El Papa Francisco I parece tener una
suerte de obsesión con lavar los pies a la gente. No se requiere de demasiada
suspicacia para darse cuenta de que esto es una llana estrategia populista.
Plenitud de políticos tragan grueso para acercarse a las masas apestosas, y
presumo que muchos hacen un cálculo utilitarista: invierten un poco en
situaciones incómodas en actos meramente simbólicos, pero alcanzan a ver el
enorme capital propagandístico que se deriva de esas breves acciones.
¿Realmente
se van a resolver los problemas del mundo cuando un Papa lava los pies a la
gente? Francisco I tiene el claro objetivo de presentarse a sí mismo como el
pontífice amigo de los pobres, supuestamente desinteresado en la ostentación de
las enormes riquezas del Vaticano. Un viejo truco de los políticos (sobre todo
de los socialistas) ha sido pretender ser pobre, para llegar a ser rico. Y, el
símbolo al cual acude Francisco I, por supuesto, procede de una antigua
tradición, atestada en el evangelio de Juan
(13: 1-17), en la cual Jesús, en suma muestra de humildad, lava los pies a
sus discípulos.
En
el contexto de la Palestina
del siglo I, lavar los pies a otras personas era una clara forma de
subordinación social (en aquel mundo polvoriento y miserable, era harto común
ensuciarse los pies, de forma tal que los acomodados socialmente habitualmente
requerirían el servicio del lavado de los pies). Y, esta acción simbólica, tiene
amplia correspondencia con el ministerio de Jesús. Jesús causó escándalo reuniéndose
con prostitutas, publicanos, y tantos otros personajes despreciados por la
sociedad, y su prédica (probablemente como parte de una firme creencia apocalíptica)
consistía en señalar que, en el Reino de Dios, los últimos serán los primeros,
y que sería una suerte de sociedad desprovista de jerarquías sociales. Los
excluidos serían reivindicados, y en buena medida, eso explica la inclinación
de Jesús a presentarse a sí mismo como excluido (seguramente sí lo era, en
tanto artesano galileo).
El
Vaticano es continuamente reprochado por acumular riquezas y no entregarlas a
favor de los pobres. Presumo que la acción simbólica de Francisco I pretende
amortiguar un poco esta crítica. Y, entre algunos sectores del catolicismo, se
ha conformado la imagen de Francisco I como un Papa que, a diferencia de sus
antecesores, sí está dispuesto a acercarse a los pobres y, quizás, en un futuro
no muy lejano, entregue las riquezas.
Pero,
así como Francisco I acude a los evangelios para hacer despliegue simbólico de
su supuesta humildad y pobreza al lavar los pies, podría también acudir a otro
episodio similar narrado en los evangelios, a fin de argumentar que es necesario preservar las riquezas del
Vaticano. En el episodio de Juan 13,
ciertamente Jesús se asoma en condición de siervo al lavar los pies a los discípulos.
Pero, en Marcos 14 (y paralelos), se
narra que una mujer derramó un frasco de perfume sobre la cabeza de Jesús (en
la versión de Lucas, la mujer lo
derrama sobre sus pies y los limpia). Algunos seguidores de Jesús se indignaron,
y se quejaban de que el lujo del perfume se pudo haber usado para ayudar a los
pobres. Éste, por supuesto, es el mismo argumento de quienes exigen al Vaticano
entregar sus riquezas para alimentar a los desamparados.
Cabría
esperar que Jesús, el campeón de los pobres, daría razón a los discípulos que
se quejan del despilfarro. Pero, en vez dice: “En verdad les digo, donde quiera
que se proclame el evangelio, en todo el mundo, se contará también su gesto y
será su gloria” (Marcos 14: 9). Jesús
está dispuesto a hacer algunas excepciones, y permitir ciertos lujos para
proclamar la gloria del evangelio. Pues bien, bajo esta premisa, no veo por qué
Francisco I no puede usar el mismo argumento, y decir que todas las riquezas
que el Vaticano atesora, sirven para la gloria del cristianismo.
Esto
debería ser indicativo de que, unos textos escritos hace veinte siglos no
pueden servir mucho de guía para resolver los problemas contemporáneos. Ciertamente
es debatible el alcance de las obras de caridad en el mundo (es necesario
prestar socorro a los desamparados, pero no de forma desmedida, pues eso podría
generar demasiada dependencia). Pero, para resolver este debate, no sirve de
gran cosa acudir a este o aquel pasaje de los evangelios, ni tampoco realizar
meros actos simbólicos que, en realidad, sirven más como propaganda demagógica,
que como verdadera reforma de las condiciones de explotación en el mundo.
Yo también lo veo como un gesto propagandístico, y es lo que ocurre con las figuras públicas ne general: deportistas, artistas, gobernantes, bancos y otras instituciones que hacen campañas y donaciones en favor de los pobres y enfermos no porque realmente les importen, sino porque les deparan popularidad, de ahí que lo hagan públicamente, ante las cámaras.
ResponderEliminarSí, aunque, por supuesto, no estamos dentro de la cabeza de ellos como para saber si aquello es genuino o no.
EliminarPero pueden hacerlo perfectamente en privado.
ResponderEliminarFrancisco, no Francisco I
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