viernes, 28 de agosto de 2015

¿Recapitula la ontogenia a la filogenia?

            En un célebre ensayo, Immanuel Kant decía que la Ilustración es la salida de la humanidad de su infancia. Hoy, esto es anatema. Las palabras de Kant han sido repudiadas por su asociación con el colonialismo. Bajo la premisa de que los pueblos que aún no habían conocido la Ilustración eran infantiles, los grandes poderes coloniales europeos trataron de justificar sus regímenes coloniales en África y Asia. Bajo la doctrina de la misión civilizadora y la carga del hombre blanco, se postulaba que las potencias europeas estaban en el deber de colonizar a los no occidentales, pues estos pueblos, en tanto eran como niños, aún no estaban preparados para el autogobierno. La administración colonial serviría como tutela mientras esos pueblos adquirían su madurez.

            El colonialismo cometió todo tipo de crímenes, ¿quién puede negarlo? Pero, cometeríamos un error al asumir inmediatamente que, los hechos a los cuales apela el criminal para hacer sus fechorías, son falsos. No hubo justificación para que los poderes europeos colonizaran África y Asia, pero no debemos apresurarnos en rechazar la idea de que los pueblos no occidentales son más infantiles que nosotros.
            El psicólogo que más procuró estudiar las diferencias cognitivas y conductuales entre niños y adultos fue Jean Piaget. Piaget postulaba que, antes de los siete años, los niños pasan por una fase que él llamó “pre-operacional”. En esta fase de desarrollo, los niños aún no piensan lógicamente. Creen, por ejemplo, que cuando se pasa de un vaso corto a un vaso largo, no se conserva la misma cantidad de agua. O, también creen que los objetos tienen vida propia, que las otras personas ven el mundo desde su  misma perspectiva.
            Piaget dejó abierta la pregunta: ¿atraviesa la humanidad como conjunto las mismas fases de desarrollo cognitivo por las cuales atraviesan los individuos? En otras palabras, ¿los pueblos menos civilizados piensan y actúan como niños? El biólogo Ernest Haeckel había asumido que, en el desarrollo embrionario de un ser humano, las fases más tempranas exhiben rasgos afines a nuestros ancestros más remotos en la evolución; en términos de su teoría, la “ontogenia recapitula la filogenia”. Hoy sabemos que esto es falso. Y, por analogía, mucha gente asume que esto debe ser también falso al comparar el desarrollo individual de las personas con el desarrollo de las civilizaciones. Según esta corriente, los pueblos no occidentales no son primitivos, no son más infantiles.
            Lamentablemente, no es claro que esto sea cierto. Hay indicios de que, en términos psicológicos, la ontogenia recapitula la filogenia. Los pueblos no occidentales sí tienen indicios de ser más infantiles.
Antes de Piaget, el antropólogo Levy-Bruhl había abordado esta cuestión, y había postulado que los nativos no piensan lógicamente como nosotros. Pero, fueron los seguidores de Piaget quienes más dedicaron atención al asunto. Vygotsky postuló que sin suficiente educación formal al estilo moderno, un ser humano no podría desarrollar sus capacidades cognitivas. Luria, por ejemplo, descubrió que los campesinos uzbekos son incapaces de completar silogismos elementales. C.R. Hallpike descubrió que los nativos tauade en Nueva Guinea son incapaces de calcular el área de un rectángulo, o de asumir que los objetos conservan su volumen si cambian de forma.
Frente a todo esto, antropólogos como Claude Levi-Strauss, y todo el estructuralismo, han protestado, y han dicho que todos los seres humanos pensamos básicamente de la misma manera, y todos somos racionales en el mismo grado. Naturalmente, aquellos con hipersensibilidad poscolonial, prefieren las posturas políticamente correctas de Levi-Strauss. Bajo el esquema de Levi-Strauss, no hay pueblos superiores a otros, no hay sociedades más adultas y sociedades más infantiles.
Los estudios de Levi-Strauss son interesantes, pero me temo que son insuficientes. En algunas cosas, sí, los no occidentales piensan tan racionalmente como nosotros. Los nativos son capaces de hacer cosas muy complejas con sus sistemas de parentesco o de clasificación totémica (ejemplos favoritos de Levi-Strauss). Pero, en muchas otras cosas no. Y, me temo que cuanto menos moderna es una sociedad, más afín es al modo de pensar de los niños.
Georg Osteirdiekoff ha escrito varios libros analizando esta cuestión, y compara las instituciones culturales premodernas con las conductas infantiles. Los niños son muy dados a creer que los muñecos pueden convertirse en monstruos que los acechan (¡he ahí el origen de Chucky!); las religiones más preponderantes en los pueblos más primitivos son las animistas. Los niños dan explicaciones teleológicas para todo (tal cosa sucedió con el propósito de que ocurriera otra cosa); algo muy parecido ocurre en las mitologías más arcaicas. Los niños tienen firmemente arraigada la creencia de que las malas acciones serán castigadas de forma espontánea (aquello que los especialistas llaman “justicia inmanente”); en los pueblos premodernos abundan las ordalías, así como las nociones religiosas de karma y el castigo divino en esta vida. Los niños no suelen tomar en cuenta las intenciones a la hora de juzgar las acciones; los sistemas jurídicos más arcaicos tampoco suelen ofrecer atenuantes cuando se trata de meros infortunios.

Así pues, si bien muchas de estas cosas ameritan debate, no deberíamos desechar la idea de que la ontogenia sí recapitula la filogenia, y como corolario, que quizás los colonialistas sí tenían razón cuando postulaban que los colonizados eran como niños.

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