La
técnica central de la propaganda consiste en simplificar ideas para divulgarlas
entre las masas, sin necesidad de mayor explicación. La repetición es también
un recurso propagandístico central (Joseph Goebbels infamemente sostenía que
una mentira repetida muchas veces se convertía en verdad). En este sentido, la
música es una actividad humana ideal para el éxito de la propaganda. Las líricas
de una canción pueden tener contenidos nefastos, pero si tienen un ritmo
contagioso, hay altas probabilidades de que las masas asimilarán el mensaje.
Todos
los gobiernos modernos utilizan alguna forma de propaganda, pero no todos lo
hacen al mismo nivel. Si un gobierno depende de un líder carismático, entonces
probablemente su nivel de uso propagandístico será mayor. Pues, el líder no
tratará de persuadir a las masas sobre la base de argumentación racional, sino
sobre la base de su carisma, y en eso, la propaganda es un gran aliado. Hugo
Chávez, el líder carismático de Venezuela, fue obviamente un gran
propagandista.
Como
Nerón y David, Chávez basaba buena parte de su liderazgo carismático en sus
propios cantos. Pero, a pesar de sus innegables habilidades comunicativas,
Chávez nunca fue un músico afinado. Así, hábilmente supo delegar en músicos
profesionales la labor de simplificar ideas y repetirlas.
La
agrupación puertorriqueña Calle 13 fue uno de los grandes aliados de Chávez en
esta afronta propagandística. En medio de líricas obscenas y ritmos
contagiosos, Calle 13 puso a la orden su talento musical para divulgar el
mensaje político de Chávez. La doctrina que Chávez defendió fue llamada el “socialismo
del siglo XXI”, pero Calle 13 no explotó demasiado este tema. Calle 13 destacó
más por su exaltación del nacionalismo latinoamericano (un tema siempre querido
por Chávez).
La
exaltación del nacionalismo garantiza siempre el movimiento de las masas en la
sociedad moderna. Y, al final, lo que realmente se busca en el negocio de la
música comercial contemporánea, es vender discos y llenar conciertos. Así,
Calle 13 encontró el camino fácil: en un inicio sus líricas trataban temas
sexuales (como la vasta mayoría de los reguetoneros), pero eventualmente,
descubrió que tenía el poder de mover más gente, si le recordaba a las masas lo
hermosa y gloriosa que es su nación.
El
peligro del nacionalismo, por supuesto, es que conduce muy rápidamente a la
xenofobia. La nación es un invento de la mente humana, una construcción social.
Y, así, para evocarla, el nacionalista continuamente debe inventar mitos. El
mito nacionalista debe construirse sobre la base de una supuesta pureza que
emerge de aquello que los románticos alemanes del siglo XIX llamaron el ‘volksgeist’, el espíritu del pueblo. La
nación, para poder existir como concepto, debe ser culturalmente pura, y estar
libre de contaminaciones foráneas. No resulta difícil, entonces, comprender por
qué, tarde o temprano, el nacionalista exalta a su nación en detrimento de otras, y busca expurgar de su nación aquello que,
en su imaginación, no encaja con el supuesto ‘carácter nacional’. De la
agitación nacionalista, brota así la xenofobia.
Calle
13 hace explícitamente esto en una de sus canciones más famosas, La perla. La canción, en típica vena
nacionalista, describe bucólicamente el terruño de origen de los cantantes. Pero,
en su exaltación del paisaje de su tierra, añade:
“Un arco iris con sabor a piragua,
gente bonita rodeada por agua
Los difuntos pintados en la pared con
aerosol…
Y los que quedan jugando basquetbol,
Un par de gringos que me dañan el
paisaje
Vienen
tirando fotos desde el aterrizaje…”
Los gringos estropean el paisaje. Para
que la nación conserve su integridad, no puede haber gringos. Los judíos
también estropearon el paisaje de la gran nación germana en los años 30 del
siglo pasado… y ya sabemos cómo terminó aquello. El nacionalismo busca siempre
la pureza (no necesariamente racial o étnica, pero sí la pureza nacional), y eventualmente, siempre se queja de que
algún elemento de origen foráneo “daña el paisaje”. El nacionalismo es, más que
un fenómeno político, un fenómeno estético. El nacionalista ve a su nación como
una obra de arte, la cual corre el riesgo de hacerse fea si es contaminada por
alguna impureza extranjera.
Hay en América Latina una larga
tradición de música protesta en contra del imperialismo norteamericano. Esta
tradición es perfectamente comprensible y legítima. Simpatizo con que un
cantante latinoamericano entone “Yankee,
go home!” a un marine gringo. Esta protesta obedece a motivos políticos. Pero,
el nacionalismo antiamericano cultivado por Calle 13, y que cada vez prospera
más entre los líderes populistas latinoamericanos, trasciende lo político, y va
a lo cultural. Ya no se canta contra el marine que viene a invadir con
armamento; ahora también se canta contra el turista extranjero que viene
pacíficamente a conocer otras latitudes y que, incluso, posiblemente quiera
aprender cosas de la cultura local.
Durante las tensas relaciones que se han
vivido con EE.UU. en los últimos catorce años, el gobierno venezolano ha tratado de insistir
en que su querella no es contra el pueblo norteamericano, sino sólo contra su
gobierno. Pero, ese mensaje es una farsa. La propaganda nacionalista ha
exaltado el odio al mismo pueblo norteamericano, por el mero hecho de ser
norteamericano. No se entonan solamente líricas contra la proliferación de
bases militares en el mundo entero, sino también contra su gastronomía; por ejemplo,
esta lírica del argentino Piero procedente de su canción Los americanos: “de mandíbulas grandes, de tanto mascar chicles”.
Con esta creciente xenofobia, el reclamo legítimo por las acciones
imperialistas de EE.UU. sobre nuestra región perderá aliados en el mundo. Es
hora de rectificar.
De acuerdo en la idea central del artículo, Gabriel, sin embargo, hay una parte que me dejó los ojos a cuadros cuando la leí:
ResponderEliminar"Las líricas de una canción pueden tener contenidos nefastos, pero si tienen un ritmo contagioso, hay altas probabilidades de que las masas asimilarán el mensaje."
¿En qué te basas para aseverar esto?
Un saludo,
-D
Hola David, muchos estudios sobre la propaganda confirman que, si un mensaje se coloca con acompañamiento musical, cala bien entre las masas. Una canción puede invitar al racismo, a la homofobia, a la superstición, y a demás barbaridades que el común de la gente no aceptará; pero si tiene un ritmo contagioso, hay más probabilidades de que la gente acepte el mensaje.
EliminarRecuerdo haber leído en "De avanzada" que una vez fuiste a un concierto de Ska-P, pero que no te gustaba el mensaje de la canción que le dedicaron a Chávez. Pues bien, te aseguro que muchos uribistas que no tienen tu formación académica, odiarán a Chávez, pero al bailar al son de esa canción, luego ya no sentirán tanto odio por Chávez...
Disonancia cognitiva puede servir como explicación Gabriel. Creencia 1: música, baile, actitud, es igual a: todo de la canción es bueno. Creencia 2: el mensaje me parece malo. A la final, para seguir disfrutando la canción, se justifica la creencia 1, y se ignora o minimiza la creencia 2 como diciendo, el mensaje no es tan malo después de todo.
EliminarHola, sería bueno que citaras solo algunos de los "muchos estudios sobre propaganda" que mencionas en la respuesta a David Osorio. Digo para no creer que tratas de legitimar tus argumentos con una referencia a una presunta evidencia científica que no presentas.
ResponderEliminar"Los persuasores ocultos", de Vance Packard, es un libro clásico sobre este tema.
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