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domingo, 12 de septiembre de 2010
SAGAN, Carl. La diversidad de la ciencia. Bogotá: Planeta. 2007
El título original en inglés de esta obra es The Varieties of Scientific Experience. Es lamentable que, en la versión castellana, el título no fuera traducido literalmente como “Las variedades de la experiencia científica”. Pues, ese título es una parodia de la obra cumbre de William James, Las variedades de la experiencia religiosa. Con esa obra, James presentó las conferencias Gifford en Escocia. Y, desde entonces, estas conferencias cuentan con un altísimo prestigio en el mundo académico angloparlante. Anualmente, algún pensador reconocido ofrece una serie de conferencias a propósito de algún tema vinculado con la religión. La diversidad de la ciencia son las conferencias Gifford presentadas por Carl Sagan en 1985. Sagan murió en 1996 sin publicar estas conferencias, pero diez años después de su muerte, su esposa Ann Druyan ha decidido recopilarlas en el presente libro.
Como se sabe, Carl Sagan no era religioso; pero aportó mucho al estudio de la religión. Y, tal como el título original de su obra sugiere, Sagan enaltece a la ciencia por encima de la religión. Sagan dedicó toda su vida a refinar la manera en que podemos conocer el mundo, y a expurgar supersticiones y creencias religiosas. Sagan nunca se atrevió a negar la existencia de Dios, pero sí hizo célebre la consigna según la cual los alegatos extraordinarios requieren evidencia extraordinaria. Y, puesto que la religión hace alegatos extraordinarios, Sagan habría esperado evidencia extraordinaria como requisito para aceptar las creencias religiosas. Sagan nunca encontró evidencias a favor de las creencias religiosas. Por ende, murió como un agnóstico.
En La diversidad de la ciencia, Sagan se propone evaluar algunos de los argumentos y supuestas pruebas más comunes a favor de la existencia de Dios, pero concluye que esos argumentos son demasiado débiles como para ser tomados en serio. El argumento según el cual el orden en el universo es prueba de que Dios existe no le resulta convincente, pues a juicio de Sagan, así como hay mucho orden en el universo, también hay mucho caos: un Dios diseñador no crearía tanto caos. El argumento según el cual fue necesaria una primera causa en el universo, y esa causa es Dios, tampoco convence a Sagan: en estimación de Sagan, si todo tiene una causa, inmediatamente debemos preguntar, ¿cuál es la causa de Dios? El argumento según el cual la conducta moral es explicable sólo en función de un legislador y juez divino tampoco es aceptado por Sagan: a juicio de Sagan, la teoría de la evolución de Darwin explica perfectamente bien la ventaja adaptativa de la conducta moral, de manera tal que no es necesario invocar a Dios para explicar por qué somos buenos con los demás.
Sagan tuvo mucho más interés por las creencias en ovnis y encuentros cercanos del tercer tipo, y de eso se ocupa sustancialmente en La diversidad de la ciencia. A su juicio, en nuestro mundo secularizado, la obsesión con los extraterrestres se ha convertido en una nueva forma de religión. Allí donde el hombre medieval se preocupaba por brujas, ángeles y demonios, el hombre del siglo XX empieza a preocuparse más por marcianitos, abducciones e invasiones extraterrestres. Sagan nunca desestimó la posibilidad de que haya vida extraterrestre. En continuidad con el astrónomo Frank Drake, Sagan consideraba que al calcular el número de estrellas en nuestra galaxia, la fracción de esas estrellas con planetas, la fracción de esos planetas que son habitables; la fracción de esos planetas habitables con vida; la fracción de planetas con vida que tienen vida inteligente; la fracción de planetas con vida inteligente que desarrollan tecnologías de telecomunicación; y el tiempo de duración de una civilización, podemos ser moderadamente optimistas de que algún día hagamos contacto con una civilización extraterrestre.
No obstante, el hecho de que, hasta ahora, no hayamos hecho contacto con otra civilización extraterrestre condujo a Sagan a pensar que, quizás, las civilizaciones tienen un corto periodo de duración, y eso explica por qué no encontramos otras civilizaciones en el universo. En vista de ello, Sagan muestra una gran preocupación por nuestra autodestrucción, y a ello dedica una de las conferencias recopiladas en La diversidad de la ciencia. Si bien Sagan era muy escéptico de las creencias religiosas, al menos como científico sí estaba dispuesto a forjar una alianza con las instituciones religiosas con el propósito de proteger el ambiente y prevenir la extinción de nuestra especie.
Si bien Sagan siempre se mantuvo abierto a la posibilidad de establecer contacto con civilizaciones extraterrestres, reconoció que hasta ahora, nunca se ha hecho contacto con seres extraterrestres. Una de las más coloridas conferencias presentadas en La diversidad de la ciencia se propone evaluar los testimonios de personas que alegan haber encontrado vida extraterrestre. Con la suspicacia escéptica que tanto lo caracterizó, Sagan desmonta relatos sobre abducciones y platillos voladores. Sagan admite que la mayor parte de los casos investigados no son fraudes deliberados, sino más bien alucinaciones o ilusiones condicionadas por expectativas previas. Un caso muy simpático reseñado por Sagan es el de unos pilotos de aeronave que, en la noche, observaban unas luces en el horizonte hacer giros espectaculares y viajar a gran velocidad. Los pilotos reportaron que, sin duda, debía tratarse de una nave extraterrestre. En realidad, era una luciérnaga atrapada entre las ventanas de la cabina del avión. Casos como éste revelan que muchas veces vemos lo que queremos ver. Y, Sagan recomendaba estar atentos de no proyectar sobre el mundo aquello que deseamos o esperamos.
Carl Sagan fue uno de los más grandes comunicadores científicos del siglo XX. Su serie Cosmos es una obra maestra de compromiso con la divulgación científica. El tema de las creencias religiosas no fue central en Cosmos, o en los libros de Sagan. Y, en ese sentido, La diversidad de la ciencia es una muy pertinente publicación, pues es una de las pocas obras de Sagan centradas exclusivamente en la religión. Es mi profunda aspiración que nosotros los hispaonparlantes tengamos algún equivalente a Sagan en la divulgación científica. El catalán Eduard Punset y la serie televisiva Redes ya se perfilan como sucesores de Sagan y Cosmos en nuestra lengua; espero que sigan muchos más.
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