La Biblia consta de pasajes aburridísimos, pero
también tiene historias muy entretenidas. La historia contenida en el libro de Rut está a medio camino. No es el bodrio
de las leyes del Levítico, pero
tampoco es una historia llena de intrigas, como suele ser el ciclo de los
patriarcas en el Génesis. Pero, más
allá de sus méritos o desméritos literarios, el libro de Rut resulta muy interesante por su representación de temas
nacionalistas y cosmopolitas.
Rut
narra la historia del israelita Elimelec, quien en vista de una hambruna,
viaja a la tierra de Moab con su esposa y dos hijos. Allí, Elimelec muere, y
sus hijos se casan con dos mujeres moabitas. Después, los hijos también mueren.
Noemí, la esposa de Elimelec, insta a sus nueras a regresar con sus familias en
Moab. Una de esas nueras, Orfa, regresa; pero la otra, Rut, prefiere seguir a
Noemí y asentarse en Belén, una ciudad de los israelitas. En Belén, el
israelita Booz accede a casarse con Rut para dar cumplimiento a la ley del
levirato (según la cual, al morir un israelita sin dejar descendencia, el
pariente más cercano debe casarse e impregnar a la viuda).
Hubo en el antiguo Israel una
tensión religiosa que se representa a lo largo de la Biblia hebrea: ¿es Yahvé sólo el Dios de los
israelitas, o del universo entero? Todo parece indicar que, en las fases
iniciales de la religión israelita, Yahvé era apenas un dios tribal que exigía
culto exclusivo a su pueblo, pero no se negaba la existencia de otros dioses.
No obstante, eventualmente el monoteísmo se impuso, y así, Yahvé dejó de ser un
mero dios tribal, y se constituyó como amo y señor del universo. No sólo los
judíos, sino todos los pueblos del mundo han de rendirle culto.
Esto tuvo una correspondencia con la
ideología política. A lo largo de la
Biblia hebrea hay textos agresivamente
nacionalistas, los cuales representan a los vecinos de Israel en los peores
términos; éstos son los textos que corresponden más con la noción de Yahvé como
dios tribal. Pero, hay también en la
Biblia hebrea textos más universalistas, en
los cuales sí hay la disposición para extender el mensaje religioso a los
gentiles; estos textos tienen más correspondencia con la noción de Yahvé como
amo y señor del universo.
Rut
forma parte de los textos más inclinados hacia el universalismo. Los
israelitas y los moabitas estuvieron en guerra continuamente. Pero, Rut se esfuerza en presentar a una mujer
moabita virtuosa, fiel a su suegra aún en tiempos difíciles. En el siglo XX,
los nazis trataron de representar a los judíos como una raza con atributos
biológicos especiales. Bajo esta ideología, un judío, aun si se convirtiera al
cristianismo, no podría de ser judío, pues su identidad estaría definida por
sus rasgos biológicos; y presumiblemente, lo inverso también sería cierto: un
no judío no podría convertirse en judío aún si acepta la religión, pues el ser
judío es una identidad racial, no religiosa.
En el siglo XIX apareció la idea racista de que los rasgos culturales
corresponden con los rasgos biológicos: bajo esta noción, un niño negro criado
en Londres nunca podría ser un gentleman,
porque tiene un impedimento biológico. Pero, en el siglo XXI, muchos de los
supuestos activistas contra el racismo también participan de esta ideología:
para ellos, la gente de color debe conservar las costumbres culturales de sus
ancestros, pues de lo contrario, estarían traicionando a su raza, con lo cual
se asume que, de nuevo, unos rasgos biológicos deben coincidir con unos rasgos
culturales.
Los antiguos israelitas nunca se concibieron de esa forma, y Rut precisamente hace énfasis en la idea
de que cualquier persona, sin importar sus rasgos biológicos, tiene la
capacidad de asimilarse a este o aquel grupo. Rut ofrece una lección cosmopolita. Lo relevante en la identidad no
es la sangre o las características esencialistas de una persona, sino sus
costumbres. El pueblo de Israel da la bienvenida a aquellos que se quieran
incorporar, y no hay ningún impedimento biológico para ello.
Desafortunadamente, la lección del libro de Rut no siempre ha sido bien asimilada por los mismos judíos. Cuando
los judíos regresaron del exilio de Babilonia, Esdras prohibió enfáticamente a
los judíos casarse con mujeres extranjeras, y así, dio impulso nuevamente al
agresivo nacionalismo que venía menguando con la asimilación del monoteísmo. Allí
donde el libro de Rut celebra el
matrimonio entre israelitas y extranjeros, el libro de Esdras lo censura. Y, lamentablemente, hoy persiste en la comunidad
judía el sectarismo que presiona a sus miembros a casarse sólo con judíos.
Parece, entonces, que el libro de Rut no les resulta tan relevante a estos
nacionalistas judíos. Con todo, estos nacionalistas podrán alegar que, siempre
y cuando la persona no judía se convierta, el matrimonio es aceptable. Rut
eventualmente se asimiló al pueblo de Israel, pero tuvo una suerte de conversión.
Lo mismo, entonces, aplica a los no judíos: no hay un impedimento biológico
para que los no judíos se casen y se incorporen al pueblo de Israel, pero deben
abandonar su antigua religión y convertirse en judíos.
Este argumento podría ser más
aceptable. Pero, con todo, sigue exhibiendo un tufo nacionalista. ¿Por qué ha
de consumarse el matrimonio sólo entre miembros de una misma religión o nación?
El principal temor de los judíos que se oponen al matrimonio inter-religioso es
la asimilación y la pérdida de la identidad judía, pero, ¿acaso no perdió Rut
su identidad moabita al seguir a Noemí? ¿Dónde está el gran daño de la
asimilación, en abandonar una identidad para asumir otra? Es profundamente
opresivo reprimir el amor de una pareja por el puro afán de mantener la pureza
cultural y evitar la asimilación.
Y, en todo caso, es igualmente
preocupante la forma en que muchos grupos tratan de responder a la pregunta “¿quién
es judío?”. Si bien es un asunto debatido entre los propios judíos, la
respuesta convencional que persiste hoy es que el hijo de madre judía sigue
siendo judío, sin importar si continúa o no las prácticas religiosas o incluso
la identidad étnica. Esto asume, como hicieron las leyes de Nuremberg, que el
ser judío está constituido por una sustancia biológica que se transmite de
madre a hijo, y que independientemente de los rasgos culturales de una persona,
sus rasgos biológicos lo definen como tal. El holocausto en buena medida fue
propiciado por la idea de que los judíos son una raza. Ya desde el libro de Rut se ha perfilado la idea de que la
identidad israelita no estaba
constituida biológicamente. Pero, al pretender definir a la identidad judía con
un criterio biológico (“hijo de madre judía, es judío”), los rabinos contemporáneos
irónicamente se alejan del libro de Rut,
y se acercan al criterio nazi.
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