viernes, 6 de enero de 2012

Sobre el plebiscito de Puerto Rico

El 2012 será un año de muchas elecciones claves. Obama, Sarkozy y Chávez se juegan su reelección. Habrá una elección sin tanta relevancia en el plano internacional, pero sumamente relevante como reflejo de los valores del mundo moderno: el plebiscito para el estatuto político de Puerto Rico. Se preguntará a los puertorriqueños, en una primera vuelta, si están satisfechos con su estatuto actual. En caso de que gane el “no”, se preguntará en una segunda vuelta, si desean ser el estado número 51 de EE.UU., un estado libre asociado, o una nación independiente.

Éste no será el primer plebiscito de esta naturaleza en Puerto Rico. Como se sabe, Puerto Rico fue una colonia española desde el siglo XVI, hasta 1898. En la guerra entre España y EE.UU., fue ocupada por las tropas norteamericanas, y desde entonces, su estatuto es el de “estado libre asociado”, un eufemismo para una posesión colonial norteamericana. Se han hecho tres plebiscitos sobre esta cuestión, y en los tres, la disputa ha sido entre ser estado libre asociado, y ser el estado 51. Los independentistas obtienen menos del 3% de los votos.

La independencia de Puerto Rico ha sido una causa romántica para la izquierda latinoamericana, pero es obvio que quienes la defienden son más snobs intelectuales, que verdaderos representantes del sentir popular puertorriqueño. Sería ingenuo negar que la anexión de Puerto Rico por parte de los EE.UU. fue un vulgar acto de agresión colonialista y que, por varias décadas, se pretendió una asimilación forzada para abrir paso a la compulsiva americanización. Pero, como bien recordaba John Stuart Mill, hay imperialismos buenos e imperialismos malos. Y, sin pretender negar los abusos cometidos por los ocupantes norteamericanos en un siglo, EE.UU. ha dado más muestras de imperialismo benigno que maligno en la Isla del Encanto. A diferencia de muchísimas otras experiencias coloniales, EE.UU. ha ofrecido a los propios puertorriqueños la posibilidad de pautar su propio destino mediante el voto democrático. Esto es algo que los chinos jamás han hecho en Tíbet, o los rusos en Chechenia.

Por supuesto, el voto democrático no es garantía de felicidad. Quizás, los puertorriqueños son masoquistas en querer mantener el yugo norteamericano. O, quizás, la misma educación colonialista ha adoctrinado a los puertorriqueños para que ellos crean que no están preparados para asumirse como nación independiente. Pero, para los puertorriqueños, es urgente que la decisión que tomen sea lo más racional posible, pues se juegan su destino.

Los movimientos independentistas tienen múltiples motivaciones. Las más elementales son las políticas y económicas. Si, como en la colonización de América por parte de España, se forja un agresivo sistema mercantilista, en el cual las riquezas naturales de las colonias son depredadas, y esto conduce al empobrecimiento brutal del territorio colonial, entonces el movimiento independentista está plenamente justificado. Pero, la pregunta clave es: ¿el estatuto colonial ha traído menos o más pobreza a los puertorriqueños? Ciertamente EE.UU. ha depredado las riquezas de aquellos países en los que ha intervenido militarmente. Irak y Afganistán han quedado económicamente devastados. Pero, a diferencia de esas dos naciones, EE.UU. ha pretendido hacer de Puerto Rico un territorio propio, y no meramente una colonia a la cual se pueda depredar. EE.UU. no siente la obligación de socorrer a los iraquíes o afganos, pero en caso de que Puerto Rico se convierta en el estado 51, sí sentirá la obligación de velar por el bienestar de los puertorriqueños, del mismo modo en que lo hace por los habitantes de Texas, California o Hawaii, estados que, lo mismo que Puerto Rico, también fueron anexados en la expansión territorial norteamericana. El debate es complejo, pero plenitud de estadísticas respaldan la opinión de que las condiciones económicas de Puerto Rico han mejorado significativamente desde 1898, y que su estatuto político no ha sido propiamente generador de pobreza en la isla.

En términos políticos, Puerto Rico tiene un estatuto de colonia y sus habitantes son ciudadanos de segunda de iure, y eso es un claro motivo legítimo para la independencia. Uno de los motivos principales para la independencia hispanoamericana era el hecho de que los nacidos en América no podían ocupar puestos en la administración pública. Pero, EE.UU., a diferencia de casi todas las otras experiencias coloniales, ofrece a Puerto Rico la posibilidad de que sus habitantes se conviertan en ciudadanos de pleno derecho, al mismo nivel que alguien de Ohio, Oregon o Nevada. Por supuesto, es de sospechar que, de facto, continuaría la discriminación, y los ciudadanos de origen puertorriqueño seguirían siendo víctimas. Pero, EE.UU. da muestras de, paulatinamente, superar estos problemas. Y, perfectamente, en un futuro cercano, un nacido en Puerto Rico podría ocupar la Casa Blanca. Hawaii apenas se hizo estado en 1959, y en 2008, ya se elegía como presidente de la nación a un oriundo de ese estado. De hecho, los puertorriqueños ya son residentes legales en EE.UU., un estatuto por el cual morirían muchos de los diez millones de hispanos indocumentados que a gritos piden ser ciudadanos norteamericanos.

Los independentistas puertorriqueños saben muy bien que las motivaciones políticas y económicas de su movimiento son débiles. Por eso, acuden al nacionalismo cultural. El suyo es el típico argumento del nacionalismo romántico del siglo XIX: los gobiernos deben coincidir con las naciones. Y, Puerto Rico es una nación aparte de EE.UU. Se come mofongo, se baila salsa, se habla español. Todo eso justifica un gobierno aparte. No importa que la independencia traiga desventajas económicas: la preservación de la identidad cultural, protegida por una nación independiente, vale la pena el sacrificio. Al final, para los independistas puertorriqueños, lo relevante no son las ventajas políticas o económicas, sino el cultivo del Volksgeist, el espíritu del pueblo.

De hecho, recientemente me decía un conferencista cubano fiel al régimen de Castro, que si su país hubiese sido anexado por los EE.UU. en 1898 y no hubiera habido revolución o independencia, Cuba tendría un nivel de vida comparable al de Florida. Pero, me agregaba, los cubanos heroicamente han resistido esa oferta diabólica, y han mantenido la integridad de su patria. El razonamiento de los independentistas puertorriqueños es similar.

El gran artífice de esta patrioterismo fue el filósofo J.G. Herder y, de forma más acusada, J.G. Fichte, ambos forjadores del nacionalismo alemán. Estos representantes del romanticismo otorgaban más importancia a la sublimidad de la bandera que a la prosperidad material. Y, no en vano, el máximo materialista del siglo XIX, Karl Marx, deploraba el nacionalismo. Para Marx, lo relevante en la organización política eran las condiciones materiales. La emoción por el himno, la bandera o la identidad cultural son más bien estrategias alienantes para desviar la atención de los verdaderos problemas que enfrentan las clases trabajadoras.

Los puertorriqueños deberían seguir a Marx en este aspecto, y pensar su decisión política en términos materiales, y no en términos de la ideología romántica nacionalista. ¿Obtendrán mayor prosperidad siendo independientes? O, ¿conviene más bien intercambiar la barra y las estrellas en la bandera, por el bienestar?

Naturalmente, hay puertorriqueños preocupados por el impacto cultural de la anexión a EE.UU. Sobre todo la población menos joven que no domina el inglés, siente preocupación frente a la posibilidad de que ellos, en virtud de que son culturalmente más distintos al resto de la población norteamericana, no puedan integrarse satisfactoriamente. En una época, EE.UU. torpemente intentó la asimilación forzada, y causó mucho malestar entre los puertorriqueños. Pero, todo eso es negociable. Es inevitable que, si Puerto Rico se convierte en el estado 51, se americanice culturalmente, mucho más de lo que ya está. Pero, esto puede hacerse de forma lo suficientemente gradual como para que no haya traumas. Al final, Puerto Rico podría ser un Estado que, lo mismo que Texas, conserve cierta identidad cultural separada del resto de los EE.UU., pero políticamente forme parte de la unión.

La americanización, aun si es lo suficientemente gradual como para no causar traumas, inevitablemente propiciará la pérdida de una parte sustancial de la identidad cultural puertorriqueña. Pero, ¿es acaso esto objetable? Contrario a lo que opinaban Herder y los románticos, las identidades culturales no son fijas e inmutables. Su dinámica propicia precisamente el cambio cultural. Quizás, dentro de doscientos años, ya nadie oiga salsa, y los puertorriqueños preferirán el rap. Si la extinción de la salsa es gradual, o sencillamente el mercado propicia su desaparición sin la menor coerción estatal, entonces no habrá nada que lamentar. Así como no lamentamos que la salsa sustituyera al mambo (en buena medida porque no se disparó una sola bala para ello), no deberíamos lamentarnos de que el heavy metal eventualmente sustituya a la salsa, siempre y cuando no se ejerza la coerción.

La añoranza por la conservación del Volksgeist y su materialización política en la nación culturalmente definida, forma parte de una ideología peligrosa. Fue comprensible que los románticos alemanes la invocaran frente a los abusos cometidos por los ejércitos invasores franceses, así como también fue comprensible que los puertorriqueños de 1898 la invocaran frente a la ocupación de las tropas norteamericanas. Pero, un siglo después, el trauma inicial ya ha pasado. Un siglo de industrialización y de mejoras sustantivas en la calidad de vida debería invitar a los puertorriqueños a pensar lo que realmente desean. ¿Parecerse a Hawaii, con su alto nivel de vida y con un presidente oriundo de ese estado? ¿O, parecerse a Cuba o República Dominicana, naciones con un pedazo de tela distinto en el asta, pero empobrecidas? Al final, no soy puertorriqueño, y no participo de esa decisión. Pero, yo como comida, no banderas.

6 comentarios:

  1. Hola López. Creo inoportuno atentar en contra de la voluntad popular puertorriqueña. En varias ocasiones al pueblo de Puerto Rico se le ha consultado si desea cambiar su estatuto, y en cada ocasión, ha dicho que no. Pero, lo más importante es que la opción independentista que tú defiendes, nunca ha obtenido más del 5% de los votos. No veo mal que tú te manifiestes. Pero, exigir a los EE.UU. que ceda a Puerto Rico es sencillamente ir en contra de la voluntad popular de los puertorriqueños. Antes de solicitar eso a EE.UU., deberías primero intentar convencer a tus paisanos de que favorezcan la independencia, y así, en los venideros plebiscitos, manifiesten su desacuerdo con la continuidad del estatuto colonial. El colonialismo podrá ser algo muy malo, pero si el mismo pueblo quiere continuar siendo una colonia, el mismo principio de autodeterminación debería respetarse. Lamentablemente, tú no pareces tener en consideración ese principio.

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  2. No soy puertorriqueño, no sé quién es Oscar López. Pero, al leer el blog, te darás cuenta de que no apoyo la independencia puertorriqueña.

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  3. Estimados Compañero,

    Después de la aprobación del 23 de junio de 2014 por consenso de la resolución número 33 del Comité de Descolonización de la Organización de Naciones Unidas (ONU) pidiéndole al gobierno de Estados Unidos que descolonice inmediatamente a Puerto Rico, debemos trabajar juntos para obligar a Estados Unidos a cumplirla.

    Los hechos de que el gobierno de Estados Unidos ha mantenido a Puerto Rico como su colonia por 116 años, ha tenido encarcelado por 33 años a Oscar López Rivera por luchar por la descolonización de Puerto Rico, y ha ignorado 33 resoluciones de la ONU, confirman que el gobierno de Estados Unidos nunca querrá descolonizar a Puerto Rico. ¡Necesitamos un tsunami de gente para obligar al gobierno de Estados Unidos a cumplir con las 33 resoluciones!

    Debemos protestar pacíficamente y permanentemente por lo menos 3 veces anualmente hasta lograrlo.
    La primera será una marcha en Puerto Rico en el día que celebramos la abolición de la esclavitud, 22 de marzo, hasta llegar al Tribunal de Estados Unidos. La segunda será una marcha en Puerto Rico el día antes de la vista anual sobre la descolonización de Puerto Rico en la ONU. La tercera será una protesta en la ONU en el mismo día de la vista anual sobre la descolonización de Puerto Rico.

    Estas protestas son indispensable porque, los que tienen colonias no creen en la justicia para todos.

    Un abrazo fraternal,
    José M López Sierra
    Jlop28vislophis@gmail.com
    Comité Timón del Pueblo
    Compañeros Unidos para la Descolonización de Puerto Rico
    www.TodosUnidosDescolonizarPR.blogspot.com

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  4. Saludos Compañero,

    Desde que la Organización de Naciones Unidas (ONU) determinó en el 1960 que el coloniaje es un crimen en contra de la humanidad, no hay más necesidad para consultas o plebiscitos. La solución es entregarle a Puerto Rico su soberanía.

    Pero como el Gobierno de Estados Unidos (EEUU) no quiere hacer eso, ha ignorado las 33 resoluciones de la ONU pidiéndole exactamente eso. EEUU para engañar al mundo que le interesa descolonizar a Puerto Rico, continúa proponiendo plebiscitos para saber lo que quiere los puertorriqueños. Aunque 100% de los puertorriqueños queramos seguir siendo una colonia de Estados Unidos, todavía estaríamos obligado a tomar nuestra soberanía para después decidir que queremos hacer.

    Lo único que sirve estos plebiscitos es para que EEUU divida los puertorriqueños. Un puertorriqueño no nos invadió para hacernos una colonia. ¿Cuándo nos daremos cuenta que tenemos que unirnos?

    ¡Por eso es que tenemos que protestar pacíficamente por lo menos 3 veces al año hasta que lograr la descolonización de Puerto Rico!

    José M López Sierra
    www.TodosUnidosDescolonizarPR.blogspot.com

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  5. ¿Por qué Puerto Rico sale a votar más que Estados Unidos?

    Los puertorriqueños votan a un 80%. Los ciudadanos de Estados Unidos votan a un 50%. Por qué esta diferencia de 30%. ¿Serán que los puertorriqueños somos más creyente de la democracia que los mismo ciudadanos estadounidense?

    Puerto Rico es una colonia de los Estados Unidos desde el 1898. Desde entonces, los puertorriqueños que han querido descolonizar a Puerto Rico lo han asesinado o encarcelado. Muchos puertorriqueños le tienen terror hablar de la independencia para Puerto Rico debido a esta represión de 116 años.

    Como el colonialismo es siempre para explotación, no hay oportunidades en Puerto Rico para los puertorriqueños. Por eso es que tenemos ahora más puertorriqueños afuera que adentro de Puerto Rico. ¡Los puertorriqueños están desesperados para encontrar una solución política para nuestro colonialismo eterno!

    La mayoría de los puertorriqueños creen que podemos descolonizarnos a través del proceso electoral. Pero el proceso electoral está en última instancia bajo el control del gobierno de Estado Unidos. Como el gobierno de Estados Unidos ha ignorado 33 resoluciones de la Organización de Naciones Unidas (ONU) pidiéndole que inmediatamente descolonice a Puerto Rico, y ha mantenido a nuestro preso político Oscar López Rivera encarcelado por 33 años a pesar de un reclamo mundial para su excarcelación, no debe haber duda alguna de EEUU nunca permitirá nuestra descolonización por vía electoral. ¡Si se pudiera, no lo tendríamos!

    La mejor forma para descolonizarnos seria que los 80% de los electores puertorriqueños salgan mejor a la calle para demandar nuestro derecho inalienable a la autodeterminación e independencia, e insistir que la descolonización la maneje la ONU. Después de todo, la descolonización está bajo la jurisdicción de la ley internacional, y nunca bajo la ley nacional. Por eso es que el colonialismo es crimen en contra de la humanidad bajo la ley internacional, pero no bajo la Constitución de Estados Unidos.

    José M López Sierra
    www.TodosUnidosDescolonizarPR.blogspot.com

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