La mayoría
de los filósofos latinoamericanos están estancados en el nacionalismo, y
obsesionados con los temas de identidad cultural, dejan de lado las verdaderas
preocupaciones universales de la filosofía. Una excepción es el genial Mario
Bunge. Allí donde la mayor parte de los filósofos latinoamericanos se ha
contaminado del relativismo moral y epistemológico, y se ha impregnado de la
jerga postmodernista, Bunge es uno de los pocos valientes que aún defiende una
diferencia objetiva entre lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, y no
queda impresionado con verborreas como “la nada nadea”.
Una de
las contribuciones más destacadas de la obra de Bunge es su criterio de
demarcación entre la ciencia y la pseudociencia. Bunge no es exactamente
seguidor de Popper, pero al menos comparte con éste, y en detrimento de
relativistas como Kuhn y Feyerabend, la convicción de que sí existe una
diferencia objetiva entre disciplinas científicas y pseudocientíficas, y que
las primeras son superiores a las segundas.
Así, lo
mismo que Popper, Bunge ha formulado criterios que nos permiten saber que
disciplinas como la astrología, la frenología o el feng shui no tienen asidero
científico y no son dignas de credibilidad. Salvo entre los postmodernistas que
odian la ciencia, nada de esto resulta controversial. Sí es un poco más
controversial, no obstante, el desdén de Bunge por la economía clásica o el
marxismo, a los cuales considera igualmente pseudociencias.
Bunge se
ha ganado el odio de muchos de sus compatriotas argentinos, por su denuncia del
psicoanálisis como disciplina pseudocientífica. Yo más bien lo admiro por esto.
Las denuncias de Bunge respecto al psicoanálisis, tienen bastante asidero. Los
psicoanalistas hacen énfasis en la sexualidad infantil, pero Bunge recuerda que
el impulso sexual está dirigido desde el hipotálamo, y en los niños, esta región
del cerebro no está aún desarrollada. El psicoanálisis suele asumir que la
mente está desconectada del cerebro (y por eso, no hace falta administrar fármacos,
pues la mera palabra cura), pero Bunge recuerda que existe una relación
estrecha (si acaso no de identidad) entre los eventos mentales y los eventos
cerebrales.
Con
todo, me parece que Bunge ha sido excesivo en su desdén de disciplinas que no
se ajustan estrictamente a sus criterios de demarcación. Pienso en especial en
su oposición a la psicología evolucionista. No es mucho lo que Bunge ha escrito
sobre esta disciplina, pero en algunos comentarios dispersos en breves artículos
y entrevistas, Bunge considera que la psicología evolucionista tiene el mismo
calibre que el psicoanálisis. Por ejemplo, con su brutal sarcasmo, propone irónicamente
crear una facultad de pseudociencias en la cual se “busque el gen de la afición
al fútbol”, o se trate de “explicar la última de las 10.000 religiones
registradas en los EE.UU., como una adaptación al medio ambiente en el Paleolítico”.
Esto,
por supuesto, es una falacia del hombre de paja (a saber, distorsionar las
posturas de los oponentes), pues la psicología evolucionista nunca ha
pretendido investigar semejantes sandeces. La pretensión de la psicología
evolucionista, no obstante, es sencillamente extender el razonamiento
evolucionista a los rasgos mentales de la especie humana. Así como la teoría de
la evolución nos permite explicar por qué somos bípedos (presumiblemente porque
los bosques africanos se fueron secando y se convirtieron en sabana), también
puede explicar por qué nos gustan las mujeres con senos grandes.
Obviamente, tenemos
poca observación directa para verificar estos alegatos. Pero, el mismo Bunge ha
señalado su oposición al positivismo intransigente, y ha admitido que podemos
inferir conclusiones a partir de premisas firmes. Y, la psicología
evolucionista reposa sobre premisas firmes (las mismas premisas sobre las
cuales Darwin sostuvo su teoría). Pues bien, a partir de razonamientos lógicamente
válidos, la psicología evolucionista llega a conclusiones bastante razonables.
No descubriremos un gen para la afición al fútbol, pero quizás sí en un futuro,
por ejemplo, descubriremos algún gen para la tendencia hacia la homosexualidad.
Los estudios de gemelos ciertamente apuntan hacia esa dirección.
Bunge a veces también
critica a Richard Dawkins (uno de los forjadores de la sociobiología y la
psicología evolucionista) porque, en sus propias palabras, es más un divulgador
que un científico propiamente. No deja de ser cierto que Dawkins es un gran
divulgador, pero ¿acaso eso es malo? Además, si bien Dawkins ha pasado los últimos
años más haciendo filmes que estudiando fenómenos, su ya clásico El gen egoísta está ampliamente
documentado.
Pero, más allá de
todo esto, es irónico que el mismo Bunge, en su ataque al psicoanálisis, acuda
a una tesis propia de la psicología evolucionista. En su crítica al complejo de
Edipo inventado por Freud, Bunge señala que la aversión al incesto no procede
de un tabú impuesto por la cultura para reprimir los impulsos incestuosos, sino
que, más bien, seguramente tenemos una aversión natural a aparearnos con
nuestros parientes más cercanos.
El origen del tabú
del incesto efectivamente ha sido intrigante entre los estudiosos. En el siglo
XIX, E.B. Tylor opinaba que, si bien tenemos una inclinación natural al
incesto, la cultura lo reprime, a fin de obligar a los seres humanos a buscar
parejas sexuales en otros grupos, y así establecer alianzas con otros
colectivos. Claude Levi Strauss formuló una teoría similar.
Bronislaw Malinowski
también compartía la opinión de que tenemos una inclinación natural al incesto,
pero la cultura lo prohíbe para preservar la estructura de los roles
familiares, y la estabilidad de la armonía en el núcleo familiar. Freud formuló
una teoría similar.
Éstas son teorías
funcionales culturales para explicar el tabú del incesto. Sólo a L.H. Morgan,
en el siglo XIX, se le ocurrió explorar una teoría biológica. A juicio de
Morgan, el hombre primitivo pronto comprendió que el incesto trae consigo el
riesgo de malformaciones genéticas, y por eso lo prohibió. La teoría de Morgan
ha sido criticada, en buena medida porque sobreestima las capacidades
intelectuales de los hombres primitivos. Y, además, como el mismo Malinowski
documentó, en algunos pueblos, no se conoce la relación entre el coito y el
parto, pero con todo, se prohíbe el incesto.
No obstante, la
teoría de que el tabú del incesto existe para prevenir malformaciones genéticas
es plausible. Pero, en vez de asumir que el hombre primitivo hizo un
descubrimiento, es más razonable postular que tenemos una aversión innata al
incesto. En el Paleolítico, aquellos grupos humanos que tuvieran una aversión
natural al incesto sobrevivieron en mayor proporción que aquellos que sí
practicaban el incesto. Pues, el incesto trae malformaciones genéticas
(procedentes de la acumulación de genes recesivos que sólo pueden sobrevivir
bajo esta forma, pues de lo contrario ya habrían desaparecido), y así, aquellos
grupos que lo practican, van desapareciendo.
El antropólogo
Edward Westermarck formuló esta teoría. Según él, estamos condicionados a
rechazar sexualmente a aquellos con quienes nos criamos desde niños. Y,
curiosamente, Bunge cita frecuentemente a Westermarck, para refutar la pretensión
psicoanalítica de que los niños desean (en
vez de rechazan) sexualmente a sus parientes cercanos. De hecho, las teorías de
Westermarck no tuvieron evidencia contundente a su favor en un inicio, pero
recientemente, se ha verificado que, en los kibutz,
las parejas conformadas por esposos no criados
juntos desde la infancia son más duraderas y sexualmente activas que las
parejas criadas desde la infancia. La misma tendencia se ha observado en
estudios en Taiwán.
Lo irónico es que
Bunge parece pasar por alto que las tesis de Westermarck son pioneras de la sociobiología,
y que buena parte de la psicología evolucionista no hace más que extender el
razonamiento de Westermarck para explicar otros rasgos mentales. Westermarck
asumió que la aversión al incesto no es meramente un producto cultural, sino
que tiene una base innata. Westermarck no habló propiamente en estos términos,
pero es presumible que, si la aversión al incesto es innata, está codificada en
algún filamento del ADN. En otras palabras, hay un gen para el tabú del
incesto.
Así pues, Bunge
debería preguntarse: si existe un gen para la aversión al incesto, ¿por qué no
puede existir un gen para la creencia en Dios o el gusto por la actividad lúdica?
Quizás sería ir demasiado lejos el pretender que haya, en palabras de Bunge, “un
gen para la afición al fútbol”. Pero, los primatólogos nos informan que todas
las especies primates incorporan alguna forma de juego. En virtud de nuestro
parentesco genético con los primates, es razonable asumir que estos gustos por
el juego tienen una base genética.
Me parece que Bunge
debería ser más condescendiente con esta disciplina que promete mucho. Ciertamente,
la psicología evolucionista tiene el riesgo de ser infalseable. Fenómenos tan
dispares como las huelgas generales, las guerras atómicas, o incluso los
sueños, podrían terminar explicándose como adaptaciones naturales dadas las
condiciones de nuestros ancestros en el Paleolítico, y así, existe el peligro
de que no sea concebible ningún contraejemplo para refutar estas tesis. Pero, a
diferencia del psicoanálisis, la psicología evolucionista sí parte de premisas
razonables, y sí cuenta con datos empíricos que la respaldan.
Además, en oposición
a Popper, el mismo Bunge siempre ha defendido la idea de que el principal
criterio de demarcación no es propiamente la capacidad de una teoría para ser
falseada, sino su coherencia con otros datos firmemente establecidos. Así, por
ejemplo, el psicoanálisis contradice el dato seguro de que la sexualidad
infantil es prácticamente nula, pues el hipotálamo no está plenamente
desarrollado. Pero, precisamente, la psicología evolucionista es coherente con
datos muy firmes. Si aceptamos la teoría de la evolución, debemos llegar a la
conclusión de que la selección natural no sólo ha moldeado los rasgos físicos
de nuestra especie, sino también los rasgos mentales (en realidad, esta
diferencia entre lo físico y lo mental no existe, en virtud de la identidad de
la mente con el cerebro, pero es difícil prescindir de ella en el lenguaje
ordinario). Por ello, bajo el mismo criterio de Bunge, me parece que el psicoanálisis
obviamente es desechable, pero la psicología evolucionista no lo es. Ojalá el
maestro Bunge considere esto.
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ResponderEliminarGracias, David. Felicidades por tu venidero título de psicología. El libro estándar para iniciarse con la lectura de Bunge es "La ciencia, su método y su filosofía". Es el libro más leído de él, y el más sencillo de todos. Si quieres algo un poco más elaborado y denso, yo te recomiendo su "Buscar la filosofía en las ciencias sociales".
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarMuy bueno tu blog Gabriel, y muy de acuerdo con lo que decìs. Te cuento que soy argentino y que estudio psicologìa, con lo cual estoy acostumbrado a vivir un ambiente en el que se respira anticientificismo, y en donde Bunge es poco apreciado, fundamentalmente por los psicoanalistas (que aùn predominan en mi paìs, obstaculizando la recepciòn y el desarrollo de psicologìas cientìficas). Yo admiro mucho la obra de Mario Bunge. Sin embargo, a veces me parece que se execede en sus crìticas, fundamentalmente con su estilo mordaz y contundente, y a veces hasta irònico. Personalmente, no estoy de acuerdo con que se enseñe psicoanàlisis en las Universidades como acontece en mi paìs (esto es, como teorìa estructurante de la formaciòn curricular del futuro psicòlogo -salvo unas pocas excepciones-), pues se trata de un marco teòrico anticuado y fràgil desde un punto de vista epistemològico. (Digamoslo asì: muy reñido en contra de los hechos, poco fèrtil para abordar nuevas problemàticas, y poco efectivo desde un punto de vista pragmàtico). Con todo, no lo equipararìa con la astrologìa, de la misma manera en que no equipararìa a las fìsicas aristotèlicas o newtonianas con visiones cosnmològicas religiosas. (Una cosa es tener fragilidades epistemològicas, y otra cosa es proceder mediante el pensamiento màgico). Con respecto a la psicologìa evolucionista es, como vos decìs, un campo muy prometedor. A mì, particularmente, me preocupa que esta nueva propuesta se asocie con los puntos de vista de divulgadores como Richard Dawkins. La verdad es que no conozco la faceta cientìfica (si es que la hay) del profesor Dawkins. Màs bien los libros que he leìdo presentan consideraciones de tipo filosòfico antes que contenidos cientìficos. Otro ha sido el impacto que me han producido las lecturas de E. O. Wilson, desgraciadamente menos divulgado (en Internet) que Dawkins, Dennett y compañìa. Siento que en los libros de Wilson se encuentra de fondo la investigaciòn cientìfica que èl mismo ha llevado a cabo, con lo cual no encuentro a sus afirmaciones como simples afirmaciones, carentes de asidero factual. Te cuento que mi interès es poder dedicarme, al menos en mi faceta investigativa, a lo relacionado con la psicologìa evolucionista. Por lo que he podido consultar, una de las crìticas que suele hacerse a algunos de sus teòricos es, precisamente, el haber adoptado una visiòn demasiado cesgada respecto de los tipos de selecciòn y variaciòn, y de los niveles en los que operan. Otro punto tiene que ver las dificultades que implica el trasladar los mètodos de la biologìa evolucionista al terreno de la psicologìa: porque, por ejemplo, el conocimiento que tenemos respecto de las condiciones evolutivas de nuestra especie es muy incompleto, lo cual dificulta el determinar si ciertos tipos de comportamientos se encuentran condicionados por nuestra informaciòn genètica, o si màs bien son el resultado de la exposiciòn ambiental. De todas formas, estoy convencido de la potencialidad de la psicologìa evolucionista, siempre que opere a partir de la crìtica, a la vez que pueda dar cuenta de los hechos descritos y predichos por otros enfoques teòricos. Saludos desde la Argentina, Camilo
ResponderEliminarHola Camilus, gracias por tu mensaje. Dawkins sí ha hecho investigación científica; en buena medida extendió los análisis matemáticos de Hamilton al estudio del altruismo. Tienes plena razón cuando dices que Wilson merece más atención. Respecto a cuánta influencia ejercen nuestros genes, ciertamente es difícil precisarla. Pero, los estudios de gemelos ha abierto la puerta para postular la hipótesis de que, en muchos rasgos psicológicos, los genes definitivamente desempeñan un papel, sino determinante, al menos sí condicionante. Sigamos en contacto; estuve hace un mes en la UBA, en la facultad de ciencias sociales. Me lamenté de ver elogios a muchos postmodernistas anti-científicos...
EliminarSegùn tengo entendido la U.B.A. es "el" bastiòn del psicoanàlisis lacaniano en Argentina (y por ende, del posmodernismo como epstemologìa de la psicologìa). Yo estudio en San Luis, donde a partir del 4 año tenès la opciòn de elegir entre una orientaciòn psicoanalìtica, o una orientaciòn Cognitivo/Conductual. Con respecto a lo que me contàs de Dawkins, me sigue generando el mismo prejuicio: esto es, tendrìa que consultar sus investigaciones; pero de todas formas me cuesta ver el aporte de un modelo formal para el estudio del comportamiento de un organismo. Digo esto, porque en youtube encontrè un video en el que hablan Dawkins y el primatòlogo Frans de Waal, y allì encontrè que mientras que Dawkins insistìa con sus postulados teòricos, de Waal (quien de hecho a estudiado empìricamente el comportamiento social de los primates) discrepaba con algunos de sus puntos de vista; entonces Dawkins insistìa con hipòtesis ad hoc. Al menos èsa es la impresiòn que me diò el video. Por otra parte, con respecto a los niveles de variaciòn y selecciòn me refiero, precisamente, a el "locus" en el que opera la selecciòn natural (o la deriva genètica). En efecto, existen teorìas alternativas al modelo propuesto por Richard Dawkins; por ejemplo, la teorìa de la selecciòn multinivel, que sostiene que hay selecciòn a distintos niveles: "entre los fragmentos de ARN en la 'sopa primordial' durante la etapa del inicio de la vida', entre los fragmentos de ADN y entre los cromosomas dentro de las cèlulas, entre las partes de los organismos dentro de los organismos, entre los organismos dentro de poblaciones, entre poblaciones dentro de comunidades, entre especies dentro de especies de grupos de especies competidoras, y finalmente entre clados" (Manuel Soler, Evoluciòn: la base de la biologìa). Asì, desde esta perspectiva se entiende que pueda haber conflicto entre aspectos seleccionados en un nivel, pero que son desfavorecidos en otro; todo lo cual me da la impresiòn de dar mejor cuenta de la complejidad con la que uno se encuentra a la hora de realizar el estudio del comportamiento de un organismo. A mì, particularmente, me llaman atenciòn aquellos comportamientos que son "seleccionados" por el ambiente durante la vida del individuo (ontogènesis), pero por condiciones que carecen de la uniformidad necesaria como para afectar la evoluciòn de la especie (filogènesis). (v.gr: un comportamiento como la escritura). En sìntesis, lo que quiero señalar es que la psicologìa evolucionista, como modelo teòrico, no tiene por què adoptar un ùnico modelo de selecciòn natural. Màs aùn, considero que los estudios en psicologìa evolucionista, en tanto que implican el estudio de una de las poblaciones màs extendidas sobre la faz del planeta, tal vez puedan darnos un mejor conocimiento sobre la naturaleza de la selecciòn natural, y sobre los distintos tipos de selecciòn implicados en el comportamiento de una especie de organismos tan complejos como el homo sapiens. Por ùltimo, quisiera señalar que no es mi intenciòn subestimar los aportes de las ciencias formales. Simplemente, no quiero tampoco sobreestimarlos. En efecto, considero que darle el rango de estudio cientìfico sin màs, a un estudio formal, nos llevarìa nuevamente a la silogìstica aristotèlica, en desmedro del Noveum Organum de Francis Bacon, y de todo lo que se ha logrado en adelante.
EliminarPd: Uno de los aspectos que màs me ha gustado del blog es la crìtica a los enfoques posmodernistas. Aquì dejo el link de un escrito en el que yo mismo, con mis limitaciones, he intentado hacer lo propio: http://www.blogphilosophicus.blogspot.com.ar/2012/05/on-zaratustra.html
Gracias Camilus, voy a echarle un vistazo a tu blog. Respecto a los diferentes niveles de selección, como sabrás, es un tema muy debatido. Yo no estoy muy seguro de que la selección natural pueda operar en niveles superiores al individuo (como, por ejemplo, la selección grupal), pero E.O. Wilson y otros han documentado ejemplos donde sí funciona de esa forma.
EliminarMuy bueno su blog Andrade, me voy a pasar unos días chusmeándolo, y para Camilo, Veo que eres de mi tierra, San Luis, iré a ver tu Blog, el mío no trata de ciencias, ni filosofía, aunque desde siempre he sido un entusiasta lector de ambas disciplinas. El nuestro es www.solidaridadynegocios.blogspot.com.ar Me pondré en contacto contigo. Saludos.
EliminarGracias. No he ido a san Luis, pero sí a la bella Buenos Aires. Un saludo...
EliminarSaludos y muy buen blog por cierto. Que Bunge se oponga a la psicologìa evolutiva es porque se basa en muchas premisas poco científicas de divulgadores como Dawkisn y ciertamente Dawkins de científico es más bien poco. De hecho, Bunge resalta su función de divulgador, que considera conveniente y muy importante, pero critica su foribundo ataque contra la religión y que sus estudios son más especulativos que científicos. Por cierto, Bunge molesta e incomoda al hablar y expresarse, porque sabe tanto que hasta intimida (tuve la suerte de ver un livestream de una de sus conferencias y créanme cuando oí sus respuestas casi tenía pánico, el miedo que tienes cuando alguien habla sobre tí una verdad muy obvia que no quiers aceptar). En todo caso, la psicología evolutiva está en pañales, lo consideraría una proto-ciencia más que pseudo-ciencia.
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Yo sí creo que Dawkins tiene críticas muy pertinentes a las creencias religiosas. Pero, en todo caso, como bien dices, la psicología evolucionosta aún está en pañales, y habrá que esperar y ver...
EliminarInvito a visitar el blog poniendoalsistemanervioso.blogspot.com.ar
ResponderEliminarMe parece muy convincente todo lo que dices, Gabriel. Como señalas, la evolución es un hecho, está ahí, y no podemos, aunque quisiéramos, prescindir de ella para comprender nuestra anatomía, nuestra fisiología y, como parte de ellas, nuestra mente. Supongo que el problema de verificar las tesis de la psicología evolucionista reside en la dificultad o imposibilidad de realizar experimentos sistemáticos, por ejemplo con gemelos.
ResponderEliminarA propósito del "gen del fútbol", por cierto, humildemente opino que no sería descabellado pensar no exactamente en ello, pero sí en un gen que predisponga a vivir, observar y emular la competición, gen que podría explicar la escasa aceptación de ese deporte por parte de las mujeres, en general. Reconozco que esto es especulación, pero no pura especulación, porque incluso si esa escasa aceptación fuera un hecho cultural, ésta podría estar condicionada por la biología, como a menudo sucede (pensemos en los juguetes y los roles de los niños y las niñas al respecto).
Es cierto. Gad Saad, un psicólogo evolucionista, ha estudiado cómo en todas las culturas del mundo, los niños juegan con juguetes bélicos a ser guerreros, mientras que las niñas juegan con muñecas a ser madres. Esta universalidad permite pensar que todo esto ha de tener una base biológica.
EliminarY yo añadiría -aunque viene a ser lo mismo- el tipo de conversaciones que mantienen entre sí los hombres, por un lado, y las mujeres, por otro: a los primeros, en general, nos encanta hablar de la táctica empleada por un equipo, de si el entrenador dispondrá dos atacantes, si reforzará la defensa, etc. (todo un trasunto de la estrategia militar); las segundas, por el contrario, prefieren conversar sobre programas del corazón. Esto lo veo claramente en mi trabajo, entre centenares de alumnos que, en contra de lo que se suele decir, siguen reproduciendo fielmente esos roles sexuales.
ResponderEliminarMe gustó tu artículo. Bunge mismo habla de que la psicología evolucionista bien puede verse como una protociencia "secuestrada" por divulgadores fantasistas (según él, como Pinker, Dennett y Dawkins), y es por eso que este proyecto estaría "en riesgo".
ResponderEliminarOtro autor igual de interesante, que también está bien metido en el problema de demarcación, pero que también lanza críticas a la psicología evolucionista porque sus afirmaciones parecen ser demasiado especulativas e infalsables, es Massimo Pigliucci. Te recomendaría leer, pero creo que ya lo habrá leído alguna vez, así que más que otra cosa, me gustaría saber tu opinión sobre los argumentos de Pigliucci.
Saludos desde Jalisco.
Yo opino que Bunge debe reconsiderar su oposición a la psicología evolunista. Pero, sí entiendo que hay un peligro de abusar de esta disciplina. Por ejemplo, en una ocasión, una psicólogo dijo que a los niños varones les gusta el azul, porque en el Paleolítico los hombres necesitaban ver el cielo para saber cuándo ir a cazar; a las niñas hembras les gusta el rosado, porque en el Paleolítico, buscaban fruta fresca para darle a las crías. Hoy sabemos que, antes del siglo XIX, el rosado era un color masculino y el azul un color femenino, de forma tal que esta tesis es claramente errónea. Esto es un ejemplo de cómo es fácil abusar de esto, y hacer de la psicología evolucionista una teoría no falseable, compuesta por "just so stories", e hipótesis ad hoc.
EliminarSí sé quién es Massimo Pigliucci, pero no he leído gran cosa de él. Espero hacerlo pronto.
Gracias, estuve en Guadalajara hace unos años, me gustó mucho.
hola gabriel andrade muy interesante tu articulo . te quería decir que en la universidad mas prestigiosa de mi país (la universidad nacional de Colombia) en psicología en el curriculum se dan sendos cursos de teoría psicoanaltica... que piensas de otras trolas como la sexologia y otras psicologías populares que a mi en verdad me dejan extrañado.
ResponderEliminarEn efecto Bunge muchas veces expresa opiniones que parecen distorsionar las posiciones que critica. Las declaraciones de que la psicología evolucionista no está muy lejos de pretender encontrar un gen que determine la afición al fútbol parece ser hipérbole injustificada. Sin embargo, la psicología evolucionista tiene serios problemas epistemológicos y metodológicos. No se puede desconocer la productividad que ha tenido el aplicar una lógica evolutiva en el estudio de los procesos psicológicos, y en este sentido, ha ayudado a esclarecer diversos aspectos relacionados a esta disciplina. Pero me parece que hay un exceso de entusiasmo, combinado con bastante confusión conceptual que hace que se lance las más audaces hipótesis acerca del origen genético de distintos comportamientos. La solidez de la teoría darwiniana a la que se hace alusión me parece bastante discutible, teniendo en cuenta que en lo que en realidad se basa la psicología evolucionista es la síntesis neodarwinista concebida el sigo pasado. Actualmente sabemos más acerca de factores que son heredados además de los genes. Los avances en la epigenética y el desarrollo de perspectivas interaccionistas en la concepción de la evolución ponen en duda las tesis de genocentristas de la psicología evolucionista, específicamente la visión de que el fenotipo es únicamente la expresión de manera unidireccional del genotipo. Las teorías Evo Devo, como la teoría de los sistemas de desarrollo ponen de relieve la importancia del desarrollo ontogenético en la producción de variabilidad que sirven como base para la selección de rasgos adaptativos para la especie. En síntesis, el programa de investigación basado en los genes necesita reformularse en términos interactivos si se quiere una explicación más cabal del comportamiento humano.
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