Escribí una reseña
de Los productos naturales ¡vaya timo! (acá);
José Antonio Alfaro ofreció una respuesta a esa reseña (acá); luego yo escribí
una réplica (acá), y ahora Alfaro ofrece una contrarréplica, la cual reproduzco
a continuación.
En primer lugar, me
alegro mucho de comprobar que en lo que respecta a las organizaciones
ecologistas, en realidad, en la mayor parte de los postulados, tú y yo estamos
de acuerdo. Pero en cuanto a Mulet, a pesar de tus sospechas (“Yo no me opongo
a los grupos ecologistas per se -y sospecho que Mulet tampoco-“), tanto en su
libro como en su blog no hay más que críticas despiadadas y poco fundamentadas
al ecologismo en general. Por ejemplo, en su blog suele hablar de Ecologistas
en Acción (confederación de 300 grupos ecologistas españoles) en lugar del
grupo ecologista al que va dirigida su crítica. Aun en el caso de que la
crítica fuera fundada, debería hablar del grupo ecologista en concreto y no de
todos los ecologistas. Es como si tachamos a la Universidad de
anticientífica porque en algunos centros se imparten cursos de pseudociencias
como la homeopatía o la medicina holística. Pero más vale no elucubrar sobre lo
que puede pasar por la cabeza de Mulet; si quiere, que lo diga él, mientras
tanto habremos de referirnos a sus escritos.
Cuando escribes: “…comparto
la preocupación maltusiana por el crecimiento demográfico. Pero, la respuesta
no es matar de hambre a la gente para detener el crecimiento”. ¿Quién ha
hablado de matar de hambre a la gente? Yo no.
“Por eso, la
solución no es acabar con los transgénicos, sino distribuir condones y ofrecer
educación sexual”. Yo tampoco he dicho que haya que acabar con los transgénicos
para solucionar el problema de la sobrepoblación; yo soy contrario a la actual
industria de los transgénicos por otras razones. Aparte de estos malentendidos,
veo que también aquí compartimos la opinión de que hay que poner límite al
crecimiento demográfico con métodos civilizados.
Hablas de “…la
premisa del crecimiento de suma cero…” y dices que la ganancia de un hombre no
tiene por qué implicar la pérdida de otro. Supongo que te refieres a ganancia
económica, pues luego te refieres al crecimiento económico. En otros tipos de
crecimiento estoy de acuerdo contigo: crecimiento intelectual, moral, de
calidad de vida… En estos tipos de crecimiento podemos crecer todos muchísimo y
la ganancia de un hombre no tiene por qué implicar la pérdida de otro. Pero el
crecimiento económico no se comporta del mismo modo. Para empezar hay que
incluir otro sumando: el resto del mundo que nos rodea (básicamente, naturaleza
y recursos). Yo veo así la ecuación:
Mundo
desarrollado con enormes ganancias económicas
+
Mundo
en vías de desarrollo con moderadas ganancias económicas
+
Mundo
subdesarrollado sin ganancias ni pérdidas, pues no pueden perder más
+
El
resto del mundo al margen del hombre, con enormes y continuadas pérdidas
=
0
Según mi ecuación,
la ganancia económica de una parte de la humanidad supone el mantenimiento en
la miseria de otra parte y la esquilmación de la naturaleza y de los recursos
del planeta. Hace unos decenios aproximadamente la cuarta parte de la humanidad
pasaba serias necesidades. En la actualidad esa proporción ha disminuido porque
ha aumentado la población mundial que tiene resueltas sus necesidades básicas,
pero en términos absolutos, siguen existiendo esos cerca de mil millones de personas
que carecen de lo esencial, a pesar de los esfuerzos de la ONU para erradicar el hambre
del mundo. Y este cambio ¿cómo ha influido en el resto del planeta? De un modo
muy negativo: cambio climático, deforestación, agotamiento de los recursos
pesqueros, pérdida de hábitats naturales, contaminación, extinción en masa de
especies (similar a otras extinciones en masa ocurridas a lo largo de la
historia geológica, como ha comprobado el paleobiólogo John Alroy), etc.
Dices: “No es
atractivo para una organización occidental movilizar toneladas de comida para
los hambrientos de Etiopía. Las hermanitas de la caridad existen, pero son
minoría en el mundo, y quienes tienen el poder de lograr las cosas, no suelen
ser estas monjitas. En cambio, sí es muy atractivo generar biotecnología y
vendérsela a los campesinos del Tercer Mundo”. Las multinacionales
agroquímicas, desde luego que no son hermanitas de la caridad, por eso, los
transgénicos que producen no están pensados para ser vendidos en el tercer
mundo. ¿Con qué dinero podría un campesino del tercer mundo comprar las
semillas transgénicas y los pesticidas necesarios para cultivarlas? Eso no
quiere decir que no se puedan cultivar en esos países, ya que grandes compañías
con gran influencia (principalmente económica sobre los dirigentes de esos
países, que no son precisamente ejemplo de honestidad) consiguen fácilmente
concesiones, terrenos a deforestar, registros de tierras echando a quienes las
ocupan, etc. Lo que necesitan los campesinos del tercer mundo es que les dejen
cultivar EN PAZ sus pequeños campos, con las variedades de semillas que tienen
adaptadas a su clima, que se les facilite la educación a sus hijos, que se les
proporcionen los medios necesarios para mejorar su calidad de vida (acceso al
agua, sanidad, cultura, etc.) y, puntualmente, cuando surja un problema
concreto, que se les ayude. Lo que no necesitan: guerras económicas (todas son
económicas, patrocinadas por los poderes económicos de occidente), ser
desplazados de sus tierras, ser empleados en condiciones de semiesclavitud,
etc. Los transgénicos no van a sacar de la miseria al tercer mundo; en todo
caso, lo contrario.
Los transgénicos
forman parte del juego de desviar parte de la producción de alimentos básicos a
la producción de biodiésel y a la alimentación de animales de granja. Y esto
tiene efectos a miles de kilómetros de distancia (como en el enlace que puse
sobre Goldman Sachs), ya que la economía globalizada implica que el aumento de
precios en una parte del mundo afecte también al otro extremo del globo.
Dices que yo estoy dispuesto
a emplear la selección artificial pero no la tecnología de modificación
genética. Una vez más, yo no he expresado tal idea en mi comentario. Lo puedes
comprobar si lo relees más detenidamente. Yo lo que expresé es que estoy en
contra de las multinacionales agroquímicas (las cuales han apostado por los
transgénicos como medio de perpetuar su suculento negocio), pero sobre todo, lo
que critico en mi comentario son los argumentos falaces que Mulet utiliza en su
libro y en su blog para convencer de que los transgénicos son la panacea que va
a solucionar los problemas de alimentación y de medio ambiente en el planeta. Como
ejemplo del incremento en el uso de pesticidas por parte de los transgénicos,
me remito al artículo del investigador Charles M Benbrook (http://www.enveurope.com/content/pdf/2190-4715-24-24.pdf).
Como ejemplo de la peligrosidad del uso de pesticidas, me remito a datos de la Organización Mundial
de la Salud
publicados en numerosos medios: entre aproximadamente 100.000 y 200.000 muertes
al año por pesticidas.
Los transgénicos no
tienen mayor productividad y no son más rentables si no es en condiciones de
monocultivo de grandes extensiones. Estas condiciones conllevan una disminución
de los indicadores ambientales, como se indica en el artículo de Hodgson et al.
(http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/j.1461-0248.2010.01528.x/abstract).
Y aun en el caso de que tuviesen una mínima mayor productividad, los efectos de
los agroquímicos que utilizan resultan nefastos para el medio y también para
las personas (hago notar aquí que hablo de los efectos negativos para la salud
de los agroquímicos que se utilizan y no de los transgénicos en sí, si bien,
dejo abierto el campo de discusión de si es perjudicial para la salud el hecho
de comer un transgénico que incorpora una toxina en su composición para
combatir cierta plaga).
Con respecto a las
omisiones del libro y del blog de Mulet, no creo que sean fruto de su carácter
divulgativo, sino más bien de una estrategia para convencer de lo
indemostrable: omite que los cultivos convencionales utilizan estiércol; omite
las conclusiones de la EFSA
en el asunto de las muertes de Alemania; omite los numerosos casos de
contaminación de productos alimenticios que no tienen que ver con la
agricultura ecológica, pero saca a la luz casos similares de productos
ecológicos, aunque su contaminación no haya sido causada por las prácticas
específicas de ésta (por ejemplo, huevos con dioxinas); omite los peligros de
la producción industrial de pesticidas y agroquímicos, las substancias de
desecho y el gasto energético; etc. Cuando un escrito adolece de estos
defectos, se convierte en un panfleto.
Dices “…por ahora
es inevitable tratar con pesticidas…” Discrepo. Es posible no utilizar ningún
pesticida en muchos cultivos ecológicos. Es posible utilizar una cantidad mínima
de pesticidas autorizados y escasamente dañinos en el resto de cultivos
ecológicos. Pero quizás más importante, es posible reducir enormemente la
utilización de pesticidas en los cultivos convencionales, sin reducir su
productividad, utilizando técnicas de lo que se denomina “agricultura
integrada”, simplemente utilizando técnicas agronómicas efectivas y una
vigilancia y control sensato de las posibles plagas.
En cuanto a Rudyard
Kipling, escribió “La carga del hombre blanco” a finales del siglo XIX. Han
pasado más de 100 años desde entonces, ha habido enormes avances tecnológicos y
¿en qué estado continúa estando el tercer mundo? No parece que esa pesada carga
del hombre blanco haya dado sus frutos, excepto para sus bolsillos. Y, en este
sentido, los transgénicos sólo son más de lo mismo: colonialismo alimentario.
Dices “…muchas potencias occidentales mejoraron las condiciones de vida de los
colonizados”. Sobre eso habría mucho que discutir. Digamos, que cambiaron sus
condiciones de vida ¿a mejor o a peor? Ése es otro tema de discusión que no
tiene que ver con los transgénicos.
Dices: “Si, por vía
del incentivo de las patentes, los científicos generan más productos que, a la
larga, resuelven el problema del hambre, bienvenido sea”. Resulta que las multinacionales
no están interesadas en que sus científicos generen productos que no van a
poder vender a personas que no tienen dinero para comprarlos. Pero, por otra
parte, productos generados en centros estatales de investigación están siendo
patentados por esas mismas multinacionales que han colaborado de alguna manera
en su desarrollo (de esto sabe mucho Mulet, ya que este caso se da en su
trabajo), con lo que productos como semillas más resistentes a condiciones
ambientales rigurosas, que podrían donarse como ayuda al desarrollo en países
pobres, quedan secuestradas por las multinacionales que, como hemos quedado más
arriba, no son hermanitas de la caridad. ¿De qué modo, pues, los transgénicos
van a ayudar a resolver el problema del hambre en el mundo?
Y para acabar, ya
que he nombrado el trabajo de Mulet, daré algunos datos. No pretendo que estos
datos sirvan para demostrar ninguna argumentación, pero sí para intentar
comprender el por qué de su libro y de lo que yo considero sus falacias. Mulet
no es imparcial, ya que investiga con transgénicos y colabora con
multinacionales del sector. Esto se puede comprobar navegando por el siguiente
enlace: http://www.ibmcp.upv.es/index.php?id_grp=47
(ver especialmente el listado de patentes en la página de publicaciones).
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