El
gobierno regional del Zulia ha prohibido en el 2013 la celebración de Halloween
en las escuelas públicas. El argumento es el mismo de siempre: Halloween es una
fiesta ajena a nuestra cultura, y su celebración representa un acto de sumisión
frente al imperialismo cultural.
Y,
por supuesto, el argumento se sigue aplicando de forma inconsistente: los
nacionalistas culturales están dispuestos a prohibir el Halloween, pero no
están dispuestos a renunciar al fútbol o al béisbol como actividades
recreativas (y, no perdamos de vista que el Halloween es también una actividad
recreativa), a pesar de que ambos deportes proceden de Inglaterra y EE.UU.
respectivamente, dos naciones habitualmente reprochadas por su imperialismo
cultural.
En
las escuelas públicas se prohíbe el Halloween por ser ajeno, y se incentivan
otras manifestaciones culturales bajo el alegato de que son auténticamente
nuestras. Los padres no pueden enviar a sus hijos disfrazados de brujas, pero
se les alienta a que sí los envíen con trajes típicos indígenas o criollos.
Todo esto, supuestamente, para enaltecer nuestra ‘cultura’.
Pero,
¿qué es la ‘cultura’? Es, como bien la definió el antropólogo E.B. Tylor en el
siglo XIX, “todo lo que el hombre hace”. Cuando un niño zuliano se disfraza de
bruja, no está asumiendo los valores de otra cultura. En tanto la cultura es
todo lo que el hombre hace, pues el hecho de que el niño participe de Halloween
es suficiente para aceptar que esa fiesta forma
parte de su cultura. En rigor, nadie participa de una práctica que procede
de una cultura ajena. El mero hecho de participar en esa práctica, la convierte
ya en parte de la cultura propia.
No
se ha hecho un referéndum sobre esto, pero tengo la fuerte sospecha de que la
abrumadora mayoría de los niños (y sus representantes) zulianos prefieren ir
disfrazados de brujas y vampiros, que vestidos con atuendos típicos indígenas y
criollos. Si los que disfrutan el Halloween no fueran la mayoría, no habría
tanto revuelo con la decisión del gobierno, y éste no se habría visto obligado
a prohibir la celebración de
Halloween en los colegios; sencillamente, lo hubiese dejado pasar, pues al
final, se habría tratado de una tendencia muy minoritaria. Así pues, Halloween no es ajeno a nuestra cultura, pues es
obvio que la mayoría de los niños zulianos favorecen esta fiesta.
Precisamente por esta razón, ha de advertirse
que la mayoría de los escolares en el Zulia tiene una cultura (aquella que
disfruta el Halloween), y el gobierno, de forma autoritaria, quiere imponerle
otra a la población. La mayoría quiere ir disfrazada de bruja, pero sólo se
cumple el deseo de la minoría que quiere ir vestida con trajes típicos
indígenas y criollos. Eso no puede ser llamado ‘democracia’.
El
error fundamental del gobierno está en creer que las culturas son esencias
fijas e inmutables. Esto fue una idea propia de los nacionalistas románticos
alemanes del siglo XIX: a su juicio, cada nación tiene un volksgeist, un espíritu del pueblo, y en función de eso, cada
gobierno tiene el deber de proteger la cultura nacional frente a las
intromisiones foráneas, para preservar la esencia de cada nación. Esta actitud
abrió (y sigue abriendo) paso a actitudes xenofóbicas. Y, debe denunciarse a
viva voz que la decisión del gobierno del Zulia es abiertamente xenofóbica: la
única razón por la cual se rechaza la celebración del Halloween, es porque se
trata de una costumbre de origen extranjero.
Frecuente
se elogia al nacionalismo, pero en realidad, es una de las doctrinas más
peligrosas que ha conocido la humanidad. La prohibición de Halloween en las
escuelas desea preservar la “venezolanidad”;
vale recordar que los esfuerzos por preservar la “germanidad” condujeron a los
más atroces crímenes del siglo XX.
Emplear
la coerción estatal para moldear la cultura hacia una u otra tendencia, en
detrimento del libre flujo de las preferencias culturales de la gente, es una
receta para la opresión. Si los padres zulianos están deseosos de que sus hijos
disfruten Halloween en las escuelas, el gobierno no tiene ninguna autoridad
moral para prohibírselo. El ser humano es libre de escoger la cultura que mejor
le plazca (siempre y cuando no genere daños a terceros), y quien quiere
interferir sobre ello, es un opresor. Impedir a una persona disfrutar algo, bajo
el alegato de que “no forma parte de su cultura”, es terrible. Cada quien debe
tener la potestad de decidir cuál es se cultura, sin que el Estado se la
imponga desde afuera. Por ello, vale citar acá la célebre frase de Ernest
Renan: “el hombre no pertenece a su lengua ni a su raza:
no se pertenece más que a sí mismo, puesto que es un ser libre, un ser moral”
y no olvidemos el caso de camboya y el asesinato de gente por usar lentes...los jeneceres rojos
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