Frente al colosal fracaso de la oposición venezolana
durante los catorce años que gobernó Hugo Chávez, un sector de la opinión
pública depositó sus esperanzas en que Chávez fuese derrocado por alguno de sus
más cercanos colaboradores. A partir de esto, Chávez, siempre paranoico, desarrolló
una obsesión con la “derecha endógena”. El concepto es muy sencillo: hay gente
disfrazada de izquierdista, pero que en realidad piensa y actúa como derechista,
y pretende sabotear a la revolución desde dentro.
Esta paranoia
suscitó situaciones sumamente lamentables. En el seno de las instituciones públicas,
hubo purgas masivas, bajo el temor de que hubiese “derechistas endógenos”. Y,
en la mentalidad maniquea de la mayor parte de los chavistas, “derechista” vino
a ser sencillamente sinónimo de “inmoral”. Si se descubría que algún
funcionario o político incurría en peculado, era acusado de ser un “derechista
endógeno”. Así, los chavistas han sido muy dados a cometer la ‘falacia del verdadero
escocés’ (esa falacia consiste en postular que todos los escoceses llevan
falda, y si se presenta un caso de un escocés que no lleva falda, entonces se
concluye que no es un verdadero escocés): para ellos, el ser izquierdista
implica una absoluta pureza moral, y quien no cumpla ese riguroso criterio,
entonces no es un verdadero izquierdista.
El
personaje de más alto perfil que más resonó como paladín de la “derecha
endógena” fue Diosdado Cabello. Es, efectivamente, un hombre profundamente
inmoral, con una mentalidad militarista, y una de las personas más acaudaladas
de Venezuela (presumiblemente su riqueza procede de negocios sucios en la
administración de los fondos públicos). Diosdado no termina de generar
confianza en las bases populares chavistas, y por ello, sigue siendo inevitable
que esté bajo sospecha de ser un “derechista endógeno”.
Pero,
por supuesto, todas estas elucubraciones tienen sentido, sólo si se asume que
la condición de “derechista endógeno” es inmoral. Yo, en cambio, veo gran
virtud en ser un derechista endógeno. La derecha es muy heterogénea (va desde
los movimientos fascistas hasta los libertarios actuales), pero en el contexto
venezolano, podemos identificarla con los postulados del liberalismo: un Estado
más contraído que permite espacio para las libertades individuales y las
iniciativas privadas; y que valore la meritocracia y la igualdad de
oportunidades, evitando imponer forzosamente la igualdad de condiciones mediante
el despojo de la propiedad legítima. Bajo esta definición, me parece que el
verdadero derechista endógeno no es Diosdado Cabello, sino el propio Nicolás
Maduro.
Recientemente,
Maduro ha convocado al diálogo a los empresarios privados, y ha advertido que
no estará dispuesto a seguir regalando viviendas; por el contrario, cada
ciudadano tendrá que ganarla con su esfuerzo. Chávez jamás procedió de esta
manera, y por buenas razones: como típico izquierdista, Chávez asumió que la
empresa privada es depredadora del proletariado; y que no es necesario convocar
a un diálogo con los empresarios, sino más bien expropiar sus industrias, como
parte de la lucha de clases. Asimismo, Chávez sembró en los venezolanos la idea
de que el Estado es el garante del bienestar, y que por ende, el ciudadano
puede esperar la acción paternalista del Estado en la satisfacción de todas sus necesidades.
Las
acciones de Maduro apenas son embrionarias, y habrá que esperar si (en honor a
su apellido), realmente maduran. Pero, sí son sorprendentes, pues son típicas
de la derecha, no de la izquierda.
Pero, por supuesto, en esta coyuntura, para ser eficaz, Maduro debe disfrazarse
de izquierdista. Pues, después de catorce años de adoctrinamiento, el pueblo
venezolano no está preparado para aceptar a un mandatario abiertamente
derechista. Maduro debe seguir vistiéndose de rojo y seguir cantando los
bodrios de Alí Primera, pero mientras se deleita con esos shows mediáticos frente a las masas, a puerta cerrada conversa
francamente con los empresarios la posibilidad de estimular la iniciativa
privada.
Maduro
no sería el primer derechista endógeno de la historia. Ya ha habido varios, unos
con más éxito que otros. Mijaíl Gorbachov siguió encabezando los patéticos
desfiles militares soviéticos, pero detrás de toda esta parafernalia, sentó las
bases para las reformas que eventualmente condujeron a la implosión de la URSS.
La perestroika es probablemente la
más emblemática representación de la “derecha endógena” en el siglo XX. Gorbachov
no tuvo los mejores resultados. El brutal sistema comunista de la URSS se desplomó,
pero no es del todo seguro que lo que vino después en Rusia fuese mejor. Quizás
el error de Gorbachov estuvo en no haber propiciado sus reformas de manera
suficientemente gradual.
Más
exitoso fue el otro gran derechista endógeno del siglo XX, Deng Xiaoping. En un
inicio, Deng fue más abierto en su deseo de reformas, y pagó caro su error. Se
ganó la desconfianza de Mao, y la revolución cultural china fue exitosa en
separarlo del escenario político. Pero, tras la muerte de Mao, Deng regresó a
la escena política, y esta vez, aprendió su lección. Fue más cauteloso, y
asumió con más vehemencia la parafernalia comunista, y supo disimular mejor su
deseo de abrir a China a la economía de mercado. Pero, tras bastidores, fue
sentando las bases para el abandono del comunismo y la inserción de China en el
capitalismo global. Los chinos deben a Deng el perfilarse hoy como una gran
potencia, después de haber permanecido varias décadas como el gigante dormido. El
legado de Deng sigue vigente hoy. Ningún chino se atreve a asomarse como
abiertamente derechista, pero es un secreto a voces que la “derecha endógena”
es quien realmente gobierna China.
Por
ahora, no hay posibilidad de que un líder de derecha llegue al poder en
Venezuela. El comportamiento de Capriles y la oposición ha sido consistentemente
errático. Pero, sí hay la posibilidad de que Maduro aproveche su semblanza
comunista, y adelante las reformas que Chávez no quiso hacer. Maduro tiene una
oportunidad dorada de convertirse en el paladín de la derecha endógena.
Esperemos que no nos defraude a nosotros, la derecha exógena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario