domingo, 28 de octubre de 2012

¿Qué ha hecho el imperio por nosotros?



            No es difícil formarse una imagen de la brutalidad de los sistemas imperiales. En El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad narró en vivo detalle el conjunto de atrocidades que los belgas llevaron a cabo en el Congo, y como corolario, sabemos que el rey Leopoldo declaró como su propiedad privada un gigantesco país al cual nunca visitó. Pizarro exigió a los incas que se llenara una habitación con oro para la liberación de Atahualpa; cuando esta demanda se cumplió, Pizarro no cumplió parte de su trato. Los ingleses reprimieron a sangre y fuego la rebelión de los sepoys en 1857. Los portugueses inauguraron la trata intercontinental de esclavos. Los boers impusieron el terrible sistema de aprtheid en Sudáfrica. Los soviéticos violaron mujeres en su invasión a Afganistán, los norteamericanos hicieron lo mismo al invadir Vietnam.  Y, así, la lista continúa.
            Nada de esto es nuevo, por supuesto. Desde la antigüedad, ha habido imperios, y sin excepción, todos han gobernado con mano de hierro. El más conocido y discutidos de todo esos imperios antiguos, seguramente, es el romano. La crueldad imperial romana ha sido notoria: desfiles humillantes para los ejércitos derrotados, crucifixiones, esclavitud, circo con bestias, tributos, imposición de cultos imperiales, etc.
            El hecho de que el poder romano fuese el invasor de turno durante la redacción del conjunto de libros que vino eventualmente a conformar el Nuevo testamento, seguramente añade notoriedad a sus abusos. Pues, el cristianismo se ha convertido en la religión mundial dominante, y en las páginas de sus documentos sagrados, se evidencia el amedrentamiento del ocupante romano frente a la población local (a pesar de que, por razones que por ahora no puedo tratar, en los evangelios hay más bien un vuelco de simpatía hacia los romanos, y un inicio de hostilidad hacia los judíos).
            La manera en que los romanos llegaron a dominar Palestina fue típica de los poderes imperiales. El general Pompeyo condujo sus tropas a Jerusalén para apoyar al rey judío Hircano en su disputa contra Aristóbulo. En un inicio, Hircano logró gobernar con la ‘protección’ romana, pero muy pronto, el mismo Pompeyo se aseguró de que los reyes locales rindieran cuentas al poder imperial romano. En el 40 antes de nuestra era, los partos amenazaron con invadir Jerusalén, y el rey Herodes solicitó ayuda romana para la defensa. Roma la proveyó, expulsaron a los partos, pero como era de esperarse, asentó aún más su poder en la región, y para conservarlo, instrumentó su eficiente estrategia de dividir y gobernar.
            A esto siguió un siglo de dominio romano en Palestina (durante este tiempo apareció Jesús de Nazaret). El pueblo judío, a diferencia de otras regiones del imperio romano, nunca dejó de ofrecer resistencia al ocupante romano. Las tensiones se fueron acumulando, hubo esporádicas rebeliones, hasta que finalmente estalló una de gran envergadura en el año 66. La respuesta romana fue avasalladora: se asedió la ciudad de Jerusalén en el año 70, hubo crucifixiones masivas, y demás atrocidades que el historiador Flavio Josefo documentó con escalofriante detalle.
            Ha habido, por supuesto, muchas películas que documentan la ocupación imperial romana en Palestina. Y, como es de esperar, en casi todas, las atrocidades romanas tienen alguna representación. La vida de Brian, de Monthy Python, no es excepción. Pero, hay una escena cumbre en esa película. Un grupo de insurgentes anti-imperialistas judíos, tienen una reunión secreta. Su jefe, con retórica incendiaria anti-imperialista, pregunta a sus seguidores, “¿qué han hecho los romanos por nosotros?”. El jefe por supuesto, espera que sus seguidores respondan “¡nada!”, pero no ocurre así. Frente a la pregunta del jefe, uno por uno va respondiendo: acueductos, irrigación, sanidad pública, enseñanza, baños públicos, seguridad, alcantarillado, buen vino. Al final, el jefe tiene que desistir de su discurso anti-imperialista (abajo de este texto está el extracto del video).
            Monty Python fueron genios de la sátira. La vida de Brian es una sátira del fanatismo religioso, de las injusticias del mundo, pero también, de la falta de sinceridad por parte de los movimientos anti-imperialistas. Y, precisamente, la sátira de Monty Python tiene hoy más vigencia que en los mismos tiempos romanos, o incluso, que cuando apareció La vida de Brian en los años ochenta del siglo XX.
            Hoy, en las universidades crecen los llamados estudios ‘post-coloniales’ inspirados en gurús como Edward Said, Tariq Ali, Enrique Dussel, Walter Mignolo, Gayatri Spivak, Frantz Fanon, y tantos otros. Estos estudios están avocados a denunciar los daños económicos, ecológicos, políticos, sociales y psicológicos de la experiencia imperial. Por supuesto, no les falta razón en sus denuncias. Pero, estas denuncias ya empiezan a ser irresponsables, al no ser lo suficientemente ponderadas; los líderes e intelectuales del postcolonialismo son tremendamente mezquinos en el reconocimiento de las ventajas que el imperialismo representó a los mismos pueblos dominados.
            Así como los subversivos de la escena de La vida de Brian enumeran los grandes logros civilizatorios que Roma extendió a sus provincias, los críticos contemporáneos del imperialismo están en la obligación historiográfica de comparar el estado actual de los países del Tercer Mundo, con el estado previo al contacto con los poderes imperiales. Bajo cualquier medida objetiva, el dominio imperial representó una sustantiva mejora en las condiciones de vida de los habitantes de estos países. La esperanza de vida, el nivel nutricional, el acceso a la educación, las condiciones sanitarias, el nivel de seguridad personal, el progreso científico y tecnológico, la industrialización, la construcción de infraestructuras, la introducción de sistemas de gobierno democrático, la erradicación de tribalismos y esclavitud.
            No hubo justificación para que Pompeyo anexara Judea como provincia romana, o para que Tito destruyera Jerusalén. Pero, demos al César lo que fue del César: el poder imperial romano extendió una civilización a un pueblo atrasado y obsesionado con la religión y la teocracia como forma de gobierno. No hay motivo para celebrar la opresión romana, pero sí hay plenitud de motivos para reconocer positivamente su misión civilizadora.
            Pues bien, lo mismo debe plantearse frente a los imperios modernos. ¿Qué ha hecho el imperio por nosotros, los habitantes del Tercer Mundo? Mucho. Trajo la modernidad a un territorio cuyos habitantes vivían en sociedades casi totalitarias y maníacamente violentas (como el caso de los incas y los aztecas), o en condiciones sociales y económicas de pobrísimo desarrollo, cercanas a las circunstancias del Paleolítico. En el caso de Venezuela, el imperio norteamericano ofreció la tecnología y el conocimiento para la explotación petrolera; sin la presencia imperial desde un inicio, habría sido virtualmente imposible desarrollar esta industria.
Nada de esto es justificación, por supuesto, para los abusos de Colón, Cortés o Theodore Roosevelt, ni tampoco para las regalías petroleras posteriores. Pero, aun sin una justificación adecuada, una acción perjudicial puede a la larga traer consecuencias positivas, y me parece que la historia del imperialismo debe ser interpretada de esta manera. No pretendo esconder los múltiples atropellos del imperialismo. Pero, en honor a la justicia, sí pretendo que los críticos del imperialismo, sean más ponderados y reconozcan que, en efecto, el imperio ha hecho mucho por nosotros.

4 comentarios:

  1. Interesante aunque con demasiados entresijos como para entrar al tema. Hace tanto tiempo que no hago un solo comentario en un blog que no sabría ya... En lo que toca a la crítica anti-imperialista coincido contigo, pero yo no sé si es una cuestión de índole psicológica la que subyace en esos intelectuales -a los que siguen sus dictados acríticamente ni siquieron los tengo en cuenta-. Acaso te podría sugerir los términos Imperio generador e imperio depredador que utiliza Gustavo Bueno.

    Lo que quería comentar es algo de tipo idiomático, y es sobre la palabra amedrentar o bien lo entiendo mal, o bien está mal expresado y por lo tanto, entiendo lo que dice el texto, pero quiere decir lo contrario. El texto es el siguiente:

    "Pues, el cristianismo se ha convertido en la religión mundial dominante, y en las páginas de sus documentos sagrados, se evidencia el amedrentamiento del ocupante romano frente a la población local (a pesar de que, por razones que por ahora no puedo tratar, en los evangelios hay más bien un vuelco de simpatía hacia los romanos, y un inicio de hostilidad hacia los judíos)."

    Amedrentar es, según el diccionario de la RAE "Infundir miedo, atemorizar."

    Yo interpreto su texto como que los romanos se amedrentan, es decir, están infundidos de miedo, están aterrorizados. Pero supongo que lo que quiere decir es que los romanos amedrentan a la población local. Tal como lo dice, la población local tiene aterrorizados, acojonados, si me permites el taco, a los romanos.

    No sé, en otro artículo he visto alguna cosa que también me produce confusión. Como quiera que eres una persona culta, en el sentido más literal del término, creo que será de tu interés pensar si está bien expresado o no.

    Un saludo, espero volver por aquí.

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    1. Gracias amigo. Con el paso del tiempo, he descubierto que simpatizo mucho con Gustavo Bueno, a pesar de que no es un autor que acá en América conozcamos mucho.
      En principìo, podría excusarme diciendo que el uso que le doy a "amedrentamiento" es un giro americano, pues es la forma más común de emplear ese verbo en este continente, al menos entre el vulgo. Pero, la RAE no reconoce tal cosa (a pesar de que sí reconoce varios giros americanos), de forma tal que agradezco tu señalamiento, y estaré atento a no volver a cometer este error.

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  2. Ayyy Dios mío como me he reído, con los monty ...

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    1. Espero que Evo Morales, Maduro, y otros, vean La vida de Brian...

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