En mi libro El
posmodernismo ¡vaya timo!, dediqué los primeros capítulos a explorar las
raíces históricas del posmodernismo. Sólo identifiqué a un filósofo de la
antigüedad, como precursor del posmodernismo: Protágoras, debido a su
relativismo. Pero, creo que también pude haber incluido a Parménides. Los
posmodernos son infames por decir cosas que nadie entiende (“la nada nadea”), o
por decir cosas absurdas (“el hombre ha muerto”, “e=mc2 es machista”, “la
guerra del Golfo no tuvo lugar”, etc.). Si bien Parménides escribió un poema
que resulta un poco obscuro, en líneas generales se le entiende. Pero,
Parménides defendió lo que a mi juicio, es la idea más absurda planteada en la
historia de la humanidad. La diferencia con los posmodernos, no obstante, es
que Parménides lo hizo argumentando, y no es tan fácil despacharlo. Parménides
podrá haber dicho barbaridades, pero no era un charlatán.
Parménides
defiende dos ideas absurdas hasta más no poder. La primera: sólo existe un ente
en el universo. La cucaracha, el ordenador y Messi, son todos la misma cosa. Algunos
filósofos hindúes, siguiendo la escuela de advaida
vendanta, opina algo parecido: todos formamos parte de lo mismo. Pero los
hindúes hablaban más en términos de una unión mística, en el sentido de que
todos participamos de una misma fuerza universal, el brahman. En cambio,
Parménides decía que no hay separación entre las cosas: todos somos
literalmente un solo objeto. Parménides añade otra idea, aún más absurda: todos
somos lo mismo, porque nunca nada ha cambiado, ni cambiará. Siempre ha habido
una sola cosa en todo el universo, y seguirá siendo así.
¿Cómo
llega Parménides a semejante desfachatez? Dice Parménides algo muy lógico y
elemental: lo que es, es; y lo que no es, no es. Esto quiere decir que la nada
no existe. Sólo existe, aquello que está. Y, si eso es así, entonces una cosa
no puede venir de otra, ni tampoco se puede transformar en otra. Pues, si se
transforma en otra, esa cosa antigua habrá dejado de existir, y pasará a formar
parte de la nada. Pero, precisamente, la nada no existe. Por ende, nada puede
ir hacia la nada. Y, del mismo modo, nada puede venir de la nada. Si una cosa
empieza a existir, debió haber habido un momento en que esa cosa no la había.
Pero, de nuevo, si la nada no existe, entonces nunca debió haber habido un
momento en que esa cosa no estaba.
Además,
dice Parménides, no puede haber separación entre una y otra cosa. Pues, esa
separación implica que hay un vacío entre los entes. Pero, el vacío, en tanto
nada, no existe, porque de nuevo, lo que no es, no es. Por ende, al no haber
vacío, sólo puede haber un ente. Es un ente que siempre ha sido el mismo, y no
cambia.
Ante
estas ideas, la primera reacción es exclamar: what
the fuck! En principio, es muy fácil refutar todo esto: basta con mover mi
brazo, para afirmar que sí hay cambios y movimientos. Y, basta tomar dos
piedras y mantenerlas separadas, para comprobar que son dos cosas distintas.
Sentido común, puro y sencillo. Pero, Parménides decía que los sentidos no
valen. En cierto modo, Parménides se anticipó a Descartes, pues su filosofía
plantea la posibilidad de que algún genio maligno nos engañe y manipule
nuestros sentidos, y así, sólo podemos confiar en nuestro pensamiento. Lo
importante es el pensamiento, y si el pensamiento nos conduce a la idea de que los
movimientos no ocurren, hay que aceptarlo.
Yo no sé
bien cómo refutar a Parménides. Pero, al menos creo que su filosofía lleva en
sí misma una contradicción, y eso sería suficiente para rechazarla. Parménides,
para defender todas estas cosas, debe acudir al pensamiento. Pero, el
pensamiento es en sí mismo cambio (antes no pensaba tal cosa, ahora sí), y en
cierto sentido, separación de entes (una idea está separada de la otra). El
mero hecho de pensar, es ya refutación de lo que Parménides defiende.
Hay
también otra cosa que, me parece, Parménides pasa de largo. Parménides debió
haber separado dos niveles de “ser” (o existir) de las cosas. Algo puede no
existir en la realidad, pero sí puede existir a nivel conceptual. Cuando
Parménides sugiere que la nada no existe, el mero hecho de que ya podamos
hablar de ella, opino, implica que, al menos a nivel conceptual, la nada sí
existe.
En fin, a
diferencia de Derrida, Baudrillard o Deleuze, tengo respeto por Parménides. Quizás,
sus ideas vinieron de alguna embriaguez o algún consumo de droga, pues tal como
él mismo lo relata en su poema, sus ideas le vinieron en un viaje místico. Planteó
la idea más absurda en la historia de la humanidad. Pero, lo mismo que las
paradojas de su discípulo Zenón, ¡ofreció un enorme reto, y obliga a pensar!
Parménides debería haberle echado un vistazo a la mecánica cuántica.
ResponderEliminarAlgunos físicos efectivamente han tomado a Parménides como pionero de sus teorías. Pero, lo que destacan de él no es tanto su monismo o negación del cambio, sino su idea de que a veces, el sentido común no es buena guía, y los sentidos no son de fiar. Yo, en realidad, tengo un conocimiento casi nulo sobre física, de forma tal que no me atrevo a opinar sobre este tema.
EliminarEn realidad, y creo que en este detalle radica todo el despropósito que aquí se expone, Parménides no era un físico, sino un metafísico. No proponía una teoría material por la cual todos estuviéramos compuestos de lo mismo, si no que indicaba que todos somos iguales en tanto que somos y, sobre todo teniendo en cuenta la época en la que esto fue pensado, lejos de parecerme una sandez, considero que es uno de las intuiciones más geniales que se han tenido a lo largo de la historia de la filosofía y del pensamiento occidental y que sin duda ha influenciado, si no creado, disciplinas del pensamiento humano tan relevantes como la antología o la metafísica. Un saludo.
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