El
chantaje racial como táctica política es un vicio propio de la izquierda. Con
demasiada facilidad, plenitud de demagogos izquierdistas acusan “al sistema” (sin
precisar exactamente qué es eso, pero en fin, podemos presumir que se trata de
los países capitalistas) de ejercer discriminación racial, pero rara vez
ofrecen evidencia que respalden sus alegatos. La izquierda juega mucho aquello
que en países anglófonos llaman la “race
card”, la baraja racial: alegar con fines populista ser víctimas de
racismo, cuando en realidad, no hay tal cosa.
Pero, en ocasiones, la derecha
también puede acudir a estas tácticas deplorables de chantaje racial. Así lo ha
hecho en ocasiones contra Cuba. Además de emplear los típicos argumentos derechistas
para oponerse a Cuba (falta de libertades básicas), algunos exiliados (como
cabe esperar, especialmente los de Miami) a veces emplean argumentos
izquierdistas de chantaje racial para reprochar la revolución cubana. Incluso
Carlos Alberto Montaner (un autor por el cual tengo mucho respeto), ha
incurrido en este tipo de golpes bajos.
Se acusa a Fidel de ser racista, por
haber suprimido los cultos afro-cubanos. La represión de la religión
ciertamente es reprochable. Pues, si bien yo comparto la aspiración comunista
de que la religión desaparezca, no favorezco el uso represivo del Estado para
alcanzar ese objetivo. Pero, es injusto decir que la persecución de cultos
afro-cubanos obedece a un racismo intrínseco del régimen. Fidel persiguió a todas las religiones, tanto las de
origen europeo, como las de origen africano. Hoy, la mayoría de los izquierdistas,
en nombre de la lucha contra el colonialismo, están dispuestos a reivindicar
cualquier religión menos la cristiana
(precisamente porque la religión cristiana fue aliada del poder colonial).
Fidel fue mucho más consistente: si la religión es el opio del pueblo, no cabe
hacer excepciones en virtud de sensibilidades raciales. El cura católico
explota tanto como el babalao yoruba, y ambos merecen ser combatidos.
Se acusa a la revolución cubana de
haber europeizado a Cuba. Ciertamente, Fidel incorporó una serie de
instituciones de origen europeo. Pero, ¿cómo puede modernizarse un país, si no
es dejando atrás los elementos primitivos, y asimilando las instituciones progresistas
que, en su mayoría, vienen de Europa? La idea del socialismo científico es
oriunda de Europa. A ningún africano o indígena americano se le ocurrió
concebir una teoría de análisis social como el marxismo. La medicina científica
(es decir, la que es realmente efectiva) es oriunda de Europa. Fidel no cedió
al chantaje de que, en nombre de la diversidad cultural, los médicos cubanos
incorporasen ritos chamánicos o supersticiones propias de los cultos africanos.
Un grueso sector de la población
cubana es descendiente de esclavos africanos. Fidel procuró mejorar su
condición social. Pero, Fidel entendió acordemente que, para lograr esto, no es
necesario preservar modos culturales arcaicos. Antes bien, Fidel procuró asimilar los negros cubanos a Occidente.
Así, el mundo entero se empezó a deleitar con negros cubanos que triunfaban en
ballet y esgrima. Los críticos acusan a Fidel de haber pretendido “blanquear” a
los negros cubanos. Yo, francamente, no veo dónde está lo objetable. ¿Dónde
está el daño en que un negro toque violín, en vez de tambor? ¿Dónde está la
tragedia en que un negro abandone el atraso africano y asuma el progreso europeo?
Sólo si se asume un esencialismo racial, y se postula que las preferencias
culturales de algún modo están inscritas en las características biológicas, se
llegará a la conclusión de que una negra que hace ballet está sufriendo por
haber traicionado a su esencia. Fidel, en cambio, asumió que no hay ningún
impedimento biológico para que los seres humanos asimilen cualquier cultura, y
así, sabiamente optó por que los negros cubanos asimilaran la mejor cultura, la
europea.
Se reprocha a la revolución cubana
por no tener en posiciones de mando a una suficiente proporción de negros.
También se le reprocha que en las cárceles los negros cubanos están representados
en exceso. A mi juicio, eso sería reprochable, sólo si se demostrara que esta
desproporción es debida al racismo intrínseco del régimen y la población. Yo he
visitado Cuba, y francamente, no he visto tal cosa. De hecho, rara vez
aparecerá el tema racial en una conversación con cubanos: Cuba es uno de los
países que más ignora las diferencias raciales. En esto, Fidel merece elogios:
a diferencia de las “políticas de identidad” que hoy explotan muchos
izquierdistas (y que consisten en incentivar las divisiones étnicas y hacer
histrionismos identitarios), Fidel procuró colocar en un segundo plano las
distinciones étnicas, y construir una identidad nacional que abrazara a todos;
en otras palabras, Fidel promovió un “melting
pot” a la cubana, e intentó hacer
que los cubanos no prestaran atención a quién es negro y quién es blanco. En
esto, Fidel extendió la célebre proclama de Martí: “Cubano es más que blanco o
negro”.
Si en Cuba hay pocos gobernantes y
muchos presos negros, quizás se deba sencillamente a que, los negros cubanos
tienen menores talentos políticos, y más inclinación al crimen. Esto no
necesita obedecer a motivos biológicos. Podría obedecer más bien a
circunstancias históricas. Cuba fue uno de los últimos países americanos en abolir
la esclavitud (finales del siglo XIX), y así, no ha habido suficiente tiempo
para que la población negra acceda a la educación en paridad con los blancos, y
esto propicia que los negros cubanos aún ocupen posiciones sociales inferiores.
Ciertamente es lamentable que los
negros cubanos ocupen las posiciones sociales más bajas. Pero, urge apreciar
que la solución no es artificialmente privilegiar a los negros y discriminar
contra los blancos para alcanzar la paridad. Países como EE.UU. y Sudáfrica han
intentado esto con sus programas de “acción afirmativa”, y los resultados no
han sido óptimos. Más bien, en esos países, se ha perjudicado la meritocracia y
el rendimiento de la sociedad, pues se asignan posiciones, no en virtud de las
capacidades individuales, sino en virtud del color de piel (un estudiante negro
con notas bajas puede ser privilegiado por encima de un blanco con notas altas,
como forma de intentar hacer justicia social). La solución más óptima es
mejorar las condiciones para todos los
grupos sin privilegios, y permitir que, con el tiempo, se refleje la jerarquía
propia de una sociedad meritocrática. Cuba no es un paraíso meritocrático, pero
al menos en asuntos raciales, Fidel resistió la tentación de la acción
afirmativa.
Por último, los derechistas que quieren
atacar a Cuba con el chantaje racial, utilizan el argumento ad hominem contra el Che. Supuestamente,
Guevara fue racista, y los exiliados de Miami no dejan de reprochárselo. No hay
duda de que el Che sí fue homofóbico (fue el artífice de los infames UMAP,
campos de concentración para homosexuales). Pero, no está tan claro que Guevara
fuese racista.
Generalmente, los críticos citan
palabras del Che como éstas para documentar su supuesto racismo: “…el negro indolente y soñador, se gasta sus
pesitos en cualquier frivolidad o en ‘pegar unos palos’, el europeo tiene una
tradición de trabajo y de ahorro que lo persigue hasta este rincón de América y
lo impulsa a progresar, aún independientemente de sus propias aspiraciones
individuales”. Yo no veo el racismo en esto. ¿Dónde está el crimen en postular
que hay grupos humanos más trabajadores que otros? ¿Es acaso falso que hay
culturas que valoran más el trabajo? Max Weber célebremente postuló que los
protestantes son más trabajadores que los católicos, y nadie lo ha acusado de
ser racista. ¿Por qué ha de considerarse racista la hipótesis de que los
europeos son más disciplinados que los africanos? Guevara solamente está
postulando una diferencia cultural entre
europeos y africanos, no biológica.
Podemos discutir si es cierto o no que los europeos son más disciplinados, y
quizás Guevara estaba equivocado. Pero, insisto, es irresponsable acudir al
chantaje y acusarlo de ser racista.
Cuba es criticable
por muchas cosas, y sobran argumentos para reprochar la catástrofe a la que los
Castro han sometido a ese país. Por ello, ¿qué necesidad hay de acudir a argumentos
populistas y chantajistas?
Nuevamente un artículo interesante.
ResponderEliminarEstoy bastante de acuerdo en tu defensa de Fidel como "europeizador" e integrador de los individuos negros a una misma cultura. La izquierda, una vez caída la URSS, perdió toda referencia y ahora mezclan sus posturas con ideología relativista o etno-identitaria (tan promovida en países protestantes).
Sin embargo yo tengo mis dudas respecto al debate nature vs nurture, y me remito a Turkheimer, para quien todo rasgo conductual es potencialmente heredable.
Aun así, no creo que la desigualdad de negros y blancos (sorprendentemente parecida en dos regímenes socio-económicos diferentes) sea un problema en sí, solo cuando la percepción de las partes sea que la causa de la desigualdad es la opresión de una raza sobre la otra; que es algo parecido a la reacción nacional-socialista a la importante sobre-representación de los judíos en áreas comerciales, financieras y culturales de Weimar (reacción que indirectamente contribuyó a la creación de un etno-estado separado, como ya todos sabemos).
Yo estoy de acuerdo en que mucha de la conducta humana es genéticamente heredable. Pero, como digo en mi libro "Las razas humanas ¡vaya timo!", esa herencia no está racialmente distribuida. Es decir, por ejemplo, la inteligencia tiene una base genética, pero eso no implica que los más genéticamente dados a ser inteligentes sean los blancos.
EliminarPerdón por tardar en responder. No he dicho que los más dados a ser inteligente sean los blancos (en ese aspecto los judíos o los japoneses nos superan). Mi preferencia es mantenerme al nivel de los fenómenos (la desigualdad entre unos grupos y otros). Si la esencia del fenómeno es algo genético o cultural, ya lo considero una cuestión hipotética. Sin embargo me parece coherente pensar que existen diferencias entre grupos que son hereditarias, como hereditarias son las diferencias entre individuos. Me parece una consecuencia lógica de la genética conductual.
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