Es
curioso que en Venezuela, cuando se habla de los indígenas que viven en este
país, se refiera a ellos como “nuestros indígenas”. En España, por ejemplo,
nadie habla de “nuestros gitanos”. Yo sospecho que el uso del adjetivo “nuestro”
para referirse a los indígenas, revela la actitud paternalista que suele
tenerse frente a ellos. En la cultura venezolana, los indígenas son algo así
como una atracción turística o un recurso natural, del mismo calibre que el
Salto Ángel, el petróleo o las reinas de belleza: hacen sentir orgulloso al
venezolano, aun si el venezolano promedio no tiene ni la menor idea de cómo
viven realmente esos pueblos. Y, en ese sentido, que los indígenas se
occidentalicen es interpretado como una grave afronta en contra de nuestro carácter
nacional. Los venezolanos prefieren mantener a los indígenas en reservas, en
una suerte de zoológico humano, para nuestro deleite, y para mantener intacta
una de las atracciones turísticas nacionales.
Esto ocurre especialmente con el
grupo indígena menos occidentalizado de Venezuela, los yanomamis. Hay en
Venezuela la idea de que los yanomamis son nuestros,
y que por razones nacionalistas, debemos defenderlos a toda costa, del mismo
modo en que debemos defender a Simón Bolívar o la vinotinto. Si algún foráneo
(especialmente si viene del insolente imperio norteamericano) osa decir cosas
desagradables sobre ellos, eso es inaceptable. Y, si alguien acusa a ese insolente
de cometer crímenes en contra de nuestros pobres yanomamis, entonces debe
asumirse que esas acusaciones son verdaderas.
Lamentablemente, esto parece haber
ocurrido con Napoleon Chagnon, el antropólogo norteamericano que por varias
décadas estudió a los yanomamis. En el año 2000, un oscuro periodista
norteamericano, Patrick Tierney, publicó un libro, El saqueo de El dorado, en el cual, en vena sensacionalista, acusa
a Chagnon de falsificar sus investigaciones para presentar a los yanomamis como
un pueblo agresivo, y peor aún, de deliberadamente introducir epidemias para
hacer experimentos humanos.
El cineasta brasileño José Padilha se
ha basado en este libro para hacer un documental, Secretos de la tribu, sobre los antropólogos que han estudiado a
los yanomamis, y sus supuestos crímenes. El documental no es nada del otro
mundo; consta sencillamente de entrevistas con antropólogos y con yanomamis,
contrastando los alegatos de Tierney. Pero, las entrevistas están editadas con
la suficiente destreza, como para permitir un óptimo flujo narrativo, y
mantener atento al espectador. Contrariamente al libro de Tierney, el documental
de Padilha intenta ser ponderado, presentando distintas versiones, y ofreciendo
una oportunidad al propio Chagnon para defenderse.
Hay acusaciones de todo tipo. Se
acusa al antropólogo francés Jacques Lizot de ser pedófilo e introducir la
prostitución homosexual infantil entre los yanomamis. Lizot no accedió a ser
entrevistado en la película. Según parece, esta acusación sí tiene algo de
verdad, pues varios yanomamis entrevistados la confirman. Pero, la forma jovial
en que algunos de esos yanomamis cuentan sus historias en la película de
Padilha, suscita alguna duda. Sí, ciertamente hubo relaciones homosexuales.
Pero, ¿fueron forzadas? No pareciera. No sabemos si los compañeros sexuales de
Lizot eran niños; se alega que algunos sí lo eran, pero todos los que ofrecen
su testimonio en la película son adultos.
También se acusa a un antropólogo
norteamericano, Kenneth Good, de haberse casado con una jovencita yanomami de
12 años. En la película, el propio Good acepta esa acusación, pero invoca el
relativismo cultural para justificarse, alegando que eso es normal entre los
yanomamis. Como de costumbre, el relativismo cultural sirve para justificar
todo tipo de crímenes. Curiosamente, Tierney es condescendiente con Good,
¡precisamente el antropólogo que más reproche merece! Como suele ocurrir, los
promotores del mito del buen salvaje se alían con los relativistas culturales.
La acusación más seria de Tierney,
es contra Chagnon y el genetista James Neel, quienes supuestamente introdujeron
vacunas deficientes de sarampión en aldeas yanomamis, causando una terrible epidemia.
Ciertamente hubo una epidemia, ¿pero es atribuible a la vacunación introducida
por Chagnon y Neel? No pareciera. En la película, no se presenta ninguna
evidencia que respalde semejantes alegatos. Sólo aparece el testimonio de un
anciano yanomami expresando rencor contra Chagnon por haber “matado” a algunos
miembros de la tribu. ¿Tiene este pobre anciano yanomami el debido conocimiento
científico como para tomarse en serio su reproche? Por supuesto que no. Es muy
fácil dejarse llevar por el sentimentalismo rousseauano, y acusar al malvado
hombre blanco de envenenar al frágil indígena. Pero, un mínimo de seriedad
exige, al menos, investigar más a fondo antes de lanzar esas acusaciones tan
graves.
A lo largo de sus entrevistas en la
película de Padilha, Chagnon ofrece la hipótesis de que las acusaciones en su
contra forman parte de un complot para desacreditarlo, debido al hecho de que
Chagnon utilizó teorías sociobiológicas para explicar la violencia entre los
yanomamis. En oposición a la imagen rousseauana del buen salvaje en torno a los
indígenas (que es la predominante entre antropólogos), Chagnon documentó un pueblo
muy agresivo y muy “fiero”, un calificativo que los propios yanomamis usan para
describirse a sí mismos. Y, también en oposición a la idea rousseauana de que
el hombre es bueno por naturaleza, Chagnon formuló la hipótesis de que la
violencia está firmemente inscrita en los genes.
Chagnon descubrió que, entre los
yanomamis, quienes más matan, tienen más mujeres y más hijos. Así, Chagnon
postuló que, al menos en las condiciones tribales en las que viven los
yanomamis, los genes para la violencia se difunden más, precisamente porque son
privilegiados por la selección natural. En las guerras entre los yanomamis, no
se disputan recursos naturales, sino mujeres.
Curiosamente, al inicio de la película de Padilha, un yanomami expresamente
confirma que, en efecto, sus escaramuzas bélicas básicamente buscan raptar
mujeres. ¿Por qué no creerles a los propios yanomamis?
Pero, predeciblemente, ni a Tierney
ni al establishment de la
antropología le agrada esto. Y, así, en su libro Tierney acusa a Chagnon de
promover cizañas para que los yanomamis se maten entre sí, cuando en realidad,
los yanomamis son un pueblo pacífico. Según Tierney, Chagnon (y también Lizot)
sabotearon el estilo de vida de los yanomamis introduciendo machetes y otras
tecnologías occidentales, y eso fue el causante de su ferocidad.
Es aquí donde el paternalismo de
gente como Tierney se vuelve nauseabundo. En su imaginación, los yanomamis son
como aquellos bosquimanos de Los dioses
deben estar locos, que viven idílicamente, hasta que un hombre blanco
arroja desde un avión una botella de Coca Cola, y por primera vez surge la
discordia en la tribu. Tierney y muchos antropólogos, en un espíritu tremendamente
paternalista, quieren mantener a los indígenas en zoológicos humanos para ellos
mismos deleitarse desde su comodidad en el Primer Mundo, contemplando la “pureza”
del estilo de vida salvaje.
En la película de Padilha, uno de los
antropólogos narra cómo, para un yanomami, es tremendamente trabajoso cortar un
árbol con sus herramientas primitivas. Cuando reciben machetes, los yanomamis
logran su acometido con más facilidad, y son agradecidos con los occidentales.
Pero, no, Tierney y sus secuaces quieren que el yanomami sude la gota gorda
para preservar la ventana al Paleolótico; ellos quieren ver al elefante en el
circo.
Ésta es la misma actitud de Survival International, una deplorable
institución que se opone al desarrollo, y busca a toda costa mantener el estilo
de vida primitivo de los pueblos indígenas del mundo, muchas veces aun en contra de los propios deseos de los
indígenas.
La abrumadora mayoría de los
antropólogos que yo he conocido simpatizan con el primitivismo y el relativismo
cultural. Y, así, yo esperaba que el establishment
de la antropología académica relegara a Chagnon al estatus de paria. Pero,
una agradable sorpresa de esta película, es ver que hubo un amplio sector de la
antropología académica norteamericana que respaldó a Chagnon frente a las
acusaciones sensacionalistas de Tierney (lamentablemente, buena parte de la
antropología venezolana sigue participando del romance rousseauno, y se niega a
aceptar la ferocidad de los yanomamis). Parece que, al final, el tiempo dio la
razón a Chagnon. Si bien, al inicio, las acusaciones de Tierney causaron furor,
se han hecho indagaciones serias al respecto, y Tierney ha sido expuesto como
un calumniador.
Tengo los libros de Chagnon, y uno de ellos se titula, significativamente "Yanomamö, the fierce people", pero, recuerdo más o menos (lo leí hace más de veinte años ambos libros) que Chagnon cuenta que, cuando les hablaba a un grupo Yanonami de que ellos eran feroces y salvajes, le decían que ellos no lo eran, pero que otro grupo "que estaba más allá" (metido en la selva) sí lo eran, entonces Chagnon agarraba hacia el otro grupo, supuestamente más agresivo, y cuando llegaba a este les decía que quería conocer a los Yanomami feroz que eran ellos, y le decían algo así como: "No, nosotros no lo somos, pero el otro grupo, que está más allá [y le señalaban la selva] si son muy belicosos" y así iba de grupo en grupo, y ninguno se identificaba como agresivo o belicoso, sino que echaban la chapa a otro grupo "más allá", de que esos otros SÍ ERAN los agresivos y malos de la película. Total que en décadas de convivir y visitar distintos grupos, Chagnon se dio cuenta de que en realidad, los Yanomami se ponen esa chapa de agresivos y belicosos (como los maracuchos se dan fama de groseros y vulgares por todo el mundo) y no siempre sino pocas veces corresponde con la verdadera realidad (cosa que, en el caso de los maracuchos, hay que reconocer que es a medias verdad...) y lo otro que descubrió es que, cuando dos grupos Yanomamis se encuentran, lejos de ir a la pelea inmediatamente, pasan horas y aún días parlamentando y hablando entre ellos, de sus orígenes, de sus cuentos, sus leyendas, sus hazañas, sus guerreros, es decir, típicas "Public Relations", nada diferentes a las que usarían palestinos e israelíes si tienen que parlamentar en Oslo o Camp David, y yo diría que con mucho mejores resultados. Eso y otras cosas que cuenta Chagnon, algunas muy divertidas y todas muy serias, me hicieron que lo respetara mucho como antropólogo, desde su método, a diferencia de otros muchos antropólogos que he leído y conocido, que son irremediablemente izquierdistas y hasta comunistas anticapitalistas, antimercado, antoglobalización, antioccidentales y muchos otros "antis" parecidos o más majaderos.
ResponderEliminarSobre lo de las relaciones con niñas indígenas, casi todos los relatos de viajeros en el Amazonas hablan de relaciones con chicas de doce o más años, y es que a esa edad ya suelen ser núbiles las chicas, y no es que los occidentales se aprovechan puesto que los mismos indígenas las piden a esa edad como mujeres. Uno de estos, Hector Acebes, colombiano, tiene un libro interesantísimo "Orinoco Adventure", en que por cierto sale muy mal parado un antropólogo que aquí es muy afamado en Venezuela, pero, entre los mismos antropólogos tiene dudosa estima y en ese libro queda como un verdadero cochino, a pesar de sus lauros académicos (muy gestionados de su parte, como típico autobombo académico nada desconocido de algunos intelectuales de nuestro medio). Ese antropólogo es José María Cruxent. La diferencia de éste con Chagnon, al menos para mí, es que yo, aún sin ser conocedor del medio antropológico, sí respeto y estimo en mucho a Napoleón Chagnon y su labor.
No conocía a Cruxent. Voy a buscarlo
EliminarHay unas palabras que me parecen extraordinarias en tu texto, citables fuera de contexto:
ResponderEliminar"Cuando reciben machetes, los yanomamis logran su acometido con más facilidad, y son agradecidos con los occidentales. Pero, no, Tierney y sus secuaces quieren que el yanomami sude la gota gorda para preservar la ventana al Paleolótico; ellos quieren ver al elefante en el circo."
Creo que ahí, in a nutshell, como dicen los anglosajones, está dicho mucho, si no todo, sobre la actitud de los antropólogos, y el problema o dilema de la antropología frente a su objeto tan difícil de enfrentar: el hombre.
Lamentablemente, estos antropólogos abundan en la Universidad del Zulia...
EliminarCruxent fue, junto con Walter Dupouy y el médico Antonio Requena, pionero de la ciencia arqueológica moderna en Venezuela. En verdad que ignoraba la mala fama que tiene Cruxent en los círculos de la antropología.
ResponderEliminarYo no conocía a ninguno de esos. Debo informarme mejor. Lucano, me complace que (infiero), eres venezolano. En este país, necesitamos muchos racionalistas como aquel señor de Samosata que, como James Randi, exponía los trucos de los magos charlatanes...
EliminarEn contra de lo que se afirma en este artículo, Survival International no se opone al desarrollo o pretende mantener a los pueblos indígenas en un estado "primitivo", en el que, por otro lado, nunca se han encontrado. Quien tenga interés en conocer lo que verdaderamente decimos sobre los yanomamis puede visitar: http://www.survival.es/articulos/3297-brutales-salvajes
ResponderEliminar1. ¿Por qué colocas la palabra "primitivo" en comillas? ¿Es acaso falso que hay pueblos más avanzados que otros? Si bien es cierto que no hay pueblos primitivos en el sentido de que viven como vivieron nuestros ancestros en el Paleolítico, no deja de ser cierto que Survival International pretende mantenerlos en ese estado, para resistir la modernidad, muchas veces aún en contra de sus deseos. El propio nombre "Survival" revela la intención de esa organización: hacer "sobrevivir" las culturas pre-modernas.
Eliminar2. Antropólogos de gran renombre, como Adam Kuper, denuncian que Survival International SÍ pretende mantener a los pueblos indígenas estancados en el tiempo, en una suerte de museo viviente del buen salvaje. Acá lo explica Kuper: http://www.survival.es/articulos/3297-brutales-salvajes
3. Los libros de Diamond, Chagnon y Pinker, están lo suficientemente bien documentados como para resistir las críticas que esos autores tratan de formular.
4. ¿Por qué Survival International no ha sido lo suficientemente diligente en repudiar las acusaciones obscenas y sensacionalistas que Tierney formuló contra Chagnon? Hasta cierto punto, Survival International es cómplice de la difamación que Tierney promovió.
Cometí un error en el comentario de arriba. El escrito de Kuper es éste: https://newhumanist.org.uk/articles/631/return-of-the-native
EliminarExtraordinario artículo.
ResponderEliminarGracias.
EliminarMuy interesante artículo, me apasiona la antropología, aunque lamentablemente estudio una carrera bastante alejada. Recientemente me he interesado por las culturas indígenas del país, y justamente por lo poco que he leido sobre el horrible trato recibido por mujeres yanomamis, las innecesarias muertes y sufrimientos de personas por estúpidas guerras tribales o enfermedades que pueden tratarse y prevenirse me ha llevado a cuestionar ese romanticismo por la preservación de culturas. Su estilo de vida puede resultar exótico, interesante... entiendo que se debe respetar sus creencias y costumbres, pero, cuando alguna de éstas violan los derechos humanos fundamentándose en la ignorancia y tradición ¿por qué no ayudarles a mejorar y progresar como civilización? Gracias por tan ilustrativo artículo, no tuve mucho interés en leer a Chagnon por haber leído previamente lo muy cuestionado que fue, ahora deseo buscar su obra. Saludos
ResponderEliminarGracias, sí, Chagnon está cuestionado, pero es precisamente debido a la injusta campaña de difamación de Tierney y otros.
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