Theodor
Herzl organizó el primer congreso sionista en 1897. Su movimiento fue ganando
terreno en las siguientes décadas, pero el evento histórico que realmente hizo
concretar la creación del Estado de Israel, fue el Holocausto. Al final de la
Segunda Guerra Mundial, cientos de miles de judíos europeos quedaban a la
deriva, y empezaron a surgir grandes olas migratorias hacia Palestina. Eso
aceleró la decisión de la naciente Organización de las Naciones Unidas, de
declarar la creación del Estado de Israel en 1948.
Desde la década de 1970, ha habido
grupos que alegan que el Holocausto nunca ocurrió. Según ellos, hay una
conspiración judía internacional para hacer creer que los nazis asesinaron a
seis millones de judíos en campos de exterminio. El propósito de esa
conspiración fue, en un primer momento, chantajear al mundo para que se creara
de una vez por todas el Estado de Israel. Y, desde entonces, se ha mantenido el
mito del Holocausto, para seguir chantajeando, y asegurarse de que los judíos
mantengan una posición de poder, así como cobrar compensaciones a Alemania.
Estos negadores del Holocausto se
suelen basar en algunos errores que los historiadores convencionales han
cometido. Por ejemplo, por muchos años, los historiadores alegaron que había un
campo de exterminio en Dachau; hoy, se ha revisado ese dato, y se admite que en
Dachau no hubo campo de exterminio. También corrió por muchos años el rumor de
que los nazis hacían jabón con la grasa de las víctimas judías (seguramente
este rumor fue iniciado por los propios nazis para atormentar psicológicamente
a los prisioneros), y muchos historiadores le dieron crédito a esta historia;
hoy se considera falsa. Y, quizás lo más notorio de todo: la placa
conmemorativa del campo de Auschwitz decía que ahí se habían ejecutado a cuatro
millones de personas; luego se modificó para decir que sólo había muerto millón
y medio.
Los negadores del Holocausto dicen
que, si se han modificado esos alegatos, entonces debería modificarse toda la historia convencional sobre el
Holocausto. Eso es una forma errónea de pensar. Cada alegato debe estudiarse
por separado, y el hecho de que haya habido algún error sobre un tema
circunstancial, no implica que la totalidad del hecho histórico sea falsa.
En fin, cualquier persona sensata reconoce
los horrores del nazismo. En vista de eso, los negadores del Holocausto admiten
que hubo atrocidades nazis. Pero, según ellos, en toda guerra hay atrocidades, y
las de los nazis no fueron más crueles que las de los aliados. Los negadores
del Holocausto admiten que los nazis mataron a muchos judíos, pero insisten en
que no hubo exterminios en cámaras de
gas. Y, según ellos, el verdadero número de judíos asesinados es muy inferior
al que se propone: no pasarían del medio millón.
No hay una orden expresa firmada por
Hitler para concretar el exterminio. Sin esa orden, dicen los negadores, no es
posible sostener la veracidad del Holocausto. Pero, eso supondría ignorar el
enorme cuerpo de evidencia complementaria que permite concluir que sí hubo un genocidio:
fotografías, testimonios, registros, estructuras (cámaras de gas, crematorios),
etc. Y, si bien no hay una orden expresa firmada por Hitler, sí hay registros
de muchos discursos en los que Hitler lanza amenazas de exterminio, además de
documentos nazis que mencionan órdenes de dar tratamiento especial a los judíos (una sugerencia para
exterminarlos).
David Irving (quien empezó siendo un
historiador serio, pero luego se convirtió en un conspiranoico antisemita) ha
defendido insistentemente la idea de que nunca hubo cámaras de gas. Según él, esas
cámaras servían el propósito de desinfectar a los prisioneros, y las
fotografías de muertos y personas desnutridas, en realidad muestran a
prisioneros con gripe tifoidea. Nada de eso coincide con los testimonios de
cientos de personas según los cuales, ellos mismos, se encargaron de llevar a
los prisioneros a las cámaras de gas, y luego, quemar los cuerpos en los
crematorios.
Además, la hipótesis de Irving tampoco
coincide con el hecho de que los nazis llevaron a los campos grandes cantidades
de Zyklon B, un gas que se utiliza para matar gente. En 1988, el conspiranoico
neonazi Ernst Zundel contrató a Fred Leuchter, un técnico en ejecuciones, para
estudiar los componentes químicos del Zyklon B. Leuchter concluyó que el Zyklon
B no tiene la capacidad de perpetrar matanzas como las del Holocausto. Con eso,
muchos conspiranoicos querían confirmar su teoría de que el Holocausto es un
fraude inventado por los judíos. Pero, el informe que presentó Leuchter estuvo
lleno de errores, y luego se hizo muy evidente que él no contaba con la
experticia para hacer el estudio que se le pidió.
Irving también alega que, en
Auschwitz, no hay evidencia de agujeros en las estructuras de los techos de las
cámaras de gas. Sin esos agujeros, ¿cómo, entonces, se administraba el gas para
matar a los prisioneros? Irving popularizó su tesis con el eslogan, no holes, no Holocaust (sin agujeros, no
hay Holocausto). Pero, sí hay evidencia de esos agujeros. Vale mantener
presente que, justo antes de que los soviéticos liberaran Auschwitz en 1945, los
nazis destruyeron las estructuras, tratando de borrar cualquier evidencia de
sus atrocidades. Pero, gracias al análisis de fotografías, se ha comprobado que
esos agujeros sí existían. Además, tanto los guardias como los sobrevivientes
han ofrecido testimonio sobre la existencia de los agujeros. Y, se han hecho
estudios forenses en las ruinas de las estructuras originales, y hay evidencia
que indica que esos agujeros sí estaban.
Ciertamente
los aliados cometieron atrocidades, pero de ningún modo éstas son moralmente
comparables con la magnitud del Holocausto. Los negadores tratan de
empequeñecer las cifras, pero los historiadores han empleado métodos de
cuantificación muy rigurosos para llegar a la conclusión de que, en total, hubo
alrededor de seis millones de víctimas. Ésa es básicamente la diferencia entre la
población judía europea antes de la Segunda Guerra Mundial, y la que quedó
después. Los negadores del Holocausto dicen que, en realidad, esos seis
millones de judíos emigraron a otros países (especialmente Rusia y EE.UU) que
ya tenían muchos judíos. Es difícil creer esto. ¿Nadie notaría la llegada de
seis millones de inmigrantes? Es mucho más razonable pensar (utilizando, como
siempre, la navaja de Occam) que esos seis millones murieron en los campos de
exterminio, tal como lo sugiere el enorme cuerpo de evidencia.
Está fuera de toda duda razonable,
pues, que el Holocausto sí ocurrió. Pero, eso no impide que algunos judíos (y,
vale destacar, sólo una minoría de
judíos), sí participen en una conspiración para fraudulentamente sacar provecho
al Holocausto. Norman Finkelstein, un judío hijo de víctimas en el Holocausto,
escribió un famoso libro, La industria
del Holocausto, el cual examina esta cuestión.
En Hollywood y las universidades
norteamericanas, denuncia Finkelstein, hay una obsesión con el Holocausto. No
está mal recordar a las víctimas y denunciar esa monstruosidad, pero el
problema es que, la excesiva concentración en el Holocausto, hace olvidar
muchas otras tragedias de tiempos recientes. ¿Alguien recuerda el genocidio
congolés perpetrado por el imperialismo belga? ¿Hay alguna película sobre ese
acontecimiento tan lamentable?
Hay judíos que quieren mantener el
monopolio del sufrimiento a toda costa, al punto de que niegan otros
genocidios, tal como los neonazis hacen con el Holocausto. Por ejemplo, el
ministro israelí Shimon Peres en repetidas ocasiones negó el genocidio armenio
a manos del imperio otomano. En la medida en que se mantiene el Holocausto como
el único genocidio importante de la historia de la humanidad, se saca más
provecho.
A tal punto se ha vuelto provechoso el
Holocausto, que ha habido autores que han inventado crónicas sobre sus
supuestas experiencias en campos de concentración, a fin de vender más libros y
tener reconocimientos literarios. Por ejemplo, un tal Benjamin Wilkomirski hizo
fama con Fragmentos, una crónica
sobre su infancia durante el Holocausto. Resultó ser que, en verdad, él se
llamaba Bruno Grossjean, no era judío, y no estuvo en ningún campo de
concentración.
El renombrado Eli Wiesel sí estuvo en un
campo de concentración, pero hay sospecha de que muchas de las historias contadas
en sus libros son falsas. Wiesel amedrentaba a todo aquel que sometiese a
escrutinio algunos testimonios sobre el Holocausto (algunos de los cuales
resultaron ser falsos, como por ejemplo, las historias sobre el jabón hecho con
las víctimas). También Wiesel utilizaba su influencia para silenciar a quien
mencionase otros genocidios del siglo XX, en especial, el genocidio armenio.
Pero, quizás el provecho más fraudulento
que se le ha sacado al Holocausto, está en el cobro de compensaciones. Finkelstein
documenta cómo el número de supuestos sobrevivientes se multiplicó en los años
siguientes al Holocausto. Las organizaciones judías encargadas de cobrar estas
compensaciones a Alemania son corruptas, y no distribuyen debidamente los fondos
a los verdaderos sobrevivientes.
Hubo bancos suizos en los cuales se
depositaron riquezas de judíos que terminaron siendo víctimas del Holocausto, y
que nunca se devolvieron. A finales del pasado siglo, los bancos suizos
accedieron a compensar a los descendientes de esas víctimas. Pero, muy pronto, auditores
independientes corroboraron que los montos que exigían las organizaciones judías
eran grotescamente superiores a lo que realmente debían los bancos.
No hubo ninguna conspiración judía para
inventar el Holocausto, a fin de justificar la creación del Estado de Israel. A
diferencia de lo que opinan muchos antisemitas en el mundo árabe, es sensato
admitir que Israel sí tiene derecho a existir, y es enteramente reprochable el
llamado de grupos como Hamas, a la destrucción de Israel como nación.
Pero, lamentablemente, con el paso de
los años, Israel se ha convertido en un agresor. Algunos conspiranoicos dicen
que, desde el principio, Israel ha tenido la pretensión de expandirse desde el
Nilo hasta el Éufrates (pues ésa es la extensión de tierra que Dios promete a
los israelitas en la Biblia; cfr. Génesis 15:18) y que las dos líneas azules en
su bandera representan esos ríos. Esto no es creíble. Pero, sí es un hecho
indiscutible que, desde la guerra de 1967, Israel ha ocupado los territorios
palestinos (en 2004 los israelíes se retiraron de Gaza, pero se ha mantenido un
bloqueo), y que mantiene una agresiva política de expansión de asentamientos en
Cisjordania. Eso está contra toda regla del derecho internacional, pero los
colonos en Cisjordania frecuentemente invocan el Holocausto como chantaje para
tratar de justificar su agresión.