Alguna gente me dice que mis gustos cinematográficos
son demasiado sectarios en términos políticos. Me han recomendado ver Z, de Costa Gavras, a fin de que aprecie
cine izquierdista de calidad, y me cure de mis sesgos derechistas.
La he visto, y tienen razón. Z es una gran película, digna de ser
considerada un clásico. Pero, me temo que esta película no es tan izquierdista
como la presentan sus promotores. Sí, Costa Gavras es un progre, y sí, la
película, filmada en plena Guerra Fría, presenta las sucias artimañas de una
pseudodemocracia europea de derecha, obsesionada con la supuesta amenaza
comunista.
Pero, un venezolano de nuestros
tiempos verá en Z un reflejo del
gobierno chavista (al principio no se supo si Chávez era de izquierda o
derecha, pero al final, se quitó la máscara y aceptó su afinidad al comunismo).
Hoy, en América Latina, es la izquierda, y no la derecha, quien se comporta
como los gorilas que se retratan en Z.
La película, un thriller político, narra la historia de un senador en un país
europeo supuestamente democrático (nunca se nombra el país). Este senador es un
pacifista, y se dispone a dar una conferencia en contra del armamento nuclear.
El gobierno inventa toda clase de excusas para tratar de suspender la
conferencia, pero los organizadores del evento persisten. La noche de la
conferencia, grupos de choque fieles al régimen acosan al senador, mientras la
policía observa complacientemente sin hacer nada. Unos hampones dan muerte al senador,
pero de un modo bastante confuso.
Se abre una investigación. A medida
que progresa la investigación, se va descubriendo que los asesinos no eran unos
hampones comunes, sino que se trató de un asesinato político encargado desde
arriba. La policía hace todo lo posible por modificar la evidencia, a fin de
que la muerte del senador parezca un accidente. El juez que encabeza la
investigación recibe presiones de todo tipo para ceder ante la versión de la
policía, pero al final, persiste en su integridad, y ordena la aprehensión de
los conspiradores. No obstante, en la última escena de la película, se revela
que tras el juicio formal que castiga levemente a los autores materiales, el
ejército da un golpe de Estado para evitar la derrota electoral de la derecha
ante el escándalo, el juez que encabezó la investigación es destituido, y los
generales que idearon la conspiración son exonerados.
Hay, por supuesto, elementos de la
película que no sirven para describir al chavismo. Los generales son fascistas
obsesionados con Dios y el rey, escandalizados por la música pop y el cabello
largo de los hippies. Los chavistas más bien se enorgullecen con sus melenas poco higiénicas. Pero, visto con mayor detenimiento, en Z hay más semejanzas que diferencias
entre los jerarcas chavistas y los gorilas fascistas retratados en la película.
En Venezuela, cada vez que la oposición trata de hacer un evento político, como en Z,
el gobierno inventa excusas supuestamente apolíticas (motivos de seguridad,
etc.) para impedirlo. Asimismo, en Venezuela hay, como en Z, grupos de choque que hacen los trabajos sucios que el gobierno no
quiere hacer con soldados uniformados. Son los Tupamaros y grupos afines. En un
momento, Chávez se dio cuenta de que había creado un Frankenstein (pues
llegaron a amenazar la estructura de gobierno del chavismo), y trató de limitar
el poder de estos grupos. Pero, era ya demasiado tarde. Gente como Lina Ron ya
no estaba dispuesta a ceder su espacio, y Chávez (y ahora Maduro), han tenido
que ajustarlos como aliados.
Cuando estos grupos actúan, la
Guardia Nacional Bolivariana contempla complacientemente. Ocurrió así durante
la época de la Guarimba a inicios de 2014. Grupos opositores protestaron
(algunos violentamente, pero no más allá de obstaculizar carreteras, del mismo
modo en que se hizo durante el Mayo francés de 1968, un movimiento mimado por
la izquierda internacional), y la represión estuvo a cargo, no propiamente de
los militares, sino a cargo de grupos de choque que actuaban con la protección
de la Guardia. Hubo decenas de muertos, y salvo algunos casos de motorizados
que murieron accidentalmente a causa de los obstáculos en la carretera
(cuestión que no tiene justificación posible), la abrumadora mayoría de los
muertos fueron ejecutados por la acción conjunta de los grupos de choque y la
Guardia.
En Z, un valiente juez aparece, y resiste las presiones de los
militares. El juez persiste en su integridad, pero al final, pierde la batalla,
porque los militares dan un golpe de Estado. No ha habido necesidad de tal cosa
en Venezuela. Este país puede darse el lujo de mantenerse en la
pseudo-democracia, porque no tiene ninguna amenaza interna; el poderío de los
militares es indiscutible, y por ello, no necesitan dar ningún golpe. En
Venezuela, no hay posibilidad de que un juez asuma una postura valiente y
desafiante frente al poder ejecutivo. El gobierno se ha asegurado de
preseleccionar jueces fieles a su causa, de forma tal que no causen los
problemas que genera el juez que aparece en Z.
En Z, Costa Gavras ha querido reflejar las marramuncias de las cuales
de vale un gobierno con careta democrática, para aplastar a la disidencia. Esto
no es realmente una cuestión de ideología. Derecha e izquierda lo hacen por
igual. En el contexto de Costa Gavras, en la Guerra Fría, la URSS no pretendía
ser una democracia, pero en cambio, los tiránicos gobiernos derechistas de
América Latina y algunos en Europa sí eran expertos en emplear estos trucos
sucios. Hoy, ya derrumbado el Muro de Berlín, América Latina ha dejado atrás su
época de falsas democracias de derecha, y es más bien ahora la izquierda, con
la excusa de resistir el imperialismo yanqui, la que hace las bajezas que Costa
Gavras magistralmente retrata en Z.
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