Después
de que la Mesa de Unidad Democrática (MUD) en Venezuela celebrara sus
primarias, pero antes de que lo mismo hiciera el partido de gobierno (el PSUV),
el Consejo Nacional Electoral decretó que las listas de votación que inscriben
los partidos políticos deben incluir al menos 40% de representación femenina.
Con esto, las primarias de la MUD quedan invalidadas, y debe plantearse, o bien
realizarlas nuevamente, o inscribir candidatos sin aprobación popular.
Esto
es a todas luces una jugarreta del gobierno. Con esto, queda demostrado que el
CNE no es un ente verdaderamente autónomo, sino que esperó a que la MUD
realizara sus elecciones, para implementar esta medida que perjudica a la MUD,
pero no al PSUV. Hay una obvia coordinación entre el CNE y el PSUV: entre ellos
comparten información que no extienden a la MUD.
Previsiblemente,
mucha gente reprocha esta medida. Pero, se reprocha básicamente su
extemporaneidad, y no el contenido del decreto. A su juicio, está mal haber
anunciado tarde la exigencia de que 40% de los candidatos sean mujeres, pero no
está mal un sistema de cuotas electorales.
Por
mi parte, yo sí me opongo a un sistema de cuotas electorales. Venezuela se ha
ufanado de tener un sistema electoral ampliamente democrático. En una plena
democracia, rige el principio de universalidad: cada persona vale un voto. Si,
bajo ese sistema, la mayoría decide elegir abrumadoramente hombres en la
asamblea, lo democrático es respetar esa decisión popular. Un sistema de cuotas
pretende colocar freno a la decisión de las mayorías.
Muchas
veces, las mayorías se equivocan eligiendo a populistas que manipulan al pueblo.
Antaño, muchos países pretendían
remediar esto colocando freno al electorado. Así, por ejemplo, se exigía que,
tanto para elegir como para ser electo, se cumplieran requisitos como saber
leer y escribir, o tener propiedades. Con estas medidas se pretendía que
llegaran al poder gente con un mínimo criterio político. En otras palabras,
había cuotas electorales para las personas técnicamente preparadas, pues se
corría el riesgo de que, en un voto verdaderamente popular, no llegasen, debido
a que el populacho no simpatizaría con ellos.
Este
sistema de requisitos electorales ha sido justamente criticado como
anti-democrático. Pero, hemos de caer en cuenta de que las cuotas electorales,
sean basadas en el género o en grupos étnicos, obedecen básicamente al mismo
principio. Es una forma de privilegio que atenta en contra de la universalidad
del voto. El pueblo elige a una persona, pero otra, en virtud de sus genitales
o color de piel, resulta ganadora, aun con la minoría de votos.
El
gobierno de Venezuela lleva años criticando al sistema electoral norteamericano,
debido a que no es directo, sino que median los colegios electorales. En
efecto, los padres fundadores de EE.UU. idearon un sistema electoral de voto
indirecto que sirviese como amortiguador frente a una hipotética mayoría que se
desquiciara eligiendo a un gobierno tiránico en contra de minorías. Esto puede
hacer que resulten electos candidatos sin haber ganado el voto electoral, como
ocurrió con el triunfo de Bush en 2000.
La
triste ironía es que, ahora, el gobierno venezolano promueve algo muy parecido
al sistema de elección indirecta norteamericano. Ya no es el pueblo quien elige
directamente a sus diputados para la asamblea. Ahora, hay un paso previo, un
filtro que hace que el voto sea menos directo: antes de que el pueblo decida
directamente, el CNE impone la cuota de género, y esto abre la posibilidad de que
sea electo un candidaro, aún sin haber ganado el voto popular.
Más
aún, este sistema de cuotas electorales, es una variante de la llamada “acción
afirmativa”, un sistema de discriminación que procede, nuevamente, de los propios
EE.UU. La acción afirmativa es objetable por varios motivos, pero su principal problema
es que destruye a la meritocracia: las posiciones no son asignadas en función del
mérito individual, sino en función de un sistema de representación demográfica.
Bajo este esquema, la excelencia ya no se usa como criterio para el
establecimiento de jerarquías; ahora media también la pertenencia a un género o
grupo étnico. El anti-americanismo ha crecido mucho en Venezuela durante los
últimos años, pero irónicamente, cada vez copiamos más las cosas malas de los
gringos.
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