Desde hace un año conduzco
diariamente un programa de radio (antes participaba con mi buen amigo Alexander
Hernández). La emisora en la cual participo no es comercial. Pero, he visto de
cerca que, en las emisoras comerciales de Maracaibo, existe la tendencia a que
los locutores hablen con acento caraqueño (y terminan pareciéndose al 'Chúnior' inmortalizado por Emilio Lovera), a pesar de que muchos de estos
locutores jamás han vivido en Caracas, e incluso, la mayoría de ellos, cuando no
están frente a los micrófonos, hablan con acento zuliano.
Es fácil
interpretar esta situación como un complejo colonialista más. Frantz Fanon, un
gran crítico del colonialismo, dedicaba el primer capítulo de su libro Piel negra, máscaras blancas a los martiniqueses
negros que trataban de hablar el francés como los colonos blancos. La clase
acomodada de antillanos negros sólo hablaban el dialecto creole a los sirvientes, y estimulaban a sus hijos a no hablar ese
dialecto. Hablar como los franceses metropolitanos era sumamente valorado,
mientras que hablar el creole era
motivo de vergüenza pública.
Fanon detectaba
que, al hablar como los franceses metropolitanos, los martiniqueses trataban de
adquirir algún grado de igualdad frente a los blancos. Pero, en realidad,
advertía Fanon, esto no hacía más que prolongar las relaciones colonialistas
que constituyen el núcleo de la opresión. Al asumir el acento metropolitano, tácitamente
se está aceptando la premisa colonialista de que aquello que procede de que la
cultura del colonialista es superior a la del colonizado. Fanon veía todo esto
como una suerte de traición: gente negra que se coloca una máscara blanca y
abandona sus raíces. Y, naturalmente, sentía repudio por estos traidores.
Pues bien, el análisis
de Fanon perfectamente puede extenderse a la relación entre el Zulia y el resto
de Venezuela. Hoy, el poder central de Caracas quiere insistir en que Venezuela
es una nación indivisible, y que los zulianos reciben el mismo trato digno que
los miembros de cualquier otra región. Muchos de los representantes de este
poder central alegan que sería anacrónico postular que el Zulia es una colonia
de Caracas. Pero, al analizar las relaciones culturales entre Caracas y el
Zulia, deberíamos tomar más cautela frente a este tema.
Durante le época
del colonialismo inglés y francés, hubo muchas representaciones de los
colonizados. El célebre libro de Edward Said, Orientalismo, es un minucioso estudio sobre cómo, desde las metrópolis
europeas, se construían estereotipos de los pueblos árabes colonizados, a
quienes se representaba como ignorantes, fanáticos, perezosos, despóticos,
lujuriosos, etc. La construcción de estereotipos ha sido una estrategia clave
en el dominio colonial. Pues bien, no es necesario buscar demasiado para
encontrar que, en Caracas, prolifera la representación estereotípica del
zuliano en los medios de comunicación y la cultura popular (desde el vulgar ‘Rafucho
el Maracucho’ hasta palabras como ‘recontratriplemollejúo’).
Fanon, Said, y
tantos otros críticos, detectaron que todo esta representación estereotípica
genera vergüenza étnica. Y, así, como bien documenta Fanon, eventualmente el
complejo de inferioridad del colonizado hace que éste trate de abandonar sus
rasgos culturales, y asuma los del colonizador. Pues bien, exactamente el mismo
principio yace tras el fenómeno de los locutores zulianos con acento caraqueño.
El acento zuliano está asociado a lo vulgar, lo grotesco y la ignorancia. Para
presumir de refinamiento y cultivo de las artes, los locutores zulianos deben
acudir al acento caraqueño.
Lo mismo que Fanon,
mucha gente en el Zulia queda indignada con esta ‘traición’ cultural de los locutores.
Y, entre los promotores culturales, existe la tendencia a desear escuchar
nuevamente locutores ‘auténticos’ que no asuman una voz de ‘plástico’ para
complacer a las audiencias esnobs. Además,
alega mucha gente, la peculiar forma de hablar de los zulianos es un patrimonio
cultural de nuestra región que debe ser rescatado y evitar que se pierda.
Puedo entender los
motivos de esta queja, pero no la comparto. En efecto, como bien sostenía
Fanon, probablemente la emulación de acentos metropolitanos se debe a la
degradación colonialista del acento local. Pero, en una sociedad verdaderamente
abierta, debe existir plena libertad para hablar con el acento que se desee, sin
temor a la censura social.
El desdén que se
siente por los zulianos que hablan con acento caraqueño parte de una premisa
nacionalista romántica que resulta muy cuestionable. Bajo esta premisa, cada pueblo
tiene un espíritu colectivo, un Volksgeist
que sobrecoge a sus miembros. Bajo la premisa nacionalista, el Volksgeist está por encima de la
preferencia individual. Y, así, para mantener la concordancia con el espíritu
del pueblo, quien nace en un determinado pueblo, está virtualmente obligado a
seguir los patrones culturales de ese pueblo. Cuando el nacionalismo prosperó
como ideología política y cultural a inicios del siglo XIX en la Alemania romántica,
se tenía la esperanza de conseguir una homogeneidad cultural en cada nación,
precisamente para fortalecer las bases de la identidad nacional. Bajo esta ideología,
opera una holística comunitaria que exige a los individuos sumergirse en el colectivo
cultural.
Esta ideología
nacionalista es terriblemente colectivista, y suprime la autonomía individual. Contrario
a los nacionalistas románticos que enaltecen el Volksgeist, me parece mucho más sano adscribirse a la opinión
cosmopolita de que el hombre, antes de pertenecer a una nación, se pertenece a
sí mismo. Y, así, quien decide hablar con este o aquel acento, no está ni consolidando
ni traicionando su identidad cultural, sino que sencillamente, expresa su
preferencia personal.
El nacionalismo romántico
tiene, además, el agravante de encasillar a los individuos en determinados
roles, sin permitirles salir de esas casillas. Bajo esta ideología, al zuliano
debe gustarle la gaita, y si acaso le gusta el vallenato, es un traidor a su
esencia cultural. Así pues, el nacionalismo cultural construye esencias y se
las impone a los individuos. El mismo Frantz Fanon tenía también esta
desafortunada tendencia: en su obra, dejaba entrever que el negro que asimilara
los valores culturales europeos, estaba traicionando a su propio pueblo.
De esta manera, el
nacionalismo cultural se abroga el derecho de decidir qué es lo auténtico y qué
es lo falso. Un zuliano es ‘falso’ cuando usa una expresión como “mira, vale…”,
mientras que es auténtico cuando dice “¡qué molleja!”. Pero, de nuevo, este
fetiche con la autenticidad cultural termina por ser opresivo, pues impone el Volksgeist colectivista al individuo, y
no le permite salir de la casilla en la cual se le ha encerrado. Bajo esta
premisa nacionalista, el mero accidente de nacer en un lugar, obliga al individuo a hablar de una forma
en particular. No hay libertad para seleccionar qué entonación emplear.
El nacionalismo romántico
desconoce que la dinámica cultural impide poder alegar que existan culturas auténticas
y falsas. Todas las culturas han recibido préstamos de otras. No hay culturas
puras. Así como el acento zuliano es probablemente un préstamo de los
conquistadores y colonizadores del sur de España, ¿qué impide que, ahora, el
acento de los zulianos tome prestado de la forma de hablar de los caraqueños?
Y, en buena medida,
esta obsesión con la pureza de la cultura y la distinción entre lo auténtico y
lo falso, ha contribuido inadvertidamente a los estereotipos que tanto nos
molestan. Al encasillar a los zulianos en el Volksgeist y no ofrecerles la suficiente libertad para hablar como
mejor les parezca, se concede una oportunidad dorada para que las personas
ajenas al Zulia exploten los estereotipos. Se trata de la misma crítica que con
frecuencia formulo a los movimientos de resistencia colonial: en la medida en
que en el Tercer Mundo se rechacen las instituciones modernas, por el mero
hecho de ser occidentales, se abre el espacio para que las potencias europeas
sigan representándonos como pueblos atrasados.
Por último, el
esfuerzo por preservar los acentos locales como forma de patrimonio cultural es
también preocupante. Rescatar un patrimonio cultural es perfectamente
aceptable. Pero si, de nuevo, esto implica imponer una forma de hablar a
alguien que sencillamente no la quiere emplear, ya es motivo de preocupación.
Y, además, la
obsesión con el rescate de los acentos como patrimonios culturales es
nuevamente recordatorio de la ideología nacionalista romántica que asume que
hay culturas puras, a las cuales es necesario salvar de la degradación producto
de la influencia exterior. Valga repetirlo, todas las culturas, de una u otra
forma, son ‘degeneraciones’ de culturas anteriores. No hay acentos puros. El
acento zuliano actual fue una seguramente una variación del acento andaluz del
siglo XVI. A su vez, éste fue una variación del acento castellano medieval, y éste
del latín, y así sucesivamente. Si en la Edad Media se hubiese tenido la
preocupación de mantener al castellano íntegramente como patrimonio cultural,
libre de influencias foráneas, hoy estaríamos conversando con el lenguaje del Cantar del Mío Cid. Ciertamente ese
lenguaje puede ser muy bello, pero nadie se lamenta de que hoy ya no hablemos
de esa forma. Del mismo modo, no veo por qué debamos lamentarnos de que, quizás
dentro de treinta años, en plena Plaza Baralt, los limpiabotas ya no dirán “¿Cómo
que no vais, muñeco, a limpiar?” (en alusión a la hermosa canción de Rafael
Rincón), sino algo así como “Mira vale, ¿le echamos plomo al brillo de la bota?”.
Yo soy simpatizante
de la secesión zuliana. Pero, mis simpatías obedecen casi exclusivamente a
motivos políticos y económicos. El Zulia ha sido depredado por el poder central
de Caracas (especialmente en el gobierno de Chávez), y creo que nuestra región
sería mucho más próspera si nos convirtiésemos en un país independiente. Pero,
no invoco motivos culturales para separarnos de Venezuela. Por supuesto, ningún
movimiento secesionista ha triunfado con puros argumentos económicos y políticos.
Para conseguir el apoyo popular a la secesión, las elites que dirigen estos
movimientos siempre enaltecen el Volksgeist
popular, para convencer a sus miembros de que ellos son una nación culturalmente
aparte del país del cual se desean separar. Y, así, los movimientos
secesionistas colocan una terrible presión para evitar las influencias
culturales foráneas, especialmente las procedentes del poder central.
Quizás la Realpolitik exija que, para conseguir la
secesión, sea necesario acudir al discurso nacionalista cultural. Pero, en mi
mundo ideal, quisiera tratar de persuadir a los zulianos de la conveniencia de
separarnos política y económicamente de Caracas, sin necesidad de apelar a la ideología
nacionalista romántica. El problema es la centralización política en Caracas y
la depredación económica del Zulia. El problema no son los zulianos que hablan
con acento caraqueño.
Casi siempre en los hablantes de una provincia o estado dentro de un país, hay dos tendencias con esto del habla: a hablar tal como lo hace en su pueblito o ciudad de provincia, y a hablar con un acento "neutro", que en parte, elimina mucho de lo característico de su hablar vernáculo, y hace aflorar una especie de acento general que no es inmediatamente reconocible como de tal o cual parte. Ese acento general ha sido más fácil de adquirir a partir de los medios modernos (radio, televisión...), pero la idea ya estaba en las escuelas del siglo XIX, y no solo aquí: en casi todas las naciones del mundo. Un francés de Toulouse o Córcega, tendrá su acento y hasta su dialecto, propio de su ciudad y provincia, pero sabrá hablar el francés general para hacerse entender de un mayor público, por ejemplo, si lo entrevistan en los medios. Lo mismo un alemán, un inglés, un italiano, un español, un chino (tiene que saber mandarín, para comunicarse con otros que lo sepan, así lo hablen como lengua nativa muy pocos), etc. De modo que esto de los maracuchos no lo veo como tanto problema. Y con la ayuda de los medios no solo podrá sobrevivir y continuar, sino que se hará más fuerte. Creo que tenemos "qué molleja" para rato. No me extrañaría que en futuras colonias de planetas (seguro a los sudamericanos nos tocarían planeticas...) habrá el planeta o parte de planeta venezolano, y en un rincón habrá alguien también diciendo "¡Qué molleja!" recordando el lago y los pastelitos.
ResponderEliminarSí, básicamente mi idea es que cada quien tiene la libertad de usar el acento que le venga en gana. Los ultra-regionalistas que quieren mortificar a quienes no hablan como ellos, son opresivos...
EliminarDebo decir que esta redacción me encantó. Ahora, quiero dar a conocer mi punto de vista respecto a ciertos temas: Yo soy Zuliano, me encanta la gaita, la danza, los valses y contradanzas zulianas porque me gusta, mejor dicho, lo amo y lo siento parte de mí. Hablo de vos, utilizo algunas expresiones, entre muchas otras cosas. A mí no me molesta que un otro Zuliano me diga que no le gusta la gaita prefiera el vallenato, lo que sí me molesta es ese desdén que en algunos casos se tiene hacia el folclore y la cultura propia, y ese olvido que ha tenido a lo largo de los años. Concuerdo en que es aceptable el rescate de la tradición; mas, difiero en que implica una imposición, pero esto último puede presentarse, como se presenta el modo de hablar de las personas en el Zulia, donde en muchas partes hay personas que te corrigen cuando voseais, diciendo que está mal y seguidamente e presentan la forma correcta en tuteo, pero nadie corrije cuando alguien dice "viáis", cosa que preocupa por ser tan ostensible el descuido, la marginalidad, y vulgaridad en que se tiene el vídeo Zuliano. Mi padre dice: a cualquier persona se le pega alguna jerga o un acento por pasar tiempo con personas de otros lugares, algo que no está mal, lo que sí está mal es cuando lo hacen para parecer geniales y estar "a la moda", produciendo así que se dañe el lenguaje, surja un sin fin de aberraciones lingüísticas y se degenere el lenguaje, como en Venezuela, donde actualmente mucha gente tiene un vocabulario demasiado vulgar en comparación con tiempos anteriores y la cultura popular se degenera; Venezuela no ha evolucionado en estos aspectos, sino que ha involucionado y perdido la esencia que le caracteriza. Hay ciertos personajes coterráneos dicen que un "maracucho en jodedor, bullanguero, alborotado, lanzando maldiciones a diestra y siniestra, etc. Se ha degradado la imágen del Zuliano, cuando nuestra esencia no es esa, sino algo que más bien nos caracteriza (aclaro que esto no envuelve a cada persona; es una generalidad de los valores zulianos): la amabilidad, la cortesía, el comedimiento, la elegancia, la jovialidad, la franqueza, la amistad, el calor humano, el pundonor, la protesta y el rechazo a la injusticia, la pujanza, la honestidad, el respeto, la responsabilidad, la libertad, el amor, la devoción, la genuinidad, el amor por lo propio y vernáculo, la elocuencia, el ingenio; la zulianidad.
ResponderEliminarUn pueblo, a pesar de los desastres y desventuras que pudiere ocurrirle, matanzas y crisis, no morirá; un pueblo realmente muere cuando pierde su identidad, y nada lo diferencia de otros.
Felicito al Dr. Gabriel Andrade por la redacción de este blog.