La idea
de que leer muchos libros puede volver loco al lector, es un viejo tropo
literario. Ya en el bíblico libro de Hechos
de los apóstoles, por ejemplo, el romano Festo le dice a Pablo: “estás
loco, Pablo; las muchas lecturas te hacen perder la cabeza” (26:24). Y, por
supuesto, la obra maestra de Cervantes, Don
Quijote, narra las aventuras de un hidalgo que ha enloquecido, porque ha
leído demasiados libros de caballería. Yo dudo de que un libro pueda volver
loco a alguien; pero, al menos puedo admitir el lema del conservador Richard
Weaver, “las ideas tienen consecuencias”.
En el
cine, una de las películas que más célebremente ha explorado esta idea del
lector que se vuelve loco por tanto leer, es Ordet, de Carl Theodor Dreyer, estrenada en 1955, y basada en una
obra teatral de Kaj Munk. Narra la historia de Morten y sus tres hijos: Mikkel,
un hombre sensato sin fe; Anders, un jovencito enamorado de una muchacha; y
Johannes, quien ha enloquecido leyendo las obras del filósofo Soren
Kierkegaard.
Johaness
se cree Jesús, y continuamente da sermones reprochando a sus oyentes por no
tener suficiente fe. Anders está enamorado de Anne, pero Morten no aprueba esa
unión, porque Anne es hija de Peter, un predicador que, a juicio de Morten,
enseña una versión errónea del cristianismo. No obstante, al enterarse de que
Peter también desaprueba de la unión, también porque considera que Morten no
profesa la verdadera fe, ahora Morten se empeña en que sí se logre la unión, en
buena medida como una forma de oponerse a su rival. La película explora
genialmente lo absurdo que puede resultar el concepto del honor.
Inger,
la esposa de Mikkel, muere dando a luz. Todos están naturalmente muy tristes,
pero lo asumen con resignación. Nadie cree que pueda venir un milagro, ni
siquiera el cura del pueblo, quien discute con un médico racionalista sobre la
posibilidad de los milagros, pero convenientemente acepta que hoy ya los
milagros no ocurren.
No
obstante, incluso en el momento más inoportuno (el funeral de Inger), Johaness
sigue reprochando a los demás su falta de fe. La única persona que,
aparentemente, tiene aún esperanzas de que Inger regrese a la vida a través de
un milagro, es su pequeña hija. Conmovido por la fe de la pequeña, Johaness
realiza un milagro: Inger vuelve a la vida.
En la
película, hay mención de Kierkgaard una sola vez. Pero, toda la película está
guiada por su filosofía. La idea central de la filosofía de Kierkegaard es que,
para poder vivir auténticamente, el hombre debe decidirse a abrazar la fe en
Dios, incluso si eso implica hacer cosas absurdas. Hacia el final de su vida,
Kierkegaard también dedicó varios de sus escritos a criticar la
institucionalidad del cristianismo en Dinamarca, y Ordet expresa nítidamente esta idea: la película manifiesta crítica
en contra del sectarismo de cristianismos rivales (el de Morten y el de Peter),
a favor de una fe sencilla pero genuina, representada por Johaness y la niña.
Nadie
espera que Inger vuelva a la vida, y todos consideran que Johaness está loco.
Pero, la moraleja de la película es que la fe mueve montañas. El creer una cosa
tan absurda como que un estudiante danés sea Cristo, y que es posible el
milagro de resucitar a una mujer, al final sí valdrá la pena.
Ordet ha sido elogiada por todos los entendidos
de la historia del cine, y sin duda, es profundamente emotiva.
Cinematográficamente, es una obra maestra. Pero, su mensaje filosófico me
parece muy reprochable, por los mismos motivos que reprocho la filosofía de
Kierkegaard.
El libro
más famoso de Kierkegaard, Temor y
temblor, es una exploración de la psicología de Abraham (el personaje
bíblico), cuando supuestamente Dios le ordenó sacrificar a su hijo querido,
Isaac. Kierkegaard presenta a Abraham como un héroe, un “caballero de la fe”
que, para vivir más auténticamente, está dispuesto a hacer una cosa absurda. Abraham
sabía que era una monstruosidad moral matar a su hijo en un sacrificio, pero
según Kierkegaard, cuando se decidió a hacerlo, hizo una “suspensión
teleológica de la ética”. Es decir, dejó de lado la ética, a favor de algo más
grande, a saber, la fe en Dios.
Ordet propone algo parecido: hay que
tener fe en Dios, y a veces, eso implica hacer cosas absurdas. El problema, no
obstante, es que Ordet presenta una
versión muy inofensiva y rosa de la fe. Poco se pierde cuando se cree que
Johaness puede resucitar a Inger, y al final, la fe es retribuida. Kierkegaard,
en cambio, tiene más méritos al entender que la fe puede tener una dimensión
más monstruosa: la fe no es solamente creer tonterías, sino también hacer cosas
brutalmente inmorales, como intentar matar al propio hijo. Lo lamentable de
Kierkegaard, no obstante, es que en vez de reprochar a Abraham por disponerse a
cometer semejante barbaridad, lo elogia. El mismo razonamiento pudo usar el
yijadista que eligió inmolarse: el mártir oyó una voz que le dijo que se
hiciera estallar, y en vez de deliberar si esa voz era una alucinación, dio el
salto de fe.
Tanto en
Temor y temblor como en Ordet, ocurre el milagro: Dios
interviene para evitar el sacrificio de Isaac, y Johaness resucita a Inger,
respectivamente. Pero, no nos engañemos: éstas son fantasías. Este tipo de
cosas no ocurren en la vida real. La fe, me temo, consiste la mayor parte de
las veces en tener expectativa de cosas que no ocurrirán. En muchos casos, esto
puede ser muy perjudicial, pues puede conducirnos a tomar decisiones
desastrosas que empeorarán nuestra situación. Los problemas se resuelven aplicando
la racionalidad, no creyendo en cosas para las cuales no hay evidencia. En la
película, Johaness mejora su condición cuando todos terminan teniendo fe en él;
en la vida real, no obstante, alguien como Johaness estaría mucho mejor con un
tratamiento psiquiátrico. Para tratar a enfermos mentales, sería mejor guiarnos
por lo que dicen los médicos, y no por lo que se narra en una película. Seguirle la corriente a quien se crea Jesús (o peor aún, tomarse en serio sus proclamas absurdas), puede prolongar el sufrimiento de todos aún más. La
racionalidad da más frutos que la fe.
Suscribo la lectura de la película y sus comentarios. Sólo una puntualización. Hay demasiada tolerancia y demasiada, no se me ocurre otra manera de decirlo, vida en el cine de Dreyer como para que la figura del yihadista no le resulte completamente ajena. En mi opinión, tan ajena como la lectura de Kierkegaard de la historia de Abraham, salvo que hagamos una lectura humanista, que a veces se hace, a mi entender muy forzada. Apostaría que la tolerancia y el amor a la vida le vino más de la biografía que de la Biblia. Esto no hace su fe menos equivocada, aunque sí menos peligrosa, pero sí hace que Dreyer sea un autor intemporal y que ateos y agnósticos podamos disfrutar de su talento.
ResponderEliminarEs la primera película de Dreyer que veo (espero ver Juana de Arco, otro personaje que también enaltecía a la fe diciendo cosas absurdas), de forma tal que no puedo opinar con suficientes elementos. Pero, en el caso de Kierkegaard, si bien no creo que el filósofo hubiera aplaudido a Bin Laden, y en su vida personal fue una persona muy pacífica, creo que su pensamiento sí abre la puerta para que gente que cree que hace un bien a los demás, termine muchas veces haciendo cosas absurdas que pueden resultar muy perjudiciales.
EliminarNo sé si hay algún pensamiento o idea en la que el hombre (alguno) no vea una puerta abierta para hacer estupideces y cosas absurdas. Más allá de este inciso con aroma a Deleuze (o a sus traductores) estoy de acuerdo en que la puerta de Kierkegaard está muy abierta. Le recomendaría Dies Irae de Dreyer y luego orden libre.
EliminarHola. Lamentable Doctor Gabriel, tienes, a mi parecer y con todo el respeto, una perspectiva muy ideal de la psiquiatría, esa psiquiatría que usted menciona no la he visto, esa, la cual debe seguirse a toda costa para garantizar la supuesta salud mental de las personas con trastornos mentales (no enfermos mentales), salud mental que implica estar totalmente en una enorme caja que no satisface. Puedo pensar aun así, que la maldad de la psiquiatría que yo conozco no es debida a la psiquiatría per se, sino a los malos psiquiatras, pues es recurrente en estos no escuchar a sus pacientes y asumir cosas sin evaluaciones profundas, dejando correr tiempo valioso, dando diagnósticos erróneos, negando trastornos y condiciones para regocijarse en su incompleto conocimiento (Niegan su existencia o no la conocen), y aumentando el peligro. Lamentablemente no hay garantía suficiente pues de que Johaness vaya a estar mejor con un tratamiento psiquiátrico: no a todos les funciona, no siempre es el tratamiento adecuado, muchas veces hay abuso y muy poca comprensión.
ResponderEliminarAunque tristemente he tenido mala experiencia con la psiquiatría, como ha notado, pues como dije, he visto tratando de meter a una enorme caja de personas azules a personas de otro color sin el más mínimo intento de escucha, no le voy a la anti-psiquiatría aun así, digamos que no he perdido la esperanza de una mejoría, especialmente en lo ético. No estoy muy conforme pues.
Hasta aquí ya, me disculpo por desahogarme un poco en su blog, pero en realidad y en general, me parecen pertinentes y convincentes las reflexiones que hace aquí en este artículo. Disfruto su Blog, soy lector constante y encarecidamente espero que continúe.
Atentamente: Un "enfermo mental y el loco de la familia"(especialmente por dedicarme a la lectura), para los enemigos y para muchos intolerantes.