Durante
la Guerra Fría, prevaleció en las relaciones internacionales aquello que yo
suelo llamar “fundamentalismo sobernaista”: se aceptaba la idea, procedente del
tratado de Westphalia en el siglo XVII, de que cada país es soberano, y ninguno
puede entrometerse en los asuntos de otro.
Esto empezó a cambiar con los grandes
genocidios y limpiezas étnicas de finales del siglo XX, especialmente las
tragedias de Rwanda y Bosnia. El consenso internacional empezó a comprender que
es tremendamente irresponsable abandonar a cada país a su propia suerte. Y,
poco a poco, los políticos empezaron a aceptar la idea de que, en casos de
extrema urgencia, puede intervenirse militarmente en los asuntos internos de
otros países. Si un dictador se dispone a masacrar a su propio pueblo, quizás
si haya justificación para organizar una intervención militar y derrocar a ese
dictador.
Con todo, se mantuvo mucha cautela. Se
insistió en la necesidad de calcular bien las consecuencias de cada
intervención militar. Pues, una intervención militar podría empeorar las cosas.
Ciertamente hay dictadores sanguinarios; pero estos dictadores a veces son
hábiles en mantener el orden, y su derrocamiento puede causar estragos aún
peores. Si se va a derrocar a un dictador para evitar una matanza que se
dispone a hacer, pero luego, resulta ser que esa intervención militar deja más
muertos aún, o el derrocamiento del dictador crea más violencia de la que se
pretendió evitar, entonces es mejor no intervenir.
Así, mucha gente está de acuerdo en que
Saddam Hussein y Muamar Gadaffi fueron dictadores brutales. Pero, se alega,
tanto en Irak como en Libia, estos dictadores ofrecían estabilidad. Y, a la
larga, su derrocamiento por parte de potencias occidentales, empeoró las cosas.
Ambos países ahora son terreno fértil para grupos yijadistas que, claramente,
son peores que lo que había antes. Y, deberíamos tener esto presente a la hora
de considerar el caso de Siria: aun si Bashar Al Assad sigue utilizando armas
químicas, conviene no derrocarlo, pues la alternativa es peor. En palabras de
un comentarista español que recientemente escuché: “es irresponsable la forma
en que Occidente dio una patada al avispero”.
Este tipo de argumentos es
frecuentemente invocado por la izquierda latinoamericana. Yo simpatizo con
estos argumentos. Pero, si hemos de ser consistentes, este tipo de argumentos
también deberían aplicarse para reprochar a Bolívar y los próceres de la
independencia, que tantas veces son idolatrados por los izquierdistas
latinoamericanos. De hecho, sirve para reprochar a la abrumadora mayoría de los
procesos de liberación colonial en América y África.
El imperio español era, como las
dictaduras de Libia, Irak, y Siria, un régimen atroz. Bolívar instigó el
levantamiento en armas para combatir la tiranía. Pero, en tanto imperio, España
ya tenía montada una estructura administrativa, y aun con su tiranía, mantenía
orden. Bolívar logró la expulsión del poder imperial español, pero aquello fue
también una patada a un avispero. Pues, una revisión sensata a nuestra historia
revela que, el siglo que siguió a la independencia, fue peor que los siglos previos de dominio colonial.
Del mismo modo en que distintas
facciones hoy se disputan el poder en Irak tras la caída de Saddam, cuando
España se retiró de sus colonias, empezó una feroz lucha entre caudillos
criollos que condujeron a varios países hispanoamericanos a un estado continuo
de guerras. Venezuela vivió varias de estas guerras, bastante cruentas, y no
fue sino hasta el ascenso de un dictador fuerte, Gómez, cuando finalmente cesó
el caos del caudillismo. En otros países hispanoamericanos, la historia fue
bastante similar.
Alguna gente trata de exculpar a Bolívar
alegando que el caudillismo se desarrolló después de su gesta, y que por eso,
no podemos atribuirle responsabilidad. Pero, lo mismo vale para Bush: el Estado
Islámico en Irak surgió después de la invasión norteamericana, cuando ya Bush
no era presidente. Pero, un mínimo de sensatez debería conducirnos a admitir
que Bush es responsable, en tanto debió haber previsto con mayor cuidado cuál
sería la consecuencia de su decisión. Pues bien, del mismo modo, Bolívar debió
haber previsto que, al derrumbarse el imperio español, habría una lucha
encarnizada para suplantar ese vacío, y que eso dejaría las cosas aún peor.
En realidad, yo no estoy tan dispuesto a
criticar a Bolívar en esto, y creo que su gesta fue meritoria. Pero, insisto,
si estamos dispuestos a hacer esto, entonces debemos abrirnos a la posibilidad
de que las intervenciones militares que derrocan dictadores, y luego se
convierten en pesadillas, no son tan reprochables. Sí, es cierto que, si Bashar
Al Assad cae, seguramente Siria se volverá mucho peor de lo que ya es. Pero,
¿implica eso que deben dejarse las cosas tal como están, incluso si el dictador
sirio sigue usando armas químicas? Yo no estoy tan dispuesto a aceptar eso.
Algunas acciones militares, aun si dejan las cosas peor, pueden ser moralmente
aceptables.
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