El
mundo católico no es tan proclive a la mentalidad apocalíptica, como sí lo es
el mundo protestante. Cierto, hubo en la Edad Media (cuando Europa Occidental
era casi totalmente católica y los protestantes aún no existían) gente
perturbada como Joaquín de Fiore, quienes atormentaron a sus conciudadanos con
sus visiones apocalípticas. Pero, en los últimos siglos, no es común escuchar a
un católico predicar sobre el fin del mundo.
La
mentalidad apocalíptica tiene un tufo de irracionalidad. Pero, no creo que la poca
presencia de temas apocalípticos en la Iglesia Católica se deba a una
valoración de la racionalidad. El catolicismo es bastante irracional en otros
aspectos (transustanciación, estigmas, exorcismos, curaciones milagrosas, etc.).
Me parece que el silencio en torno a temas apocalípticos se debe más bien a
razones políticas. La mentalidad apocalíptica es subversiva: desconfía de toda
autoridad (no extraña que los Testigos de Jehová, una emblemática secta
apocalíptica, se rehúsen a saludar a la bandera), y tiene la expectativa de que
Dios irrumpa para poner fin a la opresión por parte de los poderes terrenales. La
jerarquía católica tiene su poder terrenal muy bien asentado, y obviamente, no
deseará que este mundo llegue a su fin, pues se vive muy bien así (si se vive
en un palacio arzobispal, ¿quién desearía que llegue el apocalipsis?). Es por
ello que, tradicionalmente, el clero católico ha suprimido a predicadores
apocalípticos que, como Montano en el siglo II, de vez en cuando, aparecen y
pronuncian discursos incendiarios repletos de imágenes apocalípticas.
Con
todo, queda un residuo apocalíptico entre las masas católicas (el alto clero,
valga insistir, no está muy vinculado a ello). Y, en el siglo XX, la principal
obsesión apocalíptica del catolicismo orbitó en torno a los célebres (o, yo
diría más bien, infames) tres secretos de Fátima. En 1917, tres niños portuguesos
alegaron recibir visiones de la Virgen María. Supuestamente, ésta les comunicó
tres profecías secretas. Dos de las niños murieron en 1919, pero la tercera,
Lucía, sobrevivió y se hizo monja.
En
1941, se le solicitó a Lucía revelar parte del mensaje recibido, a fin de
procesar la canonización de los otros dos niños. Lucía accedió a revelar dos
secretos. El primero de esos secretos era una visión del infierno, y una
promesa de la Virgen de que se llevaría a los niños al cielo. El segundo
secreto, era una predicción del fin de la Primera Guerra Mundial, pero también
una predicción del inicio de la Segunda Guerra Mundial, si Rusia no se
convertía al catolicismo.
Como
es de esperar, el populacho católico asume que estas profecías fueron
infalibles. Yo, por supuesto, soy escéptico. La primera profecía es
sencillamente una visión mística, como tantas han abundado en la historia de la
religión. No hay ningún contenido objetivamente relevante. La profecía de que
la Virgen se llevaría a las niñas fue anunciada por Lucía después de que las niñas murieron, de forma tal que, perfectamente
cabe la posibilidad de que Lucía las haya elaborado después de los
acontecimientos, con el conocimiento de que ya se había cumplido.
El
mismo razonamiento aplica al segundo secreto. Lucía anunció la profecía en
1941, después de que la Segunda
Guerra Mundial empezara. No hay ningún poder predictivo en ese anuncio. Y, por
supuesto, hay todo un bagaje contextual que considerar. En 1917, empezaba la
revolución rusa, y el clero católico, naturalmente preocupado por el ateísmo
voraz de los bolcheviques, se encargó de promover propaganda anti-comunista en
toda Europa. El gobierno de Portugal en 1917 era marcadamente anti-clerical y
con simpatías comunistas, y algunos funcionarios demostraron animadversión a
las niñas de Fátima. No sorprende, entonces, que Lucía, en 1941 (al mismo
tiempo que Stalin también preocupaba a Occidente), se obsesionase con Rusia y
satanizara a esa nación.
Rusia
siempre ha ocupado un lugar importante en las fantasías apocalípticas modernas.
El libro de Ezequiel menciona a Gog,
oriundo de Magog, una nación del norte que invadirá Israel. El libro de Apocalipsis da relevancia a Gog y Magog
en la batalla cósmica final, y así, muchos predicadores han asumido que Rusia
encarnará las fuerzas del mal. El hecho de que Rusia se convirtiera en paladín
del ateísmo estatal no mejoró mucho su imagen, especialmente a partir del hecho
de que los predicadores apocalípticos prosperaron en EE.UU. durante la Guerra
Fría.
Lucía
mantuvo secreto el tercer mensaje. En 1943, la monja redactó su secreto en un
sobre sellado, lo envió a Roma, y pidió que no se abriera antes de 1960. El secreto
sólo fue hecho público en 2000. Antes de su revelación, se especuló que se
trataría de una profecía sobre el fin del mundo; nuevamente, esto coloca en
evidencia que la expectativa apocalíptica, si bien está reprimida en el
catolicismo, sigue vivita y coleando. En realidad, el secreto revelado apenas postula
que un Papa sufriría un atentado.
Nuevamente,
para el populacho católico, esto es una prueba irrefutable de que la Virgen
comunicó profecías genuinas: Juan Pablo II sufrió un atentado en 1981. Yo, una
vez más, soy escéptico al respecto. No hubo auditoría independiente del sobre
enviado por Lucía. No sabemos si el mensaje comunicado a las masas fue el mismo
que Lucía envió. En típica forma autoritaria, el Vaticano prohibió a Lucía
hablar al respecto. En 1984, Joseph Ratzinger dijo que el tercer secreto era
una profecía apocalíptica muy tormentosa como para que el pueblo pudiera
digerirla sanamente. ¿Qué de tormentoso tiene anunciar que habría un atentado
contra un Papa, si precisamente, tres años antes, Juan Pablo II había
sobrevivido un atentado? O bien Ratzinger leyó un mensaje distinto, o bien inventó
el contenido del secreto. En todo caso, tanto misterio ha propiciado que surjan
grupos católicos paranoicos que alegan que el verdadero tercer secreto no ha sido revelado, y que el Vaticano ha
montado una conspiración para engañar a las masas y no comunicar al mundo la
verdad sobre un mensaje tan perturbador como el de la Virgen de Fátima.
Pero,
asumamos que el mensaje revelado sí es el que genuinamente Lucía escribió en
1943. ¿Y qué? No hay nada espectacular. En 1943, Europa estaba nuevamente
inmersa en una terrible guerra, y el Vaticano tenía que moverse con pasos muy
delicados para sobrevivir. En la mente de muchos estaba la posibilidad de que el
Papa fuese asesinado. De hecho, el Papa, en tanto jefe de un Estado, siempre
está sujeto a algún intento de asesinato. No hace falta recibir visiones
místicas para arrojar una predicción como ésta, y acertar.
En
todo caso, la profecía es muy vaga. Lucía no habla propiamente del Papa, sino
de un obispo vestido de blanco. Y, por supuesto, no precisa fechas, ni
circunstancias específicas del acontecimiento. Es el viejo truco de los
videntes: a la manera de Nostradamus, se emplean elementos muy vagos, y cuando
ocurre un acontecimiento, inmediatamente salen los seguidores a tratar de
ajustar el hecho con la profecía. Me temo que Lucía no habría conseguido ganar
el millón de dólares que James Randi ofrece a todas aquellas personas que, en
condiciones controladas, logren demostrar poderes paranormales.
El discurso de la Iglesia es en todo esto, como de costumbre, oportunista, vago, ambiguo. Haríamos mal en tomárnosla en serio.
ResponderEliminarTodo intento de hacer entrar en razón a los crédulos está abocado al fracaso. Según cuentan, cuando James Randi desenmascaró a Popoff por lo del micrófono, la centralita de la televisión se colapsó con llamadas de la gente pidiendo el número de Popoff para que les adivinara el futuro: http://youtu.be/xJ0UHr-fEow (minuto 3).