Un lugar común del indigenismo y del
populismo latinoamericano en general es la exigencia de que España devuelva a
Hispanoamérica el oro que depredó durante tres siglos de era colonial. De
hecho, este tema es tan sensible, que se ha convertido en punta de lanza de
argumentos como los que Eduardo Galeano esgrime en Las venas abiertas de América Latina, a saber: la culpa de nuestros
males la tienen las potencias coloniales, y es hora de que devuelvan lo que nos
quitaron.
Consideremos
si tal exigencia tiene justificación. Para ello, conviene guiarnos por las
teorías del libertario Walter Block, quien ha dedicado bastante atención al
asunto de las reparaciones a los esclavos de origen africano en EE.UU., un caso
similar al que consideramos acá. Block, heredero de la tradición liberal de
Locke, considera que la propiedad privada es un derecho fundamental. En
concordancia con Locke, puedo considerarme el legítimo propietario de un bien,
si éste procede del fruto de mi trabajo (en palabras de Locke, esto consiste en
“mezclar” un recurso natural con mi trabajo). Si, por el contrario, la posesión
de un bien procede de un despojo forzoso a su legítimo propietario, entonces existe
la obligación de devolver lo ilegítimamente adquirido.
Más
importante aún (y esto es crucial en el argumento sobre la devolución del oro
por parte de España), esta relación puede extenderse a los herederos. Si A roba
un bien a B, y lo pasa a su propio hijo C, entonces C no es el propietario legítimo de ese bien. C no fue propiamente el
artífice del robo, pero está disfrutando de un bien que, en su origen, no fue
legítimamente adquirido, y por lo tanto, debe devolverlo a su propietario
legítimo original. En caso de que ese propietario legítimo original ya no
exista, sus herederos tienen derecho a reclamar la restitución del bien.
Bajo
este esquema, en principio sí hay justificación para que España devuelva el oro
a Hispanoamérica. Los indígenas encontraron el oro en las minas, y lo
trabajaron (en la teoría de Locke, esta mezcla de recurso natural con trabajo,
los haría propietarios legítimos). Los conquistadores forzosamente se llevaron
el oro. Pues bien, ahora, los descendientes de los conquistadores están en
posesión de unos bienes que no fueron legítimamente conseguidos, y deben ser
devueltos a los descendientes de los propietarios legítimos originales.
Varios
hispanófilos y defensores del colonialismo han inventado toda suerte de
sofismas para oponerse a esta exigencia. Alegan, por ejemplo, que los indígenas
deberían estar agradecidos por el aporte civilizatorio de España, y que los
indígenas deberían suspender su reclamo en función de esa gratitud. Soy el
primero en defender el aporte civilizatorio de España a una América
precolombina comparativamente atrasada (y en esto me opongo vehemente a los
indigenistas que, o bien señalan que todas las culturas tienen el mismo valor,
o bien señalan que las culturas precolombinas eran avanzadas), pero eso bajo ningún concepto excusa la
depredación forzosa de propiedad legítimamente adquirida. Si bien los pueblos
de América se han beneficiado con las ventajas de Occidente, los indígenas no
las solicitaron, y en ese sentido, no hubo una transacción libre legítima. Uno
de los grandes aportes civilizatorios de Occidente precisamente ha sido la
concepción de una teoría del derecho a la propiedad; tratar de justificar la
depredación invocando los aportes civilizatorios implica, paradójicamente,
negar el mismo aporto civilizatorio de Occidente.
Otros
defensores del colonialismo español han señalado que España ya no tiene el oro
de América, y que su riqueza actual no procede de la depredación de épocas
pasadas, sino de su disciplina de trabajo y óptimo rendimiento económico en las
décadas más recientes. Ciertamente, España desperdició la riqueza extraída de
América, en guerras con otras potencias europeas. Pero, de nuevo, esto no la
libera de responsabilidad para devolver el oro. Un ladrón puede desperdiciar en
una sola noche de apuestas, la riqueza adquirida con sus crímenes. Pero, el
hecho de que haya perdido el dinero no implica que no tenga la responsabilidad de
reponerlo a sus víctimas.
También
los simpatizantes de España alegan que, así como España fue depredadora del
oro, fue asimismo víctima de la depredación de otros invasores. Antes de que
los conquistadores llegaran a América, los romanos, visigodos y moros saquearon
muchas riquezas de los habitantes originales de la Península Ibérica. Lo mismo
hicieron luego los franceses en el siglo XIX. Y, en fechas más recientes,
Stalin se llevó el oro (literalmente) español a Moscú, ¡de forma tal que los
indigenistas deberían pedir a Rusia, y no a España, la restitución del oro que
originalmente venía de América!
De
nuevo, todo esto es cierto, pero sigue sin liberar de responsabilidad a España.
En principio, España podría solicitar a Italia (por los romanos), a Alemania
(por los visigodos), a Marruecos (por los moros), a Francia y a Rusia la
restitución de sus riquezas (curiosamente, los españoles muy rara vez han
achacado a otros países la culpa de sus propios males, algo que los
hispanoamericanos sí hacemos con demasiada facilidad). Y, podría también
legitimarse un endoso de la deuda, de forma tal que, en vista de que España es
acreedora de unos y deudoras de otros, la obligación de pagar a Hispanoamérica
reposaría sobre Italia, Alemania, Marruecos, Francia y Rusia. No obstante,
hasta que este endoso no se delinee bien, España sigue con su obligación.
También
se ha intentado liberar a España de la responsabilidad de restituir, alegando
que para los indígenas, el oro no tenía valor económico, y por lo tanto, el
saqueo no representó una gran pérdida. Esto es cierto, pero de nuevo, no es
suficiente argumento. Un ladrón no queda excusado por el mero hecho de que la
mercancía que roba no es valiosa para la víctima. Si el propietario original es
legítimo, el ladrón tiene la obligación de restituir lo forzosamente adquirido,
aun si el bien en cuestión es insignificante al propietario original.
Frente
al fracaso de estos argumentos, entonces, parece inevitable tener que aceptar
que España debe restituir a Hispanoamérica el oro saqueado durante la
conquista. Pero, hay también dificultades en la contraparte.
¿Cuánto
oro se saqueó? No tenemos una idea clara. Y, aun si la tuviésemos, ¿cuánto debe
restituirse? Esta segunda cuestión se complica al tener en consideración
variables inflacionarias: seguramente, una onza de oro en el siglo XVI no
tendría el mismo valor que esa misma onza de oro hoy, si acaso una comparación
entre tantos siglos de diferencia es permisible.
Pero,
el principal problema de la pretensión de la restitución, es que estamos muy
lejos de tener seguridad de que los herederos de los saqueadores estarían devolviendo
el oro a los herederos de los legítimos propietarios. ¿Son los países
hispanoamericanos los herederos de los cacicazgos y civilizaciones
precolombinas cuyo oro fue saqueado? La mitología nacionalista de muchos de
estos países pretende hacer creer que sí, y en ese sentido, hablan del Perú
contemporáneo como una nación inca, de México como una nación azteca, de
Paraguay como una nación guaraní, etc. Pero, históricamente, este mito no se
sostiene. Las naciones hispanoamericanas fueron fundadas en su mayoría (y hoy
siguen siendo sus gobernantes) por blancos criollos herederos de los
saqueadores (no de los saqueados), y
hoy sus gobernantes siguen siendo herederos. Ni siquiera un país que
supuestamente hoy es gobernado por indígenas (como Bolivia), puede considerarse
heredero de los legítimos propietarios. Evo Morales podrá tener la piel morena,
pero como bien recuerda Álvaro Vargas Llosa, es un criollo más, en tanto
participa de toda una organización política derivada de España.
La
restitución del oro por parte de España podría, además, terminar con resultados
muy extraños. Un venezolano, hijo de inmigrantes españoles durante el régimen
de Franco, podría recibir riquezas por parte del Estado venezolano, las cuales pudieron
haber sido adquiridas mediante el pago compensatorio de España. A su vez, un
español, hijo de inmigrantes indígenas ecuatorianos, tendría que pagar
impuestos al Estado español, para que éste pague a Venezuela la deuda
procedente de la colonia. Así pues, ¡el descendiente de indígenas ecuatorianos
estaría pagando al descendiente de conquistadores españoles! La única forma de
evitar estas situaciones es teniendo un registro genealógico exhaustivo de
saqueadores y saqueados, para siquiera acercarse a intentar elaborar un sistema
de obligaciones. Y, ni siquiera en ese caso es viable, pues queda la dificultad
del mestizaje: ¿qué obligaciones o beneficios tendría un mestizo descendiente
de indígenas y españoles?
Así
pues, en términos estrictamente formales, España sí podría tener obligación de
devolver el oro a Hispanoamérica. Pero, a la hora de considerar la aplicación
práctica de esta obligación, se hace imposible. No hay forma real y objetiva de
hacer cumplir las obligaciones. Los hispanoamericanos debemos pasar la página, y
dejar de lado la obsesión con las venas abiertas de nuestra región.
Queda,
además, otro asunto que pocas veces es mencionado en estas discusiones. En la
retórica indigenista y demagógica hispanoamericana, siempre se evoca el lamento
por haber intercambiado el “oro por los espejitos”, como advertencia de que
pueden venir nuevas olas colonizadoras que pueden nuevamente afligirnos. Esto
es probablemente más un tropo literario, que una realidad histórica contundente
(aunque, por supuesto, sí hay crónicas de incidentes aislados, en los que tal
intercambio de oro por espejos sí ocurre).
Pero,
conviene detenerse a considerar ese intercambio. Si, como proclama la retórica
indigenista, los españoles consiguieron el oro intercambiándolo por espejitos,
entonces su adquisición del preciado metal vino de una legítima transacción
comercial, y en ese sentido, ¡no hubo saqueo! Insisto en que, probablemente, casi
no hubo esos intercambios: la historia de los incas llenando con oro una
habitación para que Pizarro no ejecutara a Atahualpa, es mucho más emblemática
del modo de adquisición del oro por parte de los españoles. Pero, sí da pie a
considerar que muchos supuestos crímenes colonialistas denunciados por los
demagogos hispanoamericanos, en realidad no son tales. Son sencillamente el
resultado de malas (pero libres) decisiones que se tomaron en el pasado, pero
de las cuales no podemos responsabilizar a la contraparte, sino sólo a nosotros
mismos.
alguien dijo: "lo bueno de ser blanco, nacido en latinoamerica y descendiente de inmigrantes europeos." esos son los verdaderos criollos, bueno? no se.
ResponderEliminarAsí es...
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ResponderEliminarpero al menos que pidan perdon y que se reconozcan los crimenes durante la conquista y posteriores a la conquista (de los cuales usted no ha escrito nada) como lo de las caucherias, que si leees sobre eso, lo que le hacian a los indios fue peor que todo lo que hicieron los nazis, y podria continuar la lista con el genocidio selknam y otras cosas (mi abuelo que en paz descanse, cuando trabajaba de jurista le toco hacer un levantamiento de cuerpos de unos indigenas que fueron masacrados por un terrateniente que se puso a jugar tiro con ellos). ya que el indigea asi este "aculturizado" siempre sera visto como inferior por las clases acomodadas (como sucede en colombia, mexico y otros). me acuerdo de un episodio de un programa mexicano que muestra casos de la vida real de una niña pobre de piel morenita que la pusieron a trabajar de empleada en una casa de ricos y le hicieron vivir un tremendo infierno y decir infierno es poquito; supongamos en un hipotetico caso de la vida real que usted es pobre y un ricachon lo acusa de robarse algo, lamentablemente como sucede muchas veces en la vida real a usted lo van a meter a la carcel asi sin nada por la acusacion de ese rico. Entonces ¿como quiere que no le de la razon a Galeano (aunque yo no niego que era un poco extremista)?¿como quiere que haya simpatia a europa si ellos civilizaron con armas y no con ciencia (en especial teniendo en cuenta que españa con la llegada de los reyes catolicos se se sumio en un atraso teocratico diferente a lo cosmopolita que era antes de eso)?. Si ellos hubieran venido amistosamente con voluntad de enseñar y aprender y si hubieran formado consensos e intercambios entonces el mundo seria diferente ¿no cree?
ResponderEliminarMe parece mas bien ingenuo, sin animo de ofender. El problema aquí es asumir una actitud victimista. Leyendo este articulo un español de pura cepa podría decir que sus antepasados se quedaron en España y no le hicieron daño a nadie, que son los descendientes de los criollos los que deben dar una disculpa y una compensación a los que son negros e indios de pura cepa. Lo que queda es aprender del pasado para no repetirlo, no usarlo como chantaje moral, ni emocional
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ResponderEliminarclaro borras todo lo que no te comviene españolete
ResponderEliminaraea
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