El
Apocalipsis es probablemente el libro
bíblico que más vergüenza genera a los cristianos. No en vano, en las fases
tempranas del cristianismo, cuando aún no estaba definido el canon de la Biblia, hubo mucha resistencia a que Apocalipsis fuese considerado un libro revelado.
Los
motivos de esta resistencia son obvios. Allí donde los evangelios presentan un
buen flujo narrativo, y Jesús aparece como un predicador carismático y afable
(aunque, en algunos rincones también es bastante fiero en su prédica
apocalíptica), Apocalipsis está
cargado con imágenes terribles y violentas, es fácil perderse en la narrativa
(pues, en opinión de muchos, parece más bien una pesadilla o un relato de un
psicótico). Además, el Jesús apacible está ausente: Jesús más bien aparece como
un guerrero montado sobre un caballo blanco, de cuya boca (la de Jesús) emerge
una espada de doble filo, dispuesto a matar a los paganos.
Algunos
cristianos, en vez de sentir vergüenza, se han deleitado con las fantasías
morbosas del Apocalipsis. Del mismo
modo en que Juan de Patmos (el autor del texto) fantaseó con la destrucción de
sus enemigos, hoy un sustancioso número de fundamentalistas y evangélicos
procedentes de grupos protestantes, también ha desarrollado fantasías de
aniquilación de sus adversarios. Y, así, suelen leer el Apocalipsis como una descripción literal de los terribles acontecimientos
que sobrevendrán. Bajo esta perspectiva, el Apocalipsis
es una profecía en el sentido primario del término; a saber, una predicción
de los eventos futuros.
Pocos
de estos intérpretes creen que absolutamente todos los detalles reseñados en Apocalipsis
se cumplirán. Que yo sepa, ni siquiera los fundamentalistas más radicales
opinan que, al final de los tiempos, aparecerá literalmente una bestia con diez
cuernos y siete cabezas. Pero, sí ha sido frecuente que los intérpretes con
inclinaciones literales encuentren descripciones que, con un poco de
imaginación, se ajusten a eventos contemporáneos o escenarios más plausibles
para el futuro. Por ejemplo, Hal Lindsey (uno de los autores que más popularizó
el entendimiento del Apocalipsis como
profecía del futuro) opina que la mención de escorpiones en Apocalipsis 9, en realidad es una
referencia a los helicópteros cobra (cuya forma tiene algún parecido con la
silueta del escorpión), que serán empleados por los ejércitos en la
confrontación final.
Con
este principio hermenéutico, ha sido habitual ajustar las figuras apocalípticas
más emblemáticas, a eventos contemporáneos y futuros más plausibles. La ramera
de Babilonia no irá montada sobre la bestia de siete cabezas, pero sí será una
mujer oriunda del actual Irak; el Anticristo (una figura que, en realidad, no
es mencionada en Apocalipsis)
impondrá su marca no propiamente en la frente o las manos de la gente, pero sí
los obligará a llevar un tatuaje o algo parecido, etc.
Un
segundo grupo de cristianos resiente este tipo de interpretación. A su juicio,
los intérpretes literales hacen violencia al texto, al despojarlo de su
contexto y convertirlo en un manual de anuncios de eventos futuros. Al hacer
esto, opinan, se está dejando el verdadero espíritu en el cual Juan redactó su
enigmático libro, y se pierde el contenido de valor que hay en él.
Para
estos cristianos, Apocalipsis es más
bien una visión presentada en simbolismos, la cual ofrece profundas verdades
espirituales. En la época durante la cual Juan escribió, proliferaba la
literatura apocalíptica, la cual, lo mismo que Apocalipsis, presentaba visiones con simbolismo muy extraño, pero escudriñando
el contexto de la época, resulta más plausible entender que la mayoría de esos
símbolos se refieren a situaciones concretas de aquel momento.
Bajo
esta interpretación, Apocalipsis es
un texto que evoca resistencia y esperanza ante la opresión. Seguramente Juan
fue contemporáneo de la persecución por parte del emperador Domiciano, y a lo
largo de Apocalipsis, hay códigos que
sirven como referencia al poder imperial romano. 666, el número de la bestia,
es en realidad una referencia al emperador Nerón (a partir del sistema de
enumeración de letras hebreas); “Babilonia” es en realidad el poder imperial de
aquel momento, Roma. Pero, los símbolos no sólo hacen referencia a elementos
concretos de aquel contexto, sino que sirven también para los lectores de todas
las épocas. “Babilonia” y el resto de referencias al poder romano son también
códigos que se refieren a toda situación de opresión. Y, por ello, estiman
estos intérpretes, Apocalipsis ciertamente
es un libro escrito en un contexto muy específico, pero tiene mucho que decir a
los lectores de todas las épocas: de la misma forma en que Apocalipsis narra una batalla entre Cristo y Satanás, hay en
nuestras vidas una oposición entre moralidad e inmoralidad, y Apocalipsis nos ofrece aliento para
sobreponer las dificultades.
Mi
opinión es que ambas posturas tienen un germen de verdad, pero ambas están
también equivocadas. Los fundamentalistas se equivocan, por supuesto, en creer
que un oscuro místico del siglo I tuvo la capacidad de predecir eventos que,
presumiblemente, llegarán en el siglo XXI. Los intérpretes más inclinados hacia
la hermenéutica ‘espiritual’ tienen razón en afirmar que muchos de los símbolos
empleados por Juan hacen referencia a situaciones concretas del contexto de
persecución del siglo I.
Pero,
en su hermenéutica ‘espiritual’ de Apocalipsis,
estos intérpretes suelen insistir en que Juan no tuvo realmente intenciones
predictivas en su texto. Bajo esta interpretación, Apocalipsis es un texto para enriquecer espiritualmente al lector,
pero no para anunciar eventos futuros. Yo discrepo de esa opinión. Juan estuvo
inmerso en un contexto de altísima expectativa escatológica. Un sustancioso
número de judíos (de los cuales emergieron los primeros cristianos) tenían la
expectativa de que el mundo se acabase, literalmente,
en medio de cataclismos, y Dios interviniese para poner fin a la opresión
imperial romana. Unos años antes de que Juan escribiese Apocalipsis, Jesús, Juan el Bautista, Teudeas, José el egipcio y
tantos otros, habían encabezado movimientos con altas expectativas
apocalípticas. No hay motivo para pensar que Juan de Patmos no siguiese esta
tendencia.
Ciertamente
Juan jugó con muchos elementos que son referencias simbólicas a personajes y
situaciones de la época. Presumo que Juan no esperaba que, literalmente,
apareciera una bestia con siete cabezas y diez cuernos, sino que esas siete
cabezas posiblemente sea referencia a los siete reyes de Roma, o a las siete
colinas de la ciudad imperial. Pero, ello no implica que Juan no creyera que,
más pronto que tarde, empezasen los cataclismos que marcarían la pauta para la
intervención de Dios.
En
vista de que el fin del mundo no llegaba, las sucesivas generaciones de
cristianos trataron de mitigar los elementos apocalípticos que permean los
textos del Nuevo testamento. Y, así,
añadieron elementos que tratan de espiritualizar la prédica apocalíptica. Eso
explica por qué Jesús, en algún rincón anuncia que su generación no pasará
antes de que empiecen a suceder los cataclismos (Marcos 13: 30 y paralelos; probablemente un dicho original), pero
en otro rincón, espiritualiza su prédica apocalíptica y dice que “el Reino de
Dios está en ustedes”, (Lucas 17: 21,
probablemente un dicho añadido posteriormente).
Esta
tendencia a mitigar el mensaje apocalíptico se ha manifestado en la
interpretación ‘espiritual’ de Apocalipsis.
En vista de que el fin del mundo no ha llegado, se ha asumido que Apocalipsis no es propiamente un anuncio
sobre el inminente fin del mundo, sino una expresión alegórica de una suerte de
cruzada espiritual. Pero, eso es sencillamente ignorar los hechos históricos: Juan,
como cabría esperar de alguien en su contexto, creía que Dios irrumpiría en
cualquier momento en medio de cataclismos. Seguramente no creía que esto
ocurriría con los detalles que él ofreció, pues bien más expresó muchos
detalles con una intención simbólica. Pero, me parece, no pretendió que su
texto sirviese como guía espiritual para todas las épocas; antes bien, tenía la
expectativa de que una nueva época se inauguraría, con la irrupción inminente
de Dios para reivindicar al oprimido y aplastar al opresor.
De acuerdo en todo en todo lo que dices, pero por mucho que Juan pudiera estar "convencido" de que el fin del mundo estaba próximo, no me parece probable que él creyese en lo que escribió, porque sus "profecías" adolecen exactamente del mismo tipo de vaguedad que, por ejemplo, las de Nostradamus, quien sabía muy bien lo que hacía. Quiero decir, que no pensaba en nada concreto al escribir "siete", "666" o "144.000".
ResponderEliminarSí, exacto. 666 es obviamente Nerón, los 144.000 son un número simbólico derivado de las doce tribus de Israel, etc. Pero, mi argumento es que no todo es alegoría en este libro. El Apocalipsis no es, como a veces lo interpretan los teólogos más liberales, una inspiración para un conflicto espiritual interno. Juan sí creía que el mundo se acabaría, y que pronto vendrían catástrofes.
EliminarRecibido, y entendido, je je je...
ResponderEliminarLAS COSAS ESPIRITUALES SE ENTIENDEN CUANDO HAY COMUNIÓN CON DIOS.
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