Una pregunta que ocasionalmente me
he hecho es, ¿cómo la filosofía francesa pasó de la lucidez de Diderot,
Voltaire y los ilustrados; al oscurantismo de Derrida, Deleuze y los
posmodernos? En mi libro El posmodernismo
¡vaya timo! exploro cómo pudo darse este proceso. Pero, no exploré
suficientemente, aquello que ahora considero es una fase intermedia entre la
lucidez de la ilustración y el oscurantismo posmoderno: el existencialismo
francés, en especial, la obra de Sartre.
Sartre no es como los posmodernos o
Heidegger. En algunos libros (no todos), Sartre se hace entender adecuadamente.
Y, dadas sus dotes dramatúrgicas, la expresión de sus ideas en obras de teatro aclara
lo que, en ocasiones, es una prosa impenetrable. En esto, Sartre se parece a
los ilustrados. Pero, Sartre también inauguró una tendencia filosófica que, si
bien no era propiamente contraria a la ciencia, sí pecaba de ignorar la
información científica. En esto, Sartre se parece a los posmodernos. Y, se
parecía más aún a los posmodernos en el cultivo de su imagen, como si la
filosofía fuese un show mediático.
Sartre era ateo y de izquierdas, y
eso fundamentó su extenso activismo político. Pero, Sartre también defendía
posturas que, no solamente son muy contrarias a lo que nos informa la ciencia,
sino que incluso, no parecen ser muy consistentes con la visión atea del mundo,
ni con el entendimiento izquierdista de la sociedad.
El tema principal de su obra cumbre,
El ser y la nada, es la libertad
(eventualmente Sartre haría célebre el eslogan “el hombre está condenado a ser
libre”). Sartre llamó a su filosofía el “existencialismo”, en tanto postulaba
que, la existencia antecede a la esencia. Con esto, Sartre quería decir que el
hombre no tiene impuesta una condición, o una serie de características
esenciales: él mismo puede decidir qué ser o hacer. Sartre reconocía que puede
haber algunas limitantes previas (él las llamó las “facticidades”), pero esto
de ningún modo erosionan nuestra libertad para elegir.
Esto es una condena, en el sentido de
que, en tanto somos libres, a diferencia de otras cosas, tenemos la
responsabilidad de elegir. A los entes que no son libres de elegir, Sartre los
llamó “ser-en-sí”; a los que entes que sí somos libres de elegir, Sartre nos
llama “ser-para-sí” (una jerga un poco afín al oscurantismo posmoderno, pero
dejémoslo pasar). Y, como bien saben los
psicólogos, las elecciones pueden generar mucha angustia; de ahí que la
libertad es una condena.
Hay alguna gente, dice Sartre, que
trata de huir de esta libertad. En la jerga de Sartre, esa gente tiene “mala fe”.
Sartre ofrece un célebre ejemplo de esto en El
ser y la nada: un mesonero en un café no vive auténticamente su libertad,
sino que se aliena en su rol de mesonero, y asume que no tiene la libertad de
decidir si es mesonero o no. Otro ejemplo: una muchacha deja que su novio le
toque la mano, pero huye de la decisión de precisar si continuar con la
actividad sexual, o evitar que le agarre la mano; la muchacha tiene “mala fe”
al no sincerarse consigo mismo sobre las intenciones de su novio, y la
necesidad de decidir a partir de la libertad.
Estas observaciones de Sartre son interesantes
(en efecto, muchos mesoneros se robotizan en sus trabajos, y muchas muchachas
se autoengañan en los avances sexuales de sus novios). Pero, Sartre defiende
dogmáticamente la libertad, y en esto, la ciencia no le da la razón.
La visión científica y atea del
mundo es materialista: no existe el alma. Pero, si el alma no existe, debemos
admitir que nuestra mente en realidad es, o bien idéntica a, o bien un
epifenómeno de, nuestra actividad cerebral. Y, el cerebro, en tanto material,
está sujeto a las leyes causales del universo. En ese sentido, nuestra conducta
está determinada causalmente. Hay, de hecho, confirmaciones empíricas de esto:
en los famosos estudios de Benjamin Libet, quedó documentado que la actividad
neuronal para mover la mano antecede
a la decisión consciente de hacerlo.
Algunos filósofos, los llamados “compatibilistas”,
postulan que esto no elimina la libertad, pues “libertad” es ausencia de
coerción externa. Si una conducta es causalmente determinada, pero no hay una
coerción externa directa, puede considerarse libre. Pero, no es esto lo que
postula Sartre. A su juicio, el hombre es libre, no en el sentido
compatibilista, sino en el sentido de que no
está causalmente determinado. A la manera de los posmodernos, Sartre no
tenía ningún interés en lo que dictaran los datos científicos. Él partía del
dogma existencialista, y si los hechos contradicen su teoría, tanto peor para
los hechos. Más aún, Sartre seguramente habría dicho que esos filósofos y
científicos que postulan el determinismo causal de nuestra conducta, tienen “mala
fe”, pues formulan argumentos para hacernos escapar de nuestra libertad de
elegir. Pero, no es ninguna “mala fe”; es sencillamente lo que los datos
científicos dictan, y lo que implica una visión materialista y atea del mundo.
Sartre hizo renombre con su
compromiso izquierdista (en ocasiones, esto lo condujo a ingenuidades, como por
ejemplo, sus alabanzas a personajes lamentables como Fidel Castro, o su prólogo
del muy objetable libro Los condenados de
la tierra, de Frantz Fanon). Pero, si bien las ideas de Sartre en El ser y la nada no son propiamente
anti-izquierdistas, podrían ser fácilmente empleadas por gente muy derechista.
La idea de que somos libres y que no
estamos limitados, se ha convertido en punta de lanza de la industria de libros
y charlas motivacionales que tanto ha permeado la ideología del capitalismo
avanzado. En el mundo de los negocios, prospera la idea de que el pobre es
pobre, porque decidió serlo. El pobre
tuvo la libertad de decidir ser rico, pero no, prefirió seguir con su conducta
que le impide salir de la pobreza. En esa ideología, cada quien tiene lo que se
merece, porque cada quien ha tomado libremente sus decisiones. Las limitantes
sociales, económicas o culturales, no son significativas. Lo único
significativo son las decisiones.
También en el mundo de los negocios
y la motivación, prospera la idea de que es hora de dejar de quejarse, y
decidir por cuenta propia si seremos empresarios o barrenderos. Basta de darle
vueltas al asunto, llegó la hora de actuar. Genera angustia, sí, pero tenemos
que hacerlo. Just do it, como reza la
publicidad de Nike (¿qué mayor símbolo del capitalismo trasnacional que Nike?).
Irónicamente, todo esto parece muy sartreano.
estoy de acuerdo en algunas cosas, sartre deja de lado cosas escenciales que influyen en el desarrollo de nuestra vida como: el nivel socioeconomico o las oportunidades de las que se dispone en distintos ambitos, reduciendo todo a la mera idea de voluntad propia. Pero decir que el comportamiento humano se rige por un principio de causalidad me parece un gran error. La conducta humana es producto de la voluntad conciente de cada persona, la que desde un punto de vista ajeno es impredecible. De ser predecible (osea causal) no necesitariamos conducir la conducta humana por medio del derecho.
ResponderEliminarGracias por tu comentario.
Eliminar1. A simple vista, es muy contraintuitiva la idea de que el comportamiento humano se reduce a un principio de causalidad. Pero, lo que los filósofos suelen decir sobre esto, es que si no hay causalidad en la conducta, sería aún más contraintuitivo, pues estaría todo abandonado al azar, y no sería posible ninguna expectativa respecto a cómo se comporta el ser humano. El hecho de que existe la psicología como disciplina científica hace presumir que, en efecto, la conducta humana sigue leyes causales. Además, si admites que el alma no existe y que nuestra conducta procede del cerebro (aunque esto puede estar abierto a debate), entonces debes concluir que la conducta está sujeta a causalidad, pues el cerebro, en tanto materia, obedece también a las leyes causales que rigen la materia en el universo.
2. Es cieeto que, como dices, "La conducta humana es producto de la voluntad conciente de cada persona". Pero, lo que los filósofos y neurocientíficos suelen decir es que esa voluntad consciente está en sí misma determinada por eventos previos. Por otra parte, si bien la voluntad es por ahora impredecible, no necesita serlo. Laplace decía que el azar no existe, sencillamente llamamos "azar" a aquello cuya causalidad aún no conocemos. Pero, el hecho de que aún no conozcamos cuáles son las causas de X, no implica que X no tenga causas.
3. La relación entre el derecho y el libre albedrío es compleja. Algunos filósofos dicen que, el hecho de que una conducta criminal esté determinada, no despoja de responsabilidad jurídica a quien la ejecutó.
agradesco que me aclararas esos puntos gabriel, con respecto al ultimo aclaro que con el ejemplo del derecho quiero decir que a pesar de que el hombre tiende a la conducta licita, siempre hay personas que deciden libremente actuar de manera ilicita, cosa que en mi opinion no es posible de prever. De ahi que necesitemos del derecho para guiar nuestras conductas basadas en nuestra vuluntad que puede estar influida por diversos factores(en eso coincido contigo).
EliminarSi tuviera que definir la filosofía de Sartre diría que es una mala digestión de Heidegger y Nietzsche. Más allá de la oscuridad o no de sus escritos creo que Sastre es un ilustrado en el sentido que busca un fundamento sólido de lo real, sólo que no lo encuentra. A diferencia de Nietzsche no lo ve como una oportunidad, no hay una salida al absurdo. Digamos que Sartre aún cree que hay un lugar desde donde se fundamenta la realidad, un lugar vacío e imposible de llenar. Propio de la posmodernidad es pensar que ese lugar no existe.
ResponderEliminarSartre obviamente sí tiene un vínculo con los ilustrados, y como digo en el blog, no lo califico como posmoderno. Pero, en lo que sí veo a Sartre un poco más cercano a los posmodernos y alejado de los ilustrados, es en su desdén general por la ciencia, a favor de la especulación filosófica. Decir "el hombre está condenado a ser libre" es más afín al tipo de declaraciones propias de Heidegger, y tiene muy poco que ver con lo que las neurociencias informan respecto al determinismo.
EliminarEstoy de acuerdo pero quería puntualizar que el corte entre la modernidad y la posmodernidad es la cuestión del fundamento más que otra cosa. Posiblemente porque creo que ayuda a entender a autores del ámbito de (la terminología no está clara) la modernidad cansada, la transmodernidad, etc. Autores no reaccionarios ni relativistas pero que aceptan la imposibilidad de fundamento (frente a la ilustración)aunque busquen una «fundación»(frente a la posmodernidad). Un «fundamento débil». Es sólo una clasificación con ventajas.
EliminarEn defensa de Sartre pienso que se podría suponer, legítimamente aun que no sea mi posición, que la filosofía por su esencia reflexiva, no necesita someterse a los consensos de la ciencia normal de base empírica, de hacerlo funcionaria como un reflejo automática del paradigma cientificista...
ResponderEliminar1. Yo si opino que la ciencia, para no ser mera especulación sin fundamento, si necesita acercarse lo mas que pueda a la ciencia. El cientificismo ed bueno.
Eliminar2. Por empeñarse en su idea filosófica de que el hombre es libre, Sartre dejo de lado la evidencia neurocientífica. Es casi lo mismo que el cardenal Bellarmine empeñado en el geocentrismo, por aferrarse a un libro sagrado antiguo, y negarse a aceptar los datos de la ciencia
Gabriel, a mi me pasa idéntico a ti. No puedo explicarme como de el mismo país del cual salio la Ilustración, el positivismo o la epistemologia histórica haya podido salir el posmodernismo o el deconstruccionismo . Realmente es algo que me deja sin explicación. El existencialismo o movimientos afines, en mi opinión, pueden entenderse mas como movimientos culturales que como escuelas filosóficas (aclaro que no le estoy restando valor filosófico al existencialismo ni mucho menos, pero en la época fue mas un fenómeno cultural en general que una escuela o doctrina filosófica corriente). Realmente creo que este es un tema digno de un estudio serio.
EliminarSí, gracias, en efecto, yo diría que el existencialismo es más un movimiento cultural que propiamente filosofía
EliminarLa filosofía sartreana es fundamental. Los neurocientíficos deberían leer ( o mejor dicho, estudiar) el Ser y la Nada-por ejemplo- y así evitar las tantas falacias sobre el comportamiento humano disfrazadas de ciencia publicadas en absurdos artículos.
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