sábado, 6 de julio de 2013

Los secretos de Fátima, basura apocalíptica católica




El mundo católico no es tan proclive a la mentalidad apocalíptica, como sí lo es el mundo protestante. Cierto, hubo en la Edad Media (cuando Europa Occidental era casi totalmente católica y los protestantes aún no existían) gente perturbada como Joaquín de Fiore, quienes atormentaron a sus conciudadanos con sus visiones apocalípticas. Pero, en los últimos siglos, no es común escuchar a un católico predicar sobre el fin del mundo.
La mentalidad apocalíptica tiene un tufo de irracionalidad. Pero, no creo que la poca presencia de temas apocalípticos en la Iglesia Católica se deba a una valoración de la racionalidad. El catolicismo es bastante irracional en otros aspectos (transustanciación, estigmas, exorcismos, curaciones milagrosas, etc.). Me parece que el silencio en torno a temas apocalípticos se debe más bien a razones políticas. La mentalidad apocalíptica es subversiva: desconfía de toda autoridad (no extraña que los Testigos de Jehová, una emblemática secta apocalíptica, se rehúsen a saludar a la bandera), y tiene la expectativa de que Dios irrumpa para poner fin a la opresión por parte de los poderes terrenales. La jerarquía católica tiene su poder terrenal muy bien asentado, y obviamente, no deseará que este mundo llegue a su fin, pues se vive muy bien así (si se vive en un palacio arzobispal, ¿quién desearía que llegue el apocalipsis?). Es por ello que, tradicionalmente, el clero católico ha suprimido a predicadores apocalípticos que, como Montano en el siglo II, de vez en cuando, aparecen y pronuncian discursos incendiarios repletos de imágenes apocalípticas.
Con todo, queda un residuo apocalíptico entre las masas católicas (el alto clero, valga insistir, no está muy vinculado a ello). Y, en el siglo XX, la principal obsesión apocalíptica del catolicismo orbitó en torno a los célebres (o, yo diría más bien, infames) tres secretos de Fátima. En 1917, tres niños portuguesos alegaron recibir visiones de la Virgen María. Supuestamente, ésta les comunicó tres profecías secretas. Dos de las niños murieron en 1919, pero la tercera, Lucía, sobrevivió y se hizo monja.
En 1941, se le solicitó a Lucía revelar parte del mensaje recibido, a fin de procesar la canonización de los otros dos niños. Lucía accedió a revelar dos secretos. El primero de esos secretos era una visión del infierno, y una promesa de la Virgen de que se llevaría a los niños al cielo. El segundo secreto, era una predicción del fin de la Primera Guerra Mundial, pero también una predicción del inicio de la Segunda Guerra Mundial, si Rusia no se convertía al catolicismo.
 
Como es de esperar, el populacho católico asume que estas profecías fueron infalibles. Yo, por supuesto, soy escéptico. La primera profecía es sencillamente una visión mística, como tantas han abundado en la historia de la religión. No hay ningún contenido objetivamente relevante. La profecía de que la Virgen se llevaría a las niñas fue anunciada por Lucía después de que las niñas murieron, de forma tal que, perfectamente cabe la posibilidad de que Lucía las haya elaborado después de los acontecimientos, con el conocimiento de que ya se había cumplido.
El mismo razonamiento aplica al segundo secreto. Lucía anunció la profecía en 1941, después de que la Segunda Guerra Mundial empezara. No hay ningún poder predictivo en ese anuncio. Y, por supuesto, hay todo un bagaje contextual que considerar. En 1917, empezaba la revolución rusa, y el clero católico, naturalmente preocupado por el ateísmo voraz de los bolcheviques, se encargó de promover propaganda anti-comunista en toda Europa. El gobierno de Portugal en 1917 era marcadamente anti-clerical y con simpatías comunistas, y algunos funcionarios demostraron animadversión a las niñas de Fátima. No sorprende, entonces, que Lucía, en 1941 (al mismo tiempo que Stalin también preocupaba a Occidente), se obsesionase con Rusia y satanizara a esa nación.
Rusia siempre ha ocupado un lugar importante en las fantasías apocalípticas modernas. El libro de Ezequiel menciona a Gog, oriundo de Magog, una nación del norte que invadirá Israel. El libro de Apocalipsis da relevancia a Gog y Magog en la batalla cósmica final, y así, muchos predicadores han asumido que Rusia encarnará las fuerzas del mal. El hecho de que Rusia se convirtiera en paladín del ateísmo estatal no mejoró mucho su imagen, especialmente a partir del hecho de que los predicadores apocalípticos prosperaron en EE.UU. durante la Guerra Fría.
Lucía mantuvo secreto el tercer mensaje. En 1943, la monja redactó su secreto en un sobre sellado, lo envió a Roma, y pidió que no se abriera antes de 1960. El secreto sólo fue hecho público en 2000. Antes de su revelación, se especuló que se trataría de una profecía sobre el fin del mundo; nuevamente, esto coloca en evidencia que la expectativa apocalíptica, si bien está reprimida en el catolicismo, sigue vivita y coleando. En realidad, el secreto revelado apenas postula que un Papa sufriría un atentado.
Nuevamente, para el populacho católico, esto es una prueba irrefutable de que la Virgen comunicó profecías genuinas: Juan Pablo II sufrió un atentado en 1981. Yo, una vez más, soy escéptico al respecto. No hubo auditoría independiente del sobre enviado por Lucía. No sabemos si el mensaje comunicado a las masas fue el mismo que Lucía envió. En típica forma autoritaria, el Vaticano prohibió a Lucía hablar al respecto. En 1984, Joseph Ratzinger dijo que el tercer secreto era una profecía apocalíptica muy tormentosa como para que el pueblo pudiera digerirla sanamente. ¿Qué de tormentoso tiene anunciar que habría un atentado contra un Papa, si precisamente, tres años antes, Juan Pablo II había sobrevivido un atentado? O bien Ratzinger leyó un mensaje distinto, o bien inventó el contenido del secreto. En todo caso, tanto misterio ha propiciado que surjan grupos católicos paranoicos que alegan que el verdadero tercer secreto no ha sido revelado, y que el Vaticano ha montado una conspiración para engañar a las masas y no comunicar al mundo la verdad sobre un mensaje tan perturbador como el de la Virgen de Fátima.
Pero, asumamos que el mensaje revelado sí es el que genuinamente Lucía escribió en 1943. ¿Y qué? No hay nada espectacular. En 1943, Europa estaba nuevamente inmersa en una terrible guerra, y el Vaticano tenía que moverse con pasos muy delicados para sobrevivir. En la mente de muchos estaba la posibilidad de que el Papa fuese asesinado. De hecho, el Papa, en tanto jefe de un Estado, siempre está sujeto a algún intento de asesinato. No hace falta recibir visiones místicas para arrojar una predicción como ésta, y acertar.
 
En todo caso, la profecía es muy vaga. Lucía no habla propiamente del Papa, sino de un obispo vestido de blanco. Y, por supuesto, no precisa fechas, ni circunstancias específicas del acontecimiento. Es el viejo truco de los videntes: a la manera de Nostradamus, se emplean elementos muy vagos, y cuando ocurre un acontecimiento, inmediatamente salen los seguidores a tratar de ajustar el hecho con la profecía. Me temo que Lucía no habría conseguido ganar el millón de dólares que James Randi ofrece a todas aquellas personas que, en condiciones controladas, logren demostrar poderes paranormales.       

1 comentario:

  1. El discurso de la Iglesia es en todo esto, como de costumbre, oportunista, vago, ambiguo. Haríamos mal en tomárnosla en serio.

    Todo intento de hacer entrar en razón a los crédulos está abocado al fracaso. Según cuentan, cuando James Randi desenmascaró a Popoff por lo del micrófono, la centralita de la televisión se colapsó con llamadas de la gente pidiendo el número de Popoff para que les adivinara el futuro: http://youtu.be/xJ0UHr-fEow (minuto 3).

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