martes, 27 de noviembre de 2012

Segunda respuesta de José Antonio Alfaro

Escribí una reseña de Los productos naturales ¡vaya timo! (acá); José Antonio Alfaro ofreció una respuesta a esa reseña (acá); luego yo escribí una réplica (acá), y ahora Alfaro ofrece una contrarréplica, la cual reproduzco a continuación.


En primer lugar, me alegro mucho de comprobar que en lo que respecta a las organizaciones ecologistas, en realidad, en la mayor parte de los postulados, tú y yo estamos de acuerdo. Pero en cuanto a Mulet, a pesar de tus sospechas (“Yo no me opongo a los grupos ecologistas per se -y sospecho que Mulet tampoco-“), tanto en su libro como en su blog no hay más que críticas despiadadas y poco fundamentadas al ecologismo en general. Por ejemplo, en su blog suele hablar de Ecologistas en Acción (confederación de 300 grupos ecologistas españoles) en lugar del grupo ecologista al que va dirigida su crítica. Aun en el caso de que la crítica fuera fundada, debería hablar del grupo ecologista en concreto y no de todos los ecologistas. Es como si tachamos a la Universidad de anticientífica porque en algunos centros se imparten cursos de pseudociencias como la homeopatía o la medicina holística. Pero más vale no elucubrar sobre lo que puede pasar por la cabeza de Mulet; si quiere, que lo diga él, mientras tanto habremos de referirnos a sus escritos.

Cuando escribes: “…comparto la preocupación maltusiana por el crecimiento demográfico. Pero, la respuesta no es matar de hambre a la gente para detener el crecimiento”. ¿Quién ha hablado de matar de hambre a la gente? Yo no.
“Por eso, la solución no es acabar con los transgénicos, sino distribuir condones y ofrecer educación sexual”. Yo tampoco he dicho que haya que acabar con los transgénicos para solucionar el problema de la sobrepoblación; yo soy contrario a la actual industria de los transgénicos por otras razones. Aparte de estos malentendidos, veo que también aquí compartimos la opinión de que hay que poner límite al crecimiento demográfico con métodos civilizados.

Hablas de “…la premisa del crecimiento de suma cero…” y dices que la ganancia de un hombre no tiene por qué implicar la pérdida de otro. Supongo que te refieres a ganancia económica, pues luego te refieres al crecimiento económico. En otros tipos de crecimiento estoy de acuerdo contigo: crecimiento intelectual, moral, de calidad de vida… En estos tipos de crecimiento podemos crecer todos muchísimo y la ganancia de un hombre no tiene por qué implicar la pérdida de otro. Pero el crecimiento económico no se comporta del mismo modo. Para empezar hay que incluir otro sumando: el resto del mundo que nos rodea (básicamente, naturaleza y recursos). Yo veo así la ecuación:

Mundo desarrollado con enormes ganancias económicas
+
Mundo en vías de desarrollo con moderadas ganancias económicas
+
Mundo subdesarrollado sin ganancias ni pérdidas, pues no pueden perder más
+
El resto del mundo al margen del hombre, con enormes y continuadas pérdidas
=
0

Según mi ecuación, la ganancia económica de una parte de la humanidad supone el mantenimiento en la miseria de otra parte y la esquilmación de la naturaleza y de los recursos del planeta. Hace unos decenios aproximadamente la cuarta parte de la humanidad pasaba serias necesidades. En la actualidad esa proporción ha disminuido porque ha aumentado la población mundial que tiene resueltas sus necesidades básicas, pero en términos absolutos, siguen existiendo esos cerca de mil millones de personas que carecen de lo esencial, a pesar de los esfuerzos de la ONU para erradicar el hambre del mundo. Y este cambio ¿cómo ha influido en el resto del planeta? De un modo muy negativo: cambio climático, deforestación, agotamiento de los recursos pesqueros, pérdida de hábitats naturales, contaminación, extinción en masa de especies (similar a otras extinciones en masa ocurridas a lo largo de la historia geológica, como ha comprobado el paleobiólogo John Alroy), etc.

Dices: “No es atractivo para una organización occidental movilizar toneladas de comida para los hambrientos de Etiopía. Las hermanitas de la caridad existen, pero son minoría en el mundo, y quienes tienen el poder de lograr las cosas, no suelen ser estas monjitas. En cambio, sí es muy atractivo generar biotecnología y vendérsela a los campesinos del Tercer Mundo”. Las multinacionales agroquímicas, desde luego que no son hermanitas de la caridad, por eso, los transgénicos que producen no están pensados para ser vendidos en el tercer mundo. ¿Con qué dinero podría un campesino del tercer mundo comprar las semillas transgénicas y los pesticidas necesarios para cultivarlas? Eso no quiere decir que no se puedan cultivar en esos países, ya que grandes compañías con gran influencia (principalmente económica sobre los dirigentes de esos países, que no son precisamente ejemplo de honestidad) consiguen fácilmente concesiones, terrenos a deforestar, registros de tierras echando a quienes las ocupan, etc. Lo que necesitan los campesinos del tercer mundo es que les dejen cultivar EN PAZ sus pequeños campos, con las variedades de semillas que tienen adaptadas a su clima, que se les facilite la educación a sus hijos, que se les proporcionen los medios necesarios para mejorar su calidad de vida (acceso al agua, sanidad, cultura, etc.) y, puntualmente, cuando surja un problema concreto, que se les ayude. Lo que no necesitan: guerras económicas (todas son económicas, patrocinadas por los poderes económicos de occidente), ser desplazados de sus tierras, ser empleados en condiciones de semiesclavitud, etc. Los transgénicos no van a sacar de la miseria al tercer mundo; en todo caso, lo contrario.

Los transgénicos forman parte del juego de desviar parte de la producción de alimentos básicos a la producción de biodiésel y a la alimentación de animales de granja. Y esto tiene efectos a miles de kilómetros de distancia (como en el enlace que puse sobre Goldman Sachs), ya que la economía globalizada implica que el aumento de precios en una parte del mundo afecte también al otro extremo del globo.

Dices que yo estoy dispuesto a emplear la selección artificial pero no la tecnología de modificación genética. Una vez más, yo no he expresado tal idea en mi comentario. Lo puedes comprobar si lo relees más detenidamente. Yo lo que expresé es que estoy en contra de las multinacionales agroquímicas (las cuales han apostado por los transgénicos como medio de perpetuar su suculento negocio), pero sobre todo, lo que critico en mi comentario son los argumentos falaces que Mulet utiliza en su libro y en su blog para convencer de que los transgénicos son la panacea que va a solucionar los problemas de alimentación y de medio ambiente en el planeta. Como ejemplo del incremento en el uso de pesticidas por parte de los transgénicos, me remito al artículo del investigador Charles M Benbrook (http://www.enveurope.com/content/pdf/2190-4715-24-24.pdf). Como ejemplo de la peligrosidad del uso de pesticidas, me remito a datos de la Organización Mundial de la Salud publicados en numerosos medios: entre aproximadamente 100.000 y 200.000 muertes al año por pesticidas.

Los transgénicos no tienen mayor productividad y no son más rentables si no es en condiciones de monocultivo de grandes extensiones. Estas condiciones conllevan una disminución de los indicadores ambientales, como se indica en el artículo de Hodgson et al. (http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/j.1461-0248.2010.01528.x/abstract). Y aun en el caso de que tuviesen una mínima mayor productividad, los efectos de los agroquímicos que utilizan resultan nefastos para el medio y también para las personas (hago notar aquí que hablo de los efectos negativos para la salud de los agroquímicos que se utilizan y no de los transgénicos en sí, si bien, dejo abierto el campo de discusión de si es perjudicial para la salud el hecho de comer un transgénico que incorpora una toxina en su composición para combatir cierta plaga).

Con respecto a las omisiones del libro y del blog de Mulet, no creo que sean fruto de su carácter divulgativo, sino más bien de una estrategia para convencer de lo indemostrable: omite que los cultivos convencionales utilizan estiércol; omite las conclusiones de la EFSA en el asunto de las muertes de Alemania; omite los numerosos casos de contaminación de productos alimenticios que no tienen que ver con la agricultura ecológica, pero saca a la luz casos similares de productos ecológicos, aunque su contaminación no haya sido causada por las prácticas específicas de ésta (por ejemplo, huevos con dioxinas); omite los peligros de la producción industrial de pesticidas y agroquímicos, las substancias de desecho y el gasto energético; etc. Cuando un escrito adolece de estos defectos, se convierte en un panfleto.

Dices “…por ahora es inevitable tratar con pesticidas…” Discrepo. Es posible no utilizar ningún pesticida en muchos cultivos ecológicos. Es posible utilizar una cantidad mínima de pesticidas autorizados y escasamente dañinos en el resto de cultivos ecológicos. Pero quizás más importante, es posible reducir enormemente la utilización de pesticidas en los cultivos convencionales, sin reducir su productividad, utilizando técnicas de lo que se denomina “agricultura integrada”, simplemente utilizando técnicas agronómicas efectivas y una vigilancia y control sensato de las posibles plagas.

En cuanto a Rudyard Kipling, escribió “La carga del hombre blanco” a finales del siglo XIX. Han pasado más de 100 años desde entonces, ha habido enormes avances tecnológicos y ¿en qué estado continúa estando el tercer mundo? No parece que esa pesada carga del hombre blanco haya dado sus frutos, excepto para sus bolsillos. Y, en este sentido, los transgénicos sólo son más de lo mismo: colonialismo alimentario. Dices “…muchas potencias occidentales mejoraron las condiciones de vida de los colonizados”. Sobre eso habría mucho que discutir. Digamos, que cambiaron sus condiciones de vida ¿a mejor o a peor? Ése es otro tema de discusión que no tiene que ver con los transgénicos.

Dices: “Si, por vía del incentivo de las patentes, los científicos generan más productos que, a la larga, resuelven el problema del hambre, bienvenido sea”. Resulta que las multinacionales no están interesadas en que sus científicos generen productos que no van a poder vender a personas que no tienen dinero para comprarlos. Pero, por otra parte, productos generados en centros estatales de investigación están siendo patentados por esas mismas multinacionales que han colaborado de alguna manera en su desarrollo (de esto sabe mucho Mulet, ya que este caso se da en su trabajo), con lo que productos como semillas más resistentes a condiciones ambientales rigurosas, que podrían donarse como ayuda al desarrollo en países pobres, quedan secuestradas por las multinacionales que, como hemos quedado más arriba, no son hermanitas de la caridad. ¿De qué modo, pues, los transgénicos van a ayudar a resolver el problema del hambre en el mundo?

Y para acabar, ya que he nombrado el trabajo de Mulet, daré algunos datos. No pretendo que estos datos sirvan para demostrar ninguna argumentación, pero sí para intentar comprender el por qué de su libro y de lo que yo considero sus falacias. Mulet no es imparcial, ya que investiga con transgénicos y colabora con multinacionales del sector. Esto se puede comprobar navegando por el siguiente enlace: http://www.ibmcp.upv.es/index.php?id_grp=47 (ver especialmente el listado de patentes en la página de publicaciones).

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