Gentilmente
José Antonio Alfaro ha escrito una respuesta a mi reseña de Los productos naturales ¡vaya timo!, de
JM Mulet (acá la reseña). La reproduzco abajo.
Estimado
Gabriel. He leído con gran interés algunos de tus artículos sobre temática
humanística y social y, aunque al contrario que tú, mi formación es más bien
técnica y ello motiva que en ocasiones me pierda en la maraña de escuelas,
corrientes filosóficas y pensadores que citas, he disfrutado de tus textos y
comparto la mayor parte de tus opiniones.
Con
respecto al libro de Mulet, éste está orientado a un público general, profano
en temas técnicos, desconocedor de la agronomía y poco inmerso en las discusiones
científicas sobre ecología, sanidad alimentaria, organismos modificados
genéticamente (OMG), etc. Esto no sería malo, siempre que el fin del libro
fuera divulgar e informar imparcialmente. Entiendo que ése es tu perfil de
lector del libro, según lo que cuentas en el primer párrafo de tu reseña, y
quizás por eso asumes con buena fe como verdaderas las afirmaciones que Mulet
hace en su libro. En mi opinión, la mayoría de las afirmaciones de Mulet
relacionadas con lo ecológico y con los transgénicos se basan en datos
parciales, o sacados de contexto, cuando no son absolutamente falsas y
tendenciosas. El fin de tal actitud: desvirtuar el sentido de lo que todos
consideramos más o menos natural, desprestigiar a todo lo que suene a ecológico
y hacer apología de no sólo lo que es su trabajo, la investigación con OMG (lo
cual puede ser hasta loable), sino también de la industria de los transgénicos
tal y como actualmente está planteada. En resumen, creo que el libro de Mulet
es un panfleto y te haré una serie de comentarios para intentar demostrarlo.
Antes
de ello, te indicaré que creo que en tu artículo cometes el mismo error que
Mulet comete en su libro: tomar a una parte específica como representante de
una totalidad muy diversa. En el caso de las organizaciones ecologistas, no
sólo están los pocos que queman campos de maíz transgénicos, o que se oponen a
todo tipo de avance científico, o los “izquierdoides” verdes de salón. También
están los que apoyan las energías renovables (no creo que se les pueda tachar
de pro-pre-modernistas); los que limpian vertidos de crudo; los que mantienen
centros de recuperación de fauna; los que presentan alegaciones fundamentadas
en los procedimientos administrativos, gracias a las cuales conservamos mucho
de nuestro patrimonio natural (ya sé, aunque no sea natural sensu stricto,
porque no hay nada completamente natural); los que se juegan la vida en una
lancha neumática para impedir la sobreexplotación de los océanos; los que
reforestan, conservan y recuperan hábitats; etc. Pero claro, Mulet sólo habla
de los “malos”, tomándolos como los representantes de todos los ecologistas.
También da a entender que todas las organizaciones ecologistas se nutren de
subvenciones para atacar a las instituciones que las subvencionan: ¡Falso! Ni
todas las organizaciones ecologistas reciben subvenciones (¿y qué si lo
hacen?), ni defender la naturaleza es atacar a las instituciones.
En
cuanto a las preocupaciones de los ecologistas ¿te parece pijo preocuparse por
el calentamiento global? Acepto que hay pijos aprovechados, como Al Gore, que
se han subido al carro de la denuncia del calentamiento global para sacar
beneficio, pero no se les puede negar el mérito a las organizaciones
ecologistas y a las no ecologistas que desde hace tiempo están llamando la
atención sobre los peligros de este hecho, incluso cuando las grandes
multinacionales energéticas pagaban gran cantidad de dinero para desinformar y
desacreditar. ¿Te parece pijo defender un aprovechamiento sostenible de los
océanos y de los bosques y no esquilmarlos como sucede actualmente en gran
parte del planeta? ¿Te parece pijo
defender el patrimonio natural frente a la especulación del gran capital? ¿Te
parece pijo llamar la atención sobre el hecho de que en pocos decenios más de
crecimiento descontrolado, este planeta no va a ser capaz de albergar a su
población de manera digna (especialmente pensando que unos pocos acaparan y
abusan de los medios que el planeta ofrece)? De hecho, una parte muy importante
de la población mundial ya no vive de manera digna. Y aunque Mulet venga ahora
a salvar el planeta con sus transgénicos, el maíz y la soja transgénicos que se
producen en el mundo, controlados por las grandes multinacionales del sector,
no sirven para alimentar a esta población, sino que van a producir biodiésel
para que los privilegiados continuemos utilizando nuestros magníficos vehículos
a nuestro antojo y van a engordar cerdos, vacas y pollos para que éstos nos
engorden a su vez también a los privilegiados. ¿Quién es, pues, más pijo, el ecologista
preocupado o el consumidor indolente? El problema actual no es de producción,
sino de distribución; el problema futuro sí será además un problema de
producción, pero por mucha producción que se supone que generen los
transgénicos, no será suficiente para alimentar a una humanidad en continuo
crecimiento.
Con
respecto a lo “natural”, no sé de dónde se saca Mulet la peregrina idea, que tú
también asumes, de que lo “natural” es aquéllo en lo que no ha influido la mano
del hombre. Bajo esta definición, que no es una de las que da el Diccionario de
la Lengua Española,
no habría en la superficie del planeta prácticamente nada natural, puesto que
hasta los lugares más recónditos de la Tierra se ven afectados por una atmósfera
modificada por la acción humana. Mulet utiliza la clásica falacia de argumentar
contra algo exagerado, distinto de lo que se pretende desmentir. En el polo
opuesto estaría la consideración de que, puesto que el Homo sapiens es producto y forma parte de la naturaleza, todo lo
que él hace sería natural, es decir, no existiría nada no natural. Ni una cosa,
ni otra. En el campo de la alimentación, todos tenemos una idea más o menos
clara de lo que es natural, aunque haya diferentes concepciones y baremos, y no
hace falta que venga Mulet a contarnos paparruchadas que no vienen a cuento
acerca de la agricultura del Neolítico. Un alimento natural es aquél de
elaboración sin técnicas industriales sofisticadas y sin aditivos innecesarios.
Ésto es lo que yo considero un alimento natural; es mi definición personal, no
es exacta y la mayoría de las personas tendrán otras definiciones, pero que no
se apartarán mucho de la mía. Lo que Mulet considera un alimento natural,
aparte de que no existe ninguno de esas características, es una insensatez alejada
del sentido común y echa por tierra una buena parte del argumentario de su
libro.
A
diferencia de lo natural, lo que sí está bastante definido, aunque con leves
diferencias según los diferentes ámbitos políticos del planeta, es la
agricultura ecológica, también denominada biológica u orgánica. Me llama la
atención, Gabriel, que no hayas citado el tema de la agricultura ecológica en
tu reseña, ya que es uno de los principales objetivos de ataque del libro. En
el primer capítulo, dedicado a ello, Mulet lanza una serie de ataques a la
agricultura ecológica, basados en una serie de supuestos datos puntuales sin
referenciar y de afirmaciones que son medias verdades. Voy a poner un solo
ejemplo que tú citas de refilón en tu reseña: Mulet dice que los productos ecológicos
son menos seguros porque para la fertilización de los cultivos se utiliza
estiércol (llega a decir que comer estos productos es como “comer caca”).
Siendo cierto que en la producción ecológica se utiliza estiércol, además de
otros tipos de compuestos orgánicos (compost, residuos de cosechas, etc.), lo
que Mulet se calla es que el resto de cultivos que se realizan sobre suelo, ya
sean convencionales o transgénicos, también aportan materia orgánica en forma
de estiércol o de otros compuestos orgánicos, puesto que la existencia de un
complejo húmico en el suelo es fundamental para la absorción de elementos
minoritarios necesarios para el desarrollo de las plantas. Para “ilustrar” el
asunto, Mulet da un par de ejemplos puntuales separados en el tiempo, de dudosa
procedencia y, una vez publicado su libro, no deja de citar continuamente en su
blog, en entrevistas, en la publicidad de su libro, en discusiones, el caso de
las 49 muertes de Alemania en 2010 por E.
coli, atribuyéndolas a la agricultura ecológica, en contra de lo concluido
en los informes de la
Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), los cuales,
en ningún momento apuntan hacia las prácticas de la agricultura ecológica como
las responsables de dicha contaminación. Si se ha de poner la etiqueta que
propones “¡Peligro, riesgo de E. Coli!”, habría que ponerla en casi todos los
productos alimenticios, no sólo en los de agricultura ecológica.
Gabriel,
no puedo estar más de acuerdo contigo cuando escribes “La falta moral no es
sólo la mentira, sino también la omisión”. Estoy de acuerdo en cuanto al
etiquetado de los productos transgénicos, pero también porque precisamente la
estrategia de la omisión es la que utiliza Mulet abundantemente en su libro
para convencer al profano de su “verdad”.
Con
respecto a los transgénicos:
-
Ventajas de los transgénicos: permiten alimentar a más gente. ¡Falso! Alimentan
a vehículos con biodiesel y a granjas intensivas para sobrealimentar al mundo
desarrollado a base de carnaza (¡ojo! yo no soy vegetariano, pero la
alimentación de occidente tampoco sigue la famosa pirámide de la alimentación
que estudian nuestros hijos en el colegio).
-
Ventajas de los transgénicos: destruyen menos el medio ambiente. ¡Falso! La
productividad de los cultivos transgénicos es sólo levemente superior a la de
los cultivos convencionales… hasta que aparecen resistencias por parte de las
plagas y malas hierbas, entonces se igualan. La utilización de una variedad
transgénica resistente a los lepidópteros no evita tener que tratar con pesticidas
contra otros tipos de plagas y enfermedades. La utilización de una variedad
transgénica resistente a un herbicida total, como el glifosato, permite tratar
con este dañino herbicida indiscriminadamente.
-
Mulet rebate sólo lo que es fácil rebatir: “el órden natural de las cosas”,
“las leyes naturales” y otros pseudoargumentos generales, más o menos
esotéricos.
-
¿Rudyard Kipling se refería a los transgénicos cuando escribió lo de “…llenar
la boca del hambre, y hacer que cese la enfermedad”? Lo dudo mucho.
En
resumen, yo no estoy en contra de la investigación con OMG (transgénicos), ni
incluso de su posible utilización si queda meridianamente e independientemente
demostrado que no suponen un peligro para el medio ambiente y sí mejoras para
la humanidad. De lo que estoy en contra es del modelo de concepción de la
agricultura como un negocio al margen de la ética, y esto es precisamente la
actual industria multinacional de la agricultura que ha apostado por los OMG,
principalmente porque son productos patentables o garantizan la utilización de los
agroquímicos que las propias multinacionales venden.
Podría
seguir comentando durante páginas, pero creo que ha quedado suficientemente
clara mi crítica. Tan sólo quiero poner unos enlaces interesantes que pueden
aportar más luz sobre el tema:
Informe
final de la EFSA
sobre el asunto E. coli de Alemania
(en inglés):
Sobre
el hambre en el mundo:
Una
extensa crítica hecha al libro por alguien que no es profano:
Sobre
la agricultura ecológica:
Un
saludo.
José
Antonio Alfaro.
Gabriel, creo que esta respuesta debería hacerte reflexionar sobre tu defensa de un libro cuyo autor solo pretende alcanzar notoriedad y vender lo máximo al margen de la utilidad y veraxidad de sus afirmaciones.
ResponderEliminarun saludo
Jav, acá puede leer por qúe yo sí apoyo a JM Mulet: http://opinionesdegabriel.blogspot.com/2012/11/resena-de-los-productos-naturales-vaya.html
EliminarAcá también lo desarrollo: http://opinionesdegabriel.blogspot.com/2012/11/ahi-viene-el-transgenico-feroz.html
El problema de los defensores de los productos naturales es que estáis cegados por vuestros prejuicios y a todos los que argumentan contra ellos a partir de bases científicas los tildáis de vendidos a las multinacionales. Y seguís con la verborrea de siempre: "el gran capital", "la sobrealimentación", "engordarnos", etc., cosas todas que nada tienen que ver con los argumentos científicos en sí, sino con la sociedad, la política y la economía. Podrías haber hecho toda tu crítica como comenzaste, es decir, rebatiendo con argumentos no políticos ni ideológicos el argumento de que lo natural no existe en la agricultura, argumentos que me parecen plausibles. Pero no, te emocionas, se te ve el plumero hippie y acabas atacando el sistema, el mismo del que tú, según reconoces (y aunque no lo reconocieras), participas. El sistema es el que es, con sus injusticias, pero nada afectan a la verdad: que existe una quimiofobia absurda, nacida de la ignorancia y el alarmismo de los ecologistas, alarmismo que no tildas de negocio, a pesar de que lo es. Y que del mismo modo que tú consideras natural un huerto, Mulet y yo podemos sostener que es una violación infligida a la Madre Tierra. Y ceded, que no pasa nada rectificar: se sabe ya que los transgénicos no son nocivos sino todo lo contrario, y volvéis a cerrar los ojos y a jugar al discurso ambiguo, escéptico o apocalíptico. Bajaos del carro del ecologismo por unas horas, como hicimos muchos cuando cumplimos los 18 años, y leed el libro atendiendo a sus argumentos científicos.
ResponderEliminarEtcétera, etcétera, etcétera.
Jose, éste al que tú consideras un hippie infantiloide sólo se va a molestar en contestar a tu última recomendación:
Eliminar"...leed el libro atendiendo a sus argumentos científicos".
EL LIBRO DE MULET NO PRESENTA NI UN SOLO ARGUMENTO CIENTÍFICO.
Lo puedo escribir con letras más grandes, pero no más claras.
J.A. Alfaro