Desde hace varios
meses, se rumorea que Diosdado Cabello está al frente de una enorme red de
narcotráfico que utiliza la plataforma del Estado venezolano para completar sus
operaciones. El diario español ABC es
el que más vocifera esta hipótesis, pero ya se empieza a tomar más en
consideración en EE.UU.
A decir verdad, no hay pruebas
contundentes. Pero, si el río, ha de ser porque piedras trae. No hay
suficientes pruebas para imputar a Cabello en una corte internacional, pero sí
hay suficientes indicios para hacer crecer en la opinión pública la creencia de
que Cabello es un capo.
Si Diosdado Cabello es en efecto un
narcotraficante, podemos presumir que su condición deriva seguramente de un
bestial cinismo que caracteriza su personalidad. Pero, en ese caso, queda la
pregunta, ¿cuánto sabía Chávez? ¿Cuánto sabe ahora Nicolás Maduro?
El ala radical de la influencia
cubana en Venezuela nunca ha visto con simpatía a Cabello. No lo consideran lo
suficientemente ideologizado. Seguramente tienen razón. Este hombre, muy dado a
los lujos, no cree en cuentos socialistas. Pero, no puede decirse lo mismo de
Maduro, mucho menos de Chávez. A esos dos personajes se les puede acusar de
muchas cosas, pero difícilmente les cabe la etiqueta de ‘cínicos’. Chávez y
Maduro podrán haber tenido ideas infantiles, podrán haber sido personajes
brutalmente ineptos, pero al menos eran sinceros. Por ello, dudo mucho de que
estuvieran involucrados en el narcotráfico.
Si es así, entonces, ¿pecaron de
inocentes y no estaban al tanto de los negocios de Cabello? No necesariamente.
Sería una desfachatez hacerse eco del cliché chavista, “a mi comandante lo
tienen engañado”. Más bien, tengo la sospecha de que si Chávez llegó a
enterarse de los negocios de Cabello, tuvo que callar.
Esto debió haber sido así, por
varios motivos. Cabello es el hombre fuerte de las fuerzas armadas, y Chávez,
militarista hasta los tuétanos, no podía prescindir fácilmente de él, pues la
base de su poder estaba en los cuarteles.
Pero, podría haber un motivo
psicológico que pocas veces se toma en consideración. Quizás Chávez cayó preso
de lo que los psicólogos llaman ‘disonancia cognoscitiva’. Cuando tenemos una
firme creencia, pero de repente, la evidencia que aparece la refuta
contundentemente, alguna gente tiene la inclinación a aferrarse a esa creencia,
inventando nuevas justificaciones. Cuando se trata del narcotráfico, la
izquierda latinoamericana ha incurrido en esto recurrentemente.
Sobre todo en Colombia, al
descubrirse que los grupos guerrilleros de izquierda sí eran narcotraficantes,
algunos defensores trataron de justificar aquellos negocios, alegando que la
cocaína va dirigida hacia los consumidores de los países imperialistas, y no
perjudica realmente al consumidor latinoamericano. Bajo esta justificación, no
está mal aprovecharse de un vicio del sistema, para destruir al propio sistema.
O, si no, como alguna vez explicó
Manuel Marulanda, las FARC no hacen más que cobrar un impuesto revolucionario
al narcotráfico. Y, así, es una importante fuente de financiación en una guerra
asimétrica, en la cual el Estado colombiano tiene mucho poder, y lo grupos
guerrilleros están en minusvalía. Con la revolución, todo, sin la revolución,
nada. Si la revolución se fortalece con el polvo blanco, ¡bienvenido sea!
Hay firmes sospechas de que Fidel
Castro también estuvo involucrado en estos negocios. Pero, a diferencia del
cinismo de Diosdado Cabello, yo sospecho que Fidel (si acaso es culpable de
estas cosas; nunca se ha demostrado nada) lo hacía en un intento de
autojustificación con la mediación de la disonancia cognoscitiva. En 1989, Cuba
empezaba uno de los momentos más duros de su historia tras el colapso del
comunismo en Europa. Frente al embargo, y ya sin el apoyo soviético, se
necesitaba desesperadamente de fuentes de ingresos, y Fidel debió haberlo visto
en el narcotráfico. Hay ladrones que roban porque quieren tener un Ferrari;
pero hay otros que lo hacen porque de verdad sus niños están pasando hambre, y
con eso, tratan de justificar sus crímenes. Sospecho que Fidel pertenecería al
segundo grupo de ladrones.
Como se sabe, Fidel ejecutó a
Arnaldo Ochoa en aquella telenovela. Muchos analistas ven esto como una brutal
medida para salvar su propio pellejo, cuando el escándalo del narcotráfico
había estallado, y lavar así su cara frente a la opinión pública. La severidad
del castigo hace pensar que Fidel sí estaba involucrado en aquel negocio, y
utilizó la pena de muerte como medio disuasorio frente a quien se atreviera a
hablar.
Por otra parte, sospecho que si se
llegase a descubrir indiscutiblemente que Cabello es un capo de la droga,
Maduro no tomaría acciones tan severas. Obviamente, no podría asumir la
justificación descarada que tuvo Marulanda frente a la opinión pública. Pero,
sí me parece que, en caso de estar informado sobre los negocios turbulentos de
Cabello, Maduro (como Chávez en su momento) lo dejaría pasar, en una suerte de
justificación propia de la disonancia cognoscitiva. Maduro diría algo así como,
“yo como presidente no quiero involucrarme en el narcotráfico, pero quizás a la
revolución sí le convenga este negocio, sobre todo ahora que la oligarquía
ataca al pueblo con la guerra económica”. Si el escándalo llegase a estallar y
Cabello es atrapado con las manos en la masa, no creo que Maduro sea tan severo
como Fidel lo fue con Ochoa, precisamente porque, a diferencia de Castro, el
presidente venezolano no tiene una participación directa en esta triquiñuela.
No hay pruebas empíricas señor POsitivista pero se atreve a difamar a quien no puede imputar, que cosa tan jodida, deja mucho que desear su argumentación.
ResponderEliminar1. He dejado muy claro que no hay pruebas, y que por ende, no hay suficientes elementos como para imputar. Con todo, eso no impide que yo me forme un juicio privado que comunico acá, pero de ninguna manera pretendo que sea utilizado como evidencia.
Eliminar2. Si vuelves a usar palabras obscenas como "jodido", o los insultos que usaste en el otro blog, suprimiré tus comentarios. Debes cumplir las normas de cortesía en debates.