sábado, 30 de abril de 2016

La verdadera brujería de Chávez

Recientemente, David Placer, un oscuro periodista venezolano, ha publicado Los brujos de Chávez Placer entrevistó a algunas personas allegadas a Chávez, y a partir de esas conversaciones, ha llegado a la conclusión de que Chávez estaba metido de lleno en la santería cubana. Según Placer, Chávez era un hombre tremendamente supersticioso, que se dejó influir mucho por la hermana de una de sus compañeras sentimentales. Poco a poco, Chávez se fue iniciando en el mundo de la santería, y Fidel Castro vio en esto una oportunidad. Fidel envió a sus propios babalaos para que manipularan a Chávez, y así, Cuba pudiera formar una alianza con Venezuela, y asegurar el petróleo.
            El libro tiene un fuerte tono sensacionalista. La única evidencia que se presenta es anecdótica, y pocas veces procede de fuentes directas. Casi todos los entrevistados admiten que escucharon lo que otra gente les contaba, pero pocos reconocen haber visto ellos mismos algún indicio firme de que, en efecto, Chávez estaba inmerso en ese mundo. Las hipótesis de Placer sobre el rol de Fidel Castro son típicamente conspiranoicas, como tantas otras que se han formulado en torno al líder cubano.

            Además, la forma en que Placer trata la santería cubana es bastante inapropiada. La describe como si se trataran de rituales satánicos, que deliberadamente buscan perjudicar a los demás, y a hacer pactos con fuerzas malignas para conseguir favores. Esto es una caricatura de la religión santera. Ciertamente, hay una variante, el palo mayombe, que sí tiene algunas de esas características de ocultismo, pero ni siquiera esa tradición tiene la perversidad que Placer le atribuye.
            Tras leer el libro de Placer, sólo puedo llegar a la conclusión a la que el filósofo Ludwig Wittgenstein llegó en uno de sus libros: sobre lo que no se puede hablar, es mejor pasar en silencio. Chávez pudo, como pudo no haber tenido brujos. No sabemos, y por ende, es mejor no especular. Todos tenemos algún grado de conductas supersticiosas, de forma tal que no me sorprendería que Chávez, en algún momento, acudiera a hacerse algún trabajo con algún babalao, del mismo modo en que muchos políticos de la oposición acuden a un cura para que los bendiga en sus campañas electorales. En ambos casos, los políticos apelan a poderes mágicos para intentar asegurar su poder. Es algo muy propio de la conducta humana.
            Placer es un poco ambiguo a la hora de juzgar si la brujería es efectiva o no. A lo largo del libro, pareciera presentarse como un racionalista que piensa que las brujerías de Chávez eran supersticiones, propias de una persona ignorante. Pero, en ocasiones, da la impresión de juzgar a esos procedimientos como si fueran perversos. A mí me parece especialmente preocupante que la gente en Venezuela no repudie a Chávez por ser una persona ignorante y fácilmente manipulable por un maquiavélico líder cubano (si acaso ése es en realidad el caso), y en cambio, sí lo repudie por pactar con fuerzas malignas y utilizar ese poder. La triste realidad, es que incluso aquellos venezolanos que se oponen a Chávez, son tan supersticiosos como supuestamente lo fue el Comandante. Por ejemplo, muchos de esos venezolanos opuestos a Chávez opinan que, la exhumación de los restos de Bolívar, produjo el efecto mágico de matar a los que estaban allí presentes.  
Si Chávez efectivamente acudía a estos brujos, no habrá sido el primero, ni tampoco el último jefe de Estado, en hacerlo. Reagan, Miterrand, y tantos otros, también lo hacían. Y, en todo caso, aún si lo hacía, siempre hay un gusto en el periodismo conspiranoico de exagerar estas cosas. Hitler, por ejemplo, pudo haber tenido algún interés en el ocultismo a través de su lugarteniente Himler, pero muchas de las cosas que se han dicho sobre las conexiones entre el nazismo y el ocultismo, son exageradas.
            El libro de Placer tiene un obvio trasfondo político. No está mal escrito, y es entretenido. Pero, no hace más que repetir rumores, y su clara intención es desprestigiar el legado de Chávez. En realidad, eso deja mal parada a la oposición venezolana. Pues, el libro da la impresión de que la única forma de atacar a Chávez es repitiendo cuentos de viejas chismosas.
            Y, así como no conviene especular sobre Chávez y sus supuestas vinculaciones con santeros, sí es mucho más preferible pronunciarnos sobre las supersticiones en las cuales Chávez claramente sí creía, pues lo decía sin tapujos frente a las cámaras. No podemos saber si Chávez realmente creía o no que el exhumar los restos de Bolívar le iba a dar poderes mágicos. Pero, Chávez sí tenía creencias extrañas. Decía, por ejemplo, que el hombre no llegó a la luna. Pensaba que a Bolívar lo asesinaron los gringos. Esto no es propiamente superstición en el sentido que lo entendemos hoy. Pero, etimológicamente superstición viene de “estar encima de”, y posiblemente, haga referencia al exceso de creencias. En ese sentido, creer cosas como ésas sobre la muerte de Bolívar y la llegada del hombre a la luna, son supersticiones.

            Pero, la mayor superstición de Chávez, creo yo, fue pensar que si se controla la economía, como él pretendía hacerlo, no se llegará a crisis y colapsos. Chávez no tenía tapujos en admitir esa creencia. Eso sí es una superstición muy grave. El pensamiento mágico asocia indebidamente fenómenos. Pues bien, Chávez creía que había una asociación entre el socialismo (o al menos, el socialismo como él lo entendía), y el bienestar del pueblo. Hoy, los venezolanos comprobamos que esa asociación es errónea, y lo estamos pagando muy caro. Yo habría preferido mucho más a un gobernante que se sometiera a ramazos y le leyeran las cartas, pero que hubiera entendido que controlar precios y expropiar empresas no tiene las propiedades mágicas que, lamentablemente, Chávez y sus secuaces sí le atribuían. 

3 comentarios:

  1. En otra entrada definías la fe como creer en lo que no se ve. Es cierto pero no completo. La fe es también no creer lo que se ve. En esta última forma la fe ha hecho mucho más daño y a mucha más gente. Buena prueba es el socialismo que cree en la expropiación y el control de precios a pesar de que está más que claro que lleva a anaqueles vacíos. Para empezar.

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  2. Perdón por salirme del tema pero creo que puede ser de su interés leer a Matt Zwolinski. Es un filósofo libertario que critica algunos lugares comunes del libertarismo, por ejemplo que los impuestos son como la esclavitud. Recuerdo que hablamos del tema. http://bleedingheartlibertarians.com/2013/10/taxation-is-not-slavery/ Interesante.

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    1. Gracias amigo. Ando viajando, pero en cuanto regrese a Maracaibo, lo revisaré

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