Después
de la caída del Muro de Berlín, el ateísmo sufrió un bajón. Los abusos
políticos de la URSS contra las instituciones religiosas le dieron al ateísmo
un mal nombre. Veinte años después de aquellos sucesos, el ateísmo regresa con
vigor entre los intelectuales. Y, muchos de los intelectuales ateos son
cuidadosos de no cometer los errores del pasado, al presentar una versión
bastante liberal (a diferencia de los soviéticos) del movimiento ateo.
Pero,
me temo que, en algunas esferas, se están cometiendo los mismos errores del
pasado. En la URSS se negó la existencia de Jesús como personaje histórico, sin
estudiar detalladamente el asunto. Y, hoy, nuevamente, un creciente número de
ateos hace lo mismo. Me atrevo a especular que, en el fondo de todo esto, hay
un error básico de razonamiento: puesto que los cristianos creen que Jesús es
Dios, algunos ateos creen que, al negar la existencia de Jesús, niegan la
existencia de Dios. No parecen caer en cuenta de que es perfectamente posible
negar la existencia de Dios y afirmar la existencia de Jesús (en cuyo caso, por
supuesto, Jesús no sería Dios).
Bart
Ehrman no tiene el mismo compromiso con el ateísmo que sí tienen figuras como
Sam Harris o Richard Dawkins. Pero, por muchos años ha hecho una gran labor al
desmontar la versión de la historia del cristianismo, según es narrada por los
apologistas. Eso, no obstante, nunca ha conducido a Ehrman a negar la
existencia de Jesús. Y, en este libro, Ehrman se propone enfrentar a aquellos
que, con diversos grados de credenciales y seriedad (hay todo un espectro que
va desde autores sensacionalistas hasta académicos serios), niegan la
existencia de Jesús.
Ehrman
presenta en primer lugar los argumentos a favor de la existencia de Jesús. Hay
fuentes no cristianas que mencionan a Jesús. No son exactamente contemporáneas
de Jesús, pero se escribieron una generación después de su muerte. De ser
veraces, estas fuentes serían relevantes, pues servirían como testimonio
autónomo de su existencia (es decir, no vendría de gente que habría tenido una
intención propagandística en inventar a Jesús como personaje).
Plinio
el joven, Suetonio y Tácito hacen referencias muy escuetas a Jesús. Éstas no
nos dicen gran cosa, pues ninguno menciona haber sabido algo sobre Jesús, sólo
dan testimonio brevemente de la existencia de cristianos una generación
después. La mención por parte de Josefo
sí sería más significativa, pues Josefo fue un historiador judío que vivió en
Palestina durante la generación posterior a Jesús, y su testimonio respecto a
la existencia histórica de Jesús y sus más cercanos seguidores estaría más
cercana al personaje original.
Josefo
hace dos menciones de Jesús. Como es sabido, hay fuerte sospecha de que la
primera mención sea una interpolación por parte de algún copista cristiano
posterior, pues se refiere a Jesús como algo más que un hombre, el mesías, y
admite que resucitó como cumplimiento de las profecías. Es muy cuestionable que
Josefo, un judío que nunca se convirtió al cristianismo, haya descrito a Jesús
en esos términos.
Ehrman
admite que en ese texto hay interpolaciones, pero rechaza que la totalidad del
pasaje sea un fraude. Sólo habrían sido interpolaciones las referencias a la
resurrección y a Jesús como mesías, pero la llana mención de Jesús es
aceptable. Yo no estoy tan seguro. Ehrman no explica satisfactoriamente por
qué, antes de Eusebio en el siglo IV, ningún autor cristiano hace referencia a
este pasaje de Josefo.
En
todo caso, hay una segunda referencia a Jesús en Josefo. Ehrman no la discute
casi, y me parece que esto es una carencia en el libro. Si bien la segunda
referencia no es tendenciosa, y sólo se limita a hablar de Santiago y de su
hermano, un tal Jesús que era llamado “Cristo”,
sigue habiendo debate respecto a ella. Pues, existe la posibilidad de que, en
el pasaje original, Josefo efectivamente habla de Santiago y Jesús como
hermanos, pero que no se refiriera al Jesús que nos concierne (Jesús y Santiago
eran nombres muy comunes en aquel contexto). En ese caso, el añadido de Josefo,
según el cual, Jesús era llamado el “Cristo”, habría sido una interpolación
posterior. Si un copista interpoló palabras en el primer pasaje, cabe sospechar
que también lo pudo haber hecho en el segundo pasaje.
Sea
como sea, sí coincido con Ehrman en que a la disputa por los pasajes de Josefo
se le ha dado excesiva relevancia. Aun si fuese veraz, el testimonio de Josefo
no es prueba contundente de que Jesús existió (pues no alega haber conocido
directamente a Jesús); pero, igualmente, si el testimonio de Josefo es forjado,
tampoco eso sería prueba de que Jesús no existió.
Ehrman
prefiere aceptar la existencia de Jesús, reposando sobre la evidencia de que
varias tradiciones independientes así lo atestan. Ninguna de estas proceden de
testigos oculares de la vida de Jesús, pero sí lo suficientemente cercanos como
para poder confiar al menos en su testimonio respecto a la existencia del
personaje. Los evangelios de Mateo y Lucas dependen del de Marcos, pero también dependen de fuentes
autónomas que nutrieron cada uno de estos textos. Asimismo, dependen de la
hipotética fuente Q. El evangelio de Juan es otra fuente autónoma. Si bien en
los evangelios hay mucha fantasía, Ehrman detecta algunas características que
hacen pensar que reposan sobre un personaje real. Por ejemplo, si bien fueron
escritos en griego, en ocasiones hay frases en arameo, lo cual hace presumir
que se remontan a un personaje que, en efecto, originalmente hablaba arameo.
Con
todo, quien afirma la existencia de Jesús debe enfrentar el problema de que Pablo,
el autor más temprano del Nuevo
Testamento, no dice gran cosa sobre la vida terrenal de Jesús, y lo
presenta más en términos de un personaje mítico. Pablo no habla de las
enseñanzas de Jesús, sus hazañas, sus milagros, su infancia, su familia, etc.
En vista de estas carencias, su perfil de Jesús pareciera ser más el de una
figura bajada del cielo, que el de un hombre que realmente caminó sobre la
Tierra.
Ehrman
ofrece varias respuestas. En primer lugar, sostiene Ehrman, los escritos de
Pablo constan de correspondencia epistolar para tratar problemas muy
específicos, y no cabe esperar que acá se mencionen detalles de la vida de
Jesús. Es previsible que Pablo y su audiencia ya conocían los detalles, y en
función de eso, no habría sido necesario reiterar lo que ya se conocía entre
ellos. Este argumento me parece bastante solvente.
Además,
agrega Ehrman, Pablo sí menciona algunas enseñanzas de Jesús. No las cita
directamente, pero sí se hace eco de varias de ellas, como por ejemplo, su
postura frente al divorcio. Acá yo no estoy tan convencido, pues es plausible
que los evangelistas tomaran de Pablo sus enseñanzas, y las proyectaran sobre
Jesús (y no al revés).
En
todo caso, Ehrman añade que Pablo menciona otros detalles de la vida de Jesús,
lo suficiente como para aceptar que sí creía en él como personaje histórico.
Pablo menciona la crucifixión, nos dice que Jesús era descendiente de David,
que tenía hermanos, que predicó a los judíos, que tuvo doce discípulos, que
celebró la eucaristía, y que conoció al amigo más cercano de Jesús (Pedro), y a
su propio hermano (Santiago). Todos estos detalles terrenales presumen la
existencia de un personaje real.
Además,
desde la época más temprana del cristianismo, hay mención de un tal Santiago
como hermano de Jesús ¿Cómo explicar que un personaje inventado, como Jesús,
tuvo un hermano del cual dan testimonio varias fuentes? Ehrman pasa reseña de
algunas teorías que pretenden resolver este problema. Algunos autores han
propuesto que Santiago no es un personaje real, sino más bien una
representación de un colectivo, como Jacob (Israel) representa la nación de
Israel. Otros han postulado que el título “hermano del Señor” en realidad se
refiere a la pertenencia a una secta, no propiamente a una relación de
parentesco. Y, aún otros postulan que la referencia a Santiago como “hermano”
no denota un parentesco biológico real, sino un parentesco metafórico para
expresar cercanía de ideas. Ehrman satisfactoriamente explica los problemas de
cada una de estas teorías.
Luego
Ehrman continúa con otros argumentos por los cuales él considera que Jesús sí
existió. A juicio de Ehrman, el hecho de que el cristianismo presenta a un
mesías crucificado es evidencia firme de que sí hubo un Jesús histórico. Los
judíos tenían la expectativa de que el mesías fuese un caudillo militarista
triunfante, no un criminal ejecutado de la forma más humillante. Si los
primeros cristianos hubiesen deseado inventar una figura mesiánica, no habrían
contado la historia de un hombre que murió crucificado; antes bien, habrían
inventado a un personaje que cumple las profecías mesiánicas de las escrituras
judías.
Ehrman
advierte que Jesús no cumple las
profecías mesiánicas del Antiguo
testamento. Los cristianos, frente al fracaso de Jesús, trataron de buscar
pasajes en las escrituras judías que hicieran referencia a un supuesto mesías
humillado. Y, así, interpretaron las canciones del siervo sufriente del libro
de Isaías, como supuesta confirmación
de que Jesús cumplía las profecías mesiánicas. Pero, Ehrman es muy claro en
señalar que esos pasajes no son
referencias mesiánicas. De hecho, en el Antiguo
testamento no hay ninguna figura mesiánica que sufra una humillación. Y,
precisamente por eso, es muy probable que Jesús sí existió. Pues, si Jesús
hubiese sido una figura inventada, para los primeros cristianos habría sido
mucho más fácil crear un personaje que sí cumple las profecías mesiánicas. A mi
juicio, éste es el argumento más contundente a favor de la existencia de Jesús,
y me persuade lo suficiente como para afirmar categóricamente que Jesús sí
existió.
Ehrman
también se propone desmontar los argumentos tradicionales contra la existencia de Jesús. Quizás el más interesante sea aquel
que alega que no hay ni evidencia arqueológica para la existencia de Nazaret en
el siglo I, ni mención de ese pueblo por parte de los documentos judíos de la
época, y que por ende, Jesús es un personaje mitológico. Ehrman postula que, en
primer lugar, el hecho de que los judíos tenían expectativa de que el mesías
procediese de Belén, hace la existencia de Nazaret y de Jesús muy probable,
pues, ¿por qué inventarían una situación embarazosa? (es el mismo tipo de
razonamiento respecto a la crucifixión). Si no hay rastros de Nazaret, quizás
sea debido a que se habría tratado de una aldea muy pequeña e insignificante.
Además, añade Ehrman, sí hay evidencia arqueológica de la existencia de Nazaret
en el siglo I: recientemente se encontró una casa que se remonta a ese período
en la zona de Nazaret. Y, en todo caso, que no exista Nazaret no implica que
Jesús es un personaje inventado. Quizás Barack Obama no es de donde dice ser,
pero no por ello no es un personaje real.
Otros
autores que niegan la existencia de Jesús apelan a la poca fiabilidad de los
evangelios. Ehrman admite que, efectivamente, los evangelios son poco
confiables, pero algo de confiabilidad queda en aquellas historias que pasan
los criterios tradicionales en la metodología historiográfica (atestación en
varias fuentes, plausibilidad con el contexto, ausencia de motivo propagandístico,
etc.). Y, al aplicar estos criterios, podemos admitir que, detrás del ropaje
legendario de los evangelios, hay un personaje real.
Ehrman
también admite, por ejemplo, que en los evangelios hay mucha paráfrasis del Antiguo testamento, y que muchos de los
episodios de la vida de Jesús están modelados sobre la vida de Moisés y Elías.
Pero, de nuevo, no todas las historias son
de esa naturaleza, y al final, sí queda una base de genuinidad histórica.
Un
argumento muy común entre aquellos que niegan la existencia de Jesús consiste
en señalar las semejanzas entre mitos mediterráneos (e incluso, de otras
latitudes) sobre dioses que mueren y renacen (en buena medida como
representación metafórica de los ciclos vegetativos), y Jesús. Supuestamente,
hay cercanos paralelismos entre Jesús y figuras como Osiris, Adonis o Dionisio.
Y, bajo esta teoría, Jesús habría sido la versión judía de este arquetipo, en
cuyo caso, Jesús habría sido un personaje ficticio.
Ehrman,
nuevamente, desmonta estos argumentos. En primer lugar, los paralelismos entre
Jesús y esos dioses no son tan evidentes. Y, si acaso hay algunos escuetos
paralelismos, eso a lo sumo sería evidencia de que algunos detalles de la vida
de Jesús fueron modelados a partir de esos dioses mediterráneos, pero no que
Jesús no existió.
Además,
no es tan evidente que exista el arquetipo del dios que muere y renace, al
menos no en el mismo sentido en que lo hace Jesús. Algunos de estos dioses
mueren y van al inframundo (Osiris, Adonis), otros desaparecen sin morir y regresan,
otros mueren y ascienden al cielo o algún lugar similar (Hércules), pero
ninguno muere y regresa a una vida cotidiana con el cuerpo original, como es el
caso de Jesús.
Y,
muy importante también, Ehrman destaca que, en la creencia cristiana original, Jesús
no era considerado un dios. Los
evangelios sinópticos (los más tempranos) ciertamente no lo representan así. En
ese caso, no puede equipararse a Jesús con los dioses mediterráneos que mueren
y renacen, ¡precisamente porque Jesús no era un dios! Quizás este
contraargumento de Ehrman no tenga tanto peso, pues recurriría a un truco
semántico. Ciertamente en los evangelios más tempranos, Jesús nunca es llamado ‘Dios’,
y nunca es atribuido con las características que el monoteísmo convencional
reserva a Dios. Pero, Jesús sí tiene suficientes poderes como para pensar que
es algo más que un humano (del mismo modo en que Hércules tampoco es llamado
propiamente un ‘dios’, pero sus características sí lo acercan a ese concepto).
Ehrman
también considera las teorías de G.A. Wells, según las cuales, sí habría habido
un personaje histórico llamado Jesús, pero éste habría vivido un siglo antes de
Pablo. Bajo esta teoría, Pablo habría construido a Jesús como un recurso
literario, una personificación de la sabiduría, del mismo modo en que se hizo
en algunos textos del Antiguo testamento (en
especial, Proverbios). Ehrman admite
que, en algún pasaje, Pablo habla de Jesús como la personificación de la
sabiduría, pero no es suficiente como para sustentar las teorías de Wells. Pues,
en el contexto en el que Pablo presenta a Jesús como la personificación de la
sabiduría, lo hace para explicar por qué Jesús fue crucificado.
También
es problemática la teoría de Wells, según la cual, en la invención de Pablo,
Jesús se le apareció más de un siglo después de su muerte. Ehrman opina que, en
aquel contexto apocalíptico, las apariciones habrían sido significativas sólo si
hubiesen ocurrido inmediatamente después de la muerte del aparecido. En esto,
no me parece que el argumento de Ehrman sea tan contundente. En el mundo
católico, las apariciones marianas tienen una prominente dimensión
apocalíptica, pero la persona que se aparece (la virgen María) habría vivido
hace veinte siglos.
Ehrman
también hace una revisión crítica de las teorías de Earl Doherty, según las
cuales, Jesús fue crucificado en el cielo. Esto habría sido parte de una
ideología platónica que, en detrimento del mundo terrenal, presenta los eventos
como sucesos en una esfera celestial, y además, toda esta mitología habría formado
parte de una religión mistérica.
Contra
esto, Ehrman señala que no hay evidencia de que los judíos asimilaran las
religiones mistéricas, y además, reitera que en I Tesalonicenses 2: 14-16 Pablo habla de la crucifixión de Cristo
como un evento terrenal, en el cual los judíos tuvieron participación. Nada de
esto es conciliable con la idea de que Cristo fue crucificado en el cielo. Wells
y Doherty han sugerido que esos pasajes en I
Tesalonicenses son interpolaciones, pero Ehrman ve esto como un recurso desesperado
(una hipótesis ad hoc) por ajustar su
teoría: invocar como interpolaciones aquellos pasajes que no encajen con las
teorías preconcebidas. En los manuscritos más antiguos del Nuevo testamento, está presenta esa cita de I Tesalonicenses, de forma tal que no hay motivo suficiente para
suponer que se trata de una interpolación.
Después de acumular argumentos a favor de la
existencia de Jesús, Ehrman dedica los últimos capítulos del libro a presentar
una reconstrucción muy breve de la vida de Jesús. Si bien Ehrman acepta la
existencia de Jesús como personaje real, está dispuesto a admitir que muchas
historias en los evangelios son ficticias. El retrato que Ehrman hace de Jesús
es el de un predicador apocalíptico que sí se creía el mesías (pero no el ‘Hijo del hombre’) en espera de la
llegada del reino de Dios. Ehrman ofrece varios argumentos para respaldar este
retrato, pero enfatiza dos: 1) los textos seguramente más antiguos en los
evangelios tienen una firme prédica apocalíptica; 2) el maestro de Jesús, Juan
el Bautista, fue un predicador apocalíptico, y sus propios discípulos también,
en vista de lo cual, es presumible que Jesús tenía él mismo la expectativa del
inminente fin del mundo.
Así,
el libro de Ehrman resulta muy solvente, y al final, ofrece una recomendación
muy similar a la que yo he hecho al inicio de esta reseña: no conviene
confundir la cuestión histórica de si Jesús existió o no, con la cuestión
metafísica de si Dios existe o no. Se puede ser ateo y aceptar la existencia
histórica de Jesús.
Una reseña muy exhaustiva... y solvente.
ResponderEliminarEl tema me parece apasionante, tanto, que ya me he leído varios libros al respecto. Estoy de acuerdo en que el argumento de la humillación junto con la ausencia de referencias mesiánicas en esa dirección es contundente, y el principal para aceptar la existencia de Jesús. En particular, siempre me había llamado la atención el carácter caprichoso o forzado de las referencias a esa humillación encontradas por los evangelistas, las "profecías mesiánicas" contenidas en el Antiguo Testamento.
En cuanto a la crucifixión en el cielo, no sé si tiene algo que ver con la herejía de los docetas, quienes ya en el siglo I negaban que Cristo hubiera existido como realidad carnal (la muerte en la cruz les parecía un escándalo), de ahí que no vieran en Él más que un ser celestial. A esos herejes puede referirse Policarpo de Esmirna, cuando en el siglo siguiente escribe a los filipenses (7.1):
"Todo el que no profesa que Jesucristo vino en carne mortal es un anticristo. Y el que no reconoce el testimonio de la cruz, procede del diablo. Y el que tergiversa las palabras del Señor en provecho de sus propias apetencias y dice que no hay resurrección ni juicio, es primogénito de Satanás."
1. Sí, esas supuestas "profecías mesiánicas" son sumamente caprichosas. La más importante es probablemente la del siervo (esclavo, en verdad) sufriente en Isaías. Ahí no hay el menor indicio de que se refiera al mesías.
Eliminar2. Ciertamente los docetas creían eso que tú mencionas. Pero, hasta donde recuerdo, los docetas sí creían que Jesús fue crucificado en la Tierra, sólo que, en tanto es puro espíritu, no sufrió en la cruz, y de hecho, no fue crucificado, sino que dio la apariencia de serlo. El ser crucificado en el cielo es algo distinto, y de hecho, parece ser un invento del autor Earl Doherty, pues nadie creía eso en el siglo I.
Interesante esa distinción. Ya en el siglo I se estaban fraguando discusiones bizantinas.
EliminarPor cierto, los musulmanes, como sabrás, también niegan la crucifixión.
En el siglo II, San Ignacio de Antioquía escribe:
ResponderEliminar"Por tanto, haceos los sordos cuando alguien os hable a no ser de Jesucristo, el de la descendencia de David, el hijo de María, que nació verdaderamente, que comió y bebió, que fue verdaderamente perseguido en tiempo de Poncio Pilato, que fue crucificado y murió verdaderamente a la vista de los seres celestes, terrestres e infernales. Él resucitó verdaderamente de los muertos, habiendo sido resucitado por su mismo Padre y, a semejanza suya, a los que hemos creído en Él, también su padre nos resucitará en Jesucristo, fuera del cual no tenemos vida verdadera. Pero si, como dicen algunos ateos, es decir, incrédulos, Él ha sufrido en apariencia (τὸ δοκεῖν) –¡ellos sí que son apariencia! (αὐτοὶ ὄντες τὸ δοκεῖν)– ¿por qué estoy encadenado? ¿por qué deseo luchar con las fieras? Así pues, muero inútilmente."
Me llama mucho la atención la encarnizada pasión que ponían ya en el siglo I los cristianos en la defensa de sus posturas ("ateos" se llamaban unos a otros, no "cristianos descarriados). Todo hacía presagiar la llegada de las persecuciones (de herejes, judíos y paganos) y de las Cruzadas.
Vaya intolerancia. Aunque, supongo que esa intolerancia estaba por doquier, pues según recuerdo, a Ignacio de Antioquia se lo comieron los leones en el circo...
EliminarEn efecto, a eso se refiere en el escrito citado, que redactó a la espera de su ejecución.
EliminarEn cuanto a la intolerancia, es un tema que cada vez me interesa más. Aunque los paganos también daban muestras de ella (con Sócrates, por ejemplo), existía un amplio margen de libertad. Fue con la llegada del cristianismo, del monoteísmo y de un libro sagrado lleno de preceptos, cuando la intolerancia necesariamente se impuso sin contemplaciones: si hay multitud de preceptos, promesas y dogmas, tienen que ser los mismo para todos, o de lo contrario, la comunidad se disgrega y se impone el caos. Me pregunto cuánto habrían durado los reinos medievales con un trasfondo de filosofía relativista, materialista, atomista, sofísitica.
Por cierto, el pasaje anterior, el de Policarpo, no se queda corto al lado del de San Ignacio: el que no cree en la ortodoxia, aunque crea en Cristo, "es primogénito de Satanás" (πρωτότοκός ἐστι τοῦ σατανᾶ.).
Sí, en las disputas entre herejes y ortodoxos, siempre hubo acusaciones mutuas de ser agentes del diablo. De esto habla mucho Elaine Pagels en su libro sobre Satanás.
Eliminar¿"Cuerpo original"?
ResponderEliminarEs casi un lugar común de la teología cristiana que el cuerpo de Jesús está cambiado a un "cuerpo glorioso", que se supone que es el que todos tendremos cuando resucitemos... Jesús atravesaba paredes, se aparecía ante gente, que además no lo reconocía, le dice a Magdalena que no lo toque... cosas que antes no hacía y que hacen pensar en un cambio importante. Ese punto es una omisión muy seria en el libro de Ehrman si es que se trata de uno de los puntos que utiliza como argumento.
Richard Carrier te daría la razón, pues él argumenta que, al menos en la temprana teología de Pablo, el cadáver NO es el mismo que el cuerpo resucitado. Yo no estoy tan seguro de que los primeros cristianos opinaban eso. Ciertamente, el cuerpo de Jesús resucitado es CUALITATIVAMENTE distinto a su cuerpo en vida. Pero, no estoy seguro de que sea NUMÉRICAMENTE distinto. Ésta es una diferencia filosófica importante: identidad cualitativa vs. identidad numérica. Aun si Jesús atraviesa paredes y hace todas esas cosas que un cuerpo convencional no hace, seguiría siendo el mismo numéricamente.
EliminarMe siento en la obligación de hacer algunas aclaraciones (Parte 1):
ResponderEliminarPlinio el joven, Suetonio y Tácito hacen referencias muy escuetas a Jesús. Éstas no nos dicen gran cosa, pues ninguno menciona haber sabido algo sobre Jesús, sólo dan testimonio brevemente de la, ……
Josefo hace dos menciones …
En todo caso, hay una segunda referencia a Jesús en Josefo. Ehrman no la discute casi, y me parece que esto es una carencia en el libro. Si bien la segunda referencia no es tendenciosa, y sólo se limita a hablar de Santiago y de su hermano, un tal Jesús que era llamado “Cristo”, sigue habiendo debate respecto a ella. Pues, existe la posibilidad de que, ……
Rpta:
1) Plinio no hace referencia a un Jesús sino a un Cristo. En el idioma original podemos ver que se refiere a Christo (ungido). Este es simplemente el titulo que esta secta utiliza para referirse a su mesías y Plinio tan solo lo refleja en su opinión. Plinio menciona a Cristo debido a que estos cristianos hacen referencia a él cuando Plinio les pregunta durante el interrogatorio a quien adoran. Estos no hacen una mención muy distinta a la que hacen actualmente los seguidores de esta secta.
2) Es un crimen Incluir a Suetonio como evidencia. Este historiador romano ni si quiera menciona al ungido (christo). Suetonio, en “Vida de los doce césares”, en la primera ya no es que no mencione a Jesús, es que ni si quiera menciona a Cristo. El texto orginal dice “Iudaeos impulsore Chresto assidue tumultuantis expulit Roma”, la traducción dice “A los judíos, instigados por Chrestus, los expulsó de Roma por sus continuas revueltas”
El problema con esta reside en que Chrestus es un nombre romano bastante común, no tiene relación alguna con el christo griego que hace referencia al ungido (mesías) para los cristianos. De hecho este nombre puede verse en las lápidas de ese siglo, como esta(ver enlace), situada en el mausoleo de Caecilia Metella.
3) Por ninguna parte. Tácito habla de los cristianos refiriéndose a ellos como a unas personas que adoraban a un tal “christo” que fue ajusticiado por Poncio Pilato.
Aquí el creyente diría: “pero si que está hablando históricamente de Jesús”… Con Tácito, al igual que con Plinio, se puede observar que:
a.- Este escribe sobre los cristianos. De ese tal “christo” solo hace la mención correspondiente para identificar a estos cristianos como un grupo que adora a un “ungido.”
b.- Para cuando este escribe sobre los cristianos, estos ya llevaban décadas creyendo en las historias que, a finales del primer siglo (pasado el año 70 d.e.c), ya les habían vendido los “evangelistas”. Un grupo de personas anónimas que jamás conocieron personalmente a ese personaje del que hablan y que ya habían inventado su historia principal.
4) Ehrman es mas prudente que Piñero al no tomar el testimonio Flaviano como tal, ya que la interpolación es evidente.
Algunos menciona que la intención de colocar a Jesús en el libro de Flavio era un acto contraproducente para la imagen de Jesús ya que se le llama sofista, por eso debe ser cierto. ¿Esta afirmación es científica?. Es un apriorismo totalmente especulativo., además tampoco es plausible, según Rengstorf, editor del léxico de la obra de Flavio Josefo,” sofós” significa “hábil, experto, inteligente y sabio” y creo que en este caso debe entenderse como la última acepción. Es curioso que, en otro libro del mismo autor – la Guerra Judaíca –, Jesús comparte la misma cualidad con el propio Moisés, sólo que el legislador fue “el más sabio”. O sea también utilizó la acepción de “sabio” con Moisés.
Respecto a la mención de Santiago al Justo, quien se dice que es el Hermano de Jesús. Hay que recordar que el nombre Santiago era muy común en esos lares. En el nuevo testamentos se menciona entre 5 y 8 Santiagos. Además, cuando eliminamos la interpolación cristiana de la referencia “jacobina” en Josefo se hace evidente que Santiago era el hermano, no de una inexistente “Jesucristo”, sino de Jesúsbar Damneus, sumo sacerdote en el año 63 d.e.c.
Me siento en la obligación de hacer algunas aclaraciones (Parte 2):
ResponderEliminarEhrman prefiere aceptar la existencia de Jesús, reposando sobre la evidencia de que varias tradiciones independientes así lo atestan. Ninguna de estas proceden de testigos oculares de la vida de Jesús, pero sí lo suficientemente cercanos como para poder confiar al menos en su testimonio respecto a la existencia del personaje. Los evangelios de Mateo y Lucas dependen del de Marcos, pero también dependen de fuentes autónomas que nutrieron cada uno de estos textos. Asimismo, dependen de la hipotética fuente Q. El evangelio de Juan es otra fuente autónoma. Si bien en los evangelios hay mucha fantasía, Ehrman detecta algunas características que hacen pensar que reposan sobre un personaje real. Por ejemplo, si bien fueron escritos en griego, en ocasiones hay frases en arameo, lo cual hace presumir que se remontan a un personaje que, en efecto, originalmente hablaba arameo.
Rpta: Las “evidencias” no son ni cercanas ni mencionan que hayan conocido aun tal Jesús. Estos testimonios (en los cuales no hay interpolaciiones), solo hacen evidencia del culto. No hay ningún sustento plausible para afirmar historicidad.
El que haya frases en arameo también puede evidenciar que el que escribió el libro conocía estas frases y es lo más plausible.
Luego Ehrman continúa con otros argumentos por los cuales él considera que Jesús sí existió. A juicio de Ehrman, el hecho de que el cristianismo presenta a un mesías crucificado es evidencia firme de que sí hubo un Jesús histórico. Los judíos tenían la expectativa de que el mesías fuese un caudillo militarista triunfante, no un criminal ejecutado de la forma más humillante. Si los primeros cristianos hubiesen deseado inventar una figura mesiánica, no habrían contado la historia de un hombre que murió crucificado; antes bien, habrían inventado a un personaje que cumple las profecías mesiánicas de las escrituras judías.
Ehrman advierte que Jesús no cumple las profecías mesiánicas del Antiguo testamento. Los cristianos, frente al fracaso de Jesús, trataron de buscar pasajes en las escrituras judías que hicieran referencia a un supuesto mesías humillado. Y, así, interpretaron las canciones del siervo sufriente del libro de Isaías, como supuesta confirmación de que Jesús cumplía las profecías mesiánicas. Pero, Ehrman es muy claro en señalar que esos pasajes no son referencias mesiánicas. De hecho, en el Antiguo testamento no hay ninguna figura mesiánica que sufra una humillación. Y, precisamente por eso, es muy probable que Jesús sí existió. Pues, si Jesús hubiese sido una figura inventada, para los primeros cristianos habría sido mucho más fácil crear un personaje que sí cumple las profecías mesiánicas. A mi juicio, éste es el argumento más contundente a favor de la existencia de Jesús, y me persuade lo suficiente como para afirmar categóricamente que Jesús sí existió.
Las afirmaciones que Ehrman hace aquí son absurdas y ridículas para alguien de su trayectoria. El cristianismo se construyó con un paradigma griego. Desde el paradigma griego los dioses sufren y gozan y tienen las mismas alegrías y penurias que puede pasar cualquier humano, además con los mismos defectos y virtudes. No es una construcción exclusivamente judía.
Ehrman también se propone desmontar los argumentos tradicionales contra la existencia de Jesús. Quizás el más interesante sea aquel que alega que no hay ni evidencia arqueológica para la existencia de Nazaret en el siglo I, ni mención de ese pueblo p…….. Y, en todo caso, que no exista Nazaret no implica que Jesús es un personaje inventado. Quizás Barack Obama no es de donde dice ser, pero no por ello no es un personaje real.
El lugar existía, pero el nombre Nazareth es muy posterior. Esto es algo que Ehrman no ha estudiado por el tipo de respuesta que ofrece.
Sin embargo estoy de acuerdo con el que ese argumento no es válido para afirmar o no afirmar historicidad de Jesús.
Dices: "El cristianismo se construyó con un paradigma griego. Desde el paradigma griego los dioses sufren y gozan y tienen las mismas alegrías y penurias que puede pasar cualquier humano, además con los mismos defectos y virtudes. No es una construcción exclusivamente judía": Discrepo. Hay un notable esfuerzo en los evangelios por hacer cumplir en Jesús las profecías mesiánicas. Para lograr este propósito, hubiese sido mucho más fácil para los evangelistas ahorrarse las numerosas dificultades que hay en torno a la vida de Jesús. No se esperaba que hubiese un Mesías crucificado (la expectativa era que fuera un liberador), ni que viniese de Nazaret (se esperaba que viniera de Belén), ni que fuese bautizado por un maestro. En todo estos casos, hay una clara intención de disimular estos detalles. Entre especialistas, esto se conoce como el "criterio de vergüenza", y es uno de los más firmes para establecer los detalles históricos de los evangelios. Todos esos detalles incómodos son precisamente evidencia de que son históricos, pues si Jesús fuese un mito, a los evangelistas les hubiese sido muchísimo más conveniente eliminarlos, pero no lo hicieron, precisamente porque estaban muy arraigados en la tradición más primitiva, y sabían que si eliminaban los detalles, habría protesta por parte de quienes sí conocían estos detalles.
EliminarEn líneas generales, yo estoy de acuerdo contigo en que ni Tácito ni Suetonio, ni siquiera Josefo (aunque yo opino, junto a Ehrman y Piñero, que el texto no es enteramente una interpolación) ofrecen evidencia contundente a favor de la existencia de Jesús. Pero, sí me parece que el criterio de vergüenza, y el hecho de que se presenta a Jesús como procedente de Nazaret y como crucificado (detalles absolutamente discordantes on la expectativa mesiánica), es evidencia contundente a favor de su existencia.
El cambio de paradigma es evidente.. Las contradicciones siempre entran al introducir nuevas ideas respecto del dogma inicial
EliminarNo me parece que el "criterio de verguenza" sea valido, ya que hay que asumir varias cosas para pensar de esa manera,, por ejemplo, que ha habido una continuidad del paradigma judio, pero no es el caso, Justamente el cambio de paradigma genera estas contradicciones.
Y no se trata de que los evangelistas pensaban en ahorrarse problemas, cada uno hizo su cristologia particular de manera independiente, eso si, la referencia fue el evangelio de Marcos.
No se puede pensar que fue un club de amigos que decidieron contar la historia de una persona.
No existe conexión lógica plausible al afirmar, "a A le paso B, pero se esperaba C, ergo A debió haber existido.
La existencia no tiene que ver con contradicciones en el texto.
Me siento en la obligación de hacer algunas aclaraciones (Parte 3):
ResponderEliminarOtros autores que niegan la existencia de Jesús apelan a la poca fiabilidad de los evangelios. Ehrman admite que, efectivamente, los evangelios son poco confiables, pero algo de confiabilidad queda en aquellas historias que pasan los criterios tradicionales en la metodología historiográfica (atestación en varias fuentes, plausibilidad con el contexto, ausencia de motivo propagandístico, etc.). Y, al aplicar estos criterios, podemos admitir que, detrás del ropaje legendario de los evangelios, hay un personaje real.
Ehrman también admite, por ejemplo, que en los evangelios hay mucha paráfrasis del Antiguo testamento, y que muchos de los episodios de la vida de Jesús están modelados sobre la vida de Moisés y Elías. Pero, de nuevo, no todas las historiasson de esa naturaleza, y al final, sí queda una base de genuinidad histórica.
En los evangelios podemos encontrar un solo personaje histórico Poncio Pilatos. El resto son menciones de legares y algunas costumbres menores análogo a cualquier obra de la literatura griega.
Un argumento muy común entre aquellos que niegan la existencia de Jesús consiste en señalar las semejanzas entre mitos mediterráneos (e incluso, de otras latitudes) sobre dioses que mueren y renacen (en buena medida como representación metafórica de los ciclos vegetativos), y Jesús. Supuestamente, hay cercanos paralelismos entre Jesús y figuras como Osiris, Adonis o Dionisio. Y, bajo esta teoría, Jesús habría sido la versión judía de este arquetipo, en cuyo caso, Jesús habría sido un personaje fictic………………………………………………………….
Realizar una hipótesis sobre la construcción del mito requiere un análisis exhaustivo y ninguno de los autores mencionados lo ha logrado por si mismo, ya que las referencias a costumbres y situaciones paganas son multipes. Muchas de las afirmaciones de estos autores terminan siendo vagas o inexactas.
Sin embargo hace poco salió a la palestra Richard Carrier, El año pasado público un libro rebatiendo todos o los “argumentos” a favor de la historicidad de Jesús de historiadores como Ehrman. Además ha propuesto una hipótesis contundente de la elaboración del mito de cristo, esto se puede ver en el libro “On the historicity of Jesus”, del año 2014. http://www.sheffieldphoenix.com/showbook.asp?bkid=264
También recomiendo revisar el libro de Dennis R. Macdonald “The Homeric Epics and the Gospel of Mark”, es del año 2000. Este libro es citado por Richard Carrier para explicar los paralelismos entre la Odisea y el evangelio de Marcos, No solo se puede ver un paralelismo en la estructura general del evangelio de Marcos (el primer evangelio), sino en hechos específicos, además muchas de las incongruencias de este evangelio se explica claramente desde la Odisea.
Así, el libro de Ehrman resulta muy solvente, y al final, ofrece una recomendación muy similar a la que yo he hecho al inicio de esta reseña: no conviene confundir la cuestión histórica de si Jesús existió o no, con la cuestión metafísica de si Dios existe o no. Se puede ser ateo y aceptar la existencia histórica de Jesús.
Rpta: No creo que el libro sea muy solvente. Más allá de que el libro ofrezca mucha información importante para el análisis sobre la historicidad de Jesús. Es más, tengo varios libros de él.
Pero los argumentos que propone para afirmar la historicidad son pobrísimos y no resisten al mínimo rigor, que cualquier historiador debe tener.
Estoy de acuerdo que siendo ateo se puede aceptar la historicidad de Jesús, pero con evidencias. No con apriorismos gratuitos ni interpretaciones forzadas .
Antes creía que en la afirmación de historicidad de Jesús, por simple creencia en el concenso, pero al profundizar en el tema, leer libros de las dos posiciones y recurrir a las fuentes me ha llevador a pensar que tal historicidad no es plausible.
Respeto a Richard Carrier en sus debates sobre la resurrección, pero creo que se equivoca en torno a la existencia de Jesús.
EliminarRespecto a MacDonald, he leído ese libro. Valga aclarar que McDonald SÍ acepta la existencia histórica de Jesús, aun si las narrativas tienen paralelismos con la Odisea.
Por otra parte, siempre se está en el peligro de incurrir en la paralelomanía. Los paralelismos no son evidencia de inexistencia. Franceso Carotta ha hecho algún paralelismo entre Jesús y César, pero es una desfachatez decir que, a partir de eso, Jesús no existió. Del mismo modo, Atwill vio paralelismos entre algunas escenas del evangelio, y las descripciones de Josefo sobre la guerra judeo-romana, pero de nuevo, esos paralelismos no son evidencia de la inexistencia de Jesús. Hay que tener cuidado con la paralelomanía.
EliminarYo no he afirmado que los paralelismos sean la prueba de que Jesus no haya existido.
EliminarEl paralelismo que menciona Mc Donald solo ayuda a explicar como se a construido el mito,
Estos valen la pena mencionarlos para que no haya personajes como Piñero que digan: "Si no se asume la historicidad de Jesús no se puede explicar el origen de este fenomeno"
He recalcado anteriormente que muchos paralelismos son muy vagos y que el unico trabajo contundente al respecto lo ha mostrado Dennis Macdonal (de los que conozco), no he dicho que todos sean validos.
Para evitar confusiones informo que he resaltado en negritas los textos que corresponden al articulo de Gabriel. Saludos.
ResponderEliminarQuando iniciei minhas pesquisas diletantes acerca da origem do cristianismo eu já tinha uma ideia formada: nada de Bíblia, teologia e história das religiões. Todos os que haviam explorado esse caminho haviam chegado à conclusão alguma. Contidos num cercadinho intelectual, no máximo, sabiam que o que se pensava saber não era verdade. É isso o que a nossa cultura espera de nós, pois não gosta de indiscrições. Como o mundo não havia parado para que o Novo Testamento fosse escrito, o que esse mesmo mundo poderia me contar a respeito dessa curiosidade histórica? Afinal, o que acontecia nos quatro primeiros séculos no mundo greco-romano, entre gregos, romanos e judeus? Ao comentar o livro “Jesus existiu ou não”, de Bart D. Ehrman, respondo a essas perguntas.
ResponderEliminarhttp://cafehistoria.ning.com/profiles/blogs/paguei-pra-ver
Quando iniciei minhas pesquisas diletantes acerca da origem do cristianismo eu já tinha uma ideia formada: nada de Bíblia, teologia e história das religiões. Todos os que haviam explorado esse caminho haviam chegado à conclusão alguma. Contidos num cercadinho intelectual, no máximo, sabiam que o que se pensava saber não era verdade. É isso o que a nossa cultura espera de nós, pois não gosta de indiscrições. Como o mundo não havia parado para que o Novo Testamento fosse escrito, o que esse mesmo mundo poderia me contar a respeito dessa curiosidade histórica? Afinal, o que acontecia nos quatro primeiros séculos no mundo greco-romano, entre gregos, romanos e judeus? Ao comentar o livro “Jesus existiu ou não”, de Bart D. Ehrman, respondo a essas perguntas.
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