¿Hay golpes de Estado legítimos? En rigor, sí, pero sólo si el gobierno
derrocado es ilegítimo, y el golpe en cuestión cuenta con el evidente aval popular.
¿Fue el gobierno de Mohammed Morsi ilegítimo? No lo creo. Morsi llegó
democráticamente al poder, por primera vez en la historia de Egipto.
Ciertamente, la acción de los militares egipcios cuenta con un respaldo
sustancioso en la población. Pero, el hecho de que una multitud se congregue en
la plaza central de El Cairo no es
suficiente garantía de que el pueblo mayoritariamente respalda el golpe
militar. La única manera de saber cuán mayoritario es el rechazo a Morsi es una
elección popular. Y, por eso, la preservación de la democracia habría requerido
respetar los tiempos electorales.
Morsi llegó al poder democráticamente, pero obviamente, eso no lo
convierte en un demócrata. Durante su breve gestión, suprimió algunos poderes y
tomó medidas autocráticas. Pero, Morsi no eliminó la posibilidad de salir del
poder por vía democrática. Y, en ese sentido, el golpe de Estado que se le dio,
me parece, es ilegítimo, pues aún quedaba la alternativa democrática de
suplantarlo respetando los tiempos electorales.
El factor de mayor peso en todo este asunto, no obstante, es la amenaza
salafista. Crece en el mundo islámico un sector de gente que quiere regresar a
los códigos jurídicos de la
Arabia del siglo VII. Un sistema político como ése sería
incompatible con la democracia: se violarían las más elementales libertades
civiles, las mujeres quedarían oprimidas, las minorías religiosas sufrirían
persecución, se impondrían castigos inhumanos y, probablemente, no habría
elecciones libres. Pero, aun si el salafismo sería incompatible con la
democracia, ¿qué hacer si los salafistas llegan democráticamente al poder?
Enfrentamos acá la paradoja: si no se permite asumir el poder a un
partido que acumule el mayor número de votos, se estaría suprimiendo la
democracia. Pero, si se permite que los salafistas lleguen al poder (aún si lo
hacen por vía electoral), se estaría vulnerando la democracia, pues el programa
de los salafistas es claramente antidemocrático.
Ésta es la paradoja que, desde Alexis de Tocqueville, se han planteado los
críticos del liberalismo: la democracia corre el riesgo de convertirse en la
“tiranía de las mayorías”, y si no hay mecanismos correctivos (los cuales
pueden resultar en sí mismos anti-democráticos, como un golpe de Estado), se
corre el riesgo de que la democracia cívica quede aniquilada. Las leyes de
Nuremberg se aprobaron por vía legal, y contó con el aval de la mayoría del
pueblo alemán. ¿Debió por ello respetarse la voluntad popular de los alemanes?
La respuesta más sensata pareciera ser “no”: algún poder interno o externo
debió intervenir para interrumpir la voluntad popular, pues esa voluntad estaba
violentando los derechos más elementales de una minoría.
Egipto enfrenta un dilema similar. Los Hermanos Musulmanes se han valido
del sistema democrático, pero claramente, su ideología política conduce al
final de la democracia. Con todo, me parece que el caso de Egipto no es tan
extremo como el de la
Alemania de los años treinta, y en función de ello, la
intervención de los militares para derrocar a un gobierno democráticamente
electo, es torpe. La democracia en los países árabes es demasiado joven.
Ciertamente la ideología islamista es peligrosa, pero si tras las primeras
elecciones libres en la historia de Egipto, los militares derrocan al partido
vencedor, entonces la democracia egipcia no puede echar raíces firmes. Si de
verdad los egipcios están dispuestos a asumir un compromiso con la democracia,
deben respetar la voluntad de la mayoría electoral, aun si ésta elige a un
gobierno con claras tendencias anti-democráticas.
En el Magreb, hay peligrosos antecedentes de golpes militares en contra
de partidos islamistas democráticamente electos. El más trágico de todos es
Argelia. En 1991, el Frente de Salvación Islámica se perfilaba como el partido
ganador en las elecciones. El Frente de Liberación Nacional (la organización
secular que logró la independencia), con el apoyo de los militares, dio un
golpe y canceló las elecciones, pues se temía que llegara al poder un partido
fundamentalista. El Frente de Salvación Islámica respondió por la vía violenta,
y se dio origen a una guerra civil que se prolongó por más de una década.
Egipto debería verse reflejado en el espejo argelino. El mero hecho de
que grandes multitudes estén ahora en la calla celebrando no es garantía de que
los Hermanos Musulmanes no organizarán una resistencia armada para enfrentar el
derrocamiento ilegítimo de un gobierno que llegó democráticamente al poder. Y,
el mismo sacrificio debe hacerse con Hamas en Gaza: si bien es una organización
fundamentalista repugnante, la voluntad popular palestina se manifestó a su
favor. Si pretendemos que la democracia siente sus bases en el Medio Oriente,
debemos estar dispuestos a respetar las decisiones de los colectivos. No
podemos, por supuesto, dejar de vigilar sus abusos, de la misma forma en que no
se debió permitir a Hitler avanzar en sus agresiones internas, bajo la excusa
de que sus acciones contaban con el aval del pueblo alemán. Pero, en el
entretiempo, debemos estar dispuestos a tolerar un poco más el gobierno de
partidos repugnantes que, lamentablemente, han sido elegidos por las mayorías
de sus respectivos países.
Gabriel, sobre lo que dices de "Crece en el mundo islámico un sector de gente que quiere regresar a los códigos jurídicos de la Arabia del siglo VII." Te comento que en esto, los salafistas partidarios de esa postura están haciendo una hermenéutica a pesar de sí mismos: están REINVENTANDO el pasado. Me explico: así como los escoceses hoy usan diversos kilts con diferentes tramas del tartán, porque supuestamente eso sigue una tradición antiquísima que viene de los celtas, la verdad del asunto es que el kilt ese es una reinvención del siglo XVIII y sobre todo del siglo XIX de una prenda antigua: no es ni la trama que supuestamente se usaba, ni la forma, ni el largo, ni los colores, etc., etc., etc., una reinvención es una re-ideación de algo, en este caso, del pasado. ¿Otro ejemplo más cercano? Nuestro traje típico, el Liqui-liqui. No es para nada un traje netamente venezolano ni originario de aquí, sino una chaqueta importada del sur de la India que los ingleses trajeron por toneladas a Venezuela durante el siglo XIX.
ResponderEliminar¿Qué quiero decir con esto?
Los salafistas no estudian de verdad las costumbres y formas de vida del siglo VII, en que vivían Mahoma y sus compañeros. Si lo hicieran, verían que ese mundo que imaginan no es lo que piensan. No todas las mujeres usaban velo, ni todo el tiempo. Y ciertamente, tenían un protagonismo que, en proporción a la actualidad, era casi mayor que ahora.
Los salafistas han inventado un pasado a su gusto, de manera parecida a como la televisión de los 50s inventó un lejano oeste a su gusto, con vaqueros delgados y atléticos, limpios y sin bigote. Pero ni los vaqueros eran así, ni los árabes de la época del profeta eran como ellos creen. Pero ándate tu a convencerlos. Son muy tercos.
Hola profesor, gracias por su comentario. Supongo que ocurre algo parecido acá con los "paraísos precolombinos": una cosa es cómo imaginan los chavistas cómo era América antes de que viniera Colón, y otra muy distinta es cómo era en realidad. Sí, yo he escuchado y leído a mucha gene sostener que, la Arabia del siglo VII no era la sociedad brutal que esta gente quiere inventar...
EliminarNo me queda claro ¿hay que derrocar a un gobierno que democraticamente elegido que viola la democracia o el echo de que ese gobierno sea de origen democratico lo inmuniza para hacer lo que quiera?.
ResponderEliminarMi opinión es que, en el Medio Oriente, hay que darles oportunidad a esos gobiernos anti-democráticos (pero elegidos democráticamente). Rara vez ha habido elecciones libres en el mundo árabe, y si pretendemos que ahí exista un sistema democrático, no podemos derrocar a un gobierno que es elegido por el pueblo. Los árabes desconfiarán de las elecciones libres si, después de elegir a un gobernante, los militares lo tumban.
EliminarEl actual caso Egipto es muestra de lo traumático pero necesario que es la comprensión e internalización consciente y no forzada de las delicias de la democracia. En ésto concuerdo con el autor de la nota. Hay que 'sufrir' las implicaciones de la paradoja hasta que la misma realidad la disuelva. Si no se transita por esta extraña situación de saber que el que gana las elecciones democráticamente, eventualmente mancillaría o liquidaría las incipientes muestras de vida democracia una vez estando en el poder, jamás se consolidaría uno de sus elementos esenciales constitutivos: elecciones libres, secretas y transparentes. Espero que a lo interno de esta sociedad la propia consciencia democrática logra erigir mecanismos más o menos sólidos de contrapesos frente a las agresiones directas o simbólicas que pueden acometer grupos fundamentalistas en contra de ella. Ya Aristóteles sostenía que no era el mejor sistema político, pero al diablo con él. Ésta es la única forma de gobierno que puede dar cuenta de la pluralidad ontológica de intereses de seres vivos, racionales y pensantes que mientras respiran, aspiran (políticamente)
ResponderEliminarSí, pero por supuesto, yo pondría un límite. Si llega un Hitler democráticamente al poder (como más o menos ocurrió en Alemania), habría que intervenir.
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