lunes, 15 de octubre de 2012

¿Son más inteligentes los izquierdistas?: respuesta a Luis Britto García


       
Luis Britto García ha escrito un curioso artículo (acá), en el cual se queja de que, continuamente, se le pregunte que, por qué si él es tan inteligente, es de izquierda. Britto pretende responder señalando que históricamente los personajes con ideologías izquierdistas han tenido elevadísimos niveles de inteligencia. Y, además, respalda su alegato citando estudios científicos que concluyen que las personas con ideología de izquierda son más inteligentes que los derechistas. Al final, Britto es contundente en su desprecio a la derecha: “nuestro preguntón, como todo derechista, tiene bajo nivel de atención y no soporta argumentos”.
            Britto siempre me ha parecido una persona muy inteligente, pero semejante generalización sobre la derecha me hace perder la admiración que pude tenerle. Así como Britto menciona una montaña de personas inteligentes izquierdistas, también perfectamente podemos mencionar una gran cantidad de personas con opiniones que hoy serían llamadas ‘derechistas’, y que han quedado en la historia como personajes ilustres por su intelecto: Aristóteles, san Agustín, Tomás de Aquino, Locke, Montesquieu, Voltaire, Helvetius, Hume, Bentham, John Stuart Mill, Milton Friedman, Ludwig von Mises, Friederich von Hayek, Christopher Hitchens, Ibn Warraq, Salman Rushdie, Sam Harris, Alan Bloom, John Rawls, Robert Nozick, Ayn Rand, Leo Strauss, Mario Vargas Llosa, Jorge Luis Borges, Carlos Fuentes, Carlos Alberto Montaner, Hernando de Soto, Plinio Apuleyo, Arturo Úslar Pietri, Emeterio Gómez…
            Sospecho que, al pensar en la derecha, Britto tiene en mente a aquellos personajes que le han dado un mal nombre a esta ideología política, y que, en efecto, han sido brutos. Pero, así como es injusto juzgar la inteligencia de la izquierda por los disparates de Stalin, Pol Pot o Lina Ron, es igualmente injusto juzgar la inteligencia de la derecha por las barbaridades que pudo haber dicho George W. Bush o Manuel Rosales. Un rasgo de la inteligencia es la justicia; no se es muy inteligente, si se mide a la izquierda con un bastón, y a la derecha con otro.
            Los términos ‘derecha’ e ‘izquierda’ son muy confusos. En el siglo XVIII, los izquierdistas abrazaban la ilustración, y se oponían a las monarquías absolutas; los derechistas eran aquellos que deseaban mantener una continuidad con el trono y el altar. En el siglo XIX, los izquierdistas fueron aquellos que se oponían a la propiedad privada y las libertades económicas y favorecían el socialismo, mientras que los derechistas pasaron a ser aquellos que, en continuidad con la izquierda del siglo XVIII, defendían gobiernos laicos y constitucionales, pero promovían libertades tanto políticas como económicas. Extrañamente, en el siglo XX, un sector de la izquierda vino a oponerse a la modernidad (algo que, por ejemplo, Marx nunca hizo), y en su arrebato antimoderno, terminó pareciéndose mucho a la derecha reaccionaria del siglo XVIII, al punto de que incluso defendió regímenes teocráticos de ultraderecha (Foucault, por ejemplo, insólitamente defendió la teocracia en Irán).
            Es cierto que hoy hay varias derechas, y que quedan reaccionarios que desean regresar al trono y al altar. Pero, la derecha que hoy predomina tanto en Europa como en América, es la heredera del liberalismo clásico. Afortunadamente, en Europa, a esta derecha se le llama ‘liberal’; desafortunadamente, en América, a esta derecha se le llama ‘conservadora’. Esta derecha cree firmemente en las libertades políticas y la democracia, es republicana, defiende el balance de poderes públicos, suele oponerse a la pena de muerte, rechaza la criminalización de la homosexualidad, etc. Al mismo tiempo, defiende la propiedad privada, enaltece la meritocracia, acepta la igualdad de oportunidades pero no de condiciones, y por supuesto, por regla general, defiende las libertades económicas. Esta escuela liberal, la más influyente sobre la derecha contemporánea, ha tenido personajes sumamente destacados por su intelecto. John Stuart Mill, por ejemplo, fue un genio para los idiomas y la lógica. Mario Vargas Llosa tiene una prosa reconocida por todo el mundo.
            Las pretensiones de Britto son contradictorias con los mismos postulados de la izquierda. En su igualitarismo radical, la izquierda ha sido muy renuente a aceptar la idea de que hay personas más inteligentes que otras. A inicios del siglo XX, se empezaron a aplicar tests de inteligencia para medir el coeficiente intelectual. A partir de estos tests, se hicieron correlaciones con otras variables, y se llegó a la conclusión de que algunos grupos raciales eran más inteligentes que otros. El antropólogo Franz Boas oportunamente detectó muchas fallas en la aplicación de estos tests, y desde entonces, se ha mantenido escepticismo respecto a los alegatos que pretenden jerarquizar los niveles de inteligencia entre distintas poblaciones.
           Con todo, la pretensión de encontrar grupos más inteligentes que otros siguió incluso a fines del siglo XX. En 1993, se publicó La curva Bell, un polémico texto que sostenía, con muchas correlaciones estadísticas, que los miembros de la raza asiática eran ligeramente más inteligentes que los miembros de la raza blanca, y éstos a su vez, eran abrumadoramente más inteligentes que los negros. Naturalmente, mucha gente se escandalizó con estos alegatos, e inmediatamente surgieron refutaciones. La más efectiva procedió de Stephen Jay Gould, un biólogo con simpatías políticas izquierdistas que, si bien no negaba la posibilidad de que haya gente más inteligente que otra, advertía en contra de los peligros de las correlaciones estadísticas.
            Gould prudentemente señalaba que la correlación no es causalidad (quizás en estos resultados intervienen otras variables que desconocemos o no hemos logrado aislar); además, señalaba que la ‘inteligencia’ es una cosa muy difícil de medir, y que el concepto de ‘raza’ es muy problemático. Por ello, Gould creía que era mucho más conveniente abstenerse de aventurarse a decir que el grupo X es más inteligente que el grupo Y. Britto ha hecho caso omiso a la advertencia de Gould. El periodista venezolano no se aventura a sostener que tal o cual raza es más inteligente que otra, pero sí sostiene que la gente con ideología izquierdista es más inteligente que los derechistas. Su jerarquización tiene los mismos problemas que denunciaba Gould: son meras correlaciones, no está muy claro cómo debe medirse la inteligencia, y además, los conceptos de ‘derecha’ e ‘izquierda’ son muy imprecisos.
            Con todo, aceptemos por ahora, que sí hay gente más inteligente que otra. Sobre la base de un estudio científico que cita, Britto sostiene que la gente con ideología izquierdista es más inteligente que los derechistas. Pero, si aceptamos (como debemos) los postulados de la teoría de la evolución (una teoría que, valga admitir, la ‘derecha’ norteamericana no suele aceptar, pero tampoco la aceptaron plenamente los soviéticos bajo la dirección de Trofim Lysenko), aparecen grandes dudas de que los más inteligentes sean los izquierdistas. Explicaré por qué.
            En la historia evolutiva de la especie humana, los individuos menos inteligentes fueron desapareciendo, y no lograron pasar sus genes. La inteligencia no siempre tiene valor adaptativo (pues el cerebro grande requiere mucha energía), pero dadas las circunstancias de la evolución humana, la inteligencia sí era una ventaja. Aquellos individuos que hacían cosas estúpidas (como, por ejemplo, acariciar a un león en la sabana afrricana creyendo que es inofensivo), desaparecían y no pasaban sus genes (de hecho, los llamados ‘Premios Darwin’ se otorgan anualmente a individuos que, gracias a una acción estúpida de su parte, mueren).
            Ahora bien, Britto sostiene que las personas más inteligentes son las más altruistas, y por ende, de izquierda. Como la inteligencia, el altruismo es una gran ventaja adaptativa, y aquellos individuos que no se comportan altruistamente van desapareciendo, lo mismo que los individuos menos inteligentes. Por ende, cabe esperar que los individuos más inteligentes sean también los más altruistas, pues ambos rasgos coinciden en aquellos especímenes que sobrevivieron y pasaron sus genes. Nada de esto es discutible, pero debe matizarse un punto crucial.
Vale acá una aclaratoria. La derecha liberal no se opone al altruismo per se. Jeremy Bentham, John Stuart Mill e incluso Ayn Rand (quizás la más entusiasta defensora del egoísmo ético) valoraban la ayuda a los demás y el trabajo grupal. Pero, a diferencia de la izquierda, la derecha no defiende un altruismo incondicional. Es moralmente aceptable ayudar a los demás, siempre y cuando esto genere algún beneficio propio al individuo. Bentham lo llamó ‘egoísmo ilustrado’: en busca de mi propio placer, debo tener en cuenta que, para lograrlo, debo cooperar con los demás. La izquierda exige trabajar para el colectivo, sin esperar el beneficio propio a cambio. Cada quien debe dar lo mejor de sí según su capacidad, y recibir según su necesidad (por ejemplo, Hugo Chávez ha pedido a los camarógrafos de su programa que no cobren horas extras; acá). La derecha, en cambio, exhorta a hacer un cálculo: debe darse al colectivo, pero sólo en aquellas situaciones cuando esa ‘inversión’ se manifestará en un beneficio propio.
El altruismo siempre ha sido un tema un tanto misterioso para los estudiosos de la evolución. Si, como sostenía Darwin, en la naturaleza hay una ‘lucha por la existencia’, entonces cabría esperar que quienes sobreviven son los individuos más egoístas: ¿cómo explicar, entonces, la existencia de conductas altruistas? En alguna época, se pensó que la solución a este dilema estaba en la llamada ‘selección grupal’. Si un individuo hace una acción altruista hacia el colectivo (incluso si eso coloca en riesgo su propia vida), fortalece la ventaja adaptativa del grupo (y no meramente del individuo), y en tanto forma parte del mismo grupo, tiene más probabilidades de sobrevivir y pasar sus genes. Así, sobrevivirían individuos con valores de izquierda, que están dispuestos a entregarse al colectivo.
Hoy, la mayoría de los biólogos rechaza esta explicación. La selección grupal puede ayudarnos a entender algunas conductas altruistas, pero su poder explicativo es muy limitado. La principal dificultad que enfrenta esta teoría es el llamado ‘problema del polizón’. Si un individuo está dispuesto a entregar su vida para salvar al grupo, pronto surgirán individuos que no estarán dispuestos a hacerlo, y en vista de que sólo el altruista colaborará, el egoísmo se convertirá en una ventaja adaptativa, pues estos individuos egoístas lograrán sobrevivir en mayor proporción, a expensas del individuo altruista cuyo gesto permite que los demás sobrevivan y se reproduzcan, pero él mismo no tendrá la oportunidad de pasar sus genes.
Este mismo problema lo enfrentan los sistemas comunistas. Si todos recibimos la misma tajada del pastel, independientemente de nuestro aporte, eventualmente surgirán algunos individuos que se darán cuenta de que pueden recibir la misma tajada sin tener que trabajar, y a largo plazo, la eficiencia del colectivo se vendrá a pique. En teoría, el comunismo (y, por extensión, las ideologías de izquierda) incentiva el parasitismo y los polizones prosperan a expensas de los altruistas; esta tragedia se vivió en la Unión Soviética y China, con campesinos que eventualmente optaron por no trabajar la tierra, pues en tanto siempre recibirían del Estado, se dieron cuenta de que podían comer sin necesidad de trabajar. Al final, por supuesto, sin gente que trabaje, la producción se estanca, y en China hubo una gran hambruna como consecuencia de esto.
Así, un grupo compuesto por individuos con conductas altruistas incondicionales, no puede tener ventaja adaptativa, y eventualmente desaparece. Puesto que quienes más sobreviven son los más inteligentes, y a la larga, no pudieron sobrevivir los altruistas incondicionales, es de presumir que la ideología izquierdista que defiende el altruismo incondicional es la menos inteligente. El altruista incondicional no es tan inteligente, pues no tiene en consideración, que de su conducta se aprovecharían los parásitos.
            Pero, entonces, si el altruismo incondicional no ofrece ventaja adaptativa, ¿cómo pudieron persistir las conductas altruistas en la selección natural? Después de años de estudio frente a este problema, el biólogo W.D. Hamilton encontró una respuesta que fue popularizada por Richard Dawkins en su genial El gen egoísta. Los genes que codifican altruismo sobreviven porque los individuos altruistas se sacrifican para preservar a sus parientes, los cuales, probablemente, comparten con ellos buena parte de su composición genética. Así, una madre es altruista con su hijo; puede ser que con su conducta la madre altruista muera, pero asegura el traspaso de sus genes, pues sobrevive su hijo.
            Con todo, hay plenitud de situaciones en las que los individuos son altruistas con aquellos con los cuales no comparten parentesco. ¿Cómo explicar este altruismo no nepotista? Hamilton encuentra la solución en la reciprocidad: las conductas altruistas funcionan (y tienen ventaja adaptativa) siempre y cuando propicien que la contraparte también sea altruista, y así el individuo altruista, en su ayuda a los demás, se termina ayudando a sí mismo. En otras palabras, no funciona propiamente el altruismo incondicional, sino el egoísmo ilustrado: sobrevive el individuo que busca el bienestar propio antes que el ajeno, pero que es lo suficientemente inteligente como para comprender que, en algunas situaciones, debe cooperar para que los demás cooperen con él, y así satisfaga su bienestar propio. Insisto, esta doctrina del ‘egoísmo ilustrado’ ha sido tradicionalmente defendida por los derechistas, no por los izquierdistas.
               Una tercera explicación para el altruismo (aunque no tan ampliamente aceptada) es que, en la medida en que ayuda a los demás, el individuo envía la señal de que cuenta con suficientes dotes genéticas como para sobrevivir aun sacrificándose. Esto lo hace atractivo frente a los individuos del sexo opuesto, y así, por selección sexual, sus genes se pasan con mayor facilidad. De nuevo, tras este mecanismo no yace el altruismo incondicional valorado típicamente por los izquierdistas, sino la cooperación interesada típicamente defendida por la derecha liberal. Las ideas de izquierda no son muy inteligentes, porque en el juego de la selección natural, conducen a la aniquilación de quien las posee. Las ideas de derecha están más presentes en las personas inteligentes, porque ofrecen mayor ventaja adaptativa.
            Todo esto, por supuesto, son teorizaciones, y es un tema abierto al debate. Seguramente hay muchas variables que no he incorporado a este análisis. Pero, precisamente, las personas inteligentes teorizan y debaten. Y, por ello, si Luis Britto García desea preservar su indiscutible inteligencia (¡Abrapalabra es un libro estupendo!), debería matizar su maniqueísmo del tipo “nosotros somos inteligentes, Uds. son unos brutos”, y ser lo suficientemente decoroso como para admitir la inteligencia de plenitud de derechistas. Yo no tengo problema en admitir la gran inteligencia de Marx, Engels y tantos otros. ¿Por qué no puede Britto admitir la inteligencia de Mises, Hayek, y tantos otros?        

7 comentarios:

  1. WTF?!? ¿Harris y Hitchens de derecha? ¿Esto cuándo pasó?

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  2. Entre lo que te dejas por fuera:

    1°) No conozco a nadie (bueno, creo que Penn Jillette sería el único) que sea genuinamente de esa derecha liberal. Más bien, creo que el mote de "conservatismo" describe muy bien la mayor parte de la derecha, siempre interesada en amputar libertades individuales. La de EEUU (el Partido Republicano y su ala del Tea Party, que realmente ven como marginal a Ron Paul), la de Colombia, la de Europa (la baronesa Warsi, el PP, el Frente Nacional de Le Pen, Berlusconi...).

    2°) Cuando dices "En teoría, el comunismo (y, por extensión, las ideologías de izquierda) incentiva el parasitismo y los polizones prosperan a expensas de los altruistas", ¿qué pasa con el anarquismo de izquierda (que sí, es utópico, pero estamos hablando "en teoría")?

    Un saludo,

    -D

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    1. Bueno, también dudé si colocar a Hitchens y Harris en esa lista. PERO, Hitchens sí apoyó la guerra de Irak, y eso se suele ver como una opinión de derecha. Y, Harris no es muy amigable con el multiculturalismo que acepta a los musulmanes radicales, y de nuevo, eso se suele ver como una opinión de derecha. Por eso digo, que estos términos son bastante confusos... pero, yo perfectamente entiendo tu reacción de asombro...

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    2. 1. Sí, quizás en el espectro político (pero no intelectual), no hay derechistas liberales puros. Quizás, el único que se me ocurre es Ron Paul, aunque recuerdo que hace unos meses, tú y yo tuvimos una diferencia de opinión respecto a él. ES verdad que todos esos movimientos de derecha no son genuinamente liberales. Pero, eso es en la política aplicada; yo estoy pensando más en el ámbito académico.
      2. Supongo que el anarquismo de izquierda sí resuelve mejor el problema del polizón: en pequeñas comunidades, es fácil detectar quién no trabaja, y sancionarlo no entregándole su ración. Pero, precisamente, esto sólo funcionaría en sociedades pequeñas con producción agrícola; el anarquismo de izquierda me parece inviable en una sociedad industrial.

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  3. Jajaja, te respondo.

    Sí, Hitchens apoyó la invasión pero no por los mismos motivos que sus curiosos aliados en ese punto. Los conservadores, con su racismo, quieren bombardear a todos los que no sean 'americans'. Hitch defendía la invasión porque, para él, era una mejor forma de salvar vidas afganas y paquistaníes. De hecho, él se sometió al 'waterboarding' y cambió de parecer (comprendió que sí es tortura) y en sus memorias, él condena Abu Ghraib.

    Siguiendo un poco tu sistema de clasificación, supongo que Hitch puede permanecer en la izquierda y Chomsky no, toda vez que este condena la intervención de la OTAN en Los Balcanes y aquel la defendió -con muchísima justa razón-.

    Igual con Harris: su ataque al relativismo cultural es como el mío, porque los valores, las libertades y los derechos no dependen de la familia donde uno haya nacido. Creo que eso es más bien coherencia intelectual (lo que no le acepto al cristianismo, tampoco al islam), que otra cosa.

    No creo que Paul sea un auténtico derechista liberal, pues se opone al aborto (!).

    Coincidimos con lo del anarquismo.

    ¡Un saludo!

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  4. cómo todo derechista, mcuha habladuría que parece intelectual pero nada de fondo, solo muestras una ignoracia gigantesca de lo que hablas, tanto de la izquierda, que obviamente no conoces, así como de la evolución y de la cuantificación de la inteligencia misma.

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    1. En vez de insultar a mansalva, te reto a que demuestres un mínimo de inteligencia, y señales con precisión con cuál punto estás en desacuerdo.

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