martes, 18 de junio de 2013

El mercado de las ideas no es perfecto



            Conduzco el programa radial Ágora desde hace dos años. En ese programa, intento abordar temas académicos, pero en términos lo suficientemente claros como para alcanzar a una audiencia amplia. Modestia aparte, creo haber logrado el objetivo. Pues, he recibido mucha retroalimentación por parte de público no académico que se interesa en los temas que discuto en el programa.
            Hasta la semana pasada, Ágora se transmitía en horario de 3 a 4 p.m., uno de los mejores horarios en la radio. Pero, ahora, se transmite de 9 a 10 p.m., un horario muy débil, pues la sintonía sufre un bajón terrible. Ágora se transmite por LUZ Radio 102.9, la emisora de la Universidad del Zulia. Esta emisora, la primera universitaria en América Latina, tiene como objetivo la difusión de conocimientos y discusiones académicas mediante la radiodifusión. En otras palabras, a diferencia de las radios comerciales, es una institución que no persigue el lucro o los primeros lugares de sintonía entre las masas.
            Pero, en realidad, el motivo por el cual Ágora fue movido al horario de las 9 p.m. es estrictamente comercial: mi programa no tiene publicidad, y el director optó por ceder ese espacio a productores que sí ofrecieran publicidad e ingresos a la radio. Y, para conseguir publicidad, los nuevos productores ajustan su programa a los gustos del mercado. En Ágora, yo conversaba con profesores universitarios sobre historia, sociología, filosofía y política; en el nuevo programa, los locutores hablan sobre los amores de Kim Kardashan, y cosas por el estilo.
            Supongo que el director de la radio enfrentó un dilema. Pues, doy testimonio de que él es una persona comprometida con la academia. Pero, la radio universitaria enfrenta una difícil situación presupuestaria, y supongo que por ello, tuvo que ceder a la comercialización del espacio. Esta situación me resulta propicia para considerar el alcance del libre mercado en la promoción de las ideas.
            Habitualmente, tengo confianza en el libre mercado. Creo que Hayek, Mises, Friedman, y tantos otros, han ofrecido buenos argumentos para aceptar que la intervención estatal en la economía es desastrosa, y que los mercados libres tienden a auto-regularse. Ahora bien, los libertarios son de la opinión de que este principio de auto-regulación también aplica a las ideas. Según su criterio, las ideas también están inmersas en el mercado. Y, de la misma forma en que un producto de defectuosa calidad desaparecerá del mercado porque no satisfará las demandas de los consumidores, las ideas falsas eventualmente desaparecerán, sencillamente porque la verdad se impondrá; no se puede engañar a tanta gente por tanto tiempo.
            John Stuart Mill opinaba que, salvo casos de emergencia extrema, no debe instaurarse la censura. Pues, precisamente, aun si el mensaje emitido contiene información falsa, al ser contrastado con la verdad, la gente eventualmente, en función de su racionalidad, aceptará la verdad, y el libre mercado de las ideas hará que quien difunda la información falsa, ya no tendrá poder para seguir haciéndolo, en tanto no tendrá más audiencia. Bajo este esquema, el mercado es el mejor censurador, y por ello, no es necesaria la intervención coercitiva del Estado para silenciar a los mentirosos.
            Puedo aceptar esta aplicación del mercado de las ideas. Pero, llevarla a un nivel superior me parece más problemático. Los libertarios más radicales objetarían que se recauden impuestos para financiar una radio que transmita programación con menor sintonía. Para un libertario radical, toda la radio (y cualquier medio de comunicación) debe ser comercializada. Si el público de 3 a 4 p.m. prefiere escuchar un programa sobre los amores de Kim Kardashan, en vez de escuchar un programa sobre historia o filosofía, pues sencillamente, los productores de la radio deben ajustarse a los gustos del público, pues el mercado así lo exige. Pretender lo contrario sería, en opinión de los libertarios más radicales, ejercer una coerción ilegítima.
            Yo disiento. Un poco de paternalismo es necesario. Las masas a veces son como niños, y en ocasiones necesitan alguna dirección intelectual que proceda desde fuera del mercado. Aún si el público mayoritariamente prefiere oír chismes de farándula, en algunos espacios y horarios clave debe imponerse una programación que introduzca conciencia crítica. No pretendo, a la manera totalitaria, obligar a las radios comerciales a transmitir programas intelectuales en los horarios estelares. Pero, sí me parece legítimo cobrar impuestos para destinar fondos públicos a la promoción de ideas que no sobrevivirían por sí solas en el mercado de las ideas.
El error de los libertarios más radicales está en creer que las ideas que más se venden en el público son siempre las más valiosas o las más verdaderas. Richard Dawkins inauguró la “memética”, el estudio de cómo las ideas (memes) se expanden. Dawkins ha descrito cómo unas ideas, en virtud de su contenido, se expanden más que otras. Una de las advertencias que suele hacer Dawkins es que la verdad no siempre tiene ventaja adaptativa en la expansión de ideas. En todo caso, puede ser que, en efecto, no se puede engañar a toda la gente todo el tiempo, y eventualmente, el mercado de las ideas hará desaparecer muchas falsedades. Pero, veo difícil que el mercado de las ideas haga desparecer las banalidades y abra paso a la discusión crítica, sin un mecanismo correctivo que proceda desde el exterior del propio sistema de mercado.
            Un programa como Ágora no sobrevive en el mercado de las ideas. Ningún publicista en su sano juicio invertiría por cuenta propia en un programa radial de ese tipo: el publicista quiere asegurarse de que su mensaje sea escuchado por la audiencia, y logrará más sintonía quien hable sobre Paris Hilton, que quien hable sobre Platón. Los libertarios siempre han apelado al recurso de la caridad privada: si en vez de promover la coerción estatal, se permitiera a los filántropos invertir, un programa como Ágora sobreviviría, sin necesidad de cobrar impuestas por la vía forzosa. Si bien esto puede funcionar en algunos espacios sociales (como la salud o la educación), me temo que no ocurre con la misma facilidad en la promoción de las ideas. No veo plausible que un filántropo desee financiar un programa como Ágora. Y, hay un añadido que complica el asunto: el filántropo siempre sentirá la tentación de ejercer una influencia en las ideas promovidas con su dinero, y así, obstaculizará la libre discusión de ideas.
Por supuesto, enfrentamos el mismo problema con el financiamiento público: el Estado también querrá ejercer influencia en las ideas que se promueven con sus fondos. Pero, en Venezuela, hay una larga tradición de autonomía universitaria, y es bastante viable que las radios universitarias reciban fondos públicos sin comprometer su integridad en la discusión crítica. La dificultad, no obstante, está en que el Estado venezolano es gigantesco y cobra muchísimos impuestos, pero en su asignación presupuestaria, prefiere otorgar fondos a quienes garanticen su estabilidad en el poder, a saber, los militares. En el momento en que escribo estas líneas, las universidades venezolanas están en huelga por falta de presupuesto. Esto obliga a las instituciones universitarias (entre ellas, la radio), a buscar fuentes alternas de financiamiento y, al final, a acceder al cotilleo sobre Kim Kardashan.  

8 comentarios:

  1. Lamentable. Suscribo tu opinión de que sí debe haber cierto control para que no desaparezcan programas culturales. Por cierto, recuerdo que cuando estaba activo, Julio Anguita, de Izquierda Unida, repetía sin cansarse que la gente ve lo que las televisiones les ponen, y que si en hora de máxima audiencia (aquí las 9 p. m.) emitieran documentales u obras de teatro, la mayoría elegiría estos programas y no los realities y demás telebasura. Sospecho que el resto de Izquierda Unida está igualmente en las nubes.

    En cuanto a los memes, he leído en el libro de Bunge publicado en Laetoli que la memética es pseudocientífica. ¿Lo sabías? Sospecho que Bunge aprovecha su prestigio de filósofo riguroso para convencer a mucha gente de que todo lo que a él no le gusta es pseudocientífico. En el caso de la memética no puedo pronunciarme, pero sí cuando mete en el saco de a pseudociencia ciertas tendencias políticas y teorías económicas. Hasta tal punto es así, que se percibe claramente que él es de izquierdas, y no creo que tanta transparencia sea buena.

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    1. Tengo inmenso respeto por Bunge. Pero, comparto contigo la preocupación de que, en ocasiones, es demasiado injusto con la psicología evolucionista o la escuela austríaca de economía. Yo no sé si la memética tiene el rigor científico necesario, pero sí me parece bastante obvio que unas ideas tienen más facilidad para expandirse que otras, y esa es la premisa fundamental de la memética.

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  2. Yo también le respeto, y de hecho me encanta leer lo que escribe, y encuentro impecables sus criterios epistemológicos, pero mentiría si te dijera que no me doy cuenta de que se vuelve parcial en su aplicación a la política y la economía. Supongo que la memética la considera pseudocientífica simplemente porque tal vez no sea falsable.

    Por cierto, admiro a Dawkins, me leí "El espejismo de Dios" hace unos meses y me pareció brillante en todos los sentidos.

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    1. Yo, a diferencia de Dawkins, concedería un poco más de virtud a la religión, al menos en su función social. Al menos en Venezuela, yo no me animo a enviar a mi hija a un colegio público. Debo morir con las monjas, y meterme la lengua en el culo...

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    1. Sí, gracias, nunca he ido a Acarigua, me gustaría ir algún día.

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  4. Estaría en desacuerdo contigo si LUZ Radio fuera una emisora de corte comercial. Al no serlo, de verdad veo bastante triste que se prefiera un programa de farándula a Ágora, que sin pena digo que es el mejor programa de radio que conozco (y soy un oyente muy frecuente de la radio), sobre todo porque es una radio universitaria. Pero en caso de radios comerciales, estaría en total desacuerdo, yo de verdad creo que a pesar de que este tipo de programas son buenos para la sociedad, no se deberían impulsar de forma coactiva.

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    1. Gracias, no pretendo imponer de forma coactiva programas como éste a las radios comerciales. Sólo digo que es necesario cobrar impuestos (como ya se hace) para financiar programas (y no sólo radiales, sino de todo tipo) que, bajo la directriz del mercado, no sobreviviría.

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