La base del racismo como ideología es la suposición de que existe una correspondencia entre los rasgos culturales y los rasgos biológicos de las poblaciones. Bajo esta suposición, un niño de piel negra tendrá dificultades es asimilar una educación europea, y un niño de piel clara tendrá dificultades en asimilar una educación africana. El niño negro está biológicamente programado para tocar mejor tambor, mientras que el niño blanco está biológicamente programado para ser un cantante de ópera.
Hoy, para escándalo de muchos, la psicología evolucionista parece confirmar que rasgos conductuales como la homosexualidad, los niveles de inteligencia o incluso las preferencias políticas pueden tener una firme base genética. Pero, no por ello la psicología evolucionista reivindica al racismo. Pues, la psicología evolucionista sólo se limita a postular que existe un gen para la inteligencia; en ningún momento postula que ese gen tenga una correspondencia con el color de la piel o la forma del cráneo (los rasgos tradicionalmente empleados para clasificar a las ‘razas’). Y, más aún, la psicología evolucionista advierte claramente que las particularidades de los rasgos culturales no tienen ningún asentamiento en el código genético de las personas.
Pero, por siglos, la idea de que existe una correspondencia entre los rasgos biológicos y los rasgos culturales sirvió para atropellar, esclavizar y discriminar. Fue precisamente esta idea la que motivó al auge del nazismo o el apartheid. Los nazis opinaban que los judíos tenían algunos rasgos biológicos que les impedían asumir satisfactoriamente la cultura alemana. Los promotores del apartheid opinaban que la gente de color negro nunca podría asimilar satisfactoriamente la cultura de los otros grupos, y por eso, era conveniente mantenerlos separados.
En esta época post-colonial, somos muy sensibles a la discriminación racial. Pero, sorprendentemente, aún no terminamos de aprender la lección del pasado racista, y seguimos aceptando la premisa de que los rasgos biológicos deben tener una correspondencia con los rasgos culturales. A diferencia de los nazis o los promotores del apartheid, no promovemos la discriminación. Pero, en continuidad con esos regímenes, asumimos que los genes de una población determinan sus rasgos culturales.
Esto es especialmente manifiesto en las ideologías supuestamente liberadoras que se han construido en torno a dos grupos que en el pasado han sido oprimidos: los negros y los judíos. En ambos casos, se asume que la cultura coincide con la biología. Y, así, en torno a cada grupo, se ha construido un mito que, en apariencia son nobles, pero que en realidad, parten de la misma premisa de la clásica ideología racista. Son los mitos de la raza judía, y la cultura negra.
Los judíos son un grupo de personas que comparten una serie de características culturales entre sí. Estas características culturales tienen un fuerte componente religioso, pero la religión no es la única marca de identidad entre los judíos. Puede haber perfectamente judíos seculares, en el sentido de que se sienten parte del pueblo de Israel, en tanto comparten algunas tradiciones (hablan hebreo, celebran el Januká, etc.), pero no por ello aceptan las creencias religiosas del judaísmo. Así pues, los judíos no son estrictamente un grupo religioso, sino un grupo étnico.
Ahora bien, ¿son los judíos una raza? Tradicionalmente, los mismos judíos parecían opinar que sí. Los judíos se han considerado descendientes de Abraham, y en ese sentido, tienen un vínculo biológico entre sí que los separa de otros grupos. Así, bajo esta interpretación, ser judío no es sólo sostener un conjunto de prácticas y creencias, sino también contar con alguna característica biológica particular. Es así como Moisés, a pesar de ser criado desde niño como un egipcio, sigue siendo hebreo, pues hay algo intrínseco a su biología que lo convierte en hebreo.
Pero, los judíos siempre aceptaron conversos (no sin la circuncisión, por supuesto, pero si bien un pene circuncidado es un rasgo biológico, no es heredable y, por ende, racial). Y, en este sentido, la noción de ‘descendencia de Abraham’ fue perdiendo un sentido biológico, y se asumió más bien como una descendencia cultural (aunque, nunca del todo, pues se espera que el Mesías sí sea descendiente biológico de Abraham).
La virulenta antipatía hacia los judíos pronto adquirió una dimensión biológica. A partir de la Edad Media, cuando la persecución a los judíos se intensificó, la oposición a los judíos ya no era sólo motivada por sus rasgos culturales (su religión, lenguaje, etc.), sino también por sus rasgos biológicos. Ya no sería motivo de persecución sólo el observar el sabat, sino también el tener una nariz ‘judía’. Y, en este sentido, la conversión al cristianismo no sería suficiente para detener la persecución. Pues, en el paroxismo de la persecución a los judíos, la Alemania nazi, se postulaba que el ser descendiente de judíos convertía a una persona en judía, sin importar cuál era su religión o cultura. La premisa, de nuevo, es que el ser judío es una condición biológica, no meramente cultural. En este sentido, hubo plenitud de víctimas en el Holocausto que no participaban de la vida cultural judía, pero fueron ejecutados por el simple hecho de que sus ancestros sí lo fueron.
Hoy sabemos que esas teorías nazis sobre los judíos como grupo racial aparte, con características biológicas específicas, no tenían el menor fundamento. Los judíos han preservado su identidad cultural, pero no por ello no se han cruzado con las poblaciones locales en los territorios donde se han asentado. Es sencillamente imposible descifrar si alguien es o no judío con un mero examen biológico. Quizás encontremos algunos genes que tengan frecuencias más altas en las poblaciones judías, pero eso no es suficiente para postular que existe una raza judía. A simple vista podemos corroborar que un falasha de Etiopía, un ashkenazi de Polonia, un sefardí de España o un kaifeng de China (todos ellos reconocidos como ‘judíos’), no tienen en común unos rasgos biológicos que los distingan del resto de la humanidad. Los rasgos en común que les permiten distinguirse del resto de la humanidad, son estrictamente culturales, no biológicos. Y, a nivel más profundo, en la genética, corroboraremos que probablemente existe más variabilidad genética entre dos askenazis, que entre un askenazi y un wayúu.
Con todo, son los mismos rabinos quienes se empeñan en sostener que los judíos sí son una raza, y que la identidad judía no es meramente cultural, sino también biológica. Pues, se ha reiterado que judío es aquel quien sea hijo de vientre judío. Así, un joven que jamás haya pisado una sinagoga, no hable ni jota de hebreo, y no tenga el menor interés en la vida cultural judía, podría ser judío sin que él se entere de ello (si su abuela materna era judía, por ejemplo), y para vivir auténticamente, debe asumir la vida cultural judía. Con esto, los rabinos repiten el mismo razonamiento nazi: los rasgos culturales tienen una asociación con los rasgos biológicos.
Esta forma de razonar incurre en el vicio del esencialismo: asumir que la identidad de cada persona está asentada sobre una esencia, constituida por unos rasgos inmutables. Para los rabinos y los nazis, un judío siempre será un judío, no importa cómo viva. Ni siquiera importa si esa persona se convierte en el Papa: su identidad judía está inscrita en su sangre, y nunca podrá deshacerse de ella. Su conducta es meramente accidental, su verdadera identidad radica en su esencia biológica. Los anglófonos expresan muy bien esta idea: Once Jew, always Jew.
El peligroso razonamiento esencialista en torno a los judíos se ha proyectado también sobre las personas de piel negra, pero a la inversa. Así como se habla de una ‘raza judía’, hoy también se habla de una ‘cultura negra’. Los principales promotores de este mito han sido los forjadores del movimiento de la négritude, en especial Leopold Senghor. Este presidente de Senegal opinaba que todas las personas de piel negra comparten en el mundo una afiliación cultural que deben rescatar. Si bien Senghor era lo suficientemente sensato como para reconocer las ventajas de la civilización occidental, hacía un llamado a la gente de piel negra a “asimilarse, pero no ser asimilados” a la civilización europea. Con esto, Senghor exhortaba a la gente de piel negra a asentarse su identidad sobre la cultura africana. La implicación de esto es que la gente de piel negra sólo puede vivir auténticamente asumiendo la cultura africana, y que la persona de piel negra que se asimile por completo a los valores culturales de Occidente, está alejada de su esencia.
Como los nazis y los rabinos, Senghor participa del mismo vicio esencialista que vincula a los rasgos biológicos con los rasgos culturales. Del mismo modo en que para los judíos, un falasha y un askenazí comparten rasgos biológicos distintivos, para Senghor y los promotores de la négritude, un cantante británico de ópera de piel negra, y un panadero congoleño de piel negra, comparten la misma cultura. No importa que no coincidan en sus profesiones, idiomas, religiones, educación, gustos musicales, gastronomía, etc. El hecho de que ambos tienen el mismo color de piel implica que ambos forman parte de un mismo grupo cultural. Y, así, el cantante de ópera británico de piel negra, nunca dejará de pertenecer a la cultura africana negra, no importa cuán imbuido esté de la cultura británica. Once African, always African.
La raza judía es un mito, como también lo es la cultura negra. El ser judío se define por rasgos culturales, no biológicos. Puede haber judíos con narices grandes y narices pequeñas. A la inversa, el ser negro se define (muy problemáticamente) por rasgos biológicos, no por rasgos culturales. Puede haber negros que les guste el jazz, como puede haber negros que prefieran la música country. Ni los judíos son una raza, ni los negros son una cultura. Ambos mitos proceden del razonamiento esencialista que ha servido de plataforma al racismo por tanto tiempo. Es hora de ir admitiendo que la cultura no necesariamente debe coincidir con la biología, y que personajes como Sammy David (un negro convertido en judío), o Eminem (un blanco fascinado con la música de origen africano) pueden vivir tan sana o tan auténticamente como cualquier otra persona.
Excelente artículo Gabriel, una corrección menor:
ResponderEliminar"A partir de la Edad Media, cuando la persecución a los judíos se intensificó, la oposición a los judíos ya no era sólo motivada por sus rasgos culturales (su religión, lenguaje, etc.), sino también por sus rasgos culturales"
Aquí quisiste decir: "sino también por sus rasgos biológicos"
Hola Marlon, gracias por tu comentario, corrijo de inmediato...
ResponderEliminarMe parece que tu definición de la expresión "de inmediato" es bastante particular. Ya han pasado más de cuatro años y sigues sin corregir la errata.
EliminarLa procastinación es uno de mis muchísimos defectos. No quisiera que vieras la inmundicia de mi cuarto, y los problemas que tengo con mi mujer por eso. Pero, en vista de que amablemente me lo has recordado, esta vez SÍ he corregido el error del artículo.
EliminarUNa vez leí que Gadafi tenía un gran secreto su madre era judía. El que maltrato tanto a los judíos era judío. ¿No conoces el dato?. sobre Hitler core el rumor de que su padre o abuelo era judío.
ResponderEliminarHasta donde tengo conocimiento, Gadafi no persiguió a los judíos. De hecho, casi ningún gobierno magrebí ha maltratado a los judíos, la persecución árabe de judíos es más bien en Siria, Líbano y Jordania. En todo caso, nunca había escuchado que Gadafi viniera de familia judio. Sí he oído historias de que algún ancestro de Hitler era judío, pero hasta donde recuerdo, estas historias no tienen mucha fiabilidad.
EliminarExcelente reflexión Gabriel. Siguiendo la linea de la psicología evolucionista, crees que sea posible que por el hecho de tener un determinado componente racial (ejemplo. color de piel), la persona tenga una mayor probabilidad de tener un determinado rasgo conductual (ejemplos. inteligencia, memoria y capacidad auditiva) y, por lo tanto, tener mayor tendencia a adoptar rasgos culturales relacionados con sus rasgos conductuales? Es decir, crees que podría existir una correlación entre rasgos biológicos, conductuales y culturales?
ResponderEliminarHola Bernardo, yo pongo muy en duda eso que mencionas. Si bien acepto que la conducta tiene una considerable base genética, dudo que tenga una correspondencia racial. No creo que el color oscuro de la piel tenga correspondencia con un tipo de personalidad. Los racialistas han tratado de defender la postura de que sí hay esa correspondencia, pero yo me opongo a ellos en otros artículos en este blog. Si te interesa, puedes revisar los artículos que están bajo el apartado "Razas y racismo".
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