Escribe Frantz Fanon en Piel negra, máscaras blanca, que los blancos tienen una gran ansiedad respecto a la vida sexual de los negros. Los blancos temen que los negros usurpen a las mujeres blancas, con sus enormes penes, insaciable apetito sexual y placenteras destrezas en la cama. No es necesario un análisis cultural demasiado profundo como para saber que Fanon tenía razón.
Hay plenitud de canciones, películas y, sobre todo, chistes, que ilustran esta preocupación. Es fácil recordar El africano, de Wilfrido Vargas, con su “Mami, ¿qué será lo que quiere el negro?”. La imaginación da pie a la representación de hombres musculosos negros con penes inmensos, dispuestos a servir como esclavos sexuales a sus amas blancas. En un tono menos jocoso, a finales del siglo XIX en EE.UU. hubo una tremenda preocupación por las supuestas violaciones de mujeres blancas por parte de hombres negros. De hecho, esto sirvió como excusa para la ola de linchamientos que se vivió en el sur de los EE.UU., y el fortalecimiento del Ku Kux Klan como grupo.
¿Hay algo de cierto en esta imagen, o es sencillamente, como suponía Frantz Fanon, una obsesión neurótica del hombre blanco? La idea de que el pene de los negros es más grande es un mito. Se han hecho correlaciones estadísticas entre el tamaño del pene y el color de la piel, pero nunca se ha encontrado una correlación consistente. Hay negros con penes grandes y negros con penes pequeños, lo mismo que blancos con penes grandes y blancos con penes pequeños.
Parece, entonces, que la imagen del negro que hace más proezas sexuales es, como postulaba Frantz Fanon, un mito colonialista para degradar al negro a una condición más cercana a los animales, y erigir así una barrera de exclusión social. Con todo, hay argumentos que hacen pensar el asunto más detenidamente.
Sabemos, gracias a la teoría de la evolución, que sobreviven aquellas especies que exhiben rasgos que les permiten, o bien sobrevivir en un determinado hábitat, o bien expandir su prole en mayor número que sus competidores. A diferencia de las bacterias, o los conejos, u otros organismos que se reproducen a un ritmo acelerado, los seres humanos no tienen gran capacidad para generar proles inmensas. Pero, la evolución ha favorecido en cambio su disposición a cuidar a las pocas crías que generan. Así, la selección natural ha favorecido dos tipos de estrategias para sobrevivir. La primera consiste en tener mucha descendencia, sin necesidad de atenderlas. La segunda consiste en generar pocas crías, pero desarrollando rasgos que permita su cuidado.
Ahora bien, el investigador J. Philippe Rushton ha postulado que, si bien los seres humanos tenemos pocas crías, pero dedicamos suma atención a ellas, hay en el seno de la especie humana algunas divisiones. Los grupos raciales procedentes de África tienden a tener más crías, y esto viene respaldado con su tendencia innata a una vida sexual más activa (penes más grandes, madurez sexual más temprana, etc.). No obstante, estos grupos no desarrollaron una mayor disposición genética para la inteligencia, pues les fue suficiente con desarrollar la estrategia que consiste en tener muchas crías. Rushton postula que el clima poco adverso del África no hizo presión selectiva para que sobrevivieran los más inteligentes; en cambio, sí hizo presión selectiva para que sobrevivieran los más sexualmente activos.
Por otra parte, los grupos raciales que emigraron a Europa y Asia se enfrentaron a un clima muchísimo más adverso. En esas condiciones, la selección natural no favoreció tanto la disposición a la actividad sexual, sino más bien el uso de la inteligencia para hacer frente a las adversidades climáticas.
Todo este argumento conduce a conclusiones escandalosas: los negros hacen más proezas sexuales, pero son más estúpidos. Los blancos y amarillos son más tímidos sexualmente, pero son mucho más inteligentes. Parece una argumentación científica para respaldar los estereotipos de la cultura pop norteamericana: el negro de Flavor of Love es un idiota, pero satisface sexualmente a las estrellas de pornografía; los nerds (blancos y asiáticos en su mayoría) son unos genios, pero jamás conseguirán a una mujer atractiva.
Con todo, es urgente advertir que, si hemos de rechazar argumentos como éstos, no ha de ser sencillamente porque nos resulte incómodo. La verdad podrá doler, pero es la verdad. Si postulamos que Rushton está equivocado, debemos señalar en qué falla su argumento, y no meramente contentarnos con decir que está equivocado, sencillamente porque así razonaban los nazis.
Por mi parte, creo que Rushton comete varios errores. En primer lugar, asume que puede dividirse nítidamente a la especie humana en distintos grupos raciales. Postular que los negros hacen más proezas sexuales pero son más estúpidos es un error, pues es dudoso que los ‘negros’ o los ‘blancos’ existan. El color de la piel es un rasgo arbitrario para segmentar a la humanidad en grupos raciales. Perfectamente podemos dividir a la humanidad en función de otros criterios (tipo de sangre, estatura, talla del pie, etc.), y observaremos que esa división no coincide con la división en función del color de piel. Por ello, el concepto de ‘raza’ es sumamente cuestionable.
Pero, aun si asumimos que las razas sí existen, el argumento de Rushton sigue siendo criticable. ¿Por qué asumir que el clima de Eurasia seleccionó la inteligencia, pero no así el clima de África? El sol abrasador de la sabana africana puede ser tan brutal como la adversidad de la tundra finlandesa. Además, el argumento de Rushton conduce a pensar que los esquimales o siberianos son más naturalmente inteligentes que los españoles o los griegos, pero de nuevo, no hay evidencia de esto. Más aún, los africanos no se reproducen tanto, ni los asiáticos se reproducen tan poco. En el siglo XIX, la población nativa de África enfrentó un declive en las tasas de natalidad; a su vez, sabemos que China y otros países asiáticos, desde hace varias generaciones, ha enfrentado problemas de sobrepoblación.
Es hora de dejar de lado los temores sociales, y urge hablar con franqueza. Hay gente más inteligente y menos sexualmente activa que otra, y cada vez más hay indicios de que tanto la inteligencia como la sexualidad tienen alguna base genética. Quizás sea una verdad incómoda, pero como valientemente decía Aristóteles, es preferible ser amigo de la verdad. El problema, no obstante, es que no hay indicios de que los genes para la inteligencia o para la sexualidad correspondan con alguna característica tradicionalmente empleada para segmentar a la humanidad en grupos raciales. Por ende, por ahora, podemos asumir junto a Frantz Fanon, que el temor de los blancos por las proezas sexuales de los negros es una obsesión irracional.
Según ciertas mujeres europeas, no es un asunto de genética sino de nacionalidad:
ResponderEliminarhttp://www.abc.es/20111216/sociedad/abci-mejores-amantes-mundo-201112161946.html
Los españoles, campeones del mundo en la cama
Los peores amantes son los alemanes por su olor, según una encuesta realizada a 15.000 mujeres de 20 países
Jonah Falcon y John Holmes. Una mentira repetida mil veces se vuelve realidad para las mentes que no quieren investigar, ante la pena moral de aceptar que los negros no destacan en casi nada dejamos pasar ciertas mentiras, como regalos de lastima y el tamaño del miembro viril o lo deportivo son dos casos de claras concesiones que a la luz de la verdad caen, GABRIEL TE INVITO A INVESTIGAR EL PODER DE LA LASTIMA. Jonah Falcon y John Holmes
ResponderEliminarNo sabía quién es Jonah Falcon, pero ya veo que es una persona con un pene inmenso, y es blanco. De todas formas, este tipo de mediciones buscan promedios grupales, no individuos excepcionales.
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