domingo, 12 de septiembre de 2010

LA VIRTUD DE SER APÁTRIDA



El presidente Chávez no se cansa de enaltecer al más grande de los científicos en el siglo XX, Albert Einstein. Pero, no lo hace por su teoría de la relatividad, sino por un pequeño escrito del gran físico alemán, ¿Por qué socialismo? En ese texto, Einstein destaca las supuestas virtudes del socialismo, y Chávez, como buen retórico, no desaprovecha la oportunidad para enunciar que incluso grandes científicos como Einstein estarían de acuerdo con su proyecto socialista.
Al mismo tiempo, Chávez y sus seguidores dejan de lado una frase muy conocida de Einstein: “el nacionalismo es una enfermedad infantil; es el sarampión de la humanidad”. Es de presumir que Einstein pronunció desde las profundidades de su corazón esa frase, pues precisamente el nacionalismo alemán promovido por los nazis fue el principal responsable de su exilio. Einstein veía en el nacionalismo la fuente de odios, persecuciones, genocidios y demás irracionalidades. En la medida en que se exalta el orgullo de pertenencia a un país, fácilmente se incurre en el odio a los extranjeros. Del nacionalismo a la xenofobia hay un paso muy corto.
Cuando el nacionalismo se exacerba, los patrioteros fácilmente acusan de ‘apátridas’ a sus opositores. En rigor, un ‘apátrida’ es alguien que no tiene patria, una persona sin nacionalidad. Bajo esa definición, hay muy pocos apátridas en el mundo, pues la virtual totalidad de los habitantes de este planeta con ciudadanos de alguna nación. Pero, en un plano más panfletario, un ‘apátrida’ es aquella persona que no ama celosamente a su país.
Bajo el entendimiento de Chávez y de los nacionalistas, ‘apátrida’ es un terrible insulto. Para mí, no lo es; al contrario, es una virtud. Explicaré por qué. El nacionalismo se empeña en imponer fronteras a la humanidad. El concepto de ‘nación’ implica precisamente una distinción territorial entre uno y otro país. El nacionalismo fragmenta a la humanidad, la divide, y pretende que cada país desarrolle su propia cultura, gobierno, etc. El universalismo, por su parte, pretende abolir a las naciones y acercar a la humanidad en un todo unificado. Las patrias han sido precisamente los grandes obstáculos para que los seres humanos se conozcan entre sí. Al imponer una frontera y exigirle a los ciudadanos fidelidad a un país en específico, el nacionalismo corrompe la libertad humana.
En mi caso, soy venezolano porque un papel así lo acredita. Pero, yo preferiría no tener patria; sería más feliz siendo apátrida. Prefiero muchísimo más ser ciudadano del mundo que ser ciudadano de un país en particular, sea el que sea. Este proyecto de derrumbar fronteras y acabar con las naciones de una vez por todas fue iniciado durante la Ilustración en el siglo XVIII. Los ilustrados fomentaron el espíritu cosmopolita, y si bien hemos avanzado mucho respecto al provincianismo típico de épocas pasadas que resuena mucho con el nacionalismo, aún nos queda mucho por completar.
Como se sabe, los forjadores del capitalismo liberal soñaron con un mundo sin fronteras, en el que libremente las mercancías pudieran fluir por los mercados, sin obstáculos nacionalistas. Adam Smith ha sido uno de los más grandes pensadores cosmopolitas. Pero, irónicamente, en un inicio, el comunismo también fue un movimiento muy reacio al nacionalismo. Marx convocaba a los trabajadores del mundo a unirse, independientemente de su patria de origen. Como buen heredero de la Ilustración, Marx no tenía el menor interés en el fomento del nacionalismo. Y, exiliado en Inglaterra, Marx terminó por ser un apátrida. ¿Apátrida yo? ¡A mucha honra!

2 comentarios:

  1. Me gustó mucho su leer su opinión. Para mí el nacionalismo y el patriotismo son solo pruebas de fanatismo y todo fanatismo es muestra de ignorancia. Así como muchos grandes pensadores y artistas geniales que tuvo el mundo, yo como Ud.también soy apátrida!!

    ResponderEliminar
  2. Hola amigo, gracias por tu comentario, y un saludo como ciudadano del mundo.

    ResponderEliminar