La gestión de Nicolás Maduro como
presidente de Venezuela ha sido nefasta. Las cifras no lo acompañan: inflación
galopante, fracaso total en la lucha contra el crimen, alto desempleo,
crecimiento de la corrupción, persecución de disidentes. Los datos están ahí, y
con un poco de rigor y consistencia, la dirigencia de la oposición podría
persuadir a la mayoría de la población venezolana a expresar su rechazo por
Maduro. Pero, como ha solido ocurrir en estos últimos catorce años, la
oposición desperdicia las oportunidades.
En
vez de sacar a la palestra pública las innegables cifras que atestan el fracaso
de la gestión de Maduro, los dirigentes de oposición prefieren acudir a la
táctica demagógica de apelar al nacionalismo más embrutecedor para hacer frente
al oficialismo. Ciertamente hay en Venezuela una fuerte presencia de
funcionarios cubanos, pero nada de esto se compara con una ocupación militar
cubana, como quizás sí la hubo en Angola y Congo. Con todo, la oposición
exagera el daño perpetrado por los cubanos en Venezuela, y apela al clamor
popular nacionalista para acusar al gobierno de “traición a la patria”, cuando
en realidad, sería mucho más fácil atacar al gobierno por su ineficiencia, independientemente
de su asesoramiento con funcionarios cubanos.
El
último arrebato nacionalista de la oposición consiste en alegar que Nicolás
Maduro no nació en Venezuela, sino en Colombia. Ciertamente la Constitución de
la República Bolivariana de Venezuela estipula que el presidente debe ser
venezolano por nacimiento. Y, si Maduro nació en Colombia, entonces
efectivamente cabe su destitución. Pero, en realidad, no hay el menor indicio
de que Maduro hay nacido en Colombia.
Los
alegatos de que Maduro nació en Colombia obedecen más bien a las teorías de
conspiración con un fuerte tufo nacionalista, las cuales suelen prosperar
cuando los grupos opositores en un país carecen de liderazgo, y no les queda
más remedio que apelar al Volksgeist de
la masa. Una situación muy similar se ha suscitado en EE.UU. en los últimos
años.
Barack
Obama fue el primer presidente negro en ser elegido en EE.UU. (aunque, por
razones que no discutiré acá, yo disputo que Obama sea realmente “negro”, en el
que él mismo se presentó). Esto generó ansiedad entre los sectores más apegados
al nacionalismo blanco en EE.UU. Y, así, empezó a prosperar la teoría de la
conspiración de que Obama en realidad había nacido en Kenia, o que se había
hecho ciudadano indonesio, o que desde su nacimiento tuvo doble nacionalidad
norteamericana y británica. Aunada a estas teorías, prospera la idea de que
Obama en realidad es un musulmán encubierto (es decir, un “cripto-musulmán”, el
mismo tipo de gente que persiguió la Inquisición española), en vista de lo
cual, tiene pactos con Al Qaeda.
De
Maduro se ha dicho que viajó al Vaticano a reunirse con el nuevo papa,
Francisco I, a fin de asegurarse de que la Iglesia Católica no revele su
partida de bautismo, la cual da testimonio de que Maduro nació en Cúcuta.
Estupideces propias de la mentalidad conspiranoica.
Chávez
fue el maestro de las teorías de conspiración (negó que el hombre llegara a la
luna, proclamó que los judíos tienen un complot para el dominio universal,
continuamente alegaba que había grupos paramilitares planificando su
asesinato). Muchos nos opusimos al gobierno de Chávez, precisamente por su embrutecimiento
de las masas, al incentivar todas estas teorías disparatadas.
Chávez
fue también el maestro de la manipulación nacionalista. Como ningún otro
presidente venezolano anterior a él, Chávez incendió a las masas con su nociva
retórica que rayaba en lo xenofóbico, su culto a la patria y sus héroes, su
tribalismo, y su visceral oposición a la globalización.
Cualquier
persona con conciencia cosmopolita debió rechazar el nacionalismo romántico
provinciano de Chávez y sus seguidores. Pero, precisamente, es una absoluta
desgracia que, ahora, los opositores al chavismo, invoquen teorías de la
conspiración que reposan sobre el más burdo nacionalismo. La oposición pretende
ganarle al chavismo en su propio juego, a saber, la manipulación nacionalista y
las teorías de la conspiración. En eso, Chávez y sus seguidores han sido unos
gigantes, y muy difícilmente serán derrotados. Al final, el verdadero perdedor
de esta contienda, es el pensamiento crítico.
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