Ayer se celebró el día de la
independencia en Colombia. Como suele ocurrir cada vez que un país
hispanoamericano celebra su independencia, muchos grupos de izquierda soltaron
la pregunta retórica: ¿somos realmente independientes? La asunción tácita, por
supuesto, es que no hay nada que celebrar, pues en realidad no somos
independientes.
Pero,
vale preguntar, ¿de quién dependemos? En el entendimiento de estos grupos, dependemos
de las grandes trasnacionales que han penetrado nuestros países. Así, hace
doscientos años ciertamente firmamos un papel que decretaba el nacimiento de
nuevos países, y el cese de la soberanía de España sobre estos territorios.
Pero, aquello fue un mero gesto simbólico. Pues, si bien somos nominalmente
independientes, aún estamos sujetos a la opresión del capital extranjero. Puede
ser que tengamos un curul reservado en la ONU, pero el presidente de la Coca
Cola nos sigue gobernando.
Estas
ideas tuvieron su formalización académica en la obra de Samir Amin, uno de los
más importantes teóricos del postcolonialismo. Según su tesis, a partir de la
segunda mitad del siglo XX, los poderes coloniales ya no tenían la capacidad ni el interés de dominar
directamente a sus súbitos mediante la fuerza. Pero, el colonialismo asumió una
forma más sutil, el neocolonialismo, el cual se manifiesta a través de una
relación de dominio económico.
Estas
ideas han tenido una representación gráfica muy elocuente. Hay plenitud de pósters propagandísticos que han
pretendido equiparar la llegada de Colón y la conquista de América, con la
llegada de las trasnacionales y la globalización. En muchas de estas
representaciones, Colón y los conquistadores no llevan sus banderas con los
escudos de Castilla, León y Aragón, sino con los logos del BBVA, Repsol o
Movistar.
Si
bien estos pósters son muy
ingeniosos, tienen un gran potencial para la distorsión. En primer lugar, jamás
podrá ser moralmente equivalente una relación de saqueo y conquista forzada
(como la que inauguró Colón), con una relación de libre intercambio comercial
(como la que adelantan las trasnacionales). Colón y sus secuaces llegaron a
depredar y esclavizar. En cambio, las trasnacionales llegan a ofrecer capacidad
técnica para que, en conjunción con la materia prima y la fuerza laboral local,
se genere un producto que beneficie a ambas
partes. Samir Amin y sus seguidores están acostumbrados a asumir que el
comercio es un juego de suma cero, donde la ganancia de uno es cosustancial a
la pérdida de otro. Pero, por regla general, esta asunción es errada. El
comercio tiene la capacidad de beneficiar a ambas
partes: las trasnacionales generan ganancias, pero nuestros países también.
Y, si rechazáramos a las trasnacionales, nuestra condición no mejoraría, pues
tendríamos plenitud de materia prima y fuerza laboral, pero ninguna posibilidad
de aprovecharla. Colón y la fuerza bruta no nos resultaron beneficiosos. Pero,
el comercio siempre resulta beneficioso, en tanto termina por satisfacer a
ambas partes (pues, precisamente, el hecho de que entren en la relación
comercial es evidencia de que ambas partes buscaron su satisfacción, de lo
contrario, no habrían aceptado la relación consensuada).
De
hecho, es mucho más plausible razonar que las relaciones comerciales sirven como
prevención frente a la explotación y la violencia. Cuando un poder busca
hacerse rico, el cálculo racional lo conduce a comprender que es mucho más
productivo y ventajoso comerciar, en vez de dominar por la fuerza. Adam Smith
entendió esto muy bien: en el debate sobre la independencia de las colonias
norteamericanas, argumentó que Inglaterra se haría más rica si comercia con los
norteamericanos, en vez de intentar dominarlos. Y, Frederic Bastiat coronó el
argumento, cuando sostuvo que, si las mercancías no cruzan las fronteras, los
ejércitos lo harán.
Aquellos
que alegan que los días conmemorativos de las independencias hispanoamericanas
no hay nada que celebrar, en realidad desean una autarquía. Una ‘autarquía’ es
un sistema de total auto-suficiencia. Ciertamente, en un país autárquico, nada
es importado, y en ese sentido, hay independencia total. El gobierno no rinde
cuentas a ningún otro país, ni a ninguna trasnacional. Las autarquías están
libres de las malvadas Nike, Microsoft y McDonalds.
¿Es
esto el paraíso terrenal prometido por los teóricos del postcolonialismo? El
país más emblemáticamente autárquico actualmente es Corea del Norte. Es la
nación más aislada del mundo, y seguramente, aquella que mejor protegida está
frente a la intrusión de las grandes trasnacionales. Kim Il Sung aseguró la
independencia total de su nación. Y, el contraste con Corea del Sur es
impactante: la Corea capitalista ha sido intensamente penetrada por las
trasnacionales, y ciertamente está muchísimo más sujeta a las influencias
políticas, económicas y culturales extranjeras. Corea del Norte ha consolidado
su independencia, Corea del Sur es dependiente de Occidente en todos los
sentidos. ¿El resultado de esta disparidad de relaciones de dependencia? Corea
del Sur alcanza niveles altos de prosperidad y desarrollo humano, mientras que
Corea del Norte atraviesa terribles hambrunas, y una brutal dictadura
estalinista.
El
comercio internacional y la globalización ciertamente obstruyen la
independencia. Pero, para generar prosperidad y garantizar la paz, necesitamos
mantener interdependencia comercial. Por ello, el Tratado de Libre Comercio ciertamente
despoja de independencia a Colombia, pero contribuye al desarrollo de ese país.
Es óptimo celebrar la independencia política de una nación frente al yugo
opresor de un poder extranjero. Pero, pretender, en nombre de la independencia,
obstaculizar el flujo de las mercancías y las relaciones comerciales, es
realmente aspirar a una autarquía.
No estoy totalmente de acuerdo. Es cierto que la completa independencia económica genera pobreza. Pero aquí en Colombia han habido muchísimas protestas del sector cafetero que están en crisis entre otras por las importaciones de café. El comercio no siempre genera beneficio para las personas de las dos naciones que lo hacen.
ResponderEliminarLa importación del café propicia que, si la industria colombiana no es productiva, los industriales se manejen en rubros que sí resulten competitivos. El sistema de subsidios, impuestos y tarifas, contribuye a la distorsión, en la medida en que mantiene respirando a una industria ineficiente.
EliminarEl sector cafetero fue intervenido y protegido durante años, sus ahorros fueron quitados por el Estado directamente a los caficultores y luego dejados a su suerte.
ResponderEliminar¿Qué sucede? No aprendieron a responder ante el fracaso, confiaron en el Estado de Bienestar, y además de fracasar, los tumbaron.
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¿Y si el producto Colombiano hubiera sido la Parafina? Si, la de las velas.
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Totalmente de acuerdo. El libre comercio presiona a favor de la eficacia y la productividad. El proteccionismo favorece el fracaso.
EliminarComulgo punto por punto. La compararción entre Colon y las multinacionales es desafortunada, simplista, pueril, hippie.
ResponderEliminarAsí es. Hay multinacionales perversas, supongo, pero la comparación es pueril.
Eliminar"Colón", quise decir, naturalmente.
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