerar
lo que siempre ha existido. Si antes había orgías ocultas, con el comunismo
estarán a la luz pública.
En realidad, Marx no dedicó mucha
atención a este tema en su voluminosa obra, y no precisó cómo sería la vida
sexual en el comunismo. Engels tampoco lo precisó. Pero, tanto Marx como Engels
habían tenido mucho interés en la obra del antropólogo Lewis Henry Morgan, y
simpatizaron con sus tesis. Engels escribió un libro profundizando en estas
tesis, El origen de la familia, el Estado
y la propiedad privada. Entre otras cosas, en ese libro, Engels pretendía
demostrar que la familia y el matrimonio monógamo no es natural a la humanidad, sino que ha sido un invento para
proteger la herencia del patrimonio. Originalmente, antes de la propiedad
privada, decía Engels, la humanidad se organizaba en hordas promiscuas, y los
hombres no sabían quiénes eran sus hijos, pues las mujeres tenían múltiples
compañeros sexuales.
Engels no lo hizo plenamente explícito,
pero la implicación de estas tesis es que, si la restricción sexual y la vida
en parejas sólo apareció con la propiedad privada, entonces una vez que se
llegue al comunismo y la propiedad privada desaparezca, tendremos la sexualidad
que se tuvo antaño: comunismo sexual. No habrá parejas estables, sino
encuentros sexuales casuales, ninguna mujer será posesión de ningún hombre, y
todos compartiremos nuestros compañeros sexuales.
Los temores de los burgueses, entonces,
no estaban tan infundados. De hecho, la acusación a la cual Marx y Engels
trataron de responder en 1848, no era fortuita. El mismo Engels dijo décadas
después, en 1883, que “es un hecho curioso que con cada movimiento
revolucionario, la cuestión del ‘amor libre’ pasa a un primer plano”. Efectivamente,
desde mucho antes de Marx y Engels, hubo varios que sí propusieron el comunismo
sexual. Platón proponía que en la clase de guardianes de su república ideal, no
habría propiedad privada, ni siquiera de las relaciones sexuales: ninguna mujer
sería de ningún hombre, todos serían de todos. Fourier propuso orgías públicas
en sus falanges, y quiso asegurarse, como Platón, de que no hubiera relaciones
sexuales estables y privadas, sino que, en puro espíritu colectivista, el sexo
fuese algo público.
Esto no operó sólo a nivel teórico. Hubo
varias comunidades utópicas que pusieron en práctica estos principios en el
siglo XIX. Una de las más célebres, la comunidad de Oneida, incluso prohibía
las relaciones estables entre parejas, e imponía, como una suerte de obligación
social, que los más atractivos tuvieran sexo con los menos atractivos (esto
debió haber sido una idea bastante antigua, pues Aristófanes se mofa de ella en
La comunidad de las mujeres). En el
siglo XX, los kibbutzim no llegaron a
esta colectivización del sexo (pero sí colectivizaron la crianza de los niños);
por su parte, los hippies sí
promovían la colectivización del sexo en sus comunas.
Esto no se limitaba al comunismo
utópico. El comunismo “científico” también coqueteó con estas ideas. La
primeras generación de la revolución bolchevique, con Allexandra Kollontai a la
cabeza, promovía estos principios de colectivización del sexo (aunque, a decir
verdad, Kollontai nunca pretendió que se ejerciera coerción estatal en materia
sexual), al punto de postular que, el sexo debería ser algo tan público y
natural como beber un vaso de agua. Lenin y los jerarcas del régimen soviético,
no obstante, no vieron con mucho beneplácito estas ideas, y más bien a la
manera de Marx, trataron de dejar de lado el tema de la familia, para
concentrarse en otros asuntos.
Así pues, dado este historial, la
preocupación burguesa por la promiscuidad del comunismo, sí era legítima. Pero,
precisamente, es pertinente apreciar que, la promoción de la colectivización
del sexo sí se desprende lógicamente de las premisas comunistas, y si Marx y
Engels no dijeron gran cosa al respecto, fue sencillamente porque no quisieron
llevar hasta sus últimas consecuencias, los principios que ellos defendían.
El principio que Marx formuló en Crítica al programa de Gotha, “a cada
quien según su necesidad”, es una base de partida. El sexo es una necesidad
biológica básica. Si un hombre o una mujer quieren satisfacer esa necesidad, la
colectividad debe ofrecerle un compañero/a para satisfacerlo/a. Del mismo modo
en que, en el comunismo más extremo, la persona debe estar dispuesta a compartir
la propiedad, debe también compartir al compañero/a sexual. Y, así como el
individuo debe entregarse al colectivo como un acto de solidaridad y altruismo,
debe entregar su sexualidad también como acto altruista. Sentir celos si el
compañero sexual copula con otra persona, es un acto de egoísmo, que, además,
es contrario a la naturaleza humana, pues antes de la aparición de la propiedad
privada, la humanidad no sentía esos celos.
Por supuesto, obligar a alguien a
compartir su compañero sexual, o a tener sexo con una persona a quien no
encuentra atractiva, es ya una pesadilla totalitaria (como en buena medida lo
fueron comunas como las de Oneida). Muchos comunistas contemporáneos argumentarán
que el comunismo no es necesariamente totalitario, que no pretende abolir la
propiedad de todo, sino sólo de los medios de producción (como suelen señalar
los marxistas). Eso está muy bien. Pero, en ese caso, los autoproclamados comunistas
deberían reconocer que, en realidad, no son tan comunistas, pues no están
dispuestos a colectivizarlo todo, y sí quieren conservar la propiedad privada
de algunas cosas.
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Hola Gabriel , Víctor de Argentina , estoy investigando sobre marxismo y Género, para mi la cuestión de la mujer ha sido una preocupación del marxismo, ¿ pero puede la mujer ocupar el lugar de sujeto político en una revolución?
ResponderEliminarHola, no veo por que una mujer no puede participar en politica
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