Los
relativistas son, en cierto sentido, “comunistas de la verdad”. A ellos les
molesta que unos digan verdades y otros digan falsedades. Y así, para mantener
a todos contentos y que nadie se sienta mal, el relativista termina por decir que
todo el mundo tiene la razón. Para esto, el relativista debe violar un
principio elemental de la lógica, el principio de no contradicción. Según este
principio, si una proposición es verdadera, su contradictoria debe ser falsa.
Pero, el relativista está dispuesto a decir que quien predica X está en los cierto,
y que predica la negación de X también está en lo cierto.
Hay
alguna gente que no es propiamente relativista, pero defiende algo más o menos
parecido. Según ellos, si hay una confrontación entre dos tesis, se puede
conseguir una síntesis de ambas, y ésta, presumiblemente, tiene un rango más elevado
que las dos anteriores. Alguien puede predicar X, otra persona puede negar X,
pero de esa confrontación, debería surgir idea Y, y hacemos bien en abrazar esa
nueva idea Y.
Esta
manera de proceder fue popularizada por el filósofo alemán G.W. Hegel, en el
siglo XIX. A pesar de que sus libros son tremendamente opacos y nunca podemos
estar seguros de qué quiso decir, aparentemente Hegel postuló que, a lo largo
de la historia, ha habido confrontaciones de ideas. Hegel llamó “dialéctica” a
esta confrontación. Esta dialéctica da paso a ideas superiores, y así procede
positivamente la Historia de la humanidad: una tesis se encuentra con una
antítesis, de esa confrontación sale una síntesis; y esa síntesis pasa a ser
una nueva tesis, que se encuentra con una nueva antítesis, y así continúa el
proceso. Con esta dialéctica, cada vez se consiguen verdades más elevadas, y la
humanidad va mejorando su condición.
Me temo que
Hegel usaba mucha palabrería para defender cosas muy contrarias al sentido
común (no estoy solo en este juicio; filósofos como Schopenhauer, Bertrand
Russell, Karl Popper y A.J. Ayer han opinado lo mismo). Es una tontería
postular que siempre, en la dialéctica, la síntesis que toma de ambas ideas en confrontación,
siempre es la mejor opción. La posición
intermedia no siempre es razonable.
En
muchos casos, supongo que la idea de la síntesis hegeliana no está mal. El
comunismo fue desastroso. Pero, el colapso del comunismo abrió paso para que el
capitalismo reinante cometiera muchos abusos. ¿Cuál sería la mejor opción?
Pues, un sistema político y económico que integre lo mejor de ambos mundos: la
productividad capitalista y la solidaridad comunista. Gente como Tony Blair se
apropió de esta idea, proponiendo la llamada “tercera vía”: una síntesis de la
confrontación entre capitalismo y comunismo.
En
política, ciertamente, los extremos suelen ser malos. Las ideologías más destructivas
suelen proceder de la extrema derecha o la extrema izquierda. Además de Hegel,
muchos acuden a Aristóteles y su concepto del “justo medio” para postular que,
la mejor manera de vivir, es encontrando balances.
No está
mal ese consejo ético. Pero, es un grave error pretender aplicar la dialéctica
hegeliana y el “justo medio” aristotélico a todas las esferas de la vida, como
si el sostener una postura extrema es intrínsecamente objetable. Los geólogos
nos dicen que la Tierra tiene 4.5 mil millones de años; los creacionistas
bíblicos dicen que sólo tiene seis mil años. Ambas son posturas bastante
extremas ¿Cómo resolvemos esta disputa? ¿Acudimos a la dialéctica hegeliana? En
ese caso, la síntesis de esa confrontación postularía que la Tierra en realidad
tiene 2.25 mil millones de años (una postura intermedia entre las que están en
disputa). Pero, no. Hay suficiente evidencia de que la Tierra tiene 4.5 mil
millones de años, y si esa postura es extrema, pues que así sea. Si al
creacionista no le gusta, tanto peor para él.
Un
problema que yo recurrentemente encuentro en la filosofía de Hegel es su empeño
dogmático en hacer conformar los hechos del mundo, al sistema metafísica que él
tiene en mente. Según una historia, Hegel decía que había siete planetas por
motivos metafísicos, y cuando le presentaron evidencia de que en verdad había
nueve, él dijo que si los hechos no concordaban con su teoría, tanto peor para
los hechos. Esta historia es apócrifa, pero sí ilustra la tendencia de Hegel a
estar más preocupado por sus ideas metafísicas, que por los datos concretos de
la realidad. Y, en sus ideas metafísicas, las síntesis siempre son superiores a
las tesis y las antíntesis tomadas por separadas. En cambio, los datos concretos
de la realidad pueden conducirnos perfectamente a la idea de que, una idea es
la correcta, la otra es la incorrecta, y de esa confrontación no saldrá una idea aún más correcta. Los
extremos no son siempre malos.
La verdad es la verdad dígala Agamenón o su porquero. Esta es una de mis citas favoritas aunque sea de Feyerabend: Las posturas extremas son de extremo valor. Inducen a pensar según vías diferentes. Rompen los hábitos conformistas. Son fuertes instrumentos para la crítica de lo establecido y bien recibido. Por otra parte, la actual pasión por las «síntesis» y los «diálogos» a los que se defiende en un espíritu de tolerancia y comprensión solo puede conducir al fin de toda tolerancia y toda comprensión. Defender una «síntesis» por referencia a la tolerancia significa que uno no está dispuesto a tolerar un punto de vista que no esté mezclado con los propios adorables prejuicios. Invitar al «diálogo» por referencia a la tolerancia significa invitarle a uno a exponer su punto de vista de una manera menos radical y, por lo tanto, mucho menos clara.
ResponderEliminarNunca mejor dicho.
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