Como
se sabe, las actrices pornográficas deben operar con pseudónimos.
En los últimos años, el nombre ‘Kali’ se ha hecho muy popular
entre estas actrices. Kali es una diosa del hinduismo, que tiene
cierta asociación con el sexo y la violencia (en realidad, más con
la violencia que con el sexo, pero precisamente, las feministas
alegarán que la pornografía es más violencia que sexo). En el
siglo XIX, prosperó en la India el culto de los thugs,
bandoleros de carretera que mataban a viajeros y los ofrecían como
sacrificio a Kali. Todo parece indicar que este sensacionalismo hace
de Kali una imagen muy seductora en el porn
business.
Muchos grupos organizados de hindúes en Norteamérica (rara vez en la propia India) se sienten ofendidos por el hecho de que una actriz pornográfica lleve el nombre de Kali. Bajo su alegato, la imagen de Kali, inmersa en un profundo simbolismo religioso, es sacada de su contexto y profanada con meros fines comerciales, muy alejada del contexto religioso original. De hecho, los símbolos del hinduismo son muy proclives a esto. En el Occidente moderno y capitalista hay clases de yoga, cadenas de restaurantes con imágenes de Ganesha (el dios con cabeza de elefante), ventas masivas del Kama Sutra como un simple ‘manual de sexo’, etc.
Muchos grupos organizados de hindúes en Norteamérica (rara vez en la propia India) se sienten ofendidos por el hecho de que una actriz pornográfica lleve el nombre de Kali. Bajo su alegato, la imagen de Kali, inmersa en un profundo simbolismo religioso, es sacada de su contexto y profanada con meros fines comerciales, muy alejada del contexto religioso original. De hecho, los símbolos del hinduismo son muy proclives a esto. En el Occidente moderno y capitalista hay clases de yoga, cadenas de restaurantes con imágenes de Ganesha (el dios con cabeza de elefante), ventas masivas del Kama Sutra como un simple ‘manual de sexo’, etc.
Y,
por supuesto, esto no ocurre sólo con los símbolos religiosos
hindúes. Madonna infamemente causó escándalo con la profanación
de la virgen con fines comerciales, no sólo empleando su nombre para
lanzarse al estrellato, sino también, utilizando las imágenes de
iconos marianos en zarcillos y pulseras. Hay una marca de blue
jeans llamada True Religion (y
su logo es un simpático Buda gordito tocando guitarra).
Quizás
los grupos más ofendidos, y los más celosos en el resguardo de sus
símbolos y tradiciones frente al uso capitalista, son los nativos
indígenas norteamericanos. El movimiento del New Age ha intentado
emplear tradiciones indígenas, sobre todo de chamanismo. Así, se
han comercializado libros y otras mercancías que promueven el
chamanismo en la sociedad de consumo, y nuevamente, esta promoción
es ajena al contexto original. Los indígenas consideran que esto es
una profanación y un robo de sus símbolos, y han presionado (con
relativo éxito) a los legisladores para que prohíban el uso de
símbolos religiosos indígenas a grupos foráneos.
Ciertamente,
Madonna y la actriz pornográfica deliberadamente buscan una forma de
profanación. Pero, no todos los casos de apropiación de símbolos
religiosos persiguen ese objetivo. Los entusiastas del New Age que
emplean técnicas chamánicas, o incluso, el publicista que usa a
Ganesha para promover su restaurante, lo hace con aprecio por esos
símbolos. Con todo, los grupos religiosos originales insisten en que
se trata de un uso indebido de los símbolos, y en ese sentido, si
bien no es una profanación explícita, sigue generando ofensa.
Es
curioso que los hindúes se molesten porque otra gente se apropie de
sus símbolos. Después de todo, si ha habido una religión que ha
sido promiscua en la apropiación de símbolos religiosos, es
precisamente el hinduismo. En el hinduismo, Jesús es un avatar de
Vishnu, cuestión que los cristianos enfáticamente negarían. Lo
mismo sucede con Buda y los budistas. Los hindúes piden que gente
extranjera no utilice sus símbolos, pero ellos alegremente lo hacen
con los símbolos extranjeros. Lo mismo puede decirse del
catolicismo: hay una enorme lista de símbolos católicos que se
remontan a religiones precristianas. De hecho, virtualmente todas las
religiones han tomado préstamos de símbolos e ideas religiosas de
otras.
En
esta época de patentes, entonces, pareciera que las religiones
también quieren participar del negocio del copyright. Pero, no se
atreven a hacerlo formalmente, precisamente porque la solicitud de un
copyright implica la mercantilización de aquello que se quiere
proteger. Si las religiones hicieran un pedido formal, y requirieran
la patente de sus símbolos, quizás habría menos ambigüedad a la
hora de resolver disputas por el uso de símbolos religiosos. Pero,
en la medida en que las religiones sólo elevan vagas voces de
protesta, sin formalizar en términos jurídicos y administrativos su
supuesta propiedad intelectual, entonces eso permitirá que se siga
empleando símbolos religiosos en contextos ajenos al original.
Por
mi parte, opino que ni siquiera si las religiones solicitan
formalmente la patente, ésta deba ser concedida por los Estados.
Para lograr la patente, las religiones deben demostrar que esos
símbolos son originales de cada una de esas tradiciones, pero como
he señalado, casi ninguna religión ha creado de la nada un símbolo
religioso. Prácticamente todas las religiones han plagiado a otras.
Por supuesto, no deseo negar que las innovaciones religiosas existen,
pero insisto, un análisis más minucioso muchas veces revela que, al
menos en el caso de los símbolos disputados, éstos muchas veces
proceden de otras tradiciones.
Además,
a mi juicio, el derecho a la propiedad intelectual tiene una
justificación muy débil. Los bienes intelectuales, a diferencia de
los materiales, no escasean. Y, en ese sentido, no necesitan ser
protegidos por un régimen de propiedad. Cuando alguien ‘roba’ mi
idea, yo no estoy privado de ella, y en rigor, no sufro porque otra
persona utilice los símbolos religiosos que yo utilizo. La propiedad
intelectual sólo puede tener justificación a partir del incentivo:
si no se protegen las ideas, no habrá incentivo para la producción
de más ideas, pues el productor sentirá que no aprovecha los frutos
de su trabajo. Pero, no estoy seguro de que en el contexto religioso
esto tenga mucha aplicación. Un teólogo católico no dejará de
producir libros por el hecho de que Madonna cante Like
a Virgin con
la imagen de la Pieta
en
su franela.
Por
ello, los grupos religiosos están en la obligación de bajar su
cabeza, y tragar grueso. Una sociedad libre y democrática no sólo
exige que se respete el derecho a la blasfemia, sino también, a la
comercialización de símbolos religiosos. Los grupos religiosos,
para sobrevivir, no deberían oponerse a la comercialización
capitalista de símbolos; antes bien, deberían ajustarse a estos
tiempos, y utilizar al propio capitalismo como medio de difusión de
sus símbolos. En vez de seguir el ejemplo de los trasnochados grupos
indígenas norteamericanos que acusan a los chamanes del New Age de
ser ‘fraudes’, los grupos religiosos deberían seguir más bien
el ejemplo de Juan Pablo II y su genio publicista: que yo sepa, ese
Papa nunca criticó públicamente a Madonna por el uso de símbolos
católicos, pero en cambio, grabó un CD rezando el rosario, lo cual
batió récords de venta.
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