miércoles, 24 de abril de 2013

¿Puede reformarse la televisión? A propósito de Neil Postman



            Esta semana murió Joaquín Riviera, uno de los artífices del popular programa Sábado sensacional en Venezuela. Legiones de artistas y consumidores de televisión le rindieron homenaje. Esto es indicativo del pobrísimo nivel cultural venezolano. Sábado sensacional es una muestra más de la llamada ‘telebasura’. Por supuesto, esta telebasura no es originaria de nuestra región. Es más bien una manifestación del imperialismo cultural. La industria del entretenimiento norteamericano ha exportado varios formatos que son populares en el mundo entero: ruedas de la fortuna, noticieros de no más de quince minutos, talk shows, realities, cotilleo sobre las celebridades, etc. Todo esto, no hace falta agregar, embrutece a las masas.
 
            Pero, ¿puede reformarse la televisión? Desde hace décadas, mucha gente insigne ha tenido esta aspiración. Carl Sagan se propuso esta ardua tarea con su genial serie Cosmos. Richard Dawkins se ha convertido en su sucesor. Y, como ellos, ha surgido un importante grupo de divulgadores científicos y culturales en televisión. En lengua castellana, Eduard Punset también se ha perfilado como un reformador de la televisión, a pesar de que no le han faltado críticas por incorporar nociones místicas y pseudocientíficas en ocasiones. Y, desde mi modesto contexto, he tratado de sumarme a la lista de reformadores de la televisión. Conduzco un programa sobre libros en la televisora de mi universidad, Teveluz.
            Con todo, una estirpe de teóricos de las comunicaciones opina que la televisión no es reformable. El más emblemático de estos es el ya difunto Neil Postman. Postman fue seguidor del gran teórico Marshall Mcluhan. A juicio de Mcluhan, lo relevante en las tecnologías de comunicación no está tanto en el contenido del mensaje, sino en la forma en que se transmite. De ahí su famoso aforismo, “el medio es el mensaje”. Una información comunicada mediante un libro tendrá un impacto muy distinto, del mensaje comunicado por televisión, aun si se trata del mismo contenido informativo.
            Pues bien, a partir de esto, Postman opina que el diseño de la televisión como medio impide la transmisión de un mensaje serio y analítico. La televisión es un medio que transmite la información de forma demasiado desordenada y difusa. La base de la televisión está en la secuencia de imágenes disparada a ritmos acelerados. Y la naturaleza de este medio, opina Postman, impide que los receptores del mensaje puedan digerir analítica y racionalmente la información. La televisión, a diferencia del cine o el libro, acude al espectador, y no viceversa. Cuando el cinéfilo va al cine, él mismo ha seleccionado cuál película verá. En cambio, el televidente no decide la programación; prende el televisor para ver qué le ofrece la televisora, y si no le complace lo que, ve, cambiará el canal. Además, la televisión se ubica en un contexto que debe prescindir de la atención exclusiva del televidente. El espectador prende el televisor mientras se dedica a otra cosa: vestirse, comer, conversar con la familia, limpiar la casa, hacer ejercicio, etc. Por eso, la televisora debe acudir a una sobrecarga de imágenes que no requieran demasiada concentración.
           Por ello, Posteman denunciaba que la televisión es mero entretenimiento, sin ninguna dosis de pensamiento. El título de su libro más famoso es Amusing Ourselves to Death (“Entreteniéndonos hasta morir”). Y, el intento por hacer una televisión más intelectual está condenado al fracaso, opinaba Postman. La mera estructura del medio televisivo impide la presentación analítica y racional de ideas. Esto sólo es posible mediante el libro: este medio, con su ausencia de imágenes y la posibilidad de contemplarlo por mucho tiempo, permite la concentración necesaria para digerir acordemente las ideas.
            Postman especula que los antiguos israelitas impusieron el segundo mandamiento (“No harás imágenes”), no tanto por motivos religiosos, sino porque los israelitas previeron que la abundancia de imágenes los distraería. Esto, por supuesto, es una especulación sin el menor fundamento histórico, pero supongo que, como metáfora, Postman adelanta un argumento interesante. Y, opina Postman, la sociedad mediática contemporánea se ha visto influida por el modo en que se transmiten los mensajes televisivos. En el siglo XIX, por ejemplo, los debates presidenciales en EE.UU. llevaban muchas horas, los argumentos estaban cuidadosamente construidos, y requerían la atención. Hoy, los debates televisivos exigen que se respondan asuntos complicados en apenas treinta segundos; obviamente, las respuestas son escandalosamente simplistas.
             Postman es un autor muy elocuente, pero me parece que sus advertencias son innecesariamente apocalípticas. El psicólogo James Flynn ha hecho renombre por documentar que, en las últimas décadas, el nivel de coeficiente intelectual ha aumentado considerablemente en la población mundial. Esto seguramente tiene muchas causas, pero tentativamente podemos sostener que la televisión, per se, no embrutece necesariamente a la gente.
            Postman parece sentir animadversión contra la síntesis y la simplificación de ideas. Pero, hay en su postura un tufo elitista. El pueblo llano y la clase trabajadora sencillamente no cuenta con el tiempo suficiente como para sentarse a leer volúmenes sobre un tema específico. Por ello, medios simplificadores, como la televisión, sirven para ilustrar a las masas que, sencillamente, no tienen acceso a las bibliotecas, y si acaso sí tiene el acceso, no tiene tiempo para leer.
Yo no estoy dispuesto a leer los ladrillos que constituyen El capital, de Marx, escrito en un estilo opaco, y lleno de referencias a eventos ya extemporáneos. Pero, sí me interesa conocer las bases del pensamiento marxista. Por ello, agradezco enormemente la síntesis y simplificación de sus ideas en folletos como (el ya clásico) Marx para principiantes de Rius. Hay una amplia gama de marcas de libros que, en cierto sentido, han acercado los libros al medio televisivo, con su incorporación de imágenes y simplificación de textos: Para principiantes, Para dummies, Cliff Notes, Complete Idiot’s Guide, cómics académicos, etc. A diferencia de Postman, yo no lamento nada de esto. Un joven estudiante que desee explorar un tema, primero lo hará a través de estos medios. Si el tema le interesa, entonces este interés lo conducirá eventualmente a consultar las fuentes originales. Gracias a medios como la televisión, hoy los jóvenes tienen muchísimas más oportunidades para explorar temas que el libro tradicional sencillamente no tiene la misma facilidad para presentar.
En este sentido, me parece que la televisión sí puede ser positivamente reformada. Postman tiene parte de razón cuando sostiene que, a diferencia de otros medios, el televidente no acude a la televisión, sino que la televisión acude al televidente y que, por ello, los productores televisivos no pueden darse el lujo de presentar programas de mucho rigor intelectual, y deben seducir más con imágenes. Pero, creo que esto ya está empezando a cambiar con la revolución Youtube, iniciada desde 2005. Gracias a este maravilloso medio, el televidente acude con una idea de lo que desea ver. Y, puesto que el productor de videos en Youtube conoce esto, puede dedicarse un poco más a presentar de formas más analítica sus mensajes.
 

Postman siempre rechazó que se le etiquetara de ‘ludita’ (los luditas fueron un movimiento de inicios del siglo XIX que rechazaba la tecnología). Pero, me parece que su desprecio por la televisión tiene una semblanza tecnófoba. La televisión ha llegado para quedarse. Es sencillamente ilusorio pretender erradicarla. Actitudes como la de Postman más bien allanan el camino para que los productores de telebasura sigan presentando Sábado sensacional. La televisión simplifica ideas, pero esto no es necesariamente perjudicial. La simplificación de ideas puede ser una oportunidad para seducir al espectador a introducirse en ideas valerosas, y ‘engancharlo’ a esas ideas, a fin de que, más adelante, las consuma en un medio menos simplista.
Por ejemplo, si bien yo sabía quién era Richard Dawkins, nunca leí su obra. Empecé a leer sus libros sólo después de ver en televisión sus documentales. No veo por qué no pueda suceder esto con el resto de la gente. Los contenidos de la televisión deben reformarse urgentemente. Pero, el medio en sí no es problemático.

3 comentarios:

  1. Pues me temo que yo no soy tan optimista. La televisión, por ejemplo. Se suponía que iba a llevar a nuestra sala de estar los conciertos, el teatro, la ópera, las conferencias… ¡La cultura al alcance de todos los hogares! El resultado lo conocemos todos: Sábado sensacional, Gran hermano, Sálvame (en España), etc. … El error de aquellos ingenuos que pronosticaban que la TV iba a ser un vehículo nuevo para la vieja cultura es que no habían entendido la dinámica de las herramientas.

    Leyendo "You are not a gadget" de Jaron Lanier, me ha llamado la atención su consideración del test de Turing. La idea del test, tal como se suele contar, es que si un ordenador fuera capaz de engañarme hasta el punto de hacerme creer que es una persona, sería efectivamente un ordenador “pensante”, un ordenador con inteligencia.

    Pero en realidad, dice Lanier, lo único que puedo concluir de un ordenador que pasa el test de Turing es que es suficientemente parecido a mí como para encuadrarlo en una misma categoría. Y esto puede conseguirse si el ordenador se hace tan listo (o tan humano) como nosotros, o si nosotros nos hacemos tan tontos (o tan inhumanos) como el ordenador. La convergencia puede venir de los dos lados.

    A mí este argumento me ha recordado mi vieja idea de la “acción y reacción generalizada”. En la vida todo son interacciones, pero solemos apreciarlas mal porque focalizamos nuestra atención sólo en uno de los elementos que interactúan. A menudo esto es razonable porque nos ayuda a pensar con más eficacia, obviando efectos pequeños. Por ejemplo, pensamos que el martillo actúa sobre el clavo y no el clavo sobre el martillo. O decimos que una piedra cae hacia la Tierra, en vez de decir que las dos se mueven hacia su centro de masas común. La Tierra, que es mucho más masiva, se desplaza mucho menos que la piedra, y tiene sentido fijarse sólo en ésta. Pero muchas veces la reacción acaba notándose, sobre todo a largo plazo: el martillo termina por desgastarse, como los escalones de los viejos castillos.

    Y a veces el efecto puede arruinar completamente nuestras previsiones. Pensábamos, por ejemplo, que la enseñanza universal haría más educadas, más refinadas y más cultas a las personas. Al menos, así lo creían los pensadores ilustrados. Pero sólo veían la acción del sistema educativo sobre la masa. Ignoraban la acción de la masa sobre el sistema educativo: la masa lo ha hecho menos educado, menos refinado y más inculto (sospecho aquí, que el autor de este maravilloso blog podría darnos algún ejemple de su experiencia personal). La masa y el sistema educativo se han acercado a su centro de masas común. Es un resultado que nos resulta frustrante, tenemos inacabables discusiones sobre ello, cada bando político echa las culpas al contrario…, pero en el fondo algo así era inevitable en mayor o menor grado: es el principio de acción y reacción...

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  2. Continuación...

    ¿A dónde voy con todo esto? No me parece que sea errónea la crítica de Postman, solemos pensar que las herramientas están a nuestro servicio, son meras extensiones de nuestras capacidades que nos permiten hacer lo que previamente hemos decidido. Es un error: estamos olvidando el principio de acción y reacción (lo que decía más arriba con el ejemplo del martillo). Tenemos un propósito y para cumplirlo usamos una herramienta, pero la herramienta también actúa sobre nosotros. Y a la larga (o no tan a la larga), redefine nuestro propósito. Cuando empezamos a escribir no sabíamos que la escritura nos iba a cambiar. Sólo queríamos anotar unos recuerdos, levantar un acta o mandar una carta. No era más que una herramienta. Pero cada herramienta tiene una dinámica propia, una dinámica latente (lo que Postman llamaba una idea-fuerza), que sólo vamos conociendo cuando se despliega. Al principio nos sorprende el efecto que escribir tiene en nosotros; es un efecto secundario, imprevisto. Pero con el tiempo lo identificamos, lo aceptamos y acaba convirtiéndose en nuestro principal motivo para escribir.

    Cuando McLuhan dijo aquello de que el medio es el mensaje, sólo estaba condensando en un aforismo esta idea de la dinámica latente en las herramientas. Podríamos parafrasearle y decir: la herramienta es la función. Pero, ojo: ya vimos que no suele ser la función que uno quiere. La herramienta tiene la suya propia, y sólo la conocemos cuando se va desplegando.

    Con todo quiero decir que, si bien podría intentarse modificar la televisión dándole mas intelectualidad a su programación, esta no tendría mucho éxito, o al menos no el deseado, debido a que... ¡la televisión simplifica las ideas!, me explico, la gente tendría a elección un programa de, libros de ciencia o avances de la Ciencia, y otro de cotilleos o alguna otra vesrión de Sábado sensacional; un ejemplo de esto creo que se puede ver en Perú, donde el programa televisivo de Marco Aurelio Denegri (lo recomiendo, uno de mis favoritos) no llega al rating de "Al fondo hay sitio" (bullshit), sospecho que debe ser a la propensión natural del ser humano a divertirse (como dice Mario Vargas Llosa en uno de sus ensayos) y, frente a eso, hay poco que hacer, en un medio como la tele, al menos yo, no veo como un programa de filosofía, Ciencia o cultura pueda ganarle a uno de chismes y escándalo, aunque agradecería mucho al autor del post si nos ofrece una propuesta.

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    1. Hola Francisco, gracias por tu valioso comentario. Ciertamente, la preocupación de Postman (y la tuya) es legítima. Pero, yo aplicaría una dosis de realismo crítico acá: la televisión no desaparecerá. Así que, si no podemos contra el enemigo, mejor unirse a él. Y, en ese sentido, en vez de proponer apagar el televisor (algo que no va a ocurrir), tratemos más bien de usar el televisor para enseñar algo. Ciertamente, no podremos competir con la telebasura, pero al menos, algo de atención obtendremos. Si nos retiramos de la televisión, habremos abandonado la batalla, y en ese caso, sí estaríamos perdidos.

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